«La batalla interna se está desbocando». Esta es una de las descripciones más repetidas entre varios cuadros territoriales de ERC ante la beligerancia entre los roviristas y los junqueristas. De aquí que haya movimientos entre los dos sectores para intentar lo que bautizan como «un Puigcercós». Es decir, repetir la experiencia del año 2011 e intentar un relevo tranquilo a través de un pacto y con un ticket de presidencia y secretaría general que permita el suficiente consenso entre las dos partes enfrentadas. «Es difícil, pero en el actual contexto político es mucho mejor un acuerdo que implique cesiones por los dos lados que continuar una guerra que solo desgasta la formación y su credibilidad electoral», apuntan fuentes de la formación en conversación con El Món.

El ejemplo de esta fórmula sería «acercar posiciones y llegar a un acuerdo, con candidato de consenso y con la retirada de la primera línea de Oriol Junqueras y de Marta Rovira». Incluso, ya han empezado a circular nombres que podrían satisfacer a los dos bandos, a pesar de que sean nombres que estén adscritos a uno de los dos bloques. Así, se ha planteado un liderazgo como el del ex consejero Raül Romeva, bien visto generalmente por las dos partes, y una secretaría general ocupada por alguien que provenga del mundo municipal o del gobierno catalán, pero con conocimiento interno del partido y que sea capaz de «recortar por las dos bandas», o incluso, un miembro de la vieja guardia respetado por el conjunto de la militancia. «En el banquillo hay gente que ha demostrado hacer bien el trabajo y ser electoralmente fiable, como por ejemplo las Natàlies -en referencia a las consejeras Natàlia Mas i Natàlia Garriga-, Anna Simó, Jordi Fàbrega, Adam Tomàs o Marc Aloy», opinan.

Raül Romeva ante la entrada de la sede nacional de ERC en Barcelona / Jordi Borràs

Una paz basada en el precedente de 2011

En medio de una negociación para una virtual investidura, el ambiente de guerra sin cuartel no es un marco nuevo para ERC, una formación que está muy cerca del centenario. De hecho, dos figuras como el presidente Francesc Macià y el presidente Lluís Companys son líderes históricos de la formación y tenían proyectos sensiblemente diferentes. El último ejemplo de una gran batalla fue el congreso de 2008, cuando hasta cuatro candidaturas se disputaron el liderazgo del partido que, finalmente, ganaron el ticket formado por Joan Puigcercós i Joan Ridao.

Los dos batacazos electorales en las elecciones del Parlamento de noviembre de 2010 y las municipales de 2011 provocaron un terremoto en el partido que acabó con un relevo absoluto de la cúpula. Hay que recordar que los de Puigcercós y sus diez diputados incluso no dieron apoyo a la candidatura de Artur Mas a la presidencia de la Generalitat por no hipotecar la futura dirección de la formación. Mas, que había visto cómo ERC había pactado dos tripartidos con el PSC, se tuvo que fiar de la abstención del PSC de Joaquim Nadal, después de la dimisión del presidente José Montilla como diputado y líder socialista en la cámara.

Marta Rovira i Oriol Junqueras conversando telemáticamente en un acto de Esquerra (ACN)

La experiencia Junqueras

El liderazgo de la formación fue a parar de una manera tranquila a manos del ticket formado por Oriol Junqueras y Marta Rovira, entonces alcalde de Sant Vicenç dels Horts y secretaria de Política Internacional respectivamente. El relevo fue pactado, ordenado y sin ningún tipo de estridencia. Puigcercós, Ridao y Xavier Vendrell no hicieron ninguna guerra sonora y permitieron la sucesión, a pesar de que Junqueras eliminó algunos de los nombres demasiados implicados con Puigcercós y el tripartito. En todo caso, desde la vieja guardia a los cuadros que vivieron aquella situación hablan con gratitud y con generosidad de lo que han bautizado como fórmula Puigcercós. Es decir, un acuerdo que permita elegir unos líderes de consenso capaces de remontar el partido, ordenarlo y encarar el ciclo electoral previsto en poco más de tres años.

