Es el 29 de junio de 1977. La CIA –los servicios de información de los EE. UU.– firma un documento clasificado como top secret para el entonces presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter. El documento es un cable explicándole los detalles sobre la operación Tarradellas que ejecuta el gobierno español posfranquista, con Adolfo Suárez al frente, para restablecer el autogobierno de Cataluña. Un momento sensible y una decisión fundamental para mantener cierto control sobre el paso del franquismo a un régimen democrático en España, que los EE. UU. consideran un valioso aliado en el mundo de la Guerra Fría.

El documento informa de una reunión secreta entre el presidente de la Generalitat en el exilio, Josep Tarradellas, y el jefe del ejecutivo español. Un encuentro que se celebra en Madrid. La CIA resalta que «tanto socialistas como catalanes hace tiempo que reclaman que Tarradellas, de 78 años, -símbolo del autogobierno- vuelva pronto con la voluntad de abrir negociaciones para restablecer la autonomía». Según los servicios secretos norteamericanos, Suárez está dispuesto a ofrecer un autogobierno, a pesar de que no será cómo el de la República, sino más limitado, porque hay el riesgo de que las fuerzas armadas hagan un levantamiento si ven amenazada la unidad de España.

Cable de la CIA informando al presidente Cartero del retorno de Tarradellas/CIAFOIA
Cable de la CIA informando al presidente Carter del retorno de Tarradellas/CIAFOIA

El tiempo dio la razón a los analistas de la CIA. Tarradellas volvió como presidente y se restableció la Generalitat, antes de que se aprobara la Constitución española y se comenzara la fase convenida como transición democrática. De hecho, el retorno de Tarradellas y la restitución de la Generalitat es el único enlace de continuidad, después de los cuarenta años de dictadura franquista, con la legalidad republicana descabezada en 1939. Tarradellas se ha convertido un símbolo clave de la historia contemporánea de Cataluña y como buen símbolo se le acepta con sus negros, blancos y grises. Las elecciones al Parlamento catalán del próximo 12 de mayo vuelven a ser un ejemplo de su relevancia histórica porque los tres grandes partidos con opciones de gobernar -PSC, ERC y Junts- lo reivindican de manera desacomplejada.

El PSC, una estrategia a largo plazo

El PSC hace tiempo que ha puesto en marcha una estrategia para hacerse suya la huella del presidente Josep Tarradellas. Ya lo hizo en su momento Pasqual Maragall, que, ya como alcalde de Barcelona, el 15 de diciembre de 1987, le otorgó la medalla de oro de la ciudad con un breve y sentido discurso de agradecimiento por el retorno de las instituciones de Cataluña y el respeto que Tarradellas enfatizó con los ayuntamientos democráticos. «Lo que habéis representado y lo que habéis hecho por Cataluña constituyen una referencia obligada que permanecerá largamente vigente», sentenció Maragall. De hecho, el alcalde mantuvo una relación cuidadosa con la viuda de Tarradellas, Antònia Macià.

Texto del discurso de Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona donde alababa Tarradellas/Fundació Maragall
Texto del discurso de Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona donde alababa Tarradellas/Fundació Maragall

Desde aquel momento, la aproximación del PSC a la figura de Tarradellas se intensificó. Un acercamiento alimentado por la pésima relación que Jordi Pujol mantenía con Tarradellas y la distancia que mantenía el mismo presidente retornado con ERC, el partido a través del cual en los años 30 había llegado a consejero y presidente, a pesar de las diferencias durísimas que había tenido con el presidente mártir (y símbolo) de los republicanos, Lluís Companys. El paso de los años ha hecho que los socialistas hayan hecho una OPA descarada a la figura de Tarradellas, que han erigido en un símbolo de la Cataluña fraternal con España. Un plan que posiblemente obvia que fue el responsable de las industrias de guerra, presidente del poderoso Comité de las Milicias Antifascistas y una figura diametralmente opuesta a Juan Negrín, el último presidente republicano, que en sus diarios del final de la guerra tildaba de poco menos que «de idiota».

Illa y la «primera transformación democrática»

La muestra más descarada de esta apropiación de Tarradellas fue una decisión del Consejo de Ministros celebrado en Barcelona en diciembre de 2018. En aquel encuentro, Pedro Sánchez, aplicando la agenda del famoso «reencuentro», decidió bautizar el aeropuerto del Prat con el nombre de Josep Tarradellas. Un gesto simbólico que emparentaba Barcelona con Madrid teniendo presente que el aeropuerto de la capital del Estado lleva el nombre de Adolfo Suárez. No han sido pocas las referencias discursivas durante el Procés a Tarradellas por parte de los socialistas. El ex primer secretario del PSC Miquel Iceta siempre ha defendido su figura -más incluso que la de Josep Pallach, el padre de la rama soberanista del PSC, o incluso que la de Manuel Serra i Moret, el primer impulsor de una socialdemocracia genuinamente catalana.

