Dice la teoría política que un político de raza aprovecha las catástrofes para resurgir. Uno de los ejemplos más evidentes de esta teoría fue el del canciller alemán Gerhard Schröder. En el año 2002, cuando todos daban por terminado al líder socialdemócrata frente al candidato conservador Edmun Stoiber, Sajonia sufrió unas gravísimas inundaciones. Schröder, de la vieja escuela, se calzó unas botas de agua y actuó con una decisión tan contundente que recuperó la confianza de los alemanes, quienes le devolvieron la cancillería.

El ejemplo de Schröder fue imitado, aunque sin panorama electoral, por Pedro Sánchez durante la Covid y la crisis del volcán de las Canarias. Despliegue de un escudo social, de políticas de inversión rápidas y, por supuesto, del ejército en la calle, que eso siempre hace felices a los inquilinos de la Moncloa. De momento, el efecto Schröder no apunta maneras, ni de lejos, a repetirse en el caso de la DANA en el País Valenciano, en la figura de su presidente, Carlos Mazón.

Un ninot faller arrossegat pel fang a Benetússer/Mathias Rodríguez
Un ninot faller arrastrado por el barro en Benetússer/Mathias Rodríguez

El desastre por la mala gestión de la riada sobre Valencia y todo el entorno

Seis días después de la noche de la tragedia, la gente todavía identifica a Mazón con las muertes y el desastre. La rebaja de la peligrosidad de la DANA, no advertir a la población dentro del plazo y de la forma oportuna y el evidente desastre de la gestión posterior de la riada, tanto de hechos, como de decisiones, como de comunicación, ha desenmascarado una forma de hacer política clientelista, mediocre y con nula empatía con los damnificados. La prueba de algodón es un viaje, casi iniciático, por la comarca de l’Horta Sud, un escenario de estragos y desgracia, donde los vecinos se desinhiben contra los políticos y, particularmente, contra Mazón, el hombre que parecía recuperar el poder valenciano para el blaverismo más burdo y solo acostumbrado a organizar fiestas y eventos.

El barro, los trastos y el hedor que seis días después todavía llenan las calles de la Torre, de Benetússer, Alfafar o Massanassa han puesto su figura en el centro de las críticas, con cacerolada por la tarde incluida. Un ninot de falla arrastrado por el agua parece la metáfora de quien lleva el título de muy honorable. El desastre de la gestión que desenmascara la mediocridad política y el alma negra de la derecha más españolista de los últimos años.

Música enllaunada als carrers de la Torre/Mathias Rodríguez
Música enlatada en las calles de la Torre/Mathias Rodríguez

«Mazón, criminal»: pintadas contundentes en las paredes de la zona afectada

Justo antes de cruzar el puente de José Soto, que abre el camino hacia los pueblos marítimos más afectados por la DANA, ya se ven pintadas. Son explícitas y con vocativo. «Mazón, criminal» o «Mazón, dimisión», son dos mensajes tan breves como contundentes. Sintetizan el malestar de muchos vecinos que todavía sufren el desastre. Hay quienes tienen agua dentro de casa, y casi todos tienen barro. «Hasta hoy no ha venido nadie a preguntar», comenta la Lacip mientras termina de vaciar de barro los bajos de su casa. «Solo han venido voluntarios, hasta esta mañana no hemos visto bomberos», explica desesperada la Cris de la Torre, mientras enseña un montón de muebles y aparatos electrónicos de su empresa de sonido e imagen amontonados como si esperaran la Flama del Canigó.

La Vanessa, de Massanassa, vive justo enfrente de donde murió un hombre sepultado por los muebles que le cayeron encima durante la tormenta. Fue en la calle Pi i Margall del municipio. Ningún precinto. Solo la hoja de un bloc donde se lee «Ojo, peligro de derrumbe». «Aquí solo han venido voluntarios, hasta esta tarde no ha venido una triste máquina», reprocha con dureza con el apoyo de sus vecinos. La prueba de sus palabras es evidente. Hay un palmo de barro líquido. Los vecinos no han podido sacar el barro de las casas hasta esta tarde porque la calle todavía está llena de él. «Solo me faltaba ver a Mazón y la alcaldesa de Valencia con unas botas de 150 euros durante el minuto de silencio! ¡Las botas deben estar aquí! ¡Los vecinos las hemos tenido que ir a buscar a Castellón!», reprocha indignada.

