Lluc Salellas (Girona, 1984) fue elegido alcalde de Girona el 17 de junio de 2023 tras las elecciones municipales del 27 de mayo de ese año en las que la candidatura de Guanyem, una confluencia de izquierdas e independentista impulsada por la CUP, consiguió ocho diputados, los mismos que el PSC. Junto con Josep Maria Vallès, de Sant Cugat, es uno de los dos únicos alcaldes independentistas de poblaciones que rondan o superan los 100,000 habitantes. Salellas accedió a la alcaldía tras un acuerdo con Junts per Catalunya y Esquerra Republicana, y casi dos años después hace balance en esta entrevista a El Món. «Este gobierno independentista, en el contexto político actual, tiene un punto rebelde que es interesante para la pluralidad y para el país», afirma. Y añade que lo primero que debe hacer el independentismo para relanzar el movimiento es volver a poner el debate sobre la mesa. «Se habla poco», lamenta, y cree que el objetivo debe ser entender «qué elementos son ahora mismo clave en el día a día de la gente, y cómo los conectamos con el proyecto de la independencia». En esta conversación, el hijo de una saga gerundense comprometida con la defensa de los derechos sociales desde la política, y también desde el derecho. También habla de la CUP y de uno de los momentos más duros de su vida, cuando recientemente su familia ha tenido que enfrentar la muerte de su hijo Ovidi en el vientre de su madre.
Llega a la mitad del mandato. Después de las elecciones municipales de hace dos años, a pesar de no ganar, quiso liderar una mayoría independentista en el Ayuntamiento de Girona. Después de casi dos años de gobierno, ¿qué valoración hace del pacto?
Hago una valoración positiva de este gobierno. Girona hacía mucho tiempo que no vivía con un gobierno con mayoría absoluta. Con el principal resultado electoral, y eso lo dijimos todos y todas, era una obligación entendernos entre los grupos municipales para intentar hacer un gobierno fuerte. Y gracias a la generosidad de Junts, Esquerra y Guanyem fue posible hacerme alcalde. Este gobierno ha generado la posibilidad durante estos dos años de cerrar muchos expedientes e impulsar proyectos de ciudad. Y, además, en el contexto político que hemos vivido, permitir que hubiera un gobierno independentista en el ámbito municipal, en una capital de demarcación, que yo creo que en el contexto político actual tiene un punto rebelde interesante para la pluralidad y para el país.
¿Hay buena sintonía entre los tres grupos?
Un gobierno de coalición, formado por tres grupos municipales que piensan de manera diferente, siempre es un gobierno complejo, pero a la vez más interesante que un gobierno de un solo color. Por tanto, significa que hay mucho trabajo, mucho trabajo de diálogo, de trabajo, y eso también es un aprendizaje que estamos haciendo los tres grupos. Hay buena sintonía, y evidentemente hay momentos de discrepancia, pero en estos dos años, solo hay que ir a la hemeroteca, no ha habido ninguna crisis. Por lo tanto, la salud es buena.
Usted capitanea un gobierno plural, con Junts y ERC. Con la formación de Carles Puigdemont quizás hay coincidencias en la cuestión nacional, pero ¿chocan en el ámbito social?
Evidentemente, sobre todo ideológicas, pero es verdad que cuando formamos este gobierno teníamos muy claro que lo primero que hacía falta era tener un programa compartido. Este programa compartido son los 64 puntos que presentamos el día que anunciamos este gobierno. Es una hoja de ruta muy clara, consensuada entre las tres formaciones políticas, con los 64 proyectos más importantes que debíamos tener como ciudad y como gobierno. Todos tenemos muy claro que son la prioridad. Evidentemente, cada uno, en temas concretos, más ideológicos, va haciendo su trabajo como partido, pero como gobierno tenemos claro cuáles son los objetivos compartidos y los priorizamos. Y cuando hay un elemento imprevisto que aparece en la agenda política, lo que hacemos es dialogar, trabajar y llegar a consensos.
Ha pasado de la oposición a encabezar el gobierno municipal.
Creo que la oposición tiene un punto más de comodidad en el sentido de que tienes un espacio de propuesta permanente y de crítica permanente, de creación, de imaginación, y no tienes ese desgaste del día a día que implica la gestión. Por otro lado, el gobierno tiene una capacidad de incidencia mucho superior y, por tanto, la posibilidad de cambiar y mejorar las cosas mucho más que desde la oposición. Aunque he notado un gran cambio, prefiero estar en el gobierno que en la oposición.

