Vicent Baydal (Valencia, 1979) es un historiador inquieto, que ha sabido ganarse un prestigio en el mundo académico y científico con investigaciones y aportaciones interesantes y agudas. Pero donde más destaca es en el mundo digital, donde ha sabido proyectar, desde diferentes plataformas y soportes, una intención divulgativa que ha reunido a otros jóvenes historiadores -que han hecho piña a su alrededor- y a muchos interesados en la historia valenciana. Es uno de los impulsores de la revista Lletraferit y de Llibres de la Drassana, que se ha convertido en una referencia editorial sólida, duradera, para públicos importantes. Obsesionado por la identidad de los valencianos, es también autor del libro Els valencians, des de quan són valencians?, que intenta delimitar el comienzo de la propia percepción nacional, más allá del nacimiento político del reino.

¿Es posible definir una manera de ser -un carácter- común y compartido por todos los valencianos?

Yo evito mucho este tipo de simplificaciones, pero sí creo que hay caracteres colectivos -populares, de alguna manera. Salvadas las distancias, no hace falta decirlo, porque cada persona es un mundo y las individualidades también nos marcan. Los caracteres populares siempre han funcionado desde hace siglos. En el XVIII ya se definía cómo eran los montañeses, los castellanos, los catalanes… Pero eso va cambiando a lo largo de la historia. En el siglo XVII los valencianos tenían fama de…

De muy violentos. Siempre con el puñal a mano…

Correcto. De mecha muy corta, sí. Eso duró hasta el siglo XIX. A partir de ese momento se combinan dos grandes factores. Por un lado, el meninfotismo. Los valencianos son unos meninfots. Esto se ha definido mucho en contraste con España. Los diferencia de los españoles, que son la gran fuerza que ha construido el Estado. Y los diferencia también de los catalanes, el otro gran grupo colectivo, que son trabajadores, serios, etcétera. Los valencianos pasamos a ser meninfots, no nos importa nada. ¡Viva la virgen!, que dicen en castellano. Y este rasgo se vincula con el otro elemento que define el carácter popular valenciano desde ese momento, que es la fiesta. Ser fiesteros, alegres. Y eso se mantiene. Incluso estos días ha circulado por las redes una foto de gente que iba a recoger barro en la riada del 57 -creo que era en Alcúdia o en Catarroja- y que después se hacían todos una paella bien contentos. Esa foto se ha repetido estos días -sin quererlo y sin saberlo. Lo pasamos mal, pero luego hacemos la paella, estamos alegres, estamos contentos, nos gusta la fiesta. Hay una marca de hedonismo, sí, en el pueblo valenciano.

Pero eso funciona de la misma manera cuando se trata de un valenciano de Orihuela o de un valenciano de Morella?

Aquí diferenciaría entre el regadío y el secano. Entre la montaña y la llanura.

El meninfotismo y la fiesta marcarían más a la gente del regadío.

Totalmente, porque los tópicos valencianos vienen marcados por la Valencia de l’Horta, de la Ribera, de la Safor… Por el contrario, la gente de Morella, de Alcoy, de Cocentaina, es mucho más seca, más seria.

Pero también son de la fiesta, de la pólvora…

Sí, pero son más formales, más serios, más rectos, más graves. Después tienen el estallido festivo. Por eso he mostrado reticencias ante las definiciones colectivas. El País Valenciano es un país extremadamente heterogéneo. Poco tiene que ver el Alacantí con los Puertos. Y los Puertos mismos con el Bajo Maestrazgo, y son muy próximos.

Durante el siglo XIX y el XX los valencianos tenían fama de ser gente de revueltas, de republicanos y de agitadores. Es en Valencia donde nace la FAI. Y donde Blasco Ibáñez y sus republicanos dominan la calle. Quien mire qué votan los valencianos ahora no entenderá nada…

El franquismo fue un corte brutal. El otro día escuchaba un fragmento de voz que habían pasado por las redes, de Federico Jiménez Losantos, que criticaba de manera feroz el excesivo regionalismo de la Derecha Regional Valenciana de los años 30. Decía que eran los peores de todos porque eran regionalistas de verdad. Los otros regionalismos -salvo Cataluña y Euskadi- eran de feria. Pero los valencianos se lo creen. Creo que hay un proceso, desde mediados del siglo XIX hasta los años 30 del siglo XX, en que hay una lucha muy fuerte entre derechas e izquierdas en Valencia. Una lucha entre los republicanos blasquistas y el carlismo. Una lucha que fue feroz, de matarse.

