Solo unas horas antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, todos los escenarios permanecen sobre la mesa. Los últimos trackings electorales sitúan a Donald Trump y Kamala Harris codo a codo, con un indescifrable empate técnico alrededor del 48% de los votos populares. Las elecciones del próximo 5 de noviembre, además, decidirán también la inmensa mayoría del poder legislativo, con el conjunto de la Cámara de Representantes y más de un tercio del Senado sujeto a carreras paralelas a la de la Casa Blanca. Con todo por decidir, los dos candidatos han dedicado las últimas semanas de campaña a luchar por los conocidos como battleground states, aquellas circunscripciones sin mayorías claras previas, y que se volverán esenciales para la elección del 47º presidente de la federación. Ambos partidos han contribuido, además, a elevar la temperatura de una carrera que ya venía tensa: mientras el entorno de Harris ve en Trump un «autócrata en proceso de fabricación»; el campo republicano alimenta los eslóganes guerracivilistas de su caudillo, con recuerdos del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 y la amenaza flotante de no reconocer un hipotético resultado desfavorable.
En declaraciones al medio de Washington The Hill, el que fuera director de comunicaciones de Kamala Harris durante su vicepresidencia, el estratega demócrata Jamal Simmons, se mostraba especialmente inseguro ante el posible resultado. «Todo está empatado, y la composición del electorado es incognoscible. Hay demasiadas cosas este año que no tienen precedente», aseguraba. Ante la incertidumbre, los candidatos han intensificado su presencia en los swing states para intentar asegurar cualquier voto indeciso que quede en el territorio. Trump ha estado especialmente activo en el sur, con un cierre de campaña en Raleigh, Carolina del Norte, donde ha asegurado que «solo ellos pueden perder» las elecciones. También, sin embargo, ha buscado votantes en Pensilvania, un estado obrero donde los mensajes proteccionistas y las críticas a la administración Biden por la hiperinflación en la cesta de la compra pueden ser especialmente útiles. También el vicepresidenciable conservador JD Vance ha finalizado su ruta en enclaves esenciales de la blue wall -los estados tradicionalmente demócratas que suelen fundamentar cualquier victoria del partido del burro-. En un mitin final en La Crosse, Wisconsin, Vance ha arengado a las bases alertando que la del martes es «la última oportunidad» del movimiento para recuperar el poder.
Por su parte, Harris ha aprendido de los errores de Hillary Clinton, y ha oscilado entre Georgia y los estados industriales del medio oeste, especialmente Michigan y Wisconsin, que en 2016 se pintaron de rojo y garantizaron el Despacho Oval a los republicanos. En la última jornada seguirá los pasos de su rival, y cerrará la campaña en Pittsburgh y Filadelfia, los dos grandes centros productivos de Pensilvania, de la mano de estrellas del nivel de Ricky Martin, Oprah Winfrey o Lady Gaga. El gobernador progresista de Minnesota Tim Walz, la elección de la vicepresidenta para acompañarla en el tiquete, encabeza durante las últimas horas grandes actos de cierre en capitales del voto obrero tradicional -entre los que cuenta, aseguran sus aliados, con un especial atractivo: militar, exentrenador de fútbol americano y una cara amable para un discurso izquierdista que a menudo los podría espantar-. En Detroit, núcleo de la industria automovilística, Walz ofrecerá su programa económico, con una cierta expansión del estado social y penalizaciones para los especuladores del sector de la gran distribución alimentaria como principales atractivos; mientras que en Wisconsin recordará la intensa presencia del partido en el estado durante las últimas semanas, cambiando las dinámicas de la derrota de hace ocho años.

Movimientos en los campos de batalla
Los últimos movimientos de los candidatos han provocado intensos movimientos en las encuestas en los siete estados que decidirán las elecciones -así como en otros puntos que parecían decididos, pero que parecen no estarlo tanto-. En Pensilvania, foco de ambas campañas, los pollsters no se ponen de acuerdo: mientras que el estudio de la firma Research and Co. del último fin de semana otorga los 19 votos electorales del estado a Harris (48% a 47%), Patriot Polling ve a Trump ganador (50% a 49%), siempre con una imagen final ajustada. En Wisconsin, las cifras están más claras a favor de los demócratas: incluso un grupo de investigación interno del Partido Republicano, Trafalgar, da el estado a Harris -en una victoria que se volvería clave, dado que fue una de las circunscripciones que entregó la presidencia a Trump hace dos elecciones-. También lo están en Michigan, donde el promedio sitúa a la vicepresidenta dos puntos por encima de su rival. Con estos datos, la candidata sería capaz de replicar el logro de Biden e imponerse en los feudos históricos de los grandes sindicatos -a pesar de las tensiones que ha sostenido con parte del mundo obrero desde el inicio de la campaña-.
