El congreso extraordinario de Junts per Catalunya, que la formación está celebrando durante este fin de semana en Calella (Maresme), supondrá un cambio en los equilibrios de poder dentro del partido, y permitirá que Carles Puigdemont disponga de un partido hecho a medida para poderlo liderar de forma desacomplejada. Esta es la conclusión que se extrae después de conocer todos los nombres que formarán parte de la ejecutiva de Junts per Catalunya que Puigdemont presidirá a partir de este domingo, cuando se comunicará de forma oficial la elección de su candidatura, y volverá al trono de la formación después de haberse alejado hace dos años y algo para centrarse en el Consell de la República, aunque ha estado presente en todas las decisiones importantes de la formación y su hiperliderazgo se hizo evidente en las últimas elecciones al Parlamento. Su regreso y su liderazgo oficial, de rebote, pondrán fin a una etapa asamblearia de la formación que recientemente ha cumplido 4 años.
El equipo que liderarán Puigdemont, como presidente, y Jordi Turull, que repetirá como secretario general, estará formado por gente de la máxima confianza del presidente en el exilio. A pesar del control absoluto que tendrá Puigdemont sobre la nueva dirección, Turull ha defendido que la formación dará mañana el pistoletazo de salida a una nueva etapa de «apertura a toda la sociedad» con la incorporación de nuevas tradiciones políticas, en referencia al acuerdo de fusión con Demòcrates, y que se traduce con la presencia de «diferentes sensibilidades» en la ejecutiva. También ha dejado claro que más de un 50% de los miembros de la ejecutiva, concretamente, 16 de las 31 personas que la integran, no habían estado nunca en la dirección del partido y que hay perfiles «de todos los territorios».
Así, Puigdemont ha situado a cuatro personas de su círculo más cercano en las vicepresidencias del partido: Antoni Castellà, Míriam Nogueras, Mònica Sales y Josep Rius, que, como hasta ahora, también actuará como portavoz del partido. El primero proviene de Demòcrates, ha establecido muchos lazos con Puigdemont en el Consell de la República y ya se ha hecho militante de Junts, pero puede formar parte de la ejecutiva porque la ponencia organizativa del partido ha suprimido los seis meses de militancia que se requerían para acceder. Nogueras, o la «capitana» como la llaman dentro del núcleo duro de la dirección, es una persona del círculo más cercano a Puigdemont y ganará galones dentro del partido después de ser una pieza clave en la negociación con el PSOE y ser la líder del partido en Madrid. Rius, por su parte, es un hombre de total confianza del presidente en el exilio y, al igual que Sales, entró en política a petición de Puigdemont.

Turull evita hacer leña de su etapa con Borràs
Queda atrás una etapa de un año y medio de presidencia de Laura Borràs, que se marcha con reproches hacia el «mundo oscuro de la política», elogios hacia Puigdemont y contenta de «recuperar la libertad». Sin embargo, Turull no se ha dado por aludido de la crítica que hizo ayer la aún presidenta del partido, que pasará a presidir la fundación FunDem, heredada de Demòcrates tras el acuerdo de fusión entre ambas formaciones. El secretario general de Junts ha rebatido las informaciones sobre la «batalla» que ha mantenido con Borràs durante casi dos años y ha asegurado que «ha habido mucha literatura». En cambio, ha querido recordar que «compañeros de viaje», en referencia a la estructura B de Esquerra Republicana, le enviaron mariachis y le lanzaron billetes impresos con su cara».
El rumbo que tomará el partido en la nueva etapa de Puigdemont
Con el partido hecho a medida, y con gente en la dirección de su plena confianza, el presidente en el exilio ya tiene un mecanismo de política institucional más claro. Hasta ahora, la anomalía de Junts es que quien lo dirigía y lo mandaba estratégicamente no tenía ninguna responsabilidad orgánica en la formación. Puigdemont, a la espera de una aplicación de la ley de amnistía que prevé larga y complicada, espera con su hiperliderazgo forjar el partido y ordenarlo frente a un ciclo electoral, que si no hay sorpresas de última hora, no tiene ninguna contienda electoral a la vista de tres años.
Ahora bien, Puigdemont tiene muy claro que necesita un partido territorialmente fuerte que pueda ser una alternativa al Gobierno de Salvador Illa, ante la autopista que a su parecer le ha dejado ERC, maniatada al pacto de investidura con los socialistas. Una vez revestido el partido, y con las elecciones municipales como primera meta, Junts y Puigdemont esperan poder nutrir el partido de más concejales y alcaldías y, sobre todo, poder entrar más que simbólicamente en el área metropolitana.

Por otro lado, Junts también se ha diseñado como una formación que pueda hacer caer el gobierno de Pedro Sánchez. Al fin y al cabo, el entorno de Puigdemont siempre recuerda que con el «PSOE en la Moncloa, él continúa en Waterloo… no sé si hay alguna diferencia con que el PP estuviera». Por eso, necesita un partido que refuerce los posicionamientos políticos que pueda emprender la dirección de acuerdo con los criterios del Pacto de Bruselas y la evolución de la agenda política marcada entre Junts y PSOE. Junts, pues, con el congreso y las tres ponencias, refunda un partido donde el liderazgo político coincide con el orgánico, finaliza un corpus ideológico lo suficientemente flexible para llegar a varios sectores sociales y que cierra una organización militante, donde la dirección lleva el peso estratégico y táctico y no deja nada a merced de la militancia. Termina Junts como una formación asamblearia y gana verticalidad, con un Puigdemont, poco discutido, en el vértice de la organización.