Este lunes se celebra el Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres y Mireia Comas (Terrassa, 1976), jefa de fotografía de El Món, da el paso de explicar pública y abiertamente lo que le sucedió en 2003, cuando trabajaba como fotógrafa free lance para la consejería de Medio Ambiente. Según su relato, que consta también en una denuncia presentada a los Mossos d’Esquadra y otra vehiculada a través del Departamento de Igualdad y Feminismos, el entonces director del Servicio Meteorológico de Cataluña, Oriol Puig Godes, la acosó y presionó hasta conseguir mantener relaciones sexuales una noche en un hotel, aprovechando un viaje profesional.
La semana pasada hiciste un hilo en Twitter en el que hacías referencia a tu experiencia como mujer acosada por un alto cargo de la Generalitat. ¿Qué pasó?
Fue a finales de 2003. Yo, como fotógrafa, tenía encargos del Departamento de Medio Ambiente. En la inauguración del radar meteorológico de la Panadella coincidí con el director del Servicio Meteorológico de Cataluña, que era Oriol Puig Godes. Allí lo conocí.
¿No os conocíais hasta ese día?
No, nos conocimos allí. Me lo presentaron y para saludarme me dio dos besos, pero por la forma en que me los dio y cómo puso su mano en mi cintura, ya me generó un rechazo como mujer. Pensé que era un baboso. Y me pidió el teléfono, con el argumento de que sería para darme más trabajos como fotógrafa. Me dijo que había que hacer fotos en varios radares, y que me los encargaría a mí. Yo era autónoma y tenía un acuerdo con la consejería para un máximo anual de trabajos. Los que él me ofrecía eran adicionales, aparte de los del departamento como tal.
¿O sea que el trabajo te interesaba?
Sí, porque, aunque yo era joven, tenía 26 años, y sin cargas familiares, los ingresos que me proporcionaba el trabajo de la consejería no eran suficientes, buscaba otros encargos. Había trabajado como camarera y otros trabajos, y entonces comenzaba como fotógrafa. Que el Servicio Meteorológico de Cataluña me ofreciera trabajo, en principio era una buena noticia, porque yo quería crecer profesionalmente como fotógrafa.

¿Cuál fue la siguiente vez que entraste en contacto con él?
El día de la Panadella, lo he buscado, porque conservo todas las fotos que hago, era el 29 de octubre. Al poco tiempo, no recuerdo el día exacto, me ofreció hacer fotos de varios radares de Cataluña.
¿Pero quién te hace la oferta? ¿Alguien de su equipo?
Me hizo ir a su despacho y me explicó personalmente el trabajo que debía hacer. Ahora lo pienso y me parece extraño, que él se ocupara personalmente de estas cosas. Pero yo era joven y supongo que muy inocente en ese sentido y no me lo planteé. Podía más la ilusión de tener más trabajo de fotógrafa. Acepté el encargo. Pero al poco tiempo recibí varios mensajes suyos diciéndome que le gustaba mucho, que no podía dejar de pensar en mí.
¿Eran mensajes escritos?
Sí. Pero hubo dos noches que me llegó a llamar de madrugada. Yo dormía y me despertó, borracho, diciéndome que no podía parar de pensar en mí, que quería que nos viéramos, que le gustaba muchísimo. Yo no entendía nada.
¿Qué le respondiste?
Le dije que sería mejor que se fuera a dormir y colgué. No era capaz de hacer nada más, me bloqueaba. Me sentía sobrepasada. Era director del Meteocat y su hermano era conseller. No acababa de saber qué debía decir y qué no debía decir. Lo dejé pasar. Lo que sí quería era el trabajo. Al fin y al cabo, iba sola a hacer las fotos, no tenía que verlo. Luego enviaba las fotos y ya está. Hasta que a finales de noviembre me dijo que debíamos ir juntos a la Vall d’Aran.
¿Qué teníais que ir a hacer?
Él tenía que firmar un convenio con el Síndico de Aran y yo tenía que hacer las fotos.
¿Cómo fuisteis?
Con mi coche.
¿Tú y él solos?
Sí.
¿Pasó algo durante el trayecto de ida?
