Las elecciones europeas del 9 de junio no despiertan pasiones. De hecho, siguiendo la idea de que unos comicios son la fiesta de la democracia, se podrían definir como un encuentro punk en un encuentro de puntaires. Aun así, la importancia de la Unión Europea, según la insistente propaganda y la realidad normativa, obliga a cumplir el protocolo del debate. Un debate en TV3 y Catalunya Ràdio, que ha contado con candidatos de carácter estatal y los que responden a partidos del que se denominan «de obediencia catalana». Un debate vivo, pero maleducado, que han hecho sudar la gota gorda a Xavier Coral que ya lo tenía difícil para hacer de árbitro de un debate complejo por formas y participantes: ocho representantes, algunos en catalán y otros en castellano.

La derecha extrema y la extrema derecha no han perdido la oportunidad y se han encargado de hispanizar el debate y entorpecerlo con malas formas, insultos, gritos, y desprecios a los adversarios. Además, han querido dirigirlo al público español. Como prueba, PP, Vox -que tiene un candidato de tercera mano como Juan Carlos Girauta– y Ciutadans, con el veterano Jordi Cañas, ha dirigido la primera pregunta al candidato del PSC, Javi López, que ha sabido driblar con oficio las invectivas de la derecha española visigótica. De hecho, solo Jaume Asens, de los Comunes, Diana Riba de ERC, Aleix Sarri de Juntos y Irene Montero, de Podemos, se han dirigido al PP.

Una imagen del debate de las europeas de TV3
Una imagen del debate de las europeas de TV3

Català, independentismo y amnistía

A pesar de que el debate se ha dividido en cuatro bloques, el Proceso y sus consecuencias han sido los verdaderos protagonistas. Ya se han encargado Girauta, Cañas y Eva Potchave del PP de sacar el espantajo, incluso, más veces que la curiosa imputación de la mujer del presidente español Pedro Sánchez, por una denuncia de Manos Limpias sobre la gestión de la compra de material sanitario de la pandemia. Pero, la amnistía y los acuerdos del bloque soberanista con el PSOE y Sumar han sido carnaza jugosa por la derecha españolísima que ha borrado del mapa el europeismo para cargar contra el independentismo y el exilio.

Una situación que ha mostrado una imagen inédita, cierta calma y entendimiento entre las formaciones independentistas -Orilla se ha desgañitado a recordar que Toní Comín, cabe de filas de Juntos que no podía ser presente en los estudios- y también con Asens, y sin atacar el candidato socialista, que hábilmente se ha abstraído del asedio de Vox, Cs y PP, con eficacia. La relación entre Cataluña y Europa ha sido el primer bloque y en el único donde se han visto los dos frentes con dos unidades de actuación. El temple de las izquierdas y los independentistas, como sí hubieran pactado algo, ha esverat Vox y Ciutadans que han perdido las formas con la práctica de un tipo de «cholisme» dialéctico, es decir, interrumpir el juego con faltas y el insulto habitual de «xenófobos» al independentismo.

La candidata del PP ha mesurado más las formas, pero ha apuntado una estrategia antiindependentista a escala europea para relacionar terrorismo, putinisme y declaraciones unilaterales de independencia. Incluso, ha apostado por uno «erasmus militar» que ha indignado a Orilla que ha tenido que rectificarle su apellido. En este sentido, el segundo bloque dedicado a la seguridad y la defiende también ha servido para envolver Rusia, la operación Volhov, el independentismo y la batalla ideológica entre los defensores de Israel y los que denuncian el genocidio de Gaza. Las posiciones se han mantenido y sin ningún anuncio especial e innovador, la división de las dos Españas que se ensaña con la cuestión catalana. El debate ha sido un nuevo ejemplo.

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