«Nuestro origen parece uno de esos chistes que comenzaba diciendo ‘van un alemán y un catalán y …», explica Quim Dorca, el agudo jefe de marketing y socio fundador de Devir, una multinacional barcelonesa que este año celebra su 25º aniversario en un extraordinario momento de forma. Devir es una distribuidora especializada en juegos de mesa, juegos de rol, cómics, cartas coleccionables y novelas gráficas de las más relevantes del mercado internacional que distribuye juegos tan populares como el Catan, el Codi Secret, Cities o el Sushi Go.
Un sector en crecimiento, sobre todo en el mercado latinoamericano, y que tiene acento catalán. De hecho, Dorca destaca que el 30% de su producto se hace en catalán, en un sector donde las licencias y distribuciones se rigen más por lenguas que por territorios. «Hacemos todos los que podemos en esta lengua, sobre todo los propios», asegura. «Creo que debería ser algo que se hiciera por responsabilidad», insiste Dorca.
Devir ha aprovechado el 25º aniversario para hacerse un regalo bastante especial, el anuncio de la compra de la prestigiosa editorial andaluza Maldito Games, dedicada a juegos pensados para un público más experimentado y que cuenta con unos 300 títulos. Con este catálogo, Devir ofrecerá un catálogo de más de 600 propuestas y prevé superar los 20 millones de euros en 2025.

Una empresa creada en 1987
De hecho, sus inicios se remontan al año 1987, cuando un grupo de aficionados a los cómics americanos decidieron dejar sus trabajos y montar una distribuidora. La empresa nació con una vocación de servicio y ganas de jugar, que es muy diferente a apostar. Desde entonces, por la sede de la empresa han pasado cerca de un millar de juegos. En este momento, editan entre 50 y 60 juegos al año, de los cuales, una decena son juegos de creación propia, pensados desde su funcional sede en la Via Augusta de Barcelona.
El juego de mesa se ha redescubierto como una fórmula de negocio de la que Devir es un exponente y un impulsor. De hecho, su estrategia ha animado un mercado que ofrece un producto que es difícilmente comparable a cualquier otro: una vez comprado el juego, no tiene costos, reagrupa a la gente y, sobre todo, entretiene sin más riesgo que enfrentarse al reglamento. Posiblemente, el único hándicap de esta industria es el progresivo déficit de comprensión lectora en general. En todo caso, el juego de mesa se ha convertido en un producto en crecimiento porque a todo el mundo «de una manera u otra le gusta jugar».

El Catan, el juego que lo cambió todo
Entre los juegos de mesa más conocidos de Devir se encuentra en primer lugar el Catan, «el juego que lo cambió todo». También el Carcassonne, el Codi Secret, el Sushi Go o la Polilla Tramposa. En cuanto a aquellos títulos propios, Dorca se enorgullece de The White Castle, Cities y El Monstre de Colors. El trabajo de Devir, y un poco el secreto del éxito, es ser consciente de que no todos juegan a lo mismo ni de la misma manera. De ahí que se hayan esforzado en ofrecer al mercado todo tipo de propuestas que se distinguen por el reglamento y por el tiempo. «Tenemos juegos que son un éxito que duran 20 minutos», apunta. Además, hay una diferencia de costos abismal con los videojuegos.
«Jugar es una excusa para tener tiempo presencial de mucha calidad, es una actividad que difícilmente puede competir con otra porque tiene unos ingredientes muy específicos», ha añadido. Un ejemplo práctico de esta calidad fue la pandemia, cuando la gente descubrió que en las estanterías de casa tenía juegos y, como los obligaron a encerrarse, se incrementó la afición. De hecho, se disparó la compra por internet de estos productos, a pesar del atasco de la distribución. «Calculo que se incrementó la base de público jugador en un 30% gracias al hecho de que mucha gente que no había tenido oportunidad de jugar de repente tenía tiempo para hacerlo, en un momento de reagrupamiento social con los de casa, lo que provocó un boca a boca», recuerda Dorca.
El juego se ha impuesto en los hogares como una manera de relación social entretenida e inteligente con componentes de lo que se llama ocio educativo. El redescubrimiento del juego de mesa, de toda clase y condición, ofrece un mercado que aún tiene que crecer. Seguramente se llegará al día, que como en Holanda, haya un Catan en todos los hogares y que, «como los holandeses, cuando alguien se divorcia, el que se va de casa se compra uno».