No, pero yo recuerdo que hice este viaje súper consciente de que él intentaría hacer algo, porque ya lo veía venir. Y iba muy mentalmente consciente y muy tensa, incluso físicamente.
¿Teníais que pasar la noche allí?
Sí. Porque el viaje es largo. Llegamos al hotel y cada uno tenía su habitación, pero fuimos a cenar juntos en el mismo hotel. Durante toda la cena me iba cogiendo la mano y me iba diciendo que era muy guapa, que tenía muchas ganas de estar conmigo… Y yo, cada vez que me tocaba la mano, apartaba la mano y le decía que yo no quería nada con él, que lo sentía mucho, pero que yo no quería nada. Como mínimo intentó tocarme la mano 20 veces y yo las 20 veces le dije que no. O sea, le decía que no.
¿Qué pasó cuando terminasteis de cenar?
Me ofreció tomar copas. Yo evidentemente dije que no, que no quería ninguna copa, que me quería ir a dormir. Subimos en el ascensor los dos. Imagina cómo fue de tenso ese viaje, subiendo en el ascensor, porque yo lo único que quería era que se abrieran las puertas y salir de allí. No pasó nada. Salí. Volvió a insistir. ‘Va, ven a mi habitación, por favor, que tengo muchas ganas de pasar la noche contigo, que me gustas mucho’.
Él estaba casado en ese momento y tenía dos hijos como mínimo. Insistía constantemente. Le dije que ‘no’ no sé cuántas veces más. Y se intentaba acercar, físicamente. Y yo le decía ‘no, es que no quiero, no quiero’. Y logré irme y entrar en mi habitación. Y fue un gran descanso. Suspiré de ‘ya está, lo he conseguido’. Y cuando ya me estaba acostando en la cama empezó a sonar mi teléfono móvil. Lo cogí y era Oriol, que quería que fuera a su habitación. Insistiendo, insistiendo, insistiendo. Le volví a decir que no, le colgué el teléfono y lo apagué. Para que me dejara en paz, que ya no sabía qué hacer. Y me volví a relajar, dije, ‘ahora sí, ahora ya está’. Me recuesto en mi cama y empieza a sonar el teléfono de la habitación.
Y aquí me paralicé de golpe. Cuesta mucho explicarlo, pero me quedé petrificada. Cuando dicen que te bloqueas, que te paralizas, me pasó eso. Mi cuerpo se paralizó. Cogí el teléfono y era otra vez él, insistiendo que no me dejaría tranquila hasta que lo consiguiera. Y me vi entre la espada y la pared y mi cerebro hizo un clic. Mi pensamiento fue ‘las putas hacen esto todos los días y no se mueren, ¿no?’. Y fui a su habitación.
Porque no encontraba otra salida. Y cuando llegué a su habitación, él ya estaba acostado, desnudo, sobre la cama. Y lo hice lo más rápido que pude, con el mínimo contacto, y me volví a ir. Y ya está. Y entonces, al día siguiente fuimos a hacer el trabajo como si no hubiera pasado nada. Y en el viaje de regreso todavía se me echó encima dos veces en el coche, cuando paramos a poner gasolina, para besarme, y lo tuve que empujar y apartar.
En esa época, la conciencia de agresión sexual no era la actual y, tal como había ido todo… que no me pegó, no había habido violencia física… Yo me sentía culpable. Porque pensaba ‘no he sido lo suficientemente fuerte para aguantar la presión y he acabado cediendo. He sido yo la que he ido allí’. Y me sentía fatal, ¿cómo quieres sentirte?
¿Cómo quieres explicar esto? Yo pensaba, ‘si ahora voy a los Mossos y les explico esto, se reirán de mí. Me dirán ¿qué me estás diciendo, si tú has ido allí?’
La única cosa que fui capaz de hacer fue hablar con uno de los escoltas del conseller [de Medio Ambiente, Ramon Espadaler, en esa época], un escolta con quien yo tenía muy buena relación, hacíamos salidas en bici juntos. Le expliqué solo una parte de lo que había pasado. El final no se lo expliqué, pero le conté toda la parte del acoso. Y él me ayudó a pararle los pies. Me dijo que hablara con él y qué le debía decir, me dio herramientas y ánimos para afrontar la conversación. Me recomendó que le dijera que, si no paraba, lo denunciaría.