¿El poder es atractivo?
Por cómo soy, no me lo parece mucho, pero puedo entender que haya gente para la cual sí sea así. El poder, como mínimo el poder de un alcalde, lo que significa sobre todo es mucha responsabilidad. A mí me gusta la responsabilidad, y la ejerzo con gusto, pero no diría que es atractivo. Me gusta mucho el trabajo, le dedico muchas horas. Es muy interesante, aprendo muchísimo cada día.
¿Y la relación con el PSC, el partido de la oposición?
En el pleno en el que fui nombrado alcalde extendí la mano en los grandes temas de ciudad, al menos para trabajar y hablar conjuntamente. Desafortunadamente, supongo que por la composición del pleno, en el que ha quedado como el único partido fuerte de oposición, han decidido que la suya era una oposición total a cualquier propuesta. Sea al campus hospitalario Josep Trueta, sea a propuestas en el ámbito de la movilidad, o en el ámbito de transformación urbana, de promoción económica… Es decir, que ellos querían hacer una enmienda a la totalidad y, por tanto, hay una relación formal, como corresponde, de diálogo en los espacios de trabajo que debe haber, pero donde ellos nos han dejado claro desde el principio que no tienen ganas de llegar a ningún acuerdo.
De hecho, en el Govern de la Generalitat hay una exconcejal del PSC, Sílvia Paneque, que quizás quiera ser cabeza de lista en las municipales de 2027, que concentra muchos actos en la ciudad o en la demarcación gerundense. ¿Qué opinión le merece?
A mí me parece que cada uno debe hacer el trabajo que le corresponde. Yo como alcalde de Girona dedico el 99.5% de mi tiempo en el ámbito político al término municipal de Girona, y me parece que a una consejera de la Generalitat lo que le corresponde es hacer de consejera de la Generalitat. Por tanto, debe estar al día y recorrer con equidad todo el territorio. Y al presidente de la Diputación, lo que le corresponde es moverse y pensar en el conjunto de la demarcación. Por eso cada uno forma parte de un gobierno, ¿no? Y el otro día pude saludar al ministro Urtasun un momento, porque a él le corresponde todo el Estado. Es decir, cada uno tiene sus espacios de trabajo y me parece que lo responsable es que cada uno se ocupe de su espacio.
Pero ¿cree que está aprovechando una posición de cara a 2027?
Eso no lo sé. Ella, que yo sepa, no ha comunicado cuál es su decisión para 2027. Lo que sé es que es consejera y, por tanto, le puedo pedir que actúe como consejera.
¿Cómo ve la finalización del proceso Garbí de la CUP? ¿Cree que se ha cerrado a medias?
Yo siempre he explicado que me hubiera gustado que fuera un punto más allá con la transformación de la organización y también en otros objetivos políticos. Soy de los que pienso que la CUP debe entender que es imprescindible pero no es suficiente a la hora de construir un espacio de una izquierda nacional y de alternativa potente para nuestro país. Y, por tanto, creo que ese objetivo continúa estando allí. Sé que desde que terminó el proceso Garbí y hasta la actualidad se ha estado trabajando en un objetivo similar a este y debemos confiar en la gente que está dirigiendo nuestra organización, y a partir de ahí se verán los resultados. Aún no ha pasado ni un año de todo esto y se debe dejar reposar.
En una entrevista, Laura Vega, cuando entró como diputada la pasada legislatura, comentaba que «un partido sin apoyo electoral se convierte en un think tank», y decía que no quería que la CUP fuera eso. ¿Comparte esta visión?
La CUP es una organización que tiene muchos objetivos, pero uno prioritario es presentarse a las elecciones, en este caso las municipales y catalanas, y que la gente confíe en ti para poder transformar las cosas dentro y fuera de las instituciones. Eso es el ADN de una organización como la CUP. Entonces, si no tienes capacidad de que la gente confíe en ti evidentemente te conviertes en un artefacto, en una organización que ha perdido uno de los motivos principales por los cuales había sido pensada. Por tanto, la CUP debe pensar en cómo hace un proceso para volver a convencer a muchísima gente que había confiado en ella y cómo puede también llegar a nuevas personas. El ideario de la CUP es compartido por muchísima gente de nuestro país, ya que ejemplos como el de Girona y otros demuestran que si se hace un trabajo en un determinado sentido, puedes llegar a conectar muchísimo con la gente. Y el objetivo no es simplemente tener votos, sino sobre todo lograr transformaciones en nuestro país que son necesarias.
