«No sé qué estudiar». «Tengo muchas dudas». «¿Y si no llego a la nota de corte para entrar en la universidad?». Estas son algunas de las frases más frecuentes que se pueden escuchar estos días en la Feria de Barcelona, donde se celebra el Salón de la Enseñanza desde este pasado miércoles 13 de marzo. Como cada año, miles de estudiantes de ESO y Bachillerato llenan los pabellones 1 y 2 del recinto para pasearse entre los estands de las universidades, centros de formación profesional y escuelas de idiomas, entre otros, para encontrar una respuesta en sus preguntas, que cada vez van además. De hecho, según estudios de la misma organización, 7 de cada 10 jóvenes que acuden en el Salón no saben qué quieren estudiar cuando acaban la secundaria. «No tengo nada claro, no sé qué quiero estudiar el próximo año y menos a que me quiero dedicar de mayor. Me cuesta imaginarme en la universidad», explica Martina Sánchez, de 17 años, en conversación con El Món. Según relata, la indecisión sobre su futuro le genera «mucha ansiedad» porque voz como se acaba su etapa de educación secundaria y las pruebas de la selectividad están cada vez más cerca: «¿Qué pasa si me quedo a las puertas porque no tengo suficiente nota?», se pregunta.

Las preocupaciones de Martina no son únicas. Marcel Amat, de 16 años, también ha venido al Salón para intentar sacar algo en claro: «He venido aquí para aclararme, porque sé que me interesan cosas como el estilismo o el diseño de moda, pero no sé si suficiente para dedicarme. De momento sigo indeciso», explica mientras mira como a su amigo, Jan Díaz, le cortan el pelo en un estand de peluquería. Para orientar los estudiantes, tanto desde el Departamento de Educación, dirigido por la consejera Anna Simó, como desde la misma feria han puesto en marcha -por segundo año consecutivo- un servicio de atención individualizada. Cristina Caldas, que es orientadora en el servicio de la feria, explica que se sientan con cada una de las personas que les pide ayuda para elegir lugar donde continuar su formación y están, aproximadamente, media hora abordando cada caso particular.

Imagen aérea del Salón de la Enseñanza del año pasado / EP

Este año, pero, la orientadora ha comprobado que a muchos de los alumnos les falta motivación para tomar la decisión sobre su futuro: «Cuando los preguntas qué quieres estudiar, muchos te responden que no lo saben. Muchas veces, pero, es porque les da miedo tomar la decisión», argumenta Caldas. Este, por ejemplo, el caso de Samuel Gómez, de 16 años, que asegura que no se ve preparado para tomar la decisión sobre su futuro estudiantil. De hecho, prefiere relegarla a sus padres. «Todavía tengo tiempo para decidir, pero no estoy nada seguro de nada. Seguramente los pediré a mis padres que escojan por mí y, si después no me gusta, ya cambiaré», explica mientras ríe, con tono burlesco. Varios profesores de universidad consultados que han venido estos días al Salón para presentar la oferta educativa de su centro aseguran que se han encontrado con otros casos de alumnos que no tienen la voluntad de decidir, pero que también existe la otra cara de la moneda.

La orientación como piedra angular

Ante la enorme cantidad de alumnos indecisos, desde el Salón han convertido la orientación del alumnado en la piedra angular de la feria. A pesar de que es una tarea que los centros ya llevan a cabo durante todo el año, desde la organización consideran que hay que poner más esfuerzos en esta cuestión para «perfilar los detalles» que no los quedan claros. De hecho, la consejera Anna Simó aseguró este miércoles durante el discurso de apertura de la edición de este año que «es la vez que se han puesto más esfuerzos en la orientación», con 170 actividades, talleres, charlas y visitas guiadas enfocadas a dar respuesta a las dudas de los jóvenes. Ahora bien, ¿por qué motivo llegan con tantas consultas y sin tener ninguna cosa clara? Para los alumnos consultados por este diario, el hecho de llegar tan indecisos en la etapa final de secundaria es que se ha diversificado «mucho» la oferta educativa, es decir, que hay demasiadas carreras y formaciones profesionales: «Tenemos mil cosas para elegir y esto lo dificulta mucho. Supongo que antes era más fácil», asevera Helena Masip, de 17 años.

Una argumentación muy similar a la que plantea la subdirectora general de Orientación de la consejería, Roser Cervera, que considera que la falta de rumbo de los jóvenes no rae en carencia de interés, sino en la diversificación de la oferta. «Es un momento de la vida de estos jóvenes que tienen que tomar una decisión muy importante en su vida y tenemos que darlos todas las herramientas necesarias», asevera Cervera. En esta misma línea, Cristina Caldas considera que es muy importante trabajar en «el autoconocimiento», puesto que es la manera de garantizar que el alumno cuenta con todos los recursos necesarios para tomar su decisión final. «Yo, ahora mismo, tengo muy claro que quiero estudiar enfermería, pero me gusta seguir viniendo y preguntar por sí en algún momento me nacen otras dudas», explica Helena Masip, que es el segundo año consecutivo que visita el Salón. Ahora bien, la realidad del Salón, no es muy bien esta, puesto que, según aseguran los alumnos, muchos jóvenes vienen «por obligación», bien sea de los padres o del instituto.

La consejera de Educación, Anna Simó, y el consejero de Universidades, Joaquim Nadal, durante la inauguración del Salón de la Enseñanza / EP

La paradoja del Saló de l’Ensenyament: más cola en los bares que en los estands

A pesar de la buena voluntad de los centros, las universidades y la enorme cantidad de orientadores que se pasan todo el día intentando resolver dudas y guiar los estudiantes durante la toma de decisiones sobre su futuro académico, muchos jóvenes prefieren pasar la mañana escuchando música al estand de radio Flash FM o haciéndose fotografías con los militares del ejército español -que a pesar de las polémicas constantes continúa teniendo presencia en la feria cada año-. De hecho, una de las imágenes chocantes de la edición de este año es que hay mucha más cola para comprar un café o unas creps en los foodtrucks y bares del recinto que en los estands académicos. «Entiendo perfectamente que quieran ir a pasárselo bien con la música o quedarse charlando a la terraza, es normal, pero tienen que entender que antes de poderlo hacer tienen que hacer los deberes. Los tenemos que animar que se preocupen por su futuro», asevera la orientadora. Tanto los miembros de la organización como los profesores universitarios coinciden que hay que seguir orientando los jóvenes y alentándolos en la hora de tomar decisiones sobre su futuro porque, sin motivación, les costará salir adelante.

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