De allí nacieron una derecha y una izquierda moderadas, muy conscientes de que deben marcar el camino a los valencianos y que quieren ser hegemónicas de una manera muy recta. Eso eran el republicanismo blasquista sin Blasco Ibáñez, que es muy importante, y la Derecha Regional Valenciana, que acabará con un Lluís Lúcia que reconoce la república y no se alza contra ella en el año 36. Es el único gran personaje de derechas de España -fuera de Cataluña y Euskadi- que hace esto. El franquismo lo cortó, todo aquello.

¿Qué representa la dictadura franquista?

Es volver a empezar. De cero.

Eso no pasa ni en Cataluña ni en el País Vasco.

Es uno de los grandes problemas que tenemos los valencianos. Hay unos cortes muy bestias, que nos obligan a volver a empezar a lo largo de la historia. Después de las Germanías hay que volver a empezar, también después de la Guerra de Sucesión… Hay unos tabula rasa bestiales. La represión que vino después de la Guerra de Sucesión no fue como la de Cataluña. En Valencia fue mucho más intensa. Acabaron con el derecho civil foral, no dejaron ni rastro, nos militarizaron más que a Cataluña…

¿Por qué?

Porque fuimos los primeros en ser reprimidos. Cataluña lo fue hacia el final de la guerra y ya sabían que el peligro se había acabado. La guerra civil también fue un volver a empezar bestial.

¿Eso explica que la sociedad valenciana después sea tan porosa al régimen, que el franquismo se expanda tanto?

Ya he comentado que la represión inicial fue brutal…

Vicent Baydal
«A partir de los años sesenta muchos valencianos participan de aquel franquismo sociológico, pero es diferente» / Jesús Ciscar / La Veu

También en Cataluña y en el País Vasco, y una parte de la sociedad, también conservadora, no se adhirió con el mismo entusiasmo.

Creo que el País Valenciano fue el más castigado de todo el Estado. También es cierto que la estructura que tenían antes el nacionalismo vasco o el catalanismo no era la misma que tenía el valencianismo, que era mucho más débil. Debemos fijarnos, por ejemplo, en Alicante, que es un caso especial en la represión, por ser el último bastión de la república. El castigo fue terrible, brutal, durante los años cuarenta y cincuenta. Creo que es eso. Y después en los años sesenta es verdad que mucha gente participa de ese franquismo sociológico, pero es diferente. Es verdad que ahora la consistencia de la derecha aquí es muy sólida, más que en otras partes de España, pero al mismo tiempo no somos ni Andalucía, ni Castilla, ni Cantabria. Valencia es el lugar de España donde la confrontación es más grande. Y en función de hacia dónde se decanta Valencia siempre después se decanta España.

¿La derecha valenciana actual es franquista?

No, creo que no, para nada. La de VOX, sí, pero la del PP, no.

¿Por qué el PP valenciano es tan bestia y analfabeto?

El PP valenciano es una conjugación de arribistas y… Ya lo decía Francesc d’Eiximenis, al final del siglo XIV, que el pueblo valenciano es fundente porque continuamente llega gente y se funden entre ellos, cosa que no ha pasado en Cataluña y en el País Vasco, donde siempre las diferencias han sido más grandes y al final hay un proceso de asimilación. Aquí el proceso es de fusión. Un proceso diferente, porque de la fusión salen cosas que… No es el caso de la asimilación.

El PP es arribista, sí, y después tiene una rama, minoritaria, valencianista, que hace las cosas bien. Ya se ha podido ver ahora. Si miras la actuación del presidente de la Diputación de Valencia, Vicent Mompó, y la comparas con la del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, no hay color. El presidente de la Diputación es de derechas, pero es una persona ligada al pueblo, que se lo cree, de la Ribera… Hay una línea en el PP muy minoritaria valencianista, que ojalá fueran mayoritarios. No son mayoritarios porque están en un partido mayoritariamente de arribistas, de gente que no se cree el país -podrían gobernar de la misma manera Castilla-La Mancha- y que solo quieren tener poder.

Y muy ignorantes. Quieren el poder, pero no están preparados para gestionarlo.

Es eso. Ayer un amigo que tengo más joven que yo me preguntaba si cuando gobernaban Eduardo Zaplana y Francisco Camps sus consejeros también eran tan ineptos. Le contesté que sí. Y más ladrones, incluso. Ahora, como hemos conservado la memoria de la corrupción, aún no les ha dado tiempo. Este es un problema también de los partidos en el siglo XXI. Hay una mezcla muy importante de gente que solo se ha dedicado a la política o de gente que quiere tener el poder, pero que no es especialista en nada. Es el caso de Emilio Argüeso, secretario de Seguridad y Emergencias. ¿Por qué lo pusieron en Emergencias si no tenía ningún mérito para conseguirlo? En el caso del gobierno del Botánico, José María Ángel, sin ser ningún experto en emergencias, tenía una carrera política y sí que se creía el cargo. Hay una diferencia entre la derecha y la izquierda en el País Valenciano, que es que la izquierda sí se cree el autogobierno. La derecha, no. Si no hubiera las instituciones del autogobierno, la mayoría estarían en Madrid intentando ser técnicos del Estado.

