El juicio al ex consejero de Interior Miquel Buch y al sargento Lluís Escolà, ex escorta del presidente Carles Puigdemont, ha hecho emerger una serie de operaciones policiales y de Interior que hasta ahora habían quedado camufladas. La operación Mazda –la maniobra para llevar el presidente Puigdemont al exilio– y el asedio de la Jefatura de los Mossos d’Esquadra contra Escolà son dos ejemplos. Pero, esta semana, que se ha celebrado la última jornada de la vista oral, ha aportado un nuevo descubrimiento, el que compañeros de uniforme de Escolà, bautizado como «Scarface», dicen la «operación Galeras». Consistió a enviar escoltas a perseguir carteristas en el metro de Barcelona.

Según han explicado fuentes de los Mossos d’Esquadra, tanto de la Jefatura como del área de escoltas, durante la aplicación del artículo 155 desactivaron muy bien una cuarentena de agentes del servicio de protección, vigilancia y contra vigilancia de autoridades para enviarlos al Área de Seguridad del Transporte Metropolitano, ASMET, en el prolífico diccionario de acrónimos policial. Una decisión que algunos de los implicados interpretaron como un castigo por haber protegido consejeros y miembros del en torno al Gobierno independentista y otros lo consideraron una manera de proteger, con un servicio ordinario, unos agentes que tenían muchos números de ser castigados por la temida Unidad de Asuntos Internos de los Mossos d’Esquadra.

Un ambiente de tensión

La decisión se aplicó a partir del 27 de octubre, cuando el gobierno español aprobó la intervención del autogobierno autonómico de Cataluña a través del artículo 155 de la Constitución. A partir de entonces, fue destituido el mayor Josep Lluís Trapero como jefe del cuerpo de los Mossos d’Esquadra y José Antonio Puigserver, entonces secretario general técnico del ministerio del Interior, se hizo cargo del departamento que dirigía Quim Forn. Dos semanas después, con el encarcelamiento del Govern y con el resto del ejecutivo al exilio, el Área de Escoltas estaba en una situación de punto muerto a la espera de las órdenes sobre quién y que tenían que proteger.

Además, los mandos de los escoltas sufrían por la convocatoria electoral del 21 de diciembre firmada por el entonces presidente español, Mariano Rajoy. «El ambiente era muy tenso, los análisis prospectivos de la Comisaría General de Información advertían de probables de disturbios», indican fuentes conocedoras del caso. «Había gran parte del Govern enchironado, otros que los soltaron justo al inicio de la campaña electoral, la extrema derecha espoleada…, no estaban las cosas tranquilas… había mucha tensión», remarcan las mismas fuentes. «Además, las diferencias dentro del bloque independentista, y la imposibilidad de investir ningún presidente -después del 21-D-, todavía encabronó más la situación», aducen. Los mandos del área entendían que tenían que cambiar de «VIP’s» –es decir, objetivos a proteger– y controlar nuevas situaciones y entornos. Es decir, había nuevas personas y objetivos en riesgo.

Dos Mossos d'Esquadra identifican un sospechoso al Metro de Barcelona/Mossos
Dos Mossos d’Esquadra identifican un sospechoso al Metro de Barcelona/Mossos

Sin uniformes y con «trolleys»

Pero, entonces, la Jefatura decidió retirar de circulación la mayoría de los escoltas y dejar el área en servicios mínimos. De hecho, los sospechosos de simpatizar con el Procés o que, simplemente, los mandos contrarios al independentismo entendían que había agentes y caporales con un compromiso con el trabajo más allá de ser funcionarios, fueron enviados a «galeras«. El destino elegido fue ir a perseguir carteristas en el transporte público. «Nos hacían ir con uniforme y apenas algunos tenían la medida, porque el servicio de escolta nos obliga a vestir de una determinada manera», subrayan los escoltas que fueron enviados al metro.

Muchos decidieron aprovechar su armario, de traje y corbata, y hacerse pasar por ejecutivos o representantes que iban con «trolley» o con mochila al transporte público para buscar carteristas de paisano. Una técnica no muy bien vista por los responsables del ASMET. «Era una manera muy eficaz de ver los ladronzuelos cuando picaban», argumentan los escoltas que se mantuvieron firmes en sus técnicas. La llegada de los escoltas, que tradicionalmente no tienen mucha relación con otras unidades del cuerpo, tampoco fue muy vista, a priori, por los miembros habituales que integraban el ASMET. De hecho, agentes de las dos unidades admiten que al «principio hubo tensiones, desconfianzas y algunos problemas que con el tiempo se fueron desvaneciendo». «Al final, después de seis meses, la cooperación fue un éxito», opinan agentes, por un lado, y el otro. «Algunos iban muy elegantes por el metro y no despertaban ninguna sospecha, porque ninguno de los carteristas habituales los conocían y no se imaginaban que fueran maderos«, rememoran las mismas fuentes.

La insignia de los escoltas presidenciales/Quico Sallés

La detención de dos escoltas en Alemania

En plena operación Galeras, llegó un hecho que desestabilizó esta maniobra unionista a los Mossos d’Esquadra, y fue la detención el marzo de 2018 de dos agentes del Área de Escoltas en Alemania, cuando acompañaban el presidente Puigdemont, su jefe de gabinete, Josep Lluís Alay, y el futuro senador Josep Maria Matamala. Su procesamiento por parte de la Audiencia Nacional por encubrimiento todavía envenenó más las relaciones entre los escoltas veteranos, los mandos más cómodos con el 155 y los responsables del ASMET que interpretaban la llegada de los escoltas como un «destino de castigo» y que los consideraban «de paso». «En cierto modo, la detención de dos compañeros y que los procesaran tocó la moral de la tropa más comprometida con el trabajo», aseguran fuentes del Área. «Al final, su absolución fue un reconocimiento en el Área y a los compañeros», remarcan. La detención generó nervios a las filas de los escoltas con los responsables del ASMET.

La operación Galeras se prolongó hasta la investidura del presidente Quim Torra y la complicada conformación del Govern, en mayo de 2018. Fue entonces que los escoltas, despacio, volvieron a sus funciones habituales, a pesar de que algunos ya pidieron cambio de servicio o destino, a raíz de «todo lo que habían visto». La vuelta de muchos agentes al Área generó tirantez y malestar con los escoltas que se habían quedado protegidos por los mandos más adaptados al 155.

La situación se mantuvieron con cierta tensión hasta que el consejero Miquel Buch puso en marcha el Área de Seguridad Institucional (ASI), un grupo de élite que protegía presidentes, expresidentes y el responsable de la consellería de Presidencia. Una área inspirada en la Guardia Republicana del presidente Lluís Companys, que no hacía nada de gracia a la Jefatura porque no tenía el control directo, ni tampoco a los mandos de escoltas, que se consideraban discriminados por Interior. Tampoco despertaba mucha simpatía a ERC. Finalmente, y después de unas presiones durísimas, el presidente Pere Aragonès desmanteló el área e hizo una reestructuración de los escoltas que no ha acabado de pacificar la unidad.

Dos Mossos d'Esquadra uniformados patrullan en una estación de metro de Barcelona/Mossos
Dos Mossos d’Esquadra uniformados patrullan en una estación de metro de Barcelona/Mossos
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