Junts ha optado en las últimas semanas por rebajar el tono contra ERC, un partido que se encuentra inmerso en una profunda crisis interna por los malos resultados del último ciclo electoral, el escándalo de la estructura B y el congreso nacional que debe decidir los nuevos liderazgos del partido. El partido que lidera Carles Puigdemont, que después del congreso del fin de semana en Calella abre una nueva etapa para recuperar la Generalitat, ha decidido dar una tregua a sus antiguos socios de gobierno. “Pueden ser adversarios, pero nunca enemigos”, ha asegurado el nuevo vicepresidente de Junts, Antoni Castellà, en una entrevista a RTVE.

Son unas palabras similares a las utilizadas por el mismo Castellà en las diversas entrevistas que ha concedido estos días después de que su partido, Demòcrates, se haya integrado en dentro de Junts. Con más o menos tacticismo electoralista, Junts lleva tiempo buscando recomponer las costuras del independentismo y, después de las últimas elecciones al Parlamento —con una victoria clara del PSC y la pérdida de la mayoría absoluta independentista—, la formación se ha dado cuenta de que la debilidad de ERC es un mal negocio para sus opciones de volver a gobernar. “Cualquier hoja de ruta independentista pasa por una condición necesaria: la mayoría independentista en el Parlamento y la gobernanza de las instituciones”, ha rematado.

Por eso desde la dirección de la formación se ha dado la directriz de no buscar el cuerpo a cuerpo con los republicanos y dejarles margen para recomponer el partido. “Me preocupa la fractura dentro de ERC”, ha reconocido Castellà. “Pueden ser adversarios políticos, pero nunca enemigos. Son los compañeros de viaje en este proceso de liberación nacional”. El vicepresidente de Junts considera que “no es una buena noticia que un partido histórico esté en esta situación” y se ha mostrado convencido de que después del congreso que se celebrará a finales de noviembre “resolverán” el conflicto interno que desangra al partido. “ERC tiene que hacer su proceso interno y, al día siguiente del congreso, nuestra obligación es hablar con quien gane”, dijo Castellà este lunes en otra entrevista en Catalunya Ràdio.

Puigdemont y Turull, liderarán una dirección formada por gente de la máxima confianza del presidente en el exilio / Archivo

Laura Borràs decidió salir de la dirección

Respecto a los cambios en la dirección del partido, el flamante nuevo vicepresidente de Junts ha asegurado que fue la misma Laura —que a partir de ahora presidirá la fundación del partido que heredan de Demòcrates— quien decidió no continuar en la ejecutiva de la formación. “Si Laura Borràs hubiera decidido que se sentía más cómoda dentro de la dirección, presidiendo el consejo nacional, me consta, porque yo aún no formaba parte de las negociaciones, que tenía las puertas abiertas”, ha explicado. “La decisión es suya”. Con todo, Castellà ha elogiado a Borràs y ha dicho que es un “buen activo” para el partido y que “no se va a ningún lado” porque “tendrá un papel muy relevante en el debate de propuestas e ideas”.

Mantienen las relaciones con el PSOE

Castellà ha asegurado que, de momento, las relaciones con el PSOE se mantienen “igual” a pesar de que los socialistas no están cumpliendo con todos los acuerdos que se firmaron en Bruselas. “El gobierno Sánchez ha cumplido con la ley de amnistía”, ha reconocido, aunque la resistencia del poder judicial ha impedido que se le aplique al presidente catalán en el exilio, Carles Puigdemont. “A partir de aquí, no han cumplido con nada más”, ha espetado en referencia al traspaso de las competencias en inmigración o la oficialidad del catalán en la Unión Europea. 

El vicepresidente de Junts ha dejado entrever que las negociaciones para los presupuestos españoles, que están “bloqueadas”, serán una nueva oportunidad para que Pedro Sánchez muestre voluntad de llegar a acuerdos. “El PSOE podría dar pasos más rápidos”, ha insistido. Hay cierto malestar en Junts, y también en ERC, por la lentitud de las negociaciones. La fragilidad parlamentaria del PSOE, que ha perdido medio centenar de votaciones en el Congreso esta legislatura, y el mal momento de Sumar ponen en peligro los presupuestos españoles en un momento de máxima debilidad de un Pedro Sánchez que, a pesar de los esfuerzos por restarle importancia, necesita cuentas nuevas.

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