El mérito de aquel relevo también fue las diferencias estratégicas que existían entre la dirección de Puigcercós y la línea de Junqueras. Los que dejaban Calabria querían mantener la línea de colaboración con los socialistas y Junqueras quería al PSC bien lejos, sobre todo, a raíz de su experiencia municipal. Ahora, a pesar de que parte de la militancia, autobautizada como los «desconcertados», no acaban de ver las diferencias entre los actuales dos bloques, los tres últimos días las dos facciones han contraatacado para mostrar que entre los dos sectores hay diferencias ideológicas y estratégicas. Una ofensiva para rechazar la idea de que el combate es más de nombres que no de ideas, como se ha expresado en varias asambleas, cónclaves o numerosos grupos de whatsapp de los republicanos que por ahora sacan humo.

Joan Tarda y Gabriel Rufián en el Congreso de los Diputados / Europa Press

Entre la «muleta del PSC” y el “acomplejamiento convergentil”

En este sentido, una parte importante del rovirismo cree que defender la opción de ser la «muleta del PSC» llevaría a ERC a su irrelevancia, a ser una «Iniciativa o un Euzkadiko Ezquerra». «Si tenemos que pactar, ERC, como partido de centroizquierda, tanto puede pactar con los socialistas o con los convergentes, ¿por qué tenemos que limitar nuestro campo de acción solo pactando con PSC?», se preguntan defensores del rovirismo. En este sentido, defienden que ERC tiene que articular propuestas de «frente popular» con el sobiranismo. En este sentido, abonan que ERC tiene que centrar su batalla ideológica contra socialistas y Sumar, sobre todo en el área metropolitana, donde Junts prácticamente ha desaparecido del mapa. Así mismo, critican que la dirección no ha sido suficientemente exigente con los diputados en Madrid, que «no han apretadi bastante» a los socialistas con la excusa de la deriva extrema del PP y Vox.

Por otro lado, fuentes de los junqueristas replican que el rovirismo «vive en una especie de síndrome de Estocolmo con relación a los ‘juntaires’ y convergentes». De hecho, ven que los intentos del rovirismo de postular una «transición tranquila» se traduce en el hecho de que se queden «controlando el partido». «En el junquerismo no hay el complejo convergentil», añaden, por eso insisten que «la visión de país de Gabriel Rufián o Joan Tardà no tiene nada que ver con la de Sergi Sabrià o Marta Rovira». «Ante estas diferencias estratégicas e ideológicas los intentos de acuerdo hoy por hoy son muy complicados», admiten. «Sobre todo hay que tener presente que muchas diferencias se han trasladado al campo personal», indican.

El líder del PSC y ganador de las elecciones en el Parlamento del 12-M, Salvador Isla, en la noche electoral / ACN
El líder del PSC y ganador de las elecciones en el Parlamento del 12-M, Salvador Isla, en la noche electoral / ACN

La investidura, una maceta de estrés

Si una cosa flota en el ambiente es lo que puede suponer, en esta vorágine interna, un virtual preacuerdo entre ERC y PSC para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat. Un pacto que se tiene que someter al aval de la militancia. De hecho, fuentes del rovirismo indican que «sería honesto por parte de Junqueras que, si hay un acuerdo, lo presente junto con Rovira, porque él hace dos días que ha dejado el cargo y no se puede lavar las manos, y más si se tiene presente que él estaba detrás el acuerdo de entrar al gobierno de Jaume Collboni». «Si no lo presenta con Rovira, esto no es serio», añaden. De todas maneras, el junquerismo evita entrar de pleno en el debate de una virtual investidura.

Al final, si una cosa se huelen las dos facciones es que la «militancia está rebotada». «Las consultas internas las carga el diablo», recuerdan cuadros territoriales con muchos años de cotización en Calabria. «Ahora es muy puñetero presentar a consulta un acuerdo, cuando los militantes están cabreados y más después del escándalo de los carteles del Alzheimer», aducen. Por lo tanto, hay un cálculo serio de que los militantes pueden frustrar un acuerdo de investidura, y más si se hace en un contexto de retorno del presidente en el exilio, Carles Puigdemont, y es detenido y encarcelado en Madrid sine die. Si hay una cosa en la que coinciden las dos partes, hoy por hoy, es que un acuerdo de investidura será un «test de estrés» del estado actual del partido, y más después del resultado de la encuesta del CEO de este jueves, que vaticina para los republicanos cierta estabilidad en los resultados en una plausible repetición electoral.

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