Acto de contrición y ayuda mutua entre dos instituciones principales del catalanismo. Por un lado, la Abadía de Montserrat y, por otro, la Universitat Catalana d’Estiu (UCE) que esta semana celebra su 57ª edición en Prada (el Conflent). Esta mañana, el anfiteatro del Liceu Charles Renouvier ha sido el escenario de una operación de restablecimiento de imagen catalanista del monasterio, tras la polémica visita del rey español, Felipe de Borbón, el pasado 23 de junio, a la abadía de Montserrat, y recibido con todos los honores con la excusa del Milenario de la Abadía. Como, de hecho, el monasterio ya había hecho con personajes fatídicos para la historia de Cataluña como el general Francisco Franco o Heinrich Himmler. Un monasterio que tenía plomo en las alas después de los escándalos de pederastia que tuvo que reconocer a raíz de varias denuncias. El público no ha ocultado su perplejidad y malestar por la entrega del premio y se ha levantado un cartel vistoso con el lema «Catalunya no té rei», en recuerdo de la visita.
Sea como sea, la UCE ha otorgado su galardón, el Premio Canigó, anual al Monasterio de Montserrat solo dos meses después de que el monarca borbónico visitara la abadía en medio de unas espectaculares medidas de seguridad y un brutal despliegue policial de contención para apenas 200 manifestantes que protestaban por el acto. De hecho, uno fue detenido. Una entrega que ha servido premeditadamente para reivindicar el «catalanismo» del monasterio y su dimensión de referente de los «Països Catalans». Así lo ha querido dejar patente Joan Planellas, el arzobispo de Tarragona y primado, en su discurso de glosa de la abadía premiada. Un discurso que ha querido destacar el papel catalanista de la institución más allá del «ora et labora» de la regla de San Benito que regula las relaciones de la comunidad monástica. La idea de referente de Països Catalans ha sido compartida por el padre abad de Montserrat, Manel Gasch, que ha recogido el galardón.

La incomodidad de Rull y el Abad niega cualquier «guerra»
El acto ha contado con el presidente del Parlamento, Josep Rull, que ha hecho la glosa civil del monasterio, aunque, en declaraciones a la prensa, ha reconocido la «incomodidad» que le supuso la visita del monarca teniendo presente que es un represaliado político a raíz del discurso del A por ellos que ordenó Felipe VI. En todo caso, ha negado que formara parte de una operación de blanqueo del monasterio y ha pedido comprender el monasterio de mil años en el que «ha habido claros y oscuros».
«Hay determinadas actuaciones durante todo este tiempo que, obviamente, no pueden tener ni el apoyo, ni la confortabilidad, ni la comodidad, pero hemos de ser capaces de dar esta dimensión«, ha añadido en referencia a la visita. En su glosa posterior, sin embargo, el presidente de la cámara catalana, ha razonado que el monasterio «trasciende» el templo como una «parte indisociable de la nación porque el pueblo de Cataluña así lo ha decidido» y como la «columna vertebral de la nación catalana».
Por su parte, el padre abad de Montserrat, Manel Gasch, en conversación con la prensa antes del acto, ha negado que haya habido «ninguna guerra» ni que el Monasterio firme la paz con la UCE con quien siempre ha asegurado que ha tenido buenas relaciones. Una afirmación que chirría con el hecho de que el gerente de la UCE, Joan Maluquer, también es presidente de la Liga Espiritual de Montserrat, entidad que emitió un duro comunicado criticando la visita real al monasterio y que dolió a la comunidad monástica.

De Cuixà a Sant Benet
El acto se ha iniciado con una misa concelebrada en Sant Miquel de Cuixà que ha servido para iniciar el ritual del reencuentro. Posteriormente, se ha entregado el galardón en el Liceu, en un acto presidido por el rector de la UCE, Jordi Casassas, y el delegado del Gobierno en Cataluña Norte, Albert Piñeira. El discurso de glosa del obispo Planellas ha sido un argumentario para recordar que Montserrat es indisociable del catalanismo y los Països Catalans. Un tirón de orejas muy vaticano, con el añadido del cuidado habitual del cristianismo catalán. «Montserrat es una multitud de nombres propios, pero también es escuela de identidad colectiva porque no ha vivido nunca aislada de la realidad nacional, al contrario, en Montserrat se ha ayudado a construir una identidad colectiva de marcado carácter espiritual, comunitario, creyente que integra la lengua, el compromiso social y nacional que nace del compromiso evangélico», ha enfatizado.
«Montserrat habla y reza en catalán, escucha el mundo y se enriquece de su misma vida», ha destacado. «Montserrat debe continuar siendo una casa común para el país —de hecho para todos los Països Catalans— y la peregrinación debe redirigirse no solo físicamente, sino también de forma espiritual y cultural», ha argumentado. En este sentido, ha remarcado que «Montserrat ha sobrevivido guerras, dictaduras, pandemias, secularizaciones y exilios». Asimismo, ha subrayado que Montserrat «no lo ha hecho por resistencia pasiva, sino porque ha sabido adaptarse sin traicionar al Espíritu a caminar con el pueblo hacia una nueva esperanza, visualizada aún más en este Año Santo bajo el lema de ‘Peregrinos de la esperanza‘».

La regla de Sant Benet
El detalle final lo ha añadido aprovechando la Regla de Sant Benet, es decir, la normativa que regula las relaciones interiores y exteriores de los monjes de la comunidad que regenta el monasterio. La primera norma de la regla es «ora et labora» que le da sentido material y espiritual a la orden benedictina que para Planellas es fundamental pero que no le puede impedir que el «Monasterio de Montserrat no debe dejar atrás su papel, de la tarea que ha ido desarrollando en estos primeros mil años de vida, y especialmente el último siglo».
«El monasterio y santuario ha sido un refugio espiritual y un centro de resistencia cultural, defendiendo la lengua, la cultura y los valores cristianos que nos definen como pueblo», ha contextualizado. «Pedimos que Montserrat continúe haciendo este papel, porque, aún hoy, Montserrat sigue siendo una verdadera atalaya del cristianismo, un faro de esperanza para la comunidad cristiana y para la sociedad en general», ha insistido. «Este referente no lo podemos perder», ha continuado y ha animado a los «obispos catalanes a mantener esta llama». «El monasterio y su comunidad de monjes ―sin desdecir de su ora et labora― no debe dejar de acoger, de cobijar, de acompañar una sociedad catalana a menudo huérfana de espiritualidad, huérfana de sentido de la vida y de referentes morales, huérfana de fe cristiana», ha glosado con todos los sentidos que otorga la lengua mística católica.
