La llegada de la primavera, sumada a las grandes lluvias que han regado Cataluña, ha vuelto a llenar de vida las comarcas del Empordà. Con las vacaciones de Semana Santa a la vuelta de la esquina, descubrir los secretos escondidos entre los manzanos, los campos de cereal y el entramado de pequeños pueblos ampurdaneses es un plan ideal para una escapada en familia o con amigos. Un destino indispensable en esta ruta tramuntanada es Jafre, en el Baix Empordà. Se trata de un municipio con 387 habitantes, según las últimas cifras del Instituto Catalán de Estadística (Idescat), que limita al norte con el municipio de Garrigoles; al este, con Verges; al sur, siguiendo el curso del río Ter, con Foixà; y al oeste, con Colomers. Este pequeño pueblo catalán, históricamente agricultor, es una parada obligatoria en una visita a tierras gerundenses.

La belleza de Jafre no solo reside en el espíritu rural que se respira en sus callejones, sino que también destacan la iglesia parroquial de Sant Martí, que data del siglo XVIII, o el Santuario de la Fontsanta, que se construyó durante el siglo XV. Un santuario del cual las leyendas y las historias populares de los vecinos de la zona que han pasado de generación en generación apuntan que contenía agua con «propiedades curativas»: «Cuentan que un viernes del año 1460, cuando Miquel del mas Castelló araba su campo del Bosc Gran, se le apareció un joven desconocido que le comunicó que el agua de la fuente tenía propiedades curativas», recuerdan desde el Ayuntamiento del municipio en su página web.

Imagen de un grupo de personas bailando sardanas en Jafre / Ayuntamiento de Jafre en Twitter

El castillo «arruinado»

Jafre, al igual que tantos otros pueblos del país, también estuvo durante siglos presidido por un imponente castillo. De hecho, los primeros rastros documentales que confirman la existencia de este municipio se remontan al año 895, los cuales hacían referencia a un primer castillo. De esta construcción militar, sin embargo, se acabó perdiendo el rastro. Siglos más tarde, el castillo de Jafre parece que volvió a recuperar la vida. Entre el siglo XIII y el siglo XV, en esta edificación medieval vivió la familia noble de los Jafre, quienes dan nombre al municipio. De la familia de los Jafre el castillo pasó a manos de la familia Johers, que continuaron expandiendo el espíritu agricultor de los aldeanos del pueblo. Ahora bien, debido a enrocamientos matrimoniales, en el año 1618 se desvincularon definitivamente del castillo, y optaron por ponerlo a la venta.

A partir de esta fecha, la pista sobre el castillo comienza a perderse entre los documentos de la época. De hecho, en el catastro del año 1716 el castillo fue definido como un «edificio arruinado» y, por lo tanto, acabó deshabilitado. Sin embargo, para aprovechar los muros que aún se mantenían en pie, los restos del castillo se utilizaron para expandir el templo parroquial del municipio. Desde entonces el castillo de Jafre se dio por desaparecido, aunque sus vestigios aún se pueden ver hoy en día. Para que no cayeran en el olvido, en mayo de 1949 estos restos se catalogaron como bien de interés cultural. Unos restos que mantienen el recuerdo de otra época en un pueblo donde parece que no pasa el tiempo.

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