El acoso escolar es una preocupación permanente y en aumento. Este año, el Registro de Violencias contra el Alumnado (Reva) del Departamento de Educación ha recibido 1.333 casos de posibles situaciones de acoso escolar desde el inicio de curso, lo que supone un promedio de ocho casos diarios, según los datos facilitados por el Departamento de Educación, encabezado por Esther Niubó. Esta cifra, sin embargo, solo representa un 29,44% de las cerca de 5.000 situaciones de violencia en total que ha detectado el Reva en la infancia y la adolescencia, teniendo en cuenta que se trata de casos que notifican maestros o profesores porque se descubren en la escuela, pero no todos se han producido en el ámbito académico y no todos se clasifican como acoso, porque hay algunos que son puntuales y no se convierten en bullying.

Sea como sea, estos datos -provisionales, ya que el curso continúa en marcha- permiten tener una radiografía sobre un problema crónico en el sistema educativo, en Cataluña y en todas partes. Los mecanismos para detectarlo mejoran y la tolerancia se reduce, de modo que cada año afloran más casos. Pero avanzar en las soluciones es lo más difícil.

Las agresiones que se detectan en la escuela se producen por múltiples razones, según argumentan varios expertos consultados por El Món, pero uno de los principales factores que influyen es que «muchos agresores han sido agredidos» anteriormente: «Hay niños que han aprendido a gestionar los conflictos con violencia, porque es lo que han visto en casa», apunta el catedrático en psicología y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Carles Monereo en conversación con este diario. Monereo recuerda que los chicos son, generalmente, más agresores y más víctimas que las chicas.

Los niños afectados por acoso escolar suelen ser víctimas de la reproducción de patrones por parte de sus agresores / Foto: Pixabay
Los niños afectados por acoso escolar suelen ser víctimas de la reproducción de patrones por parte de sus agresores / Foto: Pixabay

El experto en psicología argumenta que los motivos generales por los cuales se producen situaciones de acoso son el aspecto de la otra persona, el género y la identidad de género, y la etnia y las creencias religiosas: «Lo que es diferente», resume Monereo. En este sentido, Noemí Pereda, catedrática en victimología de la Universidad de Barcelona y miembro del grupo de investigación en victimización infantil y adolescente (GReVIA), considera que la «crispación» general de la sociedad también es un factor que ha agravado el acoso escolar: «La violencia provoca conductas violentas», exclama la especialista, que recuerda que «los niños no nacen violentos y crueles», sino que «reproducen patrones». Ahora bien, la catedrática también asegura que muchos de los agresores que actúan con violencia durante la infancia y la adolescencia no necesariamente serán violentos «más adelante»: «Son agresores puntuales, pero es un problema que se debe tratar igualmente», mantiene Pereda. En esta línea, de hecho, Carles Monereo recuerda que el acoso escolar es uno de los principales motivos de suicidio en la adolescencia.

La doble lectura del aumento de la cifra de casos

Tan pronto como se hicieron públicas la semana pasada las cifras de posibles casos de acoso escolar de este curso, la subdirectora de orientación, participación y bienestar del alumnado de la consejería, Roser Cervera, se apresuró a dejar claro que más casos no implica más acoso. En declaraciones a Europa Press, Cervera explicó que, este año, el número de casos ha crecido respecto al curso pasado porque se han registrado todos los datos y no solo los de los casos que asesoraban desde la unidad especializada del departamento: «Esto permite tener un registro más real», reconocía la subdirectora de orientación. Una idea que también comparten los expertos consultados: «La mirada que tenemos hoy en día es diferente de la que teníamos hace años, por eso se identifican más casos que antes», argumenta la psicopedagoga y profesora de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC) Sylvie Pérez. En este sentido, la psicopedagoga también apunta que, en los últimos años, «se ha reducido la tolerancia» con las agresiones. «A veces, incluso, nos pasamos un poco de frenada», admite.

De hecho, es precisamente por este cambio de mirada que la administración catalana creó en el año 2023 el Registro de Violencias contra el Alumnado, el cual no se ha puesto totalmente en marcha hasta este curso. Se trata de una herramienta que permite tener más datos y más actualizados sobre la incidencia del acoso escolar en el país. Ahora bien, la catedrática de psicología de la UB considera que también se deberían generar herramientas para contabilizar y analizar la violencia infantil en general, ya que son factores clave para combatirla, también, en la escuela: «La violencia no solo está enmarcada entre iguales», exclama Pereda. En esta línea, los expertos también coinciden en que la irrupción de las redes sociales ha difuminado aún más los límites del acoso escolar, ya que estas conductas no solo se producen entre las paredes del centro, sino que también se trasladan a casa: «Las redes han añadido más dificultades para combatir el acoso. Se puede hacer de manera anónima, se suplantan identidades…», añade Carles Monereo.

La prevención, clave para combatir el acoso

Los tres expertos aseguran que potenciar los mecanismos de prevención, tanto dentro del aula como fuera, es esencial para hacer frente al acoso escolar: «Un buen mecanismo es el programa TEI, de tutorías entre iguales», argumenta la catedrática de psicología de la UB. En detalle, se trata de un programa de tutoría entre alumnos en el cual un alumno mayor -generalmente, dos años mayor- se encarga del acompañamiento emocional de otro estudiante más pequeño. «Es un planteamiento que está dando buenos resultados», asevera Noemí Pereda. En esta línea, el catedrático en psicología Carles Monereo explica el programa que ha desarrollado en la UAB, Bullyzero.cat, que consiste en una formación para docentes en la detección y actuación ante un caso de acoso: «Hemos creado una sesentena de simulaciones en las que los docentes deben actuar desde la empatía, ya sea como agresores, como víctimas o como familiares, entre otros», detalla. Además, el especialista también considera que algunas aplicaciones como STOPit, la cual permite enviar pruebas sobre casos de acoso de manera anónima, AppWise o ReThink son otros buenos mecanismos de prevención.

Para Sylvie Pérez, trabajar la empatía y el bienestar emocional de los alumnos en el aula es fundamental, pero debe ir acompañado de acciones «transversales». «No se puede trabajar la empatía de manera vacía o solo con una charla», argumenta la psicopedagoga, que considera que el mecanismo más efectivo para combatir el acoso es «el modelaje»: «Debemos tomar conciencia sobre todo lo que hacemos y cómo repercute en los demás porque los niños lo absorben todo. Se debe predicar con el ejemplo», apunta la experta. Es decir, Pérez considera que esta tarea «transversal» se debe hacer en toda la escuela, no solo en las tutorías, para garantizar que «sean espacios seguros». «Y se debe comenzar a hacer desde muy pequeños», añade. Así pues, los tres especialistas consideran que la prevención es una pieza esencial para combatir el acoso escolar, el cual ya no se produce solo en el espacio físico de la escuela. En los últimos años ya se han dado pasos hacia adelante para combatir este problema y se han creado nuevos mecanismos de registro y detección, pero aún queda mucho trabajo por hacer.

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