El papel de los teléfonos móviles y las pantallas entre los niños y jóvenes se ha vuelto a situar en el centro del huracán mediático. A raíz de la prohibición del Departamento de Educación y Formación Profesional, en manos de la consejera Esther Niubó, de los móviles en la secundaria obligatoria y las restricciones del uso de todo tipo de pantallas en infantil y primaria, el debate sobre qué papel deben tener estos dispositivos tecnológicos en la enseñanza ha revivido con fuerza. Algunos expertos consultados por este diario en las últimas semanas, como el psicólogo especializado en adolescencia Jaume Funes, se han posicionado radicalmente en contra de las nuevas medidas porque consideran que no tiene efectos positivos, pedagógicamente hablando, prohibir las pantallas en un mundo donde están presentes, mientras que otros agentes de la comunidad educativa consideran que el nuevo planteamiento de la consejería tendrá un impacto favorable en la escuela y los institutos.
Mientras tanto, en el mundo del ocio la posición claramente mayoritaria: los móviles no tienen cabida en este tipo de actividades. Así lo explica a El Món el director del servicio colonias de vacaciones de la Fundació Pere Tarrés, Albert Riu: «Hemos acabado diciendo que no a los teléfonos móviles porque creemos que tiene beneficios pedagógicos», argumenta. Según detalla, desde la fundación, que trabaja tanto con esplais de voluntariado donde los niños forman parte del proyecto durante todo el año como con colonias abiertas a todo el público durante el verano, han actuado de diferentes maneras en relación con los teléfonos móviles en los últimos años. En las asociaciones de voluntariado -es decir, los esplais- los teléfonos siempre han estado prohibidos, pero en las colonias abiertas a toda la ciudadanía se han aplicado diversos mecanismos a lo largo de los años. Un ensayo acierto-error para acabar de definir qué papel les querían dar en sus actividades fuera de casa de verano.

Un plan piloto que funcionó a medias
De entrada, la Fundació Pere Tarrés, partiendo de la experiencia de los esplais, empezó prohibiendo los móviles en sus colonias. Ahora bien, unos años después, a petición de las familias, como «conocían muy poco a los monitores» porque solo trabajan puntualmente en estas actividades, pidieron que sus hijos e hijas pudieran usarlos en momentos puntuales para comunicarse: «Solo los podían usar en unos horarios y espacios concretos, siempre controlado por los monitores», detalla Albert Riu. De entrada, este plan piloto de uso de los móviles «funcionó bastante bien», pero el año pasado, desde la Fundación optaron por acabar suprimiendo de nuevo el uso de los móviles en sus actividades de ocio: «La conexión con el exterior puede generar incidencias», argumenta el director del servicio de colonias de vacaciones de la fundación. Ahora, pues, los móviles vuelven a estar totalmente prohibidos en sus actividades.
De la misma manera que la Pere Tarrés hizo la prueba de dar un pequeño papel a los móviles en sus colonias -que les ha llevado a descartarlos-, los esplais siempre se han mantenido como espacios donde estos dispositivos no han tenido ningún uso: «Ser monitora en un esplai donde no se permite el uso de los móviles me ha permitido ver cómo los niños y adolescentes se relacionan de una manera mucho más natural y genuina«, explica en conversación con este diario Anna Musté, exmonitora en el Esplai Movi de Sarrià de Barcelona, que ha estado casi toda su vida involucrada en esta agrupación asamblearia, primero como niña, después como monitora y ahora, como intendente. La monitora explica que, gracias a no dar acceso a las pantallas durante las colonias y los campamentos que se organizan cada verano, los niños y niñas «juegan, ríen, se escuchan entre ellos y crean nuevos vínculos» sin necesidad de usar la tecnología.

Los beneficios «pedagógicos» de prohibir los móviles en las colonias de verano
Desde la Fundació Pere Tarrés argumentan que han optado por prohibir el uso de los móviles en sus colonias porque consideran que tiene efectos positivos pedagógicamente. Un pensamiento que también comparte la exmonitora del Movi de Sarrià: «Emocionalmente, los niños aprenden a gestionar algunas situaciones/emociones como puede ser el aburrimiento, a crear vínculos nuevos y más profundos y a estar más conectados con el entorno y con los demás», argumenta Musté. En este sentido, la exmonitora explica que el esplai donde ha estado enrolada toda la vida también aplica un mecanismo con los niños más grandes para evitar que los usen durante los campamentos: «Se hace la caja de móviles, donde los niños lo dejan el primer día de campamentos». Este mecanismo, pues, permite garantizar que, aunque no lo hayan dejado en casa antes de salir, no lo puedan usar durante la estancia: «El hecho de recoger los móviles en una caja desde el principio ha evitado conflictos, comparaciones y distracciones innecesarias», explica.
Además de muchas casas de colonias privadas con larga trayectoria que funcionan de manera autónoma, en Cataluña hay otra gran red, Rosa dels Vents. Desde este diario hemos intentado ponernos en contacto reiteradamente, pero no hemos obtenido respuesta. En su página web, sin embargo, argumentan que «los teléfonos móviles no están permitidos en las colonias, así como tampoco todos aquellos aparatos de aislamiento personal»: «Consideramos que estos dispositivos no aportan nada a las colonias y a la convivencia con los compañeros», aseguran. Los teléfonos móviles, pues, no tienen cabida, mayoritariamente, en el mundo del ocio, que se mantiene como la resistencia a estos nuevos dispositivos que se han instaurado en el día a día de los niños y niñas catalanes. «Los campamentos son una oportunidad para romper rutinas y fomentar habilidades que el móvil a menudo tapa», exclama la exmonitora del esplai sarrianenc, que defiende con uñas y dientes que los teléfonos no deben tener ningún papel en las actividades del mundo del ocio.