En Lucas, un valencianoargentí porta cafè als Bombers per intentar que mirin si al garatge hi queda algú/Mathias Rodríguez
En Lucas, un valencianoargentino lleva café a los Bomberos para intentar que miren si en el garaje queda alguien/Mathias Rodríguez

Los bomberos y los voluntarios frenan el golpe

Unos vecinos de más abajo enseñan la casa. Hay once voluntarios limpiando. «Hoy ha venido un policía, pero no ha venido más, solo nos ha preguntado. Estamos solos limpiando la casa», añade Carme mientras se limpia las gafas de barro. Una historia que repiten Vicent o Lucas, un argentino que vacía el parking con una bombilla pequeña y que, armado con una cafetera Oroley, intenta convencer a los bomberos para que vayan a echar un vistazo. De hecho, son los mismos bomberos que han ayudado a abrir la persiana rota de la antigua carpintería Soria, reconvertida en almacén de puertas que han quedado todas para tirar, igual que el local de sus vecinos, que ha quedado completamente inundado y nada, ni un mueble se ha podido aprovechar.

Bomberos de todo el estado, junto con miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y algunos militares de infantería sobre carros de combate –se ve que esto es tradición histórica–, son los que más se dejan ver por las calles inundadas de mierda y barro. También policías de todo el estado, y de cuerpos locales de todo el País Valenciano. De mossos d’esquadra, oficialmente no hay. Hay realizando tareas de limpieza, pero no de vigilancia y orden. De hecho, así como los Bomberos de la Generalitat han enviado un contingente, los Mossos no lo han hecho. Pero quienes se llevan la palma, por número y por trabajo, son los voluntarios que llegan de todas partes y hacen de todo. Son los más vistosos. Limpian, ordenan, vacían, reparten o informan. Los vecinos los reciben con los brazos abiertos y agradecimiento, desde los que llevan una pala hasta los que con un remolque reparten agua embotellada, garrafas de lejía o bolsas con comida.

L'escola Ausiàs March de Massanasses, absolutament destrossada/Mathias Rodríguez
La escuela Ausiàs March de Massanassa, absolutamente destrozada/Mathias Rodríguez

Gente que se ha quedado sin casa por la DANA

La destrucción y los daños materiales son gigantescos. La fuerza del agua revuelta seguramente ha hecho inevitable la destrucción, pero seguramente que la misma agua con un aviso cuando tocaba habría evitado la calamidad de los 214 muertos oficiales y la cifra incierta de desaparecidos. Muebles, recuerdos, vidas se agrupan en los bordes pintados con marrón de barro. El hedor que forman los productos frescos estropeados, los animales muertos, los residuos orgánicos, la falta de agua corriente, el aceite de los coches y el agua estancada hace tramos irrespirables. La escuela Ausiàs March de Massanassa, absolutamente destrozada, asevera que la recuperación va para largo.

Todos son víctimas. Incluso, la grúa municipal. Su almacén ha sido de los más afectados. De las 14 grúas solo queda una operativa. Solo quedan dos negocios abiertos. Inmobiliarias, restaurantes, constructoras, imprentas, tiendas de muebles, bares, supermercados, concesionarios, lavanderías, almacenes, talleres o panaderías han adoptado formas fantasmagóricas. Apenas dos o tres negocios han podido levantar parcialmente la persiana. Joaquín, dueño de un restaurante, respira tranquilo por los efectos de los daños que ha sufrido. «Ya puedo estar contento!», admite mientras muestra la señal de hasta dónde le llegó el agua. La suerte ha querido que la disposición de la barra le haya permitido salvar las neveras y las cocinas. Podrá reabrir.

No han tenido tanta suerte Nieves y Johnny y sus dos perros. Los cuatro cargan maletas y un carrito de supermercado lleno de trastos. «Nos hemos quedado sin casa», detallan a El Món. De momento, no tienen adónde ir. «En la parroquia nos dicen que, de momento, solo nos pueden dar comida, pero no techo», remarcan. «No sé qué haremos», lamentan los dos jóvenes, que no tienen familia que los acoja. La historia de esta pareja no es la única, como tampoco lo es la gente que ha perdido el recuerdo físico de buena parte de su vida. Discos, libros, retratos, fotografías, juguetes o recetas médicas se encuentran tirados por las calles llenas de barro. Lo han perdido pero a cambio de conservar la vida.

Voluntaris i afectats per la DANA a l'Horta Sud/Mathias Rodríguez
Voluntarios y afectados por la DANA en l’Horta Sud/Mathias Rodríguez

Políticos con pies de barro a raíz de una crisis que también es política

La arrogancia de una gestión política horrible e incomprensible hace que se señale al culpable. Aunque la prensa cortesana, con un público fiel en Valencia, señale a Pedro Sánchez, la gente de l’Horta Sud señala a Mazón. Ana Rosa Quintana ha desplegado su equipo en esta comarca. Parecía una sombra crepuscular entre las máquinas pesadas, los coches con sirenas, y la concentración de policías que rodeaba su plató ‘natural’. Todo con una indiferencia sorprendente por parte de vecinos y voluntarios que bastante trabajo tienen en tratar de recuperar algo más que sobrevivir. Esta vez, todo apunta, que ni Ana Rosa Quintana salvará al PP, que parece tener los pies de barro.

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