Tuvo tres flechas en la mano el Inca,
y, alegre, a la tercera preguntó:
—«Amiga fiel, envenenada flecha,
di, ¿qué me pides hoy?»
—«Fuerte guerrero de infalible pulso,
de bravo corazón,
te pido sólo atravesar el pecho
de vil conquistador».
Manuel González Prada
Para no pecar -tanto, al menos- de arrogancia, me gustaría empezar por presentarme. Soy Paula Dreidemie, una inmigrante argentina en Barcelona que la semana pasada se hizo viral en las redes gracias a un video de Barcelona Secreta. En el infame video salgo diciendo que intento evitar lo más posible las zonas más catalanas de la ciudad, que pienso que los catalanes son españoles (y una versión incluso “peorcita”) y que prefiero ir a las zonas de Barcelona con una gran afluencia de inmigrantes. Aun si la edición del video fue hecha con intenciones sensacionalistas e incendiarias, es verdad que si evito las zonas más puramente catalanas de la ciudad y espero, en esta larga nota de opinión, explicar mi perspectiva a quien le interese.
En el 2010 el escritor francés Renaud Camus sacó a la luz un compilado complotista llamado «El gran reemplazo» en el que dice «tienes un pueblo, y en el espacio de una generación tienes un pueblo diferente». Camus habla del peligro que, según él, se presenta con la migración en masa hacia Europa desde países del sur global, sobre todo de países del norte africano y Asia, los cambios demográficos que esto representa y a los que él redacta como un «genocidio de la raza blanca». En este libro se usan términos como «ocupación» y «colonización» para hablar de las personas migrantes, y se hace énfasis en la falta de «adaptación» de estos a la cultura y tradición europea de cada región, incluyendo la diferencia de religiones y lenguas.
Hace un poco más de una semana escuché por primera vez el término «catalanofobia» y sentí lo mismo que sentí cuando oí hablar del gran reemplazo. A la base tienen muchísimas características en común : Los catalanes son un grupo de gente blanca, europea y rica (son la segunda región más rica de España, y España tuvo, según The Economist, la mejor economía mundial en el 2024) que intentan, enfrentados a la migración, representarse como una minoría en peligro de desaparición.
La historia catalana ayuda mínimamente a reforzar esta visión del catalan como «minoría». Los colonos catalanes en el 1400 habían logrado tomar control de una enorme parte del mediterráneo, volviéndose el catalan una de las lenguas más habladas de la región. Pero estas conquistas fueron perdiéndose poco a poco gracias a la unión de las coronas de Castilla y Aragón y la subsecuente integración del castellano a los territorios controlados por Catalunya. Es importante aclarar que estas regiones no fueron forzadas a hablar castellano, ni estaba el catalan prohibido, sino que el catalan fue simplemente perdiendo popularidad gracias a, por ejemplo, el teatro en castellano. Las sanciones legales al catalan llegaron 400 años más tarde, a mediados del 1800, en donde se forzó a aprender el castellano en las escuelas, se castellanizaron los apellidos catalanes en el registro civil y se prohibió el uso del catalan en telegramas y correos. Aun con estas prohibiciones, el uso de la lengua catalana prevaleció con momentos más y menos duros, teniendo a la guerra Civil y la dictadura de Franco como uno de sus más grandes retos. Con Franco, el uso del catalan fue prohibido en escuelas, universidades, parroquias y documentos públicos, mientras que el uso en el ámbito privado no fue afectado. Las consecuencias a infringir estas prohibiciones no fueron más que financieras (mientras que la oposición al régimen franquista era, en la mayoría de los casos, castigada con la muerte). Hubo incluso un caso durante el franquismo en el que Nestor Lujan, periodista y director de la revista «Destino», fue condenado a 8 meses de prisión y una multa de 10.000 pesetas por «atentar contra la unidad de las tierras de España al ofender a la lengua catalana» al publicar una carta que festejaba que no se hablase catalan en las escuelas. Aun con el caso de Nestor en los anales de la historia catalana, el resto de las prohibiciones legales a lo largo de tanto tiempo crearon una sensación de marginalidad entre los catalanes. Pero eso no significa que sean, o que hayan sido, una minoría.
