Han tenido que pasar cincuenta años para recuperar la visión más realista de lo que se ha convenido en definir como Transición española. Suficiente tiempo para comprobar que la historia del cambio de régimen es bastante diferente de cómo la han contado, santificado y pontificado. Todo gracias a los miles de «cables» o «teletipos» que el embajador de los Estados Unidos en Madrid, antes y después de la muerte del dictador fascista Francisco Franco, enviaba cada día, entre noviembre de 1975 y mediados de 1977, al poderoso secretario de estado estadounidense, el veterano e influyente Henry Kissinger.
El libro La Transición según los espías, de Jorge Urdánoz (Akal-Foca, 2024), recoge un interesantísimo ensayo sobre las informaciones que el diplomático plenipotenciario de EE.UU. en España, Wells Stabler, remitía al gobierno de Gerald Ford. De hecho, el ensayo de Urdánoz aporta decenas de los cables que incluyen una nutridísima información de las maniobras internas del aparato franquista, de la oposición y del entorno europeo que vigilaba de cerca los cambios que se producían en España.
En síntesis, los teletipos que fueron desclasificados hace apenas cuatro años permiten tener una visión bastante neutral de cómo fueron las cosas. Y, sobre todo, quiebran algunos de los mitos que se han consolidado con el paso de los años sobre la Transición. De hecho, la ventaja de las informaciones del diplomático estadounidense es que tenía fuentes directas como Adolfo Suárez, José Maria de Areilza, el mismo Joan Carlos de Borbón, Ramon Trias Fargas, Felipe González, Manuel Fraga, Enrique Múgica, Luis Yáñez, Francisco Fernández Ordoñez, Miguel Boyer o miembros de la oposición comunista, catalanista o nacionalista, así como el papel del presidente Jordi Pujol. Al fin y al cabo, contaba con una información privilegiada transmitida sin opinión, es decir, hechos que relataba sin ningún ánimo literario sino, al contrario, con un objetivo extraordinariamente informativo y donde se acreditan lo que el autor describe como «verdaderas intenciones» de los protagonistas del cambio de régimen.

Tres grandes mitos
Aunque los archivos de EE.UU. dejan materia para rato, Urdánoz centra la atención en tres aspectos fundamentales que habían construido la leyenda de la Transición. En concreto: el sistema electoral, la legalización del PCE y el famoso «consenso» del que nació la Constitución. De hecho, los cables recogidos por Urdánoz describen una historia muy diferente de la oficial histórica, mediática y política que se ha expresado a lo largo de los años.
En el caso del sistema electoral, por ejemplo, el libro descifra la tesis de que se concibió un sistema proporcional corregido por provincias, nada habitual, como un «urdimbre para obtener una sobrerrepresentación electoral». Es decir, asegurar la victoria de la UCD frente a la derecha de AP, el padre del PP, y que se había hecho con el consenso y a voluntad de la oposición. En cambio, los cables de Stabler destapan las negociaciones internas y los objetivos de los llamados «hombres del rey», desvelan que el actual sistema electoral, que aún rige en España, fue una apuesta de Suárez que hizo pasar gato por liebre a Fraga y no una concesión a la oposición.
De hecho, Suárez quería un sistema que garantizara asegurarse parte de representación, limitar la acción de AP -a quien en el año 1976, todos daban por ganador- y esquivar la presencia de micropartidos. Con un sistema mayoritario, un sistema mixto o con un sistema proporcional puro, Suárez tenía poca esperanza de poder mantener cierta cuota de poder y de ahí nació el híbrido español. Las circunstancias posteriores trajeron una mayoría comodísima a los reformistas de Suárez.

Carrillo y la financiación de la UGT
Otro de los mitos que desmonta el libro de los teletipos de Stabler es cómo se llegó a la legalización del PCE. Es uno de los puntos candentes de la Transición, que la historiografía relaciona con un encuentro secreto entre Santiago Carrillo y Adolfo Suárez en su domicilio de Pozuelo de Alarcón, en las afueras de Madrid, con el telón de fondo de la mística del multitudinario entierro de las víctimas del despacho de Atocha.
Nada más lejos de la realidad según el relato de Stabler, donde explica el poder de los comunistas como fuerza sindical, hasta tal punto que llega a ofrecer financiación estadounidense a la UGT para contrarrestar la ofensiva sindical de Comisiones Obreras, o la voluntad que tenían desde un principio Suárez y González de legalizar el PCE, y ocultaron sus verdaderas intenciones en un juego de espejos y declaraciones para esconder sus planes al búnker, los seguidores más duros del régimen franquista y buena parte de la cúpula militar.
Las conversaciones que mantiene Stabler con Suárez, con miembros del PCE, y con González son demoledoras y muestran la intención desde el principio de legalizar a los comunistas. Además, sabían que si bien tenían una fuerza social considerable, perdían fuerza en las encuestas y prospecciones que tenía Suárez en sus manos, y que también conocía González y, de rebote, la Casa Blanca, que también veía con buenos ojos la legalización del PCE porque nunca consideró que fuera una amenaza. Según Stabler, ni González podía levantar sus bases ni Suárez el búnker, y sus conversaciones con ellos, mostraban el entendimiento y la estrategia para llegar con garantías a las elecciones de 1977.
El «consenso»
Según la interpretación de Urdánoz, el «consenso y la madurez de la sociedad española» se han presentado como los grandes factores de éxito de la Transición española. Una idea que Urdánoz desmitifica siguiendo los cables del diplomático estadounidense, que sitúan la Transición en un tiempo más concreto, es decir, entre noviembre de 1975 a finales de 1976, el resto son resultados. En esta línea, remarca que la Constitución es un «resultado» y no el origen de la Transición.
Stabler subraya a través de sus cables que «nunca se puso en duda que la monarquía» y de ahí la intención desde el minuto cero de institucionalizar una «democracia coronada». También, resalta el sistema de representación, con una cámara como el Senado, sin funciones y vacía de poder, que se hizo para satisfacer un sector de la «procuraduría franquista». De hecho, Stabler muestra con sus cables grandes falacias de la Transición con el entendido de que su «semilla» se diseñó desde lo alto desde las élites del tardofranquismo y luego se añadieron los «injertos» como la amnistía del 77 o el estado de las autonomías. Es decir, los informes fríos de Stabler dibujan cómo desde el poder se impulsó una reforma que permanece inalterable: «una democracia monárquica, bicameral, centralista y con un sistema electoral diseñado por las élites franquistas».