¿Y se acabó?
Sí. Entonces paró. Pero durante la conversación siempre hizo ver que no había pasado nada fuera de lugar. Como si simplemente él hubiera ligado conmigo y me hubiera llevado a la cama.

¿Continuaste trabajando para el Meteocat y para la consejería?
Sí, hice las fotos que tenía encargadas de radares. Y con la consejería también continué trabajando, aunque el trabajo fue disminuyendo, pero no tenía nada que ver con esto. Hubo un cambio de gobierno, entró el tripartito y además con las cámaras digitales la mayoría de actos se los cubrían ellos mismos, gastaban menos en fotógrafos. Y además me quedé embarazada y tuve el primer hijo.
¿Lo explicaste a tu pareja o a alguien más?
Cuando pasó todo yo aún no estaba con mi pareja, no conocía al que luego fue el padre de mis hijos. Y no fui capaz de explicarlo a nadie más tampoco, porque sentía mucha vergüenza. Es decir, le expliqué al escolta la parte del acoso, pero no la parte de la habitación. Me daba demasiada vergüenza y me sentía culpable. A mis padres les expliqué que me había acosado y que me enviaba mensajes. Y, más adelante, cuando conocí al padre de mis hijos, también se lo expliqué, pero también por encima. Le hablé de los mensajes y le dije que en el coche había querido besarme, pero no explicaba toda la parte del hotel.
¿Por qué crees que te sentías culpable?
Por el hecho de salir yo de mi habitación e ir a la suya. No encontré otra escapatoria, pero no sabía cómo explicarlo para que la gente lo entendiera. Porque, si no lo vives, pensaba que no se podía entender.
¿Ahora lo ves igual?
No, ahora no lo veo igual, pero he tardado muchos años.
¿Lo ves diferente por el cambio social o porque tú has cambiado con la edad?
Yo creo que son las dos cosas, pero en gran parte ha sido por el cambio de mentalidad social y porque con la distancia en el tiempo, a pesar de unos recuerdos que no se me han borrado, lo veo más claro. Te das cuenta de que, al final, es como si hubiera sido una violación. Él me anuló y hizo que yo diera esos pasos. Por toda la presión, por quién era él y porque al final yo era joven y él tenía un poder que a mí me afectaba, y además era hermano de un conseller.
¿Has vuelto a hablar alguna vez con Oriol Puig?
Cuando comenzó el me too fue cuando a mí se me volvió a despertar todo lo que me había pasado. Ya habían pasado muchos años, 17 o 18 años, pero a mí se me despertó todo de repente. Y quise hablar con él. Era el año 2019, y contacté con él por Twitter. Al cabo de un tiempo accedió a quedar conmigo y nos encontramos en un bar que estaba cerca de mi casa, donde los dueños me conocían. En ningún momento negó que hubiera pasado lo que pasó, pero no quería reconocer que había sido en contra de mi voluntad. Al final, cuando yo le pregunté si de verdad él no sabía diferenciar cuando una mujer hacía el amor porque le apetecía o cuando lo hacía presionada. Y me pidió disculpas, pero insistía en que no sabía que yo lo había vivido de esa manera.
Y, después de esa conversación?
Ya no nos hemos vuelto a ver ni hemos hablado más.
¿Pero diste algún paso más?
Desde entonces he querido revisar de alguna manera todo lo que me había pasado, lo que llevaba dentro y que había querido decidir olvidar, como si no hubiera pasado. Porque no era posible olvidarlo. A mí, por ejemplo, no me gusta mucho que me den besos personas que no conozco, ni el contacto físico. No sé si tiene que ver con aquello, porque no hice terapia. Después vi un hilo en Twitter de mujeres que explicaban experiencias similares. Y yo también lo expliqué en Twitter. No dije quién había sido, pero di pistas. Y el tuit tuvo muchos retuits y mucha difusión y comencé a recibir algunos mensajes privados. Y entonces también contactó conmigo una persona que me decía que era mosso d’esquadra, pero desde el anonimato, aunque me dijo que conocía a dos personas en las que yo confío, y ellas me lo confirmaron. Fuera como fuera, este mosso anónimo avisó al equipo del cuerpo especializado en violencias machistas y me contactaron y fui a poner una denuncia.
