Las negociaciones para evitar que la Mesa del Congreso esté en manos de PP y Vox avanzan a buen ritmo y, a pesar de la complejidad del rompecabezas que tiene que afrontar el PSOE, los seis partidos implicados dan por hecho que será posible llegar a un entendimiento. En los últimos días ha habido molidas especulaciones y globos sonda sobre quienes tiene que presidir la cámara baja y como se repartirían las sillas. Pero el cierto es que la intención del PSOE siempre ha sido retener el control del Congreso y solo dar representación a la Mesa a Sumar, mientras que las formaciones independentistas y nacionalistas, con muy pocos diputados, no vuelan lugares de tanta responsabilidad y carga de trabajo.

El Congreso se constituye el próximo 17 de agosto y la votación de la Mesa del Congreso será el primer termómetro de cómo está la relación entre el gobierno de coalición y sus socios potenciales. El método de elección de la Mesa —voto secreto y elección del más votado— hace que, con los resultados del 23-J en la mano, los bloques de la izquierda y la derecha tengan asegurados cuatro lugares cada uno: dos vicepresidencias y dos secretarías. Por lo tanto, el control de la Mesa quedará en manos del bloque que consiga la presidencia del Congreso. El PP (137) y Vox (33), con el apoyo de UPN (1), suman 171 escaños, por lo cual el PSOE (121) y Sumar (31), necesitan los votos de ERC (7), Juntos (7), Bildu (6) y PNB (5) para asegurarse la presidencia.

La portavoz de Juntos en el Congreso, Míriam Nogueras, durante la sesión de control en el Congreso del 26 de abril | ACN (Congreso de los Diputados)
La portavoz de Juntos en el Congreso, Míriam Nogueras, durante la sesión de control en el Congreso del 26 de abril | ACN

El PSOE no tiene candidato, pero sí un as en la manga

El secretario de Estado de Relaciones con las Cortes y Asuntos Constitucionales, Rafael Simancas, será una de las caras visibles del equipo negociador del PSOE, que también cuenta con el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, como director de la sala de máquinas. Hasta ahora, los socialistas no han avanzado qué nombre tienen en mente para presidir el Congreso. El único que se sabe es que el PSOE quiere la presidencia —algunas voces de Podemos, Compromís y Sumar habían insinuado que quizás había que explorar otras opciones—. También es seguro que Meritxell Batet no repetirá. Ni Podemos ni los independentistas catalanes guardan muy buen recuerdo de la presidencia de Batet durante los últimos años y había bastante oposición a premiar su trabajo con otro mandato. De hecho, el día siguiente a las primeras críticas ya se filtró que Batet renunciaba a presidir el Congreso.

Sea como fuere, no habrá rebelión de Sumar. A mediados de semana, el portavoz de la formación, Ernest Urtasun, cortó de pura cepa cualquier debate interno y dejó claro que la Mesa del Congreso estaría presidida por el PSOE. El resto de partidos tampoco ha puesto pegas porque tienen otras prioridades. Y los socialistas lo saben. Los primeros contactos con los independentistas y los nacionalistas han sido positivos. Todo el mundo tiene claro que solo se está hablando de la Mesa del Congreso y dejan la investidura de Pedro Sánchez para una segunda ronda de conversaciones. La número 2 de ERC, Teresa Jordà, ha reconocido que hace falta una Mesa “supuestamente progresista” para poder hablar de la investidura. No queda jefa otra opción. El PSOE es consciente y sabe qué botones tiene que pulsar para encarrilar una negociación que será relativamente más sencilla que la hipotética investidura de Sánchez.

El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, durante el debate por la reforma del Código Penal | Europa Press
El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, durante el debate por la reforma del Código Penal | Europa Press

Cada partido tendrá lo que pide

El plan del PSOE consiste en dar a Sumar una de las vicepresidencias que le corresponden al bloque progresista y a En común una secretaría. Los socialistas se quedarían con la presidencia, otra vicepresidencia y una secretaría. Con este reparto, Sumar obtiene una representación en la Mesa mucho más elevada de lo que le correspondería —Vox, con unos resultados similares, solo tendrá una silla— y se refuerza la coalición. En cuanto a los partidos catalanes y vascos, su intención nunca ha sido la de entrar a la Mesa, aunque se había especulado con el hecho que el independentismo catalán o incluso el PNB podían entrar. Son lugares con demasiada responsabilidad y una carga de trabajo inasumible para grupos tan pequeños.

ERC y el PNB, por ejemplo, seguramente se conformarán con la presidencia de alguna comisión por no sobrecargar sus diputados. Los republicanos también se aseguran grupo propio en el Congreso aunque técnicamente no los correspondería porque no cumplen los requisitos que establece la ley. Juntos está un poco en la misma situación. A pesar de que mantienen un perfil bajo desde hace días, los diputados de Juntos son conscientes que tener grupo propio es clave para tener más visibilidad y recibir más recursos económicos. En cuanto a Bildu, la formación abertzale ha mantenido la compostura en todo momento y ha garantizado sus votos para conformar una mayoría progresista a la Mesa, igual que con la investidura. La pasada legislatura ni siquiera reclamaron la presidencia de una comisión como contrapartida.

El rompecabezas del PSOE, a pesar de tener más piezas de las que querrían los socialistas, es muy factible. Y más cuando ya se ha dejado de hablar de reformar el reglamento del Congreso para permitir que se hable catalán, eusquera y gallego. Al PSOE le hacía mucha pereza comenzar el melón y el independentismo prioriza otras cuestiones, a pesar de que nunca se puede descartar nada. El 17 de agosto, la solución a todo ello.

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