Más difícil lo tendrán los demócratas en Arizona, donde varios estudios ponen a Trump muy por encima de Harris, con ventajas de hasta cinco o seis puntos pocas horas antes de que se abran las urnas. Los demócratas, parece ser, no habrían sido capaces de movilizar el voto latino frente al discurso antiinmigración de los conservadores, muy funcional en las regiones cercanas a la frontera sur. La ventaja, cabe decir, es llamativa, dado que no se reproduce en la carrera para la cámara alta: el candidato demócrata al senado, Ruben Gallego, supera en todas las encuestas a la expresentadora de televisión Kari Lake, que ostenta el tiquete republicano. También se impondría en Carolina del Norte, según las últimas cifras: si bien el New York Times entregaba el estado a Harris a finales de octubre, el Emerson College sitúa a los conservadores un punto por encima. Igual que en el caso de Arizona, aparecen contradicciones: en la otra elección ejecutiva en el estado está prácticamente decidida. El demócrata Josh Stein superaría a su rival republicano, Mark Robinson, por más de 10 puntos. Los otros dos swing states flotan a favor de Trump, también por escasos votos: en el sur, Georgia parece girar después de elevar a Biden a la Casa Blanca sobre el impulso de las comunidades negras; mientras que en el noroeste, Trump se llevaría cómodamente los seis representantes de Nevada en la mayoría de escenarios previstos.

Iowa: la sorpresa Selzer
A pesar de la ligera ventaja de Trump en las encuestas de los estados en disputa, una carrera ha ocupado todas las miradas en las últimas horas. Se trata del pequeño estado de Iowa, con solo seis votos electorales -comparable a Nevada-, y feudo tradicional de la derecha. Allí, la histórica firma de estudios Selzer & Co, que ha acertado casi al décimo la distribución del voto en las últimas seis elecciones, da por ganadora a Kamala Harris con un 47% de los votos, por delante del 44% que otorgan a Trump. Cabe recordar que, incluso en un año de bajada, los republicanos se impusieron en las elecciones de 2020 por cerca de 10 puntos a Joe Biden; y los primeros trackings apuntaban que no habría partido, con márgenes de entre 12 y 15 puntos. Solo unas horas después, sin embargo, todo se ha revertido, a pesar de los intentos de los conservadores por refutar los resultados -«es mentira, ni siquiera estamos cerca», decía el mismo Trump-. Las lecturas de los analistas locales son diversas, si bien las dos más frecuentes son especialmente favorables a los demócratas. O bien Iowa ha girado a la izquierda -en un movimiento impulsado por las severas limitaciones al aborto impuestas por la gobernadora derechista Kim Reynolds-, o bien el resto de encuestas no son capaces de detectar un giro a favor de Harris que Selzer sí ha sabido leer.
El aborto, pieza clave
Las del próximo 5 de noviembre serán las primeras elecciones presidenciales después de la anulación de la histórica sentencia Roe v. Wade, que establecía la jurisprudencia por la cual el aborto se consideraba un derecho generalmente recogido en la Constitución. Los demócratas esperan atraer, tras este giro perpetrado por un Tribunal Supremo eminentemente conservador, el voto femenino en todos los demográficos -y así lo muestran diversas encuestas, con Harris a la cabeza por cerca de una decena de puntos entre las mujeres-. En hasta 10 estados, sin embargo, los electores podrán tomar decisiones específicas sobre el derecho a la interrupción del embarazo: en algunos, como en Montana -donde, por ahora, el procedimiento es legal salvo algunas excepciones- se busca el alcance universal; mientras que en Dakota del Sur, los constituyentes intentarán recuperar su legalidad en los primeros trimestres de gestación después de que fuera ilegalizado en 2022. En Nevada, la propuesta va aún más allá: en paralelo a la elección presidencial, los ciudadanos podrán forzar al legislativo local a codificar el derecho al aborto como ley -cumpliendo, a escala estatal, una de las grandes promesas incumplidas de Joe Biden durante su presidencia-.