Bueno, la CUP últimamente también ha entrado a negociar cuestiones en materia de vivienda con el Gobierno. ¿Cree que esta incidencia era una de las carencias de la formación?
Cuando tú te presentas a unas elecciones, sean cuales sean, y tienes unos diputados o unos concejales, me parece que es interesante que en determinados temas se puedan alcanzar acuerdos con el resto de formaciones políticas. Es uno de los motivos por los cuales los ciudadanos votan, sea en un ayuntamiento o en un Parlamento. Es diferente, quizás, el caso del Congreso, porque quizás el sentido de presentarse pueda ser otro. Pero esto la CUP ya lo había hecho. Hay que recordar que el referéndum del 1-O nace de un acuerdo entre Junts pel Sí y la CUP, en su momento, para aprobar unos presupuestos a cambio de que el gobierno convocara el referéndum. Esta práctica ya se había hecho y, por tanto, es interesante que utilicemos los votos que tiene la CUP.
El acceso a la vivienda es una preocupación de país y la regulación de los pisos turísticos está a la orden del día. ¿Es un problema en la ciudad?
Sí, es un problema del país y, por lo tanto, también existe en nuestra ciudad. Nosotros desde el primer momento nos hemos puesto mucho en ello. Regulamos los pisos turísticos, a diferencia de Barcelona. Nosotros, en agosto de 2023, al entrar, limitamos los pisos turísticos. Hemos utilizado todos los caminos que tenemos para generar oferta pública y de alquiler asequible, también con entidades del tercer sector. Por tanto, somos muy conscientes de que este es uno de los principales, o el principal tema de preocupación de los catalanes y de los gerundenses y, en consecuencia, tenemos la cabeza puesta en ello.

¿Hay turismofobia en la ciudad?
Creo que no hay turismofobia. No puede haber turismofobia, desde el punto de vista de que la inmensa mayoría de la gente acaba saliendo de su ciudad y moviéndose a otros lugares cuando tiene tiempo libre. Por tanto, es un hecho natural, lógico, y todo el mundo es muy consciente de ello. Lo que hay es una crítica a algunas externalidades negativas que provoca el turismo. El turismo trae externalidades positivas y externalidades negativas, y algunas de estas externalidades negativas preocupan a la gente, sobre todo por la posibilidad de que la ciudad pierda su identidad. Ahí es donde las administraciones públicas y el Ayuntamiento debemos trabajar arduamente para que Girona preserve su identidad, y cuando la gente pasee por el Barri Vell continúe teniendo el barrio como un barrio que lo siente suyo. Y ahí es donde todos debemos poder trabajar conjuntamente para garantizar esta identidad de barrio, que sí queremos preservar.
¿La lengua forma parte de la identidad que ahora comentaba?
La lengua es otro elemento que forma parte de esta identidad y, por eso nos hemos puesto en ello.
¿Y por esta razón habéis creado el Buzón por el Catalán para comunicar situaciones de discriminación lingüística?
Hemos creado el buzón, y antes de crear el buzón hemos estado comunicando a la Generalitat algunos establecimientos que lo estaban incumpliendo. Nosotros mismos hemos mejorado mucho la proactividad hacia los comercios para que todo el mundo sepa que se debe cumplir la normativa lingüística y hemos hecho campañas publicitarias de todo tipo.
¿Y se han impuesto sanciones?
Eso es un tema que hemos ido derivando a la Oficina de Consumo de la Generalitat, y es la Oficina de Consumo de la Generalitat que está haciendo el trabajo y les corresponde a ellos anunciar si se está sancionando.
Pero ¿cree que se debería ser más duro?
