«No puedo hacer más que luchar por ella hasta el final«. Jordan Bardella no parece querer aprovechar la vía libre para convertirse en el líder de la extrema derecha francesa. El joven presidente de Rassemblement National (RN) no acepta la inhabilitación de la líder y tres veces candidata a la presidencia, Marine Le Pen, por pagar cargos del partido con fondos europeos. Arremete contra la «tiranía judicial» en la que, acusa, se ha convertido Francia. Si el recurso que ya ha presentado Le Pen no prospera, sin embargo, Bardella será el ungido por los suyos para competir en el ciclo electoral que culminará con las presidenciales de 2027. Con solo 29 años, hijo de italianos y consumado apparátchik, ya era la apuesta a largo plazo de los ultras galos. El plan de sucesión, sin embargo, era a más largo plazo. De hecho, la misma Le Pen ha lamentado tener que «usar este gran activo antes de tiempo«, en caso de que su inhabilitación sea firme.

A pesar de los ecos de sucesión, Bardella se mantiene firme en su apoyo a Le Pen. Ha sido, de hecho, la punta de lanza de las acusaciones de RN contra la judicatura por la condena de la líder del partido. En una entrevista con la agencia Europe 1, ha acusado a los magistrados encargados del caso de «jueces rojos», reviviendo la estrategia que ya utilizó en su momento el primer ministro italiano Silvio Berlusconi a raíz del caso Mani pulite. La lealtad de Bardella hacia la líder ultraconservadora está imbricada con su carrera. Acumula 13 años como militante, y ha escalado de la mano de Le Pen desde entonces. Con 16 años se incorporó por primera vez a la formación y, según ha dejado claro en varias intervenciones públicas, «apoyaba a Marine Le Pen, mucho más que al Frente Nacional», denominación que el partido aún conservaba entonces.

Marine Le Pen, con Jordan Bardella, en un acto electoral de las pasadas europeas /  Europa Press / Contacto / Vincent Isore

La militancia de Bardella está ligada al sentimiento antiinmigración de la extrema derecha francesa. De hecho, detecta el inicio de su politización cuando solo tenía 10 años, a raíz de las protestas que sacudieron Francia por la muerte de dos jóvenes migrantes en Clichy-sous-Bois mientras los perseguía la policía. En 2014 accedió a la política institucional, cuando se convirtió en secretario del departamento parisino de Seine-Saint Denis con solo 19 años. Desde sus primeras tareas dentro del partido, el ascenso de Bardella ha sido meteórico: tres años después, en 2017, se incorporó al equipo de campaña de Le Pen para las presidenciales, las primeras que perdió contra Emmanuel Macron. Desde entonces, ha sido una de las caras más visibles del partido: en 2019 fue la primera espada de RN en las elecciones europeas, en las cuales terminaron como primera fuerza. En 2022, finalmente, fue designado presidente del partido y sucesor de la líder. En las elecciones internas derrotó por un margen gigantesco al otro condenado de la formación: el alcalde de Perpiñán, Louis Aliot. Fue entonces cuando se ganó el apelativo -especialmente desde las izquierdas- de «marioneta de Le Pen». De hecho, el consenso de los analistas políticos es que, si en algún momento llega a ocupar una oficina ejecutiva del país, todas sus decisiones estarían tuteladas.

Las dos caras de Bardella

Bardella se proyecta como un dirigente de un talante diferente al de Le Pen. Es el primer presidente de RN fuera de la familia fundadora, y ha tratado de tomar distancia respecto de los cuadros más tradicionales, vinculados al legado de Jean Marie Le Pen. De hecho, llegó a ausentarse de un acto con aliados internacionales porque uno de los ponentes, el ideólogo y antiguo estratega de Donald Trump, Steve Bannon, cerró su intervención con un saludo fascista. Ahora bien, ideológicamente es un calco de su mentora, con un discurso marcadamente xenófobo; y comparte espacios con la internacional reaccionaria en muchas de sus intervenciones fuera de las fronteras francesas. De hecho, compartió escenario e intervención con varias caras visibles del movimiento MAGA en una ponencia política en Tel-Aviv la pasada semana.

La líder del partido ultra Reagrupamiento Nacional, Marine Le Pen, en el juzgado / Europa Press/Contacto/Alexis Sciard

Mantiene, sin embargo, equilibrios frágiles: de cara al público ha mostrado una línea antielitista, de matriz populista, que apela a la voluntad de las bases contra unas administraciones públicas que considera alejadas de la realidad. Ahora bien, también ha sido una de las armas del Reagrupamiento de cara al mundo empresarial. En una intervención ante la dirección de la patronal Medef, la principal organización empresarial francesa, el heredero de Le Pen se presentó como una garantía de mantenimiento del status quo económico. «Formaremos parte de la alternancia económica saludable, y tendremos en cuenta el estado de la economía del país», declaraba, tratando de tranquilizar a un empresariado local que aún ve a la extrema derecha como una alternativa económicamente disruptiva. En parte de sus discursos más recientes, de hecho, se ha sumado a la tendencia global marcada por Elon Musk o el presidente argentino Javier Milei, con posturas fiscalmente conservadoras y proclives a recortes masivos en el sector público. «Lo que los franceses nos preguntan es qué hacemos con su dinero», decía en una reciente entrevista televisiva.

La extrema derecha barbuda

El gran atractivo de Bardella para la formación, más allá de su programa, es la conexión con el voto joven. Es un usuario competente de las redes sociales, donde mantiene un perfil ideológico, pero cercano al lenguaje de su público objetivo. Sin ir más lejos, acumula más de 2,1 millones de seguidores en su cuenta de TikTok, donde combina fragmentos de intervenciones públicas con memes populares en los reductos digitales de la extrema derecha francesa. Sin ir más lejos, el pasado miércoles publicó un corto video con una recopilación de clips de él mismo bebiendo copas de vino acompañadas del texto «lágrimas de izquierdistas». «Tenía un poco de sed», leía la publicación, que utilizaba para burlarse de varios líderes del partido de Jean-Luc Mélenchon, la Francia Insumisa. Así, el impulso de Bardella debe servir, en los planes de Le Pen, para renovar estéticamente y discursivamente la extrema derecha en el país -y, potencialmente, en Europa- sin cambios en el programa.

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