«La derecha valencianista de la Transición dimitió demasiado pronto» / Jesús Ciscar / La Veu

Esto nos lleva a la otra gran cuestión. ¿Cómo es que los valencianos no han sido capaces de hacer una derecha nacional autóctona?

El franquismo marca aquella ruptura brutal. Después, la derecha valencianista de la Transición dimitió demasiado pronto. Unió Democràtica del País Valencià tuvo unos resultados en las primeras elecciones que no estaban tan mal miradas con perspectiva histórica, un 3 por ciento, pero se disolvió. Fueron absorbidos por una derecha española nada interesada en el valencianismo.

Antes de eso aún, el partido de Francesc de Paula Burguera -el Partit Demòcrata Liberal del País Valencià- ya se había fusionado con la UCD.

Claro. Dimitieron demasiado pronto. Después las dinámicas españolas nos han conducido al punto contrario. Al hecho de que aparezca una derecha ultraespañolista, que es VOX. Los intentos que ha habido más recientes, como Demòcrates Valencians, con Càndid Penalba detrás, han tenido una hoja de ruta terrible. Han confiado en gente en quien no deberían haber confiado.

Quizás es que no hay un sector social que la justifique, que la demande y que la pueda llegar a votar…

Creo que hay un espacio para una derecha valencianista aún. Podría ser una derecha con el siete o el ocho por ciento de los votos. Porque en las comarcas centrales hay un espacio de gente que vota al PP, pero que en realidad su voto es valencianista. Votan a unos alcaldes, gente del pueblo, que en realidad son valencianistas, pero que son poca cosa dentro del maremágnum del PP, con ciudades como Valencia o Alicante, donde el voto del PP no tiene esta clave. No ha habido en ningún momento el atrevimiento de hacerlo. Y cada vez tenemos menos tiempo. No tenemos cuadros tampoco -y eso también pasa en los partidos- que vean el país en conjunto y que sean capaces de marcar una buena hoja de ruta.

¿Con las últimas oleadas inmigratorias el País Valenciano se puede acabar de desdibujar del todo? ¿Es irreversible?

[Ríe, un poco aturdido]. A ver… Se despersonaliza en el sentido que entendemos nosotros.

En el sentido de dejar de ser valencianos.

Ser valencianos se está transformando en otra cosa, que no es lo que queremos los valencianistas actuales y que no sabemos qué será tampoco. Lo que está claro es que no hay punto de retorno en el tema del idioma. O que será muy difícil. Ahora somos el 30 por ciento de valencianoparlantes frente al setenta por ciento de castellanoparlantes. La dinámica es bajar al 15 por ciento en cincuenta años. No hay país que recupere eso. Si el idioma es un pilar fundamental de esa conciencia valenciana, o de ese valencianismo que nosotros planteamos, eso desaparecerá como tal.

¿Qué será ser valenciano de aquí a tres generaciones?

No lo sabemos. Pero los que actualmente somos valencianistas debemos intentar que nuestro mensaje no desaparezca.

¡Uf! Le hago una pregunta más optimista. ¿Dimitirá Mazón?

Sí. Creo que lo obligarán a dimitir.

¿Su partido de aquí, los arribistas, o la central de Madrid?

Los de allá. Aunque tienen un problema. El grupo parlamentario del PP de aquí está hecho para no molestar al líder, que es Mazón. No tienen a nadie con suficiente capacidad para sustituirlo. Podría ser Miguel Barrachina, el consejero de Agricultura, pero es un perfil muy duro, que, después de una tragedia como esta, podría no interesar al partido. Sería el único de los consejeros actuales que yo creo que podría ser presidenciable. El principal valor que tiene el PP valenciano ahora es María José Català, la alcaldesa de Valencia. Pero si la pasan a la Generalitat, ¿a quién ponen en el ayuntamiento? El primer teniente de alcalde, Juan Carlos Caballero, no está preparado para gestionar el gobierno de coalición municipal que tienen con VOX. Pero sí, que lo harán dimitir. Debería dimitir todo el gobierno, pero son incapaces.

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