Sí, evidentemente, pero lo que estoy pidiendo es que se cumpla la ley. Es decir, no es ser duro o no ser duro. Es simplemente el cumplimiento de una ley. Si conduzco, debo cumplir una velocidad y no puedo beber alcohol y una serie de cosas. Si abro un negocio, debo cumplir la normativa de accesibilidad y también la lingüística. No me parece un tema de dureza.
No es el verbo más adecuado porque hay unas leyes que se deben cumplir.
No lo decía por usted, pero a veces he leído artículos que hablaban de la «Stasi de Salellas». Como si yo hubiera creado una Stasi para el tema lingüístico. Las leyes se deben cumplir. Y quien no quiera cumplirla y la quiera desobedecer, porque cree que debe hacerlo, no pasa nada, porque incumplir la ley llevará una sanción.
El independentismo vive horas bajas después de perder la mayoría en el Parlamento y los últimos resultados del CEO. ¿Qué habría que hacer para recuperar el impulso?
Para empezar, hay que volver a hablar. Es decir, la mayoría de los discursos políticos que escucho ahora mismo y veo que se habla de muchas cosas, pero poco de un proyecto independentista, y de la independencia y la autodeterminación como un elemento fundamental en el futuro de nuestra nación. Creo que este es un primer elemento bastante importante. En segundo lugar, y se ha dicho, compartir una cierta estrategia política que nos ayude a caminar hacia aquí. Y, en tercer lugar, hay que volver a empezar seguramente desde la base. Y desde la base debemos conseguir reactivarlo. Poco a poco, porque no lo conseguiremos de un día para otro. Y tampoco debemos marcarnos metas que quizás son imposibles. Es decir, a partir de elementos que lleven a la movilización y a la conexión de la gente con la necesidad de conseguir la independencia.
¿Recuperar la ilusión?
Creo que el objetivo no puede ser recuperar la ilusión. El objetivo debe ser entender qué elementos son ahora mismo claves en el día a día de la gente, y cómo los conectamos con el proyecto de la independencia, que sabemos que es una solución. Al final, la vivienda es un tema que preocupa. ¿Cómo llegamos a fin de mes? ¿Cómo nos movemos en nuestro país? Es decir, con cuestiones materiales. Y al mismo tiempo, todo esto lo debes poder vestir de un estado de ánimo. Y es cierto que el estado de ánimo lo solemos conseguir a través más de cosas simbólicas o de elementos que pasan en un momento determinado y que a veces no los puedes prever, pero pasan. Yo creo que debemos ir por ahí.

¿La irrupción de Aliança hace muy difícil que el independentismo vuelva a ser mayoritario en el Parlamento?
Creo que los proyectos de extrema derecha, como Aliança Catalana, no ayudan en los procesos de liberación nacional porque son proyectos que lo que buscan es dividir la población que vive en un mismo país, que no es un estado, y, por tanto, dificultan que este proceso de liberación pueda aglutinar amplias mayorías. Es un hecho bastante objetivo y, si miramos la historia política y larga en Europa, o en espacios como el nuestro, no consta ningún caso de que esto haya ayudado. Porque estos proyectos como el de Aliança no quieren cambios a la hora de la verdad. Es decir, la independencia es un cambio importante, es un terremoto. Y con los terremotos hay inestabilidades y la extrema derecha está en contra de este tipo de inestabilidad. Por tanto, más allá de su discurso identitario, ni creen en una independencia ni creo que nos sea útil. La aparición de Aliança es una mala noticia para el independentismo. Ahora, creo que no lo hace imposible porque, al final, la independencia debe venir a través de un referéndum. Y en un referéndum hay una votación. Y es perfectamente legítimo. Es decir, si ganara el no, no sería menos legítimo por el hecho de que haya en la extrema derecha que vote no.
Usted ha deseado en varias ocasiones el retorno de Carles Puigdemont y lo ha ido a ver al exilio. ¿Puede ser un punto de inflexión?
Depende de cómo entienda su retorno él mismo. Y depende de lo que pase en su retorno. Es difícil de prever cuando no sabemos qué dirá el Tribunal Constitucional o qué dirá el Tribunal Supremo. No sabemos en cuáles de estos escenarios él volverá o no volverá, cómo lo hará. Lo que está claro es que puede ser un revulsivo, depende de lo que pase, pero no será definitivo. Es decir, si no pasan muchas otras cosas, el retorno del president Puigdemont, que deseo muchísimo y que tengo ganas de poder estar reunido aquí con él tan pronto como sea posible, como quedamos que haríamos cuando lo fui a ver, puede ser un revulsivo, pero no será definitivo.