Tanto es así que incluso la Diputación de Barcelona –una institución que, salvo un periodo de cuatro años, ha estado siempre dominada por los socialistas– organizó una extraordinaria exposición titulada Los fundamentos del autogobierno sobre la figura de Tarradellas. Un acontecimiento comisariado por el historiador Joan Escolies, bastante hábil para abstraerse del debate procesista y que se basaba en el archivo del expresidente que custodian los monjes del monasterio de Poblet.

La última apropiación de Tarradellas fue en la puesta de largo de la candidatura de Salvador Illa a presidente de la Generalitat. Un acto multitudinario que el pasado jueves reunió a 1.200 personas en el Museo Marítimo de Barcelona y que buscaba la imagen de la transversalidad de la candidatura. Illa esbozó su programa político y citó como referente a Tarradellas. El algoritmo de Illa para unir su figura con la del expresidente fue el «concepto de transformación democrática». Así, definió como «primera gran transformación democrática de Cataluña la de Tarradellas para la recuperación de la Generalitat y el despliegue del autogobierno. La segunda, según su discurso, fue la protagonizada por los presidentes Pasqual Maragall y Montilla, con grandes transformaciones sociales. Y la «tercera» tiene que ser, a criterio del candidato del PSC, la que va a venir, bajo su responsabilidad y con el lema Unir y servir para superar la década perdida [la del Procés].

El presidente Pere Aragonès en una visita institucional al archivo Tarradellas-Macià/Arxiu Tarrad
El presidente Pere Aragonès en una visita institucional al archivo Tarradellas-Macià/Arxiu Tarradellas-Macià de Poblet

ERC, por supuesto

El actual presidente de la Generalitat y candidato de ERC el 12-M, Pere Aragonès, también aprovecha esta campaña la figura de Tarradellas. De hecho, tiene todo el derecho porque Tarradellas era de su partido. La primera ocasión donde Aragonés ha presumido del legado de Tarradellas fue en la Fiesta de la República que ERC celebró en el paseo Lluís Companys el pasado sábado, el día antes del 93.º aniversario de la proclamación de la República. Un acto que también reunió unas dos mil personas, según la formación, y dónde Aragonés reivindicó la figura de Tarradellas como un símbolo de país por encima de los partidos, equiparándolo a los presidentes históricos como Francesc Macià, Lluís Companys y Josep Irla. De hecho, la web de La Humanitat, el diario oficial del partido, define a Tarradellas como el «líder de ERC» que consiguió el «triunfo para conservar la legitimidad democrática de la institución durante todo el franquismo«.

ERC incluso tiene incorporado el audio de su discurso de retorno cuando, en el balcón de la plaza San Jaume, pronunció una frase que ha hecho historia: «Ciutadans de Catalunya, ja soc aquí!». El think tank de ERC, la Fundación Irla, dedicó en diciembre de 2017 un libro a los 40 años del retorno del presidente Tarradellas, a cargo del historiador Enric Pujol.

El pragmatismo de la etapa final de Tarradellas también es un legado que ERC recupera en su discurso estratégico. Todo dando por sentado que Tarradellas siempre afirmaba que el retorno de la Generalitat tuvo lugar gracias al hecho de que «nosotros no podíamos pedir más y que el Estado no podía dar menos». Una fórmula que ha servido para las negociaciones del autonomismo plácido hasta la llegada de octubre de 2017, que hizo saltar por los aires esta filosofía que iba bien a Madrid y en Cataluña.

Fotografía del cambio de nombre del aeropuerto Tarradellas con el entonces ministro José Luis Ábalos/EP
Fotografía del cambio de nombre del aeropuerto Tarradellas con el entonces ministro José Luis Ábalosi el presidente de Aena, el catalán Mauricio Lucena/EP

Junts, el esperado retorno

Una de las posiciones más claras del presidente en el exilio y ahora candidato a la presidencia por Junts, Carles Puigdemont, es ligar su retorno a Cataluña a una «cuestión de país y no de partido» y, por supuesto, alejarse de «gamberradas como pasar la frontera y hacerse una selfi». La idea de dar un valor de «país» al retorno fue la idea que siempre mantuvo Tarradellas. En este marco, dirigentes de Junts y personas allegadas a Puigdemont siempre han insistido en un «retorno al estilo de Tarradellas». Es decir, con una multitud de apoyo que convirtiera la vuelta en una jornada histórica.

Hay que ver, sin embargo, que el entorno es muy diferente ahora que en 1977, porque Puigdemont vincula el retorno a unas elecciones autonómicas. Precisamente, a una institución que restableció Tarradellas. Posiblemente, Puigdemont recuerde las palabras sobre las sensaciones que tuvo Tarradellas al volver a Cataluña: «Bien es verdad que volví con una gran serenidad. Nadie creía, ni siquiera los familiares, que volvería un día como presidente de la Generalitat. Por el contrario, yo estaba tan convencido, lo tenía tan claro, que no me causó una emoción excesiva». Unas palabras que se tienen que contextualizar recordando que, cuando la historia se repite, no lo hace, ni mucho menos, de la misma manera. De hecho, Tarradellas no ha sido el único presidente de la Generalitat que ha conocido al presidente Jimmy Carter: Puigdemont se reunió con él en 2017 para explicarle el proceso soberanista que vivía Cataluña. La historia no acabó igual que la de Tarradellas.

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