“Minoría” no es un grupo que, en número, sea menor a otro. El término minoría se refiere a un grupo que, dentro del orden jerárquico en una estructura de poder, tiene desventajas comparados con otros grupos. Por ejemplo, hay más mujeres que hombres en el mundo, pero teniendo en cuenta el orden jerárquico patriarcal en el que vivimos, las mujeres son, de hecho, un grupo minoritario. Lo mismo con los catalanes. En efecto: en cifras pueden ser y son menores que otros grupos predominantes, pero dentro del orden jerárquico en la estructura de poder eurocentrista, supremacista blanca y clasista en la que vivimos no son, ni se acercan a ser, una minoría. No solo no lo son por ser blancos, europeos y ricos (aun si un pequeño porcentaje no lo es), sino también por la historia de Catalunya, que lejos está de ser la historia de una víctima o de una minoría. Y si bien es verdad que ante los madrileños, quienes nunca experimentaron una prohibición legal de hablar sus lenguas en lo estatal y/o público, tienen un carácter minoritario, no lo tienen en frente a ninguna comunidad inmigrante del sur global.
Una respuesta muy clásica que los inmigrantes hispanohablantes, venidos de tierras conquistadas por España, tenemos de parte de los catalanes es creer que los dos estamos en una posición similar ya que los dos fuimos igualmente conquistados por la corona de Castilla, lo cual es completamente falso. De buenas a primeras, Cataluña no fue conquistada por Castilla, sino que fue una unión dinástica pactada. En cambio, en Latinoamérica, fue un genocidio donde el castigo por hablar las lenguas originarias no era una multa, sino torturas, separación de las comunidades de misioneros en las que se había forzado a vivir a los pueblos originarios luego del robo de sus tierras ( y con ellas, su capacidad de subsistencia) , y en muchos casos la muerte. Pequeña diferencia, no? .
Otro comentario muy común que los hispanohablantes no europeos recibimos de parte de los catalanes en búsqueda de cierta complicidad ante un enemigo en común (España) es decir que los catalanes no participaron en el anteriormente mencionado genocidio americano, lo cual es también tristemente falso, y no tenemos que ir muy lejos para probarlo. Bastaría solo ir al monumento a Colón que hay en Barcelona para ver entre sus figuras al catalan Pedro de Margarit, quien viajó con Colón en su segundo viaje a las Américas (bien acompañado por 200 soldados catalanes) y hasta fue gobernador de lo que es ahora República Dominicana. También podemos leer sobre Joan Orpí, quien, usando una falsa identidad castellana , llegó al «nuevo continente» y fundó la «Nueva Catalunya», hoy conocida como Venezuela. La capital de «Nueva Catalunya» fue «Nueva Barcelona», ciudad que guarda el nombre de Barcelona hasta el dia de hoy. También podemos hacer referencia a Gaspar de Portolá, quien conquistó California.
Si bien Catalunya no participó tan activamente de la colonizacion, genocidio, explotacion y saqueo de las Américas como Castilla, no fue porque fueran unas victimas explotadas ellos mismos, ni por el monopolio que propuso Isabel la Católica, mucho menos por la bondad de sus corazones, sino porque estaban enfocados en el mercado del mediterraneo. No obstante, esto no los detuvo de conquistar tierras americanas, matar autóctonos, saquear riquezas y esclavizar a los que no mataron como fue en el caso de Cuba, donde llevaron al menos medio millón de esclavos africanos (de los circa 3 millones de esclavos que tuvieron en campos de concentración para luego venderlos). Y aunque hayan hecho un esfuerzo para esconder, o simplemente no mencionar, esta parte de su historia, no es difícil saber que barrios como l’eixample con toda su coquetería están construidos con dinero del esclavismo. Familias como los Carbó, Goytisolo y Aballí resaltan en las historias de las tierras cubanas, y no hace falta más que irse de excursión con algún grupo de la UB para que empiecen a cantar entusiasmados los jóvenes catalanes “El meu avi se’n va anar a Cuba a bordo del Català» mientras los estudiantes inmigrantes, en muchos casos latinos, en algunos casos incluso cubanos, tienen que verlos, y sufrirlos, en silencio.