El próximo 31 de mayo la AMI celebra en Girona unas jornadas de cargos electos. ¿Cuál es el objetivo del encuentro?
El independentismo debe fortalecerse, debe hablar de independencia, debe volver a mirarse a la cara. En el municipalismo tenemos una fuerza importante. Tenemos miles de concejales y concejalas que son independentistas, que nos lo creemos y el objetivo es encontrarnos, hablar de ello, hablar de temas que preocupan a la gente y que están ligados a la independencia. Y es necesario explicar que el municipalismo catalán, o una parte de este municipalismo, es independentista, y trabajar desde aquí. Mirar qué podemos hacer todos juntos desde el municipalismo para avanzar hacia la independencia.
¿El municipalismo puede ser la punta de lanza para relanzar el movimiento?
El municipalismo es necesario para que el movimiento se relance. Si planteas que el municipalismo, donde el independentismo tiene presencia y fuerza, se coordina y se organiza para hacer acciones determinadas o para tener discursos comunes, para ayudar a difundir elementos clave para conseguir la independencia, pues eso evidentemente fortalecerá el movimiento independentista y creo que es hacia donde debemos ir.
¿Cree que el independentismo debería priorizar pactos como el suyo en Girona o el de Sant Cugat?
No hay una receta única para los 940 municipios. Y sería muy atrevido por mi parte decir cómo lo debe hacer todo el mundo. Hay muchas realidades, y eso siempre es difícil de decir. Ahora, en el momento en que vivimos, que el Estado nos va apretando cada vez más, debe haber espacios de trabajo compartidos en los municipios por los partidos independentistas. Si no es todo desde el gobierno, buscando espacios de gobierno y oposición donde pensar este municipalismo independentista. Eso seguro, no tengo ninguna duda.
¿Y su proyecto es a largo plazo, va más allá de este mandato? ¿Le gustaría repetir?
Siempre explico lo mismo. Aún no llevo ni los dos años, y esto es una posición importante, desgastante, y por el medio me han pasado muchas cosas. Estoy concentrado en hacer bien mi trabajo y no me he planteado mi futuro.
Y me decía que no tenía claro si repetiría más allá de 2027, pero ¿se ha planteado, o le han planteado, alguna vez dar el salto a la política nacional?
Puedo decir que no me lo he planteado. Y también puedo decir que ahora mismo, cuando termine mi tiempo de ser alcalde, me gustaría hacer un tiempo de barbecho institucional.

No quería terminar la entrevista sin preguntarle por la muerte perinatal de su hijo Ovidi, días antes de cuando debía nacer. Son unos hechos que a menudo se viven en la más estricta intimidad, pero ustedes han decidido compartirlo. ¿Por qué?
Básicamente por dos motivos. Uno, porque en la ciudad todo el mundo sabía que iba a ser padre y, por tanto, había un punto mío y de mi compañera de cuando volviéramos a salir a la calle queríamos que la gente supiera que había vuelto a ser padre, pero en este caso mi hijo había muerto. Yo siempre digo que soy padre de cuatro, pero solo tengo tres vivas. Y el otro motivo es porque ya había tenido contacto con el duelo perinatal y me habían explicado que una de las cosas más terapéuticas es, tanto para quien pasa por ello como para la sociedad en general, que estos temas dejen de ser un tabú. Por eso decidimos hacerlo público. Para nosotros ha sido muy terapéutico y me ha escrito muchísima gente que ha pasado por ello agradeciendo que diéramos este paso adelante para ayudar a visualizar el duelo perinatal. Y, por tanto, si con todo lo que nos ha pasado hemos podido ayudar a que la sociedad sea un poco mejor, bienvenido sea.
¿Abrir una puerta y hablar de ello?
He hablado con mucha gente que tuvo que vivirlo en silencio hace 15, 20, 30 años, y es uno de los peores recuerdos que tienen en su vida. Tener que vivir en silencio algo así. Respetando lo que haga cada uno siempre, porque no soy nadie para decir qué se debe hacer en un tema tan privado, pero creo que en la medida que se pueda es un tema del que debemos hablar.