La jornada de este lunes del juicio del caso Mito ha sido un combinado muy, muy singular. El juicio a la supuesta organización de narcotráfico de José Ramon Prado Bugallo, alias Sito Miñanco, y que, de rebote, implica a Gonzalo Boye, el abogado del presidente Carles Puigdemont, por un virtual blanqueo ha tenido de todo. Todo esto hasta el punto de que el presidente del tribunal, la sala tercera de la Audiencia Nacional, el ínclito Félix Alfonso Guevara, ha tenido que advertir a todas las partes que «no tomen por tontos a los magistrados» y recordar a acusaciones y defensas que lo que digan los oficios le da igual porque, de lo contrario, no se celebraría el juicio.
A propósito de esto, el sábado murió uno de los acusados, Manuel Duran Barreiro y, por tanto, ha quedado extinguida su responsabilidad penal. Es la segunda muerte de un procesado. Un procesado importante porque supuestamente, un inmueble de Baiona de su propiedad y que compartía con su hijo Alberto, también acusado, servía para centralizar las comunicaciones con el barco Thoran que llevaba la cocaína que la fiscalía imputa a Prado Bugallo. Además, los policías que hoy han testificado han ido con mucho cuidado y delicadeza, limitándose a decir que solo eran agentes operativos y que aportaban datos para que los jefes de cada grupo -a quienes han traspasado las responsabilidades de los atestados-.
Pero la estrella de la mañana, ha sido el agente 113.521 de la unidad Grupo de Respuesta Especial para el Crimen Organizado (GRECO) de la Costa del Sol, que ha declarado desde el Sahel, donde se encuentra destinado. El policía más que sufrir una amnesia ha mostrado una memoria selectiva y con excusas simples sobre los vacíos de las respuestas a fiscalía y defensas. Otro de los policías ha sido amonestado por Guevara por «leer» un informe policial al responder y dos más por utilizar el verbo «imagino» para responder a preguntas concretas sobre hechos. Y también ha habido jarabe de palo para alguna defensa que no ha entendido las advertencias irónicas del magistrado que finalmente, levantando los brazos, ha exclamado: «¡Al final, sacarán de quicio al más paciente!». Una autodefinición que ha levantado alguna risa en la sala. Todo esto en un ambiente de espera a que testifiquen los instructores y la instructora de la UDEF, una de las claves de bóveda del juicio y de la acusación.
Una segunda muerte entre los procesados
La muerte del sábado, comunicada esta mañana al tribunal, es la segunda entre la larga lista de procesados. La primera fue la de Ramiro Sotelo Costa, que murió el pasado mes de junio. Sotelo Costa era uno de los principales investigados por la policía en tanto que figuraba como apoderado de los astilleros en Facho, donde según los investigadores se construían las narcolanchas de velocidad supersónica que se iban a utilizar para descargar el barco en alta mar.
El sábado, sin embargo, murió el propietario de la finca en Baiona que era crucial para la arquitectura de los investigadores de GRECO Galicia. La sospecha de los agentes es que desde este inmueble se controlaban las comunicaciones logísticas. Un planteamiento un poco débil a la vista de que el sumario recoge una entrada y registro donde se confiscan 610 euros que estaban en la cartera del hijo del fallecido, un módem de comunicación de la marca Dell y seis teléfonos móviles, uno de ellos un Iphone del mismo modelo que tienen otros investigados.
Como este conjunto de indicios no era suficiente, en la sesión del cinco de diciembre, uno de los policías hizo aparecer una antena decamétrica que servía, teóricamente para hacer las conexiones. Los abogados de la defensa saltaron como un resorte porque esta antena no aparece en ninguna de las actuaciones, en ningún atestado, en ninguna vigilancia, en ningún registro. Y mira que el sumario está lleno de ellas. La indignación de los abogados ante la aparición repentina de una nueva prueba tensó la cuerda con el presidente del Tribunal y provocó una escena hilarante de reprimenda. La aparición de la antena pasa a mejor vida, porque el ministerio fiscal se queda sin poder preguntar y el tribunal sin aclarar el papel exacto de quien la policía presumía como uno de los jefes de las comunicaciones.

Desde el Sahel
El primer policía en declarar tenía problemas de memoria. Se ha conectado por videoconferencia, un sistema que ha puesto en guardia al magistrado presidente. A las preguntas tanto del ministerio fiscal como de las defensas las respuestas tenían un aire de Infanta Cristina de Borbón. «¡Donde me mandaban, iba!», «Yo no estaba en la oficina», «yo era el más nuevo», «no recuerdo mucho más», «diría que no» o «no vi casi nada», han sido los resúmenes cuando le preguntaban de sus seguimientos.
Eso sí, cuando ha convenido, y sin que nadie le pidiera opinión, ha soltado que la organización que dirigía Miñanco «llenaba de droga nuestras escuelas e institutos» y luchar contra ella era una cuestión de «seguridad nacional». Guevara miraba al techo y mientras se tapaba la cara. Más tarde estallaría gruñendo y advirtiendo a todos: «¡Los comentarios, a un lado!». La interpretación de los veteranos abogados de las defensas es que este policía está destinado al Sahel como agente del CNI y por eso, tenía oxidada la memoria. «Lo ha delatado la insistencia en definirse como un agente de campo y distinguirse de los ‘analistas'», aclaraban tres abogados con muchas horas de vuelo en estas causas. Por otra parte, y en esto coincidió con otros testimonios de hoy, le vino a la memoria que en algunos de los seguimientos que había hecho había visto cómo se pasaban una bolsa. Ninguno de los policías ha podido decir qué había, hasta que el juez, ha reprendido a los testigos: «No somos tan tontos como para condenar diciendo que han visto darse ‘mercancía'».
También ha tenido problemas el policía, cuando una de las grabaciones firmadas por él, se transcribieron solo una hora después de ser grabadas. Un hecho no solo insólito sino imposible, porque se grababan con «sonorizaciones» -micros- en los vehículos de los sospechosos. Solo ha podido decir que debía ser un error técnico, una respuesta que las defensas han enfatizado. Para muchos de los veteranos abogados, y para algunos policías que asisten al juicio y toman café en el vestíbulo, el sumario Mito se ha fiado demasiado de la tecnología sin tener presente que, por lo que se ve, en Galicia se conoce todo el mundo. Quizás se conocían demasiado.