«Cuando acabé 4.º de ESO no tenía nada claro qué hacer. Dudaba entre estudiar actividades comerciales o mecánica, y hasta el último momento no acabé de decidir en que me quería enfocar». Esta es la situación con la cual se encontró Anmolpreet Singh Kaur en el momento de elegir si continuaba estudiando o empezaba a trabajar. Anmolpreet optó para estudiar mecánica, pero no es la misma opción que escogen todos los estudiantes que se encuentran ante este dilema. De hecho, según el último informe de la Fundación Bofill, el 14% de los jóvenes abandonan prematuramente los estudios, principalmente al acabar la Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Para paliar el abandono escolar, desde la fundación consideran que es fundamental impulsar un sistema de becas eficiente: «Tenemos que dar facilidades a los jóvenes para que puedan seguir estudiando», argumenta el jefe de proyectos de la fundación Bofill y coautor de la propuesta de un nuevo sistema de ayudas económicas, Miquel Àngel Alegre, en conversación con El Món.
Si analizamos los datos de la propuesta planteada, en el curso 2020-21, la inversión en becas para estudiar representó solo un 3,4% del total del presupuesto de Educación, uno de los porcentajes «más pequeños» de Europa. Durante aquel mismo curso, el porcentaje de alumnos becados que no cursan estudios universitarios era del 16,7%, una cifra significativamente inferior al porcentaje de niños y jóvenes en situación de riesgo de pobreza, que frota el 32%. Es decir, que a pesar de que el uso de becas es útil, todavía no es suficiente. «Necesitamos un sistema eficiente de becas en el estudio porque, con los datos en la mano, podemos ver que los países que invierten más en becas tienen menos desigualdades educativas y unas tasas de abandono más bajas que el resto», apunta Alegre, que asegura que «la clase social condiciona los resultados académicos». Una afirmación que ha quedado constatada a los resultados de las pruebas PISA.
Uno de los alumnos que ha recibido una ayuda económica para estudiar es Anmolpreet, que ha tenido varias becas de la Fundación Impulsa -una entidad especializada en formación profesional (FP): «Solicité la beca Impulsa y ha valido mucho la pena. Además de darme una cantidad de dinero y un ordenador para poder hacer el trabajo, también he contado con el acompañamiento de un mentor que me ha ayudado a descubrir muchas cosas de mi sector profesional que desconocía«, explica. Según relata, durante el primer año que recibió la beca, la ayuda económica era de 600 euros cada año, cosa que le sirvió para poder pagarse el transporte, puesto que a casa suya solo entraba un sueldo y solo este gasto ya «dificultaba» que continuara estudiando. A banda, con este dinero, también se pudo pagar el material que necesitaba para estudiar mecánica: «Es un material muy específico y caro», apunta. Actualmente, en pasar al grado superior y tener que cambiar de comarca para estudiar, la ayuda económica que recibe es de 1.400 euros el año: «Gracias al dinero que he cobrado de las prácticas y la beca me he podido pagar los transportes, que antes de tener coche tenía que hacer en tren, y continuar formándome por cada día enriquecer mi perfil profesional», asevera.

Las bases de la propuesta de becas
La propuesta de becas elaborada por la Fundación Bofill plantea tres líneas de actuación: «superar la barrera económica«, es decir, ofrecer una asignación económica modulable según el nivel de necesidades del alumno y la familia para combatir las dificultades para cubrir los costes educativos de los últimos años de secundaria obligatoria y postobligatoria; «superar la barrera de la carencia de acompañamiento«, es decir, ofrecer una serie de actividades de orientación para ayudar los alumnos a construir su futuro; y «superar la barrera informativa y burocrática«, es decir, garantizar que los alumnos tengan toda la información necesaria para conocer los mecanismos de ayuda para seguir estudiando y que, de este modo, no se decanten para dejar de hacerlo.
Es en esta última línea de acción que el coautor de la propuesta pone especial énfasis: «Hace falta desburocratizar los procesos de acceso a las becas y facilitar las solicitudes», argumenta Miquel Àngel Alegre, que considera que «muchas familias no piden las ayudas porque no saben que están». Una situación que se conoce como el fenómeno 

Crear una política de becas catalana
Para abordar estos tres ejes, la Fundación Bofill propone invertir unos 450 millones de euros en becas en el estudio que permitan, de cara el 2030, ofrecer apoyo al 30% del alumnado desde 3.º de ESO hasta 2.º de la educación postobligatoria que está en situación de pobreza, puesto que actualmente hay 77.837 alumnos en esta situación que no reciben ninguna ayuda económica. Y, para poder garantizar estas becas, Alegre cree que es fundamental crear una «política propia» para Cataluña, puesto que actualmente depende del ministerio de Educación. En caso de que la consejería de Educación, actualmente en manos de Anna Simó, empiezas a aplicar este modelo, Alegre considera que primero habría que invertir cerca de 198 millones de euros para becar 56.110 alumnos en riesgo de pobreza que cursan enseñanzas postobligatorias o programas de formación inicial (PFI). Una vez aplicada esta primera fase, el coautor del proyecto cree que se tendría que invertir aproximadamente 283 millones de euros e incluir los alumnos de 3.º y 4.º de ESO que necesitan una ayuda económica para estudiar.
En el caso de la ESO, se plantea como una asignación económica para reducir la desafición escolar y, en el caso de la postobligatoria, se plantearía como una «beca salario». Alegre cree que esta ayuda podría escalar hasta los 6.000 euros anuales en el caso de la postobligatoria, un importe significativamente superior al que se ofrece actualmente, que ronda los 1.700 euros. Así pues, desde la fundación consideran que aplicar este modelo de becas permitiría combatir el abandono escolar. Ahora bien, la decisión de si hacerlo o no recae en la consejería, que podría cambiar de manos después de las elecciones del 12-M.