Porque es silencio lo que esperan de nosotros. Los catalanes no quieren que les recordemos su historia. No quieren que les expliquemos que ellos, tanto como los españoles, están en el núcleo de las tragedias más grandes de nuestra historia. No quieren tener una conversación. Lo que quieren es que los inmigrantes nos adaptemos a lo que sea que ellos digan y ya, igual que en el 1500, 1700, 1800, 1900, y ahora.
A veces la respuesta a estos argumentos es, además de “uf, qué cansina”, que hay que aprender a perdonar. ¿Pero cómo perdonar algo que está sucediendo hasta el día de hoy ? La colonización a punta de espada podrá haber terminado, pero el eurocentrismo basado en la explotación de la parte latina del continente americano y de casi la totalidad del continente africano son actuales. Para dar un ejemplo contundente al respecto de esta colonización moderna debería bastar con mencionar al grupo AGBAR y su presencia en una vasta extensión de los países de América del Sur, donde tiene, o al menos tuvo, cautivos a sus usuarios, explotando el agua potable que tan copiosamente existe en esas tierras y tan escasa es en estas, vendiéndole su propia agua a sus legítimos propietarios bajo la idea de “es por tu propio bien, nosotros sabemos mejor qué hacer” combinada con gobiernos que son nada más y nada menos que fieles lacayos a Europa (porque nos podremos haber independizado, pero ante el eurocentrismo somos todos, los del sur global, esclavos). Además del grupo AGBAR, podemos mencionar también como ejemplos del neocolonialismo español y/o catalan en América Latina a Telefónica, ENDESA, Santander, BBVA, Repsol, y la trágica historia de cómo empresas españolas compraron Aerolineas Argentinas solo para descuartizarla, venderla por partes, y dejarla abandonada. Como nota de color, tenemos el interesantisimo caso del galeon lleno de oro que fue encontrado en aguas del mar Colombiano en el 2015 luego de su naufragio en el 1700, y que España intento reclamar como suyo (sin lograrlo) aun después de todos estos siglos.
Los sistemas económicos y mercantiles del capitalismo neocolonial se aseguran de que los países del sur global sean, con toda la riqueza de sus tierras y recursos, siempre pobres y vulnerables, y por ende manejables y explotables por las economías en posiciones de poder, como lo son las europeas y estadounidenses. El tejido de estos sistemas está hilado tan finamente y está tan bien amoldado a nuestro día a día que pasan desapercibidos para el ojo privilegiado y no entrenado, como el agua a un pez. Pero para los no privilegiados por estos sistemas, para los que no somos peces de este charco, la sensación es de asfixia. Nos ahogamos en estas aguas en las que los europeos, sin excluir a los catalanes, nadan tan tranquilamente.
Quizás ustedes esperaban que yo, una de las caras actuales de la “catalanofobia”, hable acerca de lo que tengo en contra de los catalanes personalmente y se estén aburriendo con esta lección de historia. Si, es verdad que hay muchas cosas de la cultura catalana que no me gustan. Prefiero una arepa a un pan con tomate. Me gusta que la gente coma junta y compartiendo alrededor de una mesa en vez de solos y cada uno con su menú. Me parece un acto de mala educación tremenda llegar a un grupo de personas y solo saludar a quien conozco. Cuando invito a comer a mis amigos no les pido que paguen por su parte. No soy fan del asserin para limpiar humedades misteriosas, ni soy fan tampoco de la sobredosis de color marron constante que hay por todos lados en la arquitectura de esta ciudad, pero mi razon para evitar a las zonas catalanas no son estas, o no son unicamente estas. Mi razón real es que los catalanes, igual que cualquier otra persona extremadamente privilegiada, no quieren escuchar las razones por las que no somos iguales. Les resulta incómodo, doloroso, pero sobre todo aburrido poner en cuestionamiento las estructuras que sostienen sus vidas. Y a los catalanes, en particular, les molesta que se les recuerde que si es por una cuestión de raza, no tienen diferencia alguna con los madrileños. Incluso los personajes catalanes más racistas de fines del 1800 como lo fueron Almirall, Prat de la Riba o Rovira i Virgili, hacen una diferenciación con los otros españoles sólo desde una perspectiva histórica y cultural, y no biologicista como lo es el color de la piel o los rasgos, como los míos en mi “cara de mono albino” (sic).
