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«Me persiguieron con palos»: profesores de instituto al límite por alumnos agresivos

La Dolores –nombre ficticio– no puede hacer su trabajo sin tener miedo. Es profesora de instituto por vocación, pero lo que no habría imaginado nunca es que su oficio soñado se convertiría de golpe en una pesadilla. Explica que sufre maltrato por parte de alumnos, de amigos de alumnos –que ni siquiera son del centro donde trabaja– y, por otras razones, de algunos compañeros. Esto hace que a veces la sigan por la calle, la increpen, le hagan fotos y se presenten en su casa, a pesar de que vive en otro municipio. 

La agresividad de determinados alumnos, añadida a tensiones internas que mantiene con la dirección del centro, hace que en ningún momento se haya sentido protegida. Ni por los compañeros ni por la policía, a pesar de que asegura que lo ha intentado con los Mossos de Esquadra y con la Guardia Civil. Cada vez que un grupo de alumnos la sigue, la insulta y la amenaza se siente atemorizada, porque dice que saben donde vive y le dejan objetos para burlarse de ella en su domicilio. Sobre la carencia de apoyo en el centro, cree que la dirección preferiría que cogiera la baja, o incluso que terminara, para poder incidir en la elección de otro profesor a partir de pedir un perfil concreto. Y se queja de que le asignan una gran cantidad de alumnos con dificultades de conducta que buscan pelearse sin motivo.

La punta del iceberg: «Hago lo que me sale del coño»

Este caso no es único. Miquel, un profesor de Barcelona, también ha sufrido vejaciones en clase y vive esta situación como “la tónica general en la enseñanza”. Hace 19 años que da clases y sufre faltas de respecto de los alumnos, pero no hay que remontarse tan lejos. Este mismo año ya ha tenido que enfrentar situaciones complicadas, como por ejemplo que un alumno se negara a leer en voz alta y dijera que “lo hará tu puta madre” o que una chica que comía en clase le espetara que ella hace «lo que le sale del coño a clase»

También ha recibido insultos graves como “hijo de puta”, “pesado de mierda” y golpes por los pasillos. Lamenta que las notas internas con las incidencias que los profesores pueden hacer constar cuando pasan estas situaciones no sirven de nada porque los alumnos “acostumbran a salir impunes”. “Pones una incidencia por estos insultos e incluso te llaman a dirección y te riñen”, critica. Este profesor critica lo que considera “paternalismo” de las direcciones y los psicopedagogos, que “justifican el comportamiento de los alumnos por su sufrimiento”. Miquel cree que esta posición de los responsables de centros se traduce en la pérdida del valor del esfuerzo y en la transmisión de mensajes perniciosos, como que la felicidad es hacer lo que uno quiere en cada momento. 

“Chúpame la polla”

La percepción de Miquel la tiene también otro profesor de Santa Coloma de Gramenet que quiere mantenerse en el anonimato. En clase, ha tenido que escuchar insultos y frases groseras y desafiantes, como ahora «cómeme la polla», e incluso ha sufrido un intento de agresión en las puertas del instituto. “Defendí un alumno en las puertas del instituto porque le querían pegar y nos persiguieron a los dos con palos y echándonos piedras. Nos refugiamos en un bar”, explica.

También tuvo que reducir un alumno en el patio porque quería pegar otro estudiante y acabó recurriendo a la Fiscalía de Menores porque se había creado una “pseudobanda” en el instituto. “El apoyo de la consejería es cero. De hecho, en Cataluña si eres interino no eres considerado agente de la autoridad, mientras que en otras comunidades sí. Esto hace que si te atacan se juzgue como una cosa menos grave que si tuviéramos esta categoría”, critica. 

Este profesor denuncia que la impunidad, para los alumnos menores de 14 años, es “salvaje” y esto los convierte en “intocables”. A la práctica, esto se traduce en una carencia total de respecto a la autoridad. “La gente no tiene respeto porque sí, tiene miedo a las consecuencias y, como que hace años que no hay ninguna, se sienten impunes”, explica antes de preguntarse qué respeto pueden tener por alguien si pueden hacer lo que quieran sin temor a nada. 

Coincide con su compañero en el hecho que cada vez hay más dificultades para registrar incidencias sobre los alumnos y avisa que “la falta de respeto es una tónica generalizada”. De hecho, el problema ya sobrepasa los últimos cursos de ESO –donde a menudo hay alumnos que no tienen nada de interés para estudiar porque todavía están en los estudios obligatorios– y ha llegado también al bachillerato, que «ya empieza a ser un aparca-ninis, cuando tendrían que ser expulsados a la mínima falta de respeto porque es una enseñanza no obligatoria y no puedes molestar quienes sí que quieren estudiar”, concluye. 

Un profesor en una aula / Pixabay
Un profesor en una aula. A pesar de que el trabajo los gusta, muchos docentes cogen la baja a causa de las hostilidades de alumnas / Pixabay

Algunos profesores no tienen más remedio que coger la baja

La Dolores no quiere coger una baja porque sería “darles lo que quieren” a los que lo asedien, pero otros profesores no tienen más remedio que hacerlo por su salud mental. “Ya no puedo más. Después de un incidente donde tuve que enfrentarme a escarnios, mofas y maltrato verbal, comprobé la falta de humanidad de la dirección y decidí pedir la baja”, explica una afectada. Esta profesora ha pasado meses de insomnio y ansiedad por los insultos y mofas que ha recibido en clase, hasta el punto de dejar momentáneamente su trabajo. 

“De la salud mental de los docentes no se habla y creo que no podré llegar a la edad de la jubilación si todo va por este camino”, dice muy preocupada. Se siente maltratada por los alumnos y sin ninguna autoridad: “Creen que somos sus servidores y cada vez va a peor”. “La administración no tiene ninguna intención de poner medidas, solo hablan de innovación y de nuevas tecnologías y la situación empieza a ser insostenible”, denuncia. En este sentido, dice que las horas de proyectos son “un follón” y una “presa de pelo absoluta”. “Los niños no saben ni leer, no tienen ningún tipo de comprensión lectora”, concluye.

Las sanciones que no se aplican: el aviso de los expertos

El experto en pedagogía Jordi Perales cree que hay varios factores a tener en cuenta en los alumnos que tienen estos comportamientos. “La pandemia ha afectado la salud mental de los adolescentes y estos comportamientos en las aulas podrían venir producidos por eso. También se tiene que tener en cuenta si hay alguna cuestión de salud que afecte el alumno y conduzca a estas situaciones”, explica. En este caso, si el comportamiento del alumno se debe a un trastorno mental, el incidente sería considerado un “accidente laboral”. 

En caso de que la agresión no tenga nada que ver con un problema de salud mental, explica, tiene que tener consecuencias en forma de sanciones. “Es un problema real y grave que las sanciones no se apliquen cuando no hay una cuestión médica detrás. El Departamento intenta esconder este problema y buscar responsabilidades en el profesorado”, explica. 

Esta carencia de consecuencias para los alumnos acaba comportando un “problema de límites”. “La ley ya establece sanciones, como por ejemplo la suspensión del derecho a participar en extraescolares, a asistir en el centro durante tres meses o la inhabilitación para estudiar en aquel centro. El problema es que no se aplican”, constata. “Como la norma no se aplica, los alumnos sienten que son impunes y se produce una desautorización del profesorado”, añade. 

El primer paso para contener esta oleada de casos de agresiones a profesores, señala Perales, es hacer cumplir las leyes que ya contemplan castigos a estos comportamientos. 

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