¿Qué trato recibiste de los Mossos?
Los Mossos me trataron súper bien. Me dijeron que los hechos estaban prescritos, pero que lo enviarían igualmente a los juzgados de la Vall d’Aran, que es donde pasó todo. También me ofrecieron servicio psicológico, pero no lo tomé porque entonces ya tenía una psicóloga de confianza.

¿Qué otro paso diste?
Al cabo de unos días, también a raíz del tuit que había hecho, me contactan del Departamento de Igualdad y Feminismos de la Generalitat de la legislatura pasada, cuando era consellera Tània Verge. Me contactó por Twitter, por mensaje privado, la secretaria de Feminismos, Montserrat Pineda.
¿Qué te dijo?
Que había visto el tuit, que le sabía mal lo que me había pasado y que me ofrecía los servicios de atención del departamento. Yo le pregunté cómo debía hacerlo para poner una denuncia interna, porque él aún trabajaba en la Generalitat, aunque hacía años que no era el director del Meteocat. Fui a hacer la denuncia interna y el día que fui me atendieron un inspector y una psicóloga del departamento. Me hicieron explicar todo, aunque ya lo tenían todo por escrito y tenían la denuncia de los Mossos. Y el inspector, que es el que he denunciado en un hilo de Twitter la semana pasada, no hizo caso de nada de lo que explicaba que había pasado. Solo me preguntaba por qué no había puesto la denuncia y por qué había tardado tanto en decirlo. Si no me preguntó diez veces por qué he tardado tantos años en poner la denuncia, no me lo preguntó ninguna.
¿Y qué le respondiste?
Que había tenido un bloqueo y también que era la época, que las cosas han cambiado mucho en 20 años y que ahora la sensibilidad es otra. Salí llorando de la reunión.
¿Y la psicóloga que le acompañaba qué papel hizo?
No decía nada. Estaba allí callada, observando. Quizás me dijo algo, pero no lo recuerdo, porque no tuvo ninguna incidencia.
¿Le dijiste algo a la secretaria de Feminismos, ya que ella había contactado contigo?
Sí, le dije que había ido fatal, que no entendía qué hacía ese inspector en una reunión así, porque con los Mossos estuve cien veces mejor que en esa reunión con el Departamento de Igualdad y Feminismos.
¿Y qué te contestó?
Quiso tomar un café conmigo, me pidió disculpas y me dijo que le iba muy bien que se lo explicara, porque así sabía cómo funcionaban las cosas, para poder mejorarlas… Bueno, lo que dicen siempre.
¿Y no has tenido más noticias?
De la secretaria de Feminismos, que ahora ya no está, no. Pero recibí una carta del equipo especializado que me decía que no podían hacer nada porque los hechos eran de muchos años atrás y yo ya no tenía ninguna vinculación laboral con el departamento.
¿Y qué pensaste?
Que se estaban riendo de mí. Porque te ofrecen un servicio para que vayas allí a explicarlo y todavía te hacen sentir peor.
La semana pasada hiciste otro hilo en Twitter. ¿Qué te motivó a hacerlo?
Que la actual consellera de Feminismos, Eva Menor, hizo un discurso pidiendo a la población que rompa el silencio con las violencias machistas. Me pareció súper hipócrita que te animen a romper el silencio si, después, cuando lo rompes, te tratan de esta manera. Y supongo que como es una herida que me quedó abierta, porque no se ha cerrado nunca, de repente hay momentos que veo o siento determinadas cosas y exploto. Quizás porque no lo expliqué en su momento, ahora necesito explicarlo y que lo sepa la gente.
¿Crees que esto puede tener algún efecto?
Yo creo que sí. Si los hombres ven que las mujeres ya no callan puede pasar que el miedo cambie de bando. Nos tienen que ver fuertes y que ya no tenemos miedo, ni nos da vergüenza. Espero que así lo piensen un poco antes de actuar según cómo.