Tenemos variados ejemplos de esta sordera. Sin ir más lejos, podemos mencionar a la obra de teatro “Esas latinas”, escándalo del momento, en la que se denuncian actos de xenofobia contra inmigrantes hispanohablantes. Si, xenofobia, de xenos (extranjero) + fobia (de Fobos, temor) = temor al extranjero. No temor al local, que sería en todo caso endofobia. Temor al extranjero que no aprende la lengua local. Temor al extranjero que no se adapta a las tradiciones locales. Temor al extranjero que sin duda producirá un cambio en la sociedad. Temor a esta persona que pone en peligro la existencia de una cultura como lo era, olvidando que, al igual que las lenguas, una sociedad necesita pasar por cambios constantes para evolucionar y seguir viva. Volvemos entonces a la frase de Camus “tienes un pueblo, y en el espacio de una generación tienes un pueblo diferente», slogan xenofobico, antimigratorio y sobretodo supremacista blanco, y al menos a mi me resulta imposible ver diferencia alguna entre uno y el otro.
En esta sordera no solo dejan los catalanes de escuchar el pedido de ayuda de estas personas, sino que se olvidan también de hacer un mea culpa. Incapaces de oír como esta supremacía en la que viven- y que tan desesperadamente intentan hacer pasar como una minoría- aplasta a grupos vulnerables de su sociedad (porque quieran o no, los inmigrantes son parte, y una gran e importantísima parte, de la sociedad actual catalana) y los vulnerabiliza aún más, se sienten amenazados. Como alguien con un ego delicado se ofenden, se asustan y atacan. No hay lugar al diálogo. Se olvidan en su ataque que hay alguien que necesita ayuda en frente de ellos y abren, brutalmente, la brecha que nos separa aún más. En su incapacidad de sentir empatía se olvidan de su propia historia también. Se olvidan de que hay cosas que no van a cambiar aun si uno denuncia e intenta hacer escarmentar al otro de una manera legal. Se olvidan de que Felipe V, José Patiño, Carlos III, los jacobinos y Franco lo intentaron con ellos y no les funcionó. Se olvidan de que la miel es mejor que la hiel y que intentar forzar el catalan dentro de nuestras gargantas no va a hacerles ganar adeptos. Que mostrarse como una comunidad abierta al diálogo, empática, deconstruida y flexible, si sería una manera de interesarnos en su lengua y cultura. Se disparan en el pie.
Me gustaría mencionar un último ejemplo que retrata la brecha que los catalanistas tanto trabajan por mantener, y del que no se habló ni en las redes ni en ningún diario. En el día 20 de Agosto del 2022 , un joven migrante colombiano de tan solo 28 años llamado Brian Rios, padre de dos hijos, fue trasladado a una comisaría en Rubí en la que moriría algunas horas más tarde bajo la “custodia” de los mossos. El pasado 20 de Agosto del 2025 se conmemoró la fecha de su muerte con una pequeña manifestación en la que un grupo de catalanes tomó el escenario y usó el micrófono para leer poemas en catalan, aun si ninguno de los presentes lo hablaba. Los poemas no mencionaban de forma alguna sujetos como Brian, el racismo, la violencia policial o la justicia, sino que romantizaban vacuamente ideas de “paz”. Los latinos allí presentes oyeron en silencio hasta que una persona blanca con un catalan perfecto les gritó que se bajen del escenario, porque allí ni cortaban ni prestaban el hacha. Y a veces es así, se necesita una persona blanca con un catalan perfecto para decir las cosas y que las escuchen.
Quiero terminar esta larga nota diciendo que soy perfectamente consciente de que esto debería haber sido escrito por Brian, pero que él, como tantos otros, fue y es silenciado. Es que al final, estando las cosas como están, lo mejor que podemos hacer los blancos como yo es usar nuestro privilegio y plataforma para amplificar las voces de los que no tienen voz en este sistema supremacista, empujando para hacer espacio a que, lo antes posible, sea una persona marron la que les esté cantando las 40, y no alguien como yo.
Vos perdonalos Brian. Nosotros acá no nos olvidamos.