Un daño colateral que, ciertamente, preocupa. La riada que ha arrasado l’Horta Sud, en el País Valencià, además de segar vidas humanas –214, según el último balance oficial–, de devastar viviendas y negocios, abre otro frente que inquieta a las autoridades y a los vecinos. El mal olor es el indicativo más claro, casi una semana después del gran diluvio. Y, la consecuencia, las brigadas de fumigación, control de plagas y desatascos que se ven a lo largo del barrio de La Torre de Valencia, Benetússer o Alfafar, donde a medida que te adentras huele más a restos orgánicos o basura, aceites de coche y gasolina mezclada con el incómodo olor del agua retenida.

«Tenemos, sobre todo, el riesgo de los mosquitos», comenta a El Món Carlos, uno de los jefes de unidad de Control de Plagas del Ayuntamiento, tras dar instrucciones precisas a los miembros de la brigada en la avenida Real de Madrid del barrio valenciano. «Con la cantidad de humedales que hay, y que habrá durante días, y que no hace frío, la situación es ideal para los mosquitos. Y pueden propagar de todo», admite. En la misma línea, alerta de los animales domésticos muertos que pueden pudrir el agua estancada, generar microorganismos y propagar algunos tipos de infección epidemiológica, pero de riesgo «bajo», que comporte cuadros de gastroenteritis, erupciones o infecciones cutáneas. En todo caso, desde la Conselleria de Salud y desde el Centro de Control y Prevención de Enfermedades del Estado han emitido decretos informativos recordando que la mayoría de patógenos graves por infección de aguas de inundaciones, como el cólera o el tifus, están proscritos del cuadro de riesgos habituales.

Mosquitos y otras plagas que pueden aparecer

La situación hace que se recomiende a los voluntarios que usen guantes, mascarillas y gafas. Evitar el contacto de la piel con el barro, una tarea gigantesca en unas calles que parecen pistas de patinaje dibujadas por rodadas de grandes camiones, grúas o vehículos todoterreno. La guerra contra los mosquitos es ahora la prioridad. Pero otras plagas, como las ratas, los ratones o las cucarachas también pueden emerger con fuerza si continúan las temperaturas actuales, altas para la época, y la comida fresca de las tiendas se va descomponiendo hasta que no se puedan retirar todos los obstáculos que entorpecen los trabajos de rescate y limpieza. «La cantidad de barro que hay tapa las alcantarillas y no permite secar los charcos. Por lo tanto, queda agua mezclada con utensilios, productos químicos o comida», añade Vicente, un voluntario sanitario que intenta dar instrucciones de comportamiento preventivo a los vecinos.

Brigadas municipales de limpieza en el centro de Benetússer/Mathias Rodríguez
Brigadas municipales de limpieza en el centro de Benetússer/Mathias Rodríguez

«Ahora solo faltaría que cojamos lo que no tenemos»

Cristina, una madrileña establecida en Valencia, lamenta el mal olor que surge de una carnicería que lleva cinco días cerrada sin suministro eléctrico. «Cogeremos algo, al final, y mira yo voy con bata, mascarilla y gafas porque cada día huele peor y no lo vacían», reprocha. De hecho, carga contra la gestión administrativa de la catástrofe y aprieta los dientes por las pérdidas de material «carísimo» de su negocio, un establecimiento dedicado al sonido e imagen y la gestión técnica de grupos y orquestas musicales. «Yo no sé de quién es la culpa, bueno sí que lo sé, pero aquí no ha venido nadie hasta ayer», critica con ferocidad.

A unos cuantos metros de distancia, otra chica, da instrucciones a una veintena de personas. Era la encargada del Consum, un supermercado bastante popular en la zona. Las órdenes son claras: entrar, pero protegidos. «Ahora solo faltaría que cojamos lo que no tenemos», advierte en relación a la comida estropeada o que haya estado en contacto con el agua. Tras el breafing, aplausos de autoayuda y a trabajar. Mientras tanto, varios voluntarios reparten mascarillas quirúrgicas entre la población y los voluntarios.

De hecho, el Servicio Valenciano de Salud ha difundido una especie de guía con consejos básicos como no comer nada que haya estado en contacto con el agua, solo conservas y envases impermeables después de dejarlos secar durante una hora antes de consumirlos, ni productos frescos o congelados que no se hayan mantenido en la temperatura adecuada. También propone limpiar las paredes de las casas inundadas con agua y jabón y posteriormente desinfectarlas con agua y lejía.

Miembros del servicio sanitario en la parroquia de La Torre de Valencia/Mathias Rodríguez
Miembros del servicio sanitario en la parroquia de La Torre de Valencia/Mathias Rodríguez

Un grupo sanitario

A todo esto, cabe añadir que la Generalitat acordó la creación de un grupo de coordinación de la respuesta de Salud Pública. Un instrumento para «coordinar todas las acciones relacionadas con la salud pública y evaluar los posibles riesgos epidemiológicos para evitar complicaciones de salud tras las inundaciones». El grupo está formado por expertos en salud pública y epidemiología formado por la Dirección General de Salud Pública de la Generalitat, junto con el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) y la Dirección General de Salud Pública del Ministerio de Sanidad, la Agencia Española de Medicamentos y el Instituto Carlos III.

Un guante sobre una papelera en Alfafar/Mathias Rodríguez
Un guante sobre una papelera en Alfafar/Mathias Rodríguez

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