El me too se extiende por Cataluña y llega al 8-M después de un año en el que el foco ha estado especialmente puesto en el sector de la comunicación, con dos casos sonados, salvando las distancias entre uno y otro. El de Saül Gordillo –condenado a un año de prisión por la primera de las denuncias por agresión sexual presentadas por dos redactoras del digital El Principal, del cual fue director– ha generado un revuelo sin precedentes dentro del mundo del periodismo de Cataluña. Pero la denuncia pública de Ana Polo sobre Quim Morales también ha sacudido a fondo la opinión pública.

En el caso de Morales, la avalancha de mensajes de otros periodistas en las redes sociales –como el hilo de Llucia Ramis– o en artículos, como los de Elena Parreño y Alba Carreres, publicados en Crític, evidenció que la conducta denunciada por Polo –todo habría comenzado con un beso forzado– ha sido bastante habitual durante años y que no se hablaba de ello. Y demostró también que denunciarlas ahora provoca tres tipos de reacciones: dos diametralmente opuestas –la de apoyo total y la que está en contra rabiosamente– y una más difícil de encontrar, a caballo entre ambos polos. Una de las voces que ha mantenido esta tercera posición es la abogada Maria Vila, quien ha advertido del peligro del punitivismo para dejar claro que hay conductas intolerables en las que la solución no es clasificarlas como ilícitos penales. Le fue necesaria un tuit aclaratorio para enfrentar críticas que había recibido de personas que consideraban que no apoyaba a las víctimas.

La polarización, por tanto, ha estallado. Es la crisis de crecimiento del me too en un mundo extremadamente polarizado en muchos debates. Se ha pasado de silenciar los abusos machistas durante siglos a una situación en la que las denuncias pueden ser judiciales o solo públicas, con mucho ruido alrededor y con diversas externalidades, entre las cuales destaca una ola reaccionaria que se vuelve contra las denunciantes y las revictimiza.

Una «corriente reaccionaria» que castiga a las denunciantes

“En los últimos años se ha acentuado la corriente reaccionaria contra este tipo de denuncias”, argumenta la psicóloga especializada en violencia machista y profesora de la Universidad de Barcelona (UB) Núria Becerra en conversación con El Món. El problema para la psicóloga, sin embargo, es que esta “corriente reaccionaria” traspasa las fronteras ideológicas de algunos grupos, motivo por el cual es mucho más difícil delimitarla: “Estos discursos de odio no se centran solo en los grupos de extrema derecha”, asevera la experta, quien recuerda que hay hombres que abanderan este tipo de discursos que «tienen mucho poder» mediático y social para esgrimirlos: «Es una realidad que preocupa, y mucho, porque polariza la sociedad», exclama.

Este tipo de argumentarios reaccionarios, según apuntan las expertas, nacen del miedo de una parte de la población, ya que sienten que «pierden poder, ya sea colectivo como personal». Isabel Muntané, profesora del departamento de Medios, Comunicación y Cultura de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), recuerda que este tipo de discursos de odio también pueden “condicionar” a las mujeres a la hora de exponer las agresiones que han sufrido en el pasado. De hecho, según relata, algunas mujeres se han visto forzadas implícitamente a retirar sus denuncias públicas de las redes sociales por «miedo» a la ola de ataques y reacciones contrarias a sus palabras. En esta línea, la profesora de la facultad de psicología de la Universidad de Barcelona (UB) Noemí Pereda, especializada en victimología y abuso sexual, argumenta que una de las grandes preocupaciones de los profesionales que se dedican a asesorar a las víctimas es “la ola de hate” que pueden recibir las víctimas cuando denuncian los hechos: “La sociedad no siempre comprende a las víctimas”, lamenta. Y asegura que todavía «hay mucha susceptibilidad en relación con las denuncias masivas [como ha sido el último caso dentro del sector del periodismo catalán]».

«Se está gestando un cambio»

Las últimas denuncias dentro del mundo del periodismo han desencadenado una especie de ‘me too’ -tal como se nombró al movimiento viral iniciado en las redes sociales durante octubre de 2017 para denunciar situaciones de agresión sexual o abuso sexual a raíz del escándalo de abusos por parte del productor de Hollywood Harvey Weinstein. Un movimiento que ya hace años que «se está gestando» a escala global, o al menos en todo Occidente. «Se está gestando un cambio de mentalidad y la vergüenza comienza a cambiar de bando», exclama Isabel Muntané. Según apuntan las expertas, parte de estas últimas denuncias vienen propiciadas por una serie de cuestiones que han ido evolucionando con los años: «En los últimos años ha habido muchos movimientos que provienen de diferentes esferas, pero considero que lo más importante es la visibilización. Se ha visto que las agresiones de tipología sexual se producen en muchos ámbitos, ninguno se escapa», argumenta Becerra. Una idea, pues, que ha empoderado a las mujeres denunciar abusos machistas que han sufrido en algún momento de su vida.

8-M a Girona
8-M en Girona

En esta línea, las tres expertas coinciden en que el «cambio» de mentalidad, o, al menos, los primeros pasos del cambio, parte de algunos precedentes dentro del estado español, como por ejemplo el sonado caso de La Manada -el cual desencadenó una revisión de las normativas en relación con el abuso sexual, y la comunidad internacional: «Socialmente, el caso de La Manada marcó muchísimo», recuerda Noemí Pereda. Este, sin embargo, no ha sido el único caso que ha contribuido a un ligero cambio de mentalidad en relación con las denuncias por agresión sexual. Entre otros, el juicio contra Dominique Pelicot, el marido de Gisèle Pelicot, que la drogó y permitió que al menos 50 hombres la violaran mientras estaba inconsciente, también ha sido uno de los factores clave en el cambio de concepción sobre las agresiones sexuales que sufren las mujeres. Un conjunto de factores que han contribuido a destapar una gran cantidad de agresiones y abusos sexuales y de poder.

Más de la mitad de periodistas ha sufrido acoso sexual

Los casos denunciados por Mar Bermúdez –la denunciante de Saül Gordillo en el caso ya juzgado, hay otro pendiente de juicio– o Ana Polo, entre otros, no son hechos aislados. De hecho, según el Observatorio Crítico de los Medios impulsado por el Grupo de Periodistas Ramon Barnils, más de la mitad de las periodistas ha sufrido acoso sexual (54%) y por razón de género (55%) en su trayectoria trabajando en medios de comunicación. Se trata de un informe elaborado a partir de las respuestas de 136 mujeres periodistas, que han respondido un cuestionario con una sesentena de preguntas, sobre machismos sutiles, discriminaciones y acoso. Preguntadas por cuáles han sido las razones por las que, de entrada, no han presentado una queja o denuncia, el freno más frecuente ha sido la normalización de las violencias machistas (67,1%), la sensación de impunidad de la persona que ha agredido (57,5%) o sufrir cuestionamiento o falta de credibilidad (54,8%).

Es precisamente por este último aspecto que apunta el observatorio impulsado por el grupo de periodistas el motivo por el cual, según las expertas, muchas víctimas prefieren mantenerse en silencio para evitar represalias: «Es necesario preparar muy bien a las víctimas, porque algunas de ellas no están preparadas para el rechazo que pueden llegar a recibir por parte de la sociedad. No solo en las redes sociales, donde las barbaridades se acentúan, sino también dentro de su entorno más cercano», argumenta Noemí Pereda. Así pues, las tres expertas coinciden en que, aunque ya ha habido ciertos cambios de percepción y mentalidad entre parte de la sociedad, todavía queda mucho trabajo por hacer en la lucha contra la violencia machista.

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