El presidente Josep Tarradellas volvió antes de aprobarse la Constitución. Su retorno, y el restablecimiento de la Generalitat de Cataluña, -única institución republicana que sobrevive en la llamada Transición española-, abrió una nueva hegemonía política en el país. Cuando todo el mundo pensaba que el PSUC dominaba todo el espacio político, despacio, se erigió el nacionalismo de Convergència Democrática de Cataluña, en coalición con una formación histórica y emblemática del sobiranismo como Unión Democrática de Cataluña. Se llamó CiU. Su líder, Jordi Pujol recogía derecha, centroderecha, nacionalismo, parte del centroizquierda que se identificaba con la socialdemocracia de Olof Palme, la democracia cristiana que se asemejaba Manuel Carrasco y Formiguera y la derecha agrícola catalana con conciencia social.
A partir de 1980, Pujol comenzó una etapa donde CiU ganaba elecciones sin bajar del autocar, hasta llegar el relevo al frente de partido, con Artur Mas. El nuevo líder tampoco perdió ninguno de los comicios en que presentó como cabeza de lista, en 2003, 2007, 2010 y 2012, pero solo pudo gobernar dos medias legislaturas. En 2016, CDC quedaba inactiva y UDC empezaba un largo trance hasta ser liquidada en concurso por el juez y toda su memoria librada al Archivo Nacional de Cataluña.
La fía de CDC, el partido que todo lo había podido
CDC, el partido que todo lo podía, asediado por casos de corrupción y por la investigación por fraude fiscal al presidente Pujol y su familia, decidió hacerse el haraquiri

El nacimiento entorpecido del PDeCAT
Con Puigdemont a la presidencia de la Generalitat, Convergència celebró un doble congreso el julio de 2016. Por un lado, para empezar la liquidación del partido y, por la otra, creó uno de nuevo. Las cosas no podían haber ido peor. Las familias convergentes formaron sus ejércitos y se abrió una encarnizada batalla entre oficialistas, los aliolis, rullistes, gordonians,
Pero la difusión de las dos opciones de nombre que había desenterró el hacha de guerra entre sectores de la formación con una primera intervención, muy crítica, de la entonces alcaldesa de Sant Cugat del Vallès y presidenta de la Diputación, Mercè Conesa. De nada sirvió el intento de la dirección de formar una ejecutiva con Jordi Turull como secretario general y Miquel Buch como secretario de organización y dejar en manos de Neus Munté y Artur Mas el liderazgo institucional de la formación.
La batalla fue sin cuartel, tanto que, después de tres días de cónclave, no se pusieron de acuerdo ni en el nombre. De hecho, con el nombre tuvieron muchos problemas porque el avalado por las bases no se pudo registrar al ministerio del Interior porque ya había un partido con aquel mismo nombre. La nueva dirección también fue motivo de trifulca, y emergieron viejos rencores y contrapoderes de una formación avezada a tocar muslo a la administración. Finalmente, un acuerdo entre rullistes, la JNC y parte de los

El PDeCAT, a Junts de la mano de Puigdemont
El nuevo partido no tuvo un buen nacimiento. Cuando menos, no fue tranquilo. Antes al contrario, problemas por el nombre, por la dirección y por su definición ideológica. Incluso, el discurso de Puigdemont en aquel congreso fue más dirigido a pedir que le dejaran hacer que no a buscar complicidades orgánicas. Finalmente, lejos de llamarse Partido Demòcrata, como se había aprobado en consulta, se estableció Partido Demòcrata Europeu i Català, y su acrónimo PDeCAT. La nueva formación, además, sostenía el Govern de Carles Puigdemont en la época más convulsa de la autonomía, con la convocatoria de un referéndum de independencia a la vista.
El 27 de octubre de 2017 se declaró la independencia por parte del Parlament, pero no se aplicó. El gobierno español de Mariano Rajoy, con los votos del PP y el PSOE en el Senado, aplicaron el artículo 155 y convocaron elecciones para el 21 de diciembre de 2017. El PDeCAT no concurrió como marca, porque el liderazgo fue de la marca Junts per Catalunya.
La marca de la coalición electoral arreciaba la idea de unidad de las elecciones de 2015 –con Junts pel Sí– y buscaba relanzar el liderazgo de Puigdemont como presidente con el discurso de la restitución. De hecho, fue la cabeza de lista a pesar de estar al exilio. Quedó segundo con 948.233 votos y 34 escaños, solo por detrás de Ciutadans, que hizo el mejor resultado de su historia con 1.109.732 votos. ERC se quedaba con 32 escaños y con 12.000 votos y pico menos, 935.861 votos, con Oriol Junqueras de candidato, pero él sí que estaba encarcelado, como buena parte del Govern. Finalmente, con estos resultados Junts obtuvo la presidencia, no sin un desgaste importante y un deterioro durísimo de las relaciones con ERC. En esta ocasión, Junts y ERC invistieron el presidente Quim Torra, expresidente de Òmnium y exmiembro de Reagrupamient, uno de los partidos que formaba parte de la coalición desde la refundación del PDeCAT.

2021, pandemia y nuevos líderes
La inhabilitación del presidente Torra provocó una nueva convocatoria electoral, con la pandemia como decorado de fondo. Junts repitió marca, después del fiasco del intento de nacimiento de la Crida Nacional, una formación que tenía que ser un tipo de Scottish National Party (SNP), que había conducido la celebración del referéndum escocés de 2014 sin romper ningún plato. Un partido independentista unitario. ERC no compró la propuesta y la iniciativa pasó a mejor vida. PDeCAT ya se desentendió de Junts sin superar las heridas que había dejado la segunda asamblea de la formación. A las elecciones de 2021, la candidata efectiva fue Laura Borràs –Puigdemont era la cabeza de lista simbólico– y el PDeCAT presentó Àngels Chacón. Junts quedó en tercer lugar del podio, con 32 escaños y 570.539 votos, por detrás de los 33 del PSC y de ERC, que también tenían nuevos jefes de cartel, Salvador Illa y Pere Aragonès.
Unas durísimas negociaciones acabaron con el acuerdo del Soler, la masía de Prats de Lluçanès que regentan como masoveros la familia de uno de los
La aritmética que hoy por hoy sostiene el gobierno español de Pedro Sánchez hace que Junts sea indispensable para leyes como la de la amnistía o simplemente los presupuestos. Siguiendo su estrategia, los






