En pleno momento de agitación e incertidumbre para la diplomacia europea, los líderes del Viejo Continente presencian con impotencia el desmantelamiento de ochenta años de alianza transatlántica por parte del presidente de los Estados Unidos (EE.UU.), Donald Trump. En respuesta, el presidente francés Emmanuel Macron propuso la semana pasada a sus socios comunitarios una solución a la crisis de seguridad que enfrenta el continente: ampliar el alcance del paraguas nuclear francés para convertir a Europa en una potencia nuclear. De esta manera, Macron invita a los líderes europeos a replantearse la arquitectura de defensa del continente, insinuando que el arsenal nuclear de Francia podría jugar un papel clave en la conquista de una mayor autonomía defensiva ante el abandono de EE.UU. y la creciente amenaza de Rusia.

Si bien la idea de una Europa con capacidad nuclear ha encontrado tradicionalmente muchos detractores, los giros de guion de las últimas semanas han evidenciado la vulnerabilidad del continente y han obligado a la Unión Europea (UE) a replantearse algunos de sus principios fundamentales. Ante la imprevisibilidad y el caos de la administración Trump, responsable de las sonadas decisiones que están revirtiendo el orden internacional y reconfigurando alianzas, Europa parece haber asumido, finalmente, que los Estados Unidos no moverán un dedo para frenar a Rusia. En consecuencia, alternativas como la de Macron, que hace unos meses habrían sido catalogadas de disparate, se hacen ahora no solo realistas, sino que muchos actores las consideran inevitables. Friedrich Merz, futuro canciller de Alemania, declaró la semana pasada que estaba dispuesto a ponerse bajo la disuasión nuclear francesa, haciendo un llamado a la independencia europea ante la pérdida de valor de una Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) dinamitada desde dentro por el magnate estadounidense.

La disuasión nuclear, un juego peligroso en tiempos de incertidumbre y tensiones globales

La apuesta por la disuasión nuclear evoluciona en paralelo al conflicto armado. Es una estrategia basada en la idea de que la fuerza devastadora de las armas nucleares protege a las naciones que las poseen ante posibles acciones hostiles de otros países. Un estado puede sentirse tentado a emprender acciones ofensivas contra otro cuando solo enfrenta la amenaza de una respuesta convencional, como ha hecho Rusia con Ucrania. Sin embargo, en caso de una respuesta nuclear, el «principio de destrucción mutua asegurada» actúa como elemento disuasorio. «La lógica del armamento nuclear consiste en tener secuestrada a la población de tu enemigo, haciéndole saber que puedes destruir su país en cualquier momento», explica a El Món Amadeu Blasco, experto en disuasión nuclear.

Un míssil balístic intercontinental Yars, amb capacitat termonuclear, durant la desfilada pel Dia de la Victòria a Moscou / Europa Press / Gavriil Grigorov / Kremlin Poo
Un misil balístico intercontinental Yars, equipado con cabezas termonucleares, durante el desfile por el Día de la Victoria en Moscú / Europa Press / Gavriil Grigorov / Kremlin Poo

Esta lógica macabra ha sustentado la seguridad internacional desde el final de la Segunda Guerra Mundial, evitando conflictos directos entre las principales potencias nucleares desde entonces. «Durante la Guerra Fría, los EE.UU. impusieron sus reglas del juego y Europa las aceptó para poder formar parte del bando occidental y cobijarse bajo el paraguas nuclear estadounidense. En parte, esta es una de las razones por las cuales muchas naciones no impulsaron sus propios programas de desarrollo nuclear«, explica Blasco. Ahora que las alianzas han cambiado, muchos de estos países se han visto desposeídos de este seguro de vida que suponía el amparo atómico estadounidense.

Según la organización humanitaria Norwegian People’s Aid, el aumento progresivo en el número de cabezas nucleares activas y las amenazas abiertas de utilizarlas —debido a tensiones geopolíticas y conflictos abiertos que involucran países con arsenal nuclear— han situado el riesgo de confrontación atómica en niveles equiparables a los de la Guerra Fría. Para hacerse una idea, el arsenal nuclear actual se estima en unas 12.000 cabezas. Esto equivale, en términos de potencia, a 135.000 bombas como la que arrasó Hiroshima en 1945. A menos que haya un gran avance en el control y el desarme nuclear, nada hace pensar que esta tendencia se pueda revertir en el futuro.

Francia, ¿la alternativa defensiva a los Estados Unidos?

Según un informe de la Arms Control Association, Francia ocupa actualmente la cuarta posición mundial en poder nuclear, con un arsenal de 290 cabezas nucleares. En primer lugar, se encuentra Rusia, con 5.580 cabezas, seguida de los Estados Unidos, con 5.225. Lejos de la disputa entre las dos grandes potencias de la Guerra Fría, China ocupa la tercera posición, con 600 cabezas. El Reino Unido, el otro país europeo con arsenal nuclear, es quinto con 225.

Varios expertos han interpretado las declaraciones de Macron sobre la creación de un paraguas nuclear francés para Europa como un intento de emular la disuasión estadounidense asignada tradicionalmente a la OTAN. Sin embargo, es importante tener en cuenta que París continúa fundamentando su doctrina nuclear en el concepto de «suficiencia estricta»: su arsenal tiene un carácter fundamentalmente defensivo en el sentido de que se sabe que le permitiría infligir daños equivalentes al «valor de Francia». Esta estrategia, diseñada por Charles de Gaulle para romper con la dependencia estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial, garantiza que cualquier ataque contra los intereses vitales franceses conllevará un coste superior a los beneficios que se podrían obtener. Por lo tanto, sobre el papel, Francia no tendría la capacidad necesaria para asumir la defensa del continente europeo, ya que su arsenal está enfocado a garantizar únicamente su propia seguridad.

Sin embargo, Blasco defiende la viabilidad del paraguas nuclear francés en tanto que no se puede menospreciar a ningún país con estatus nuclear, por pocas cabezas de las que disponga. «Tan solo 10 misiles son suficientes para arrinconar a una potencia como Rusia o los EE.UU. No se trata de destruir el país por completo, sino de atacar las infraestructuras clave, desde los accesos a las ciudades principales hasta los centros de poder político y económico», explica el experto. «En este sentido, un ataque nuclear sobre Sillicon Valley o sobre el Capitolio podría desestabilizar por completo a los EE.UU. y provocar una anarquía generalizada en el país», añade. Siguiendo esta lógica, las 290 cabezas nucleares de Francia serían más que suficientes para responder a las necesidades de seguridad del continente europeo, a pesar de la sustancial diferencia respecto a los arsenales ruso y estadounidense.

El president de França, Emmanuel Macron, durant una intervenció a Brussel·les / Consell Europeu
Macron, a pesar de los cambios de postura, busca perfilarse como el nuevo garante de la defensa europea / Consejo Europeo

Por otra parte, la tradicional ambivalencia de París a la hora de compartir su arsenal nuclear plantea dudas sobre el compromiso real de Macron con esta nueva estrategia. En 2020, el presidente francés subrayó que “los intereses vitales de Francia tienen una dimensión europea” e instó a sus socios a prepararse para incluir el elemento nuclear en el esquema de defensa europeo. Sin embargo, dos años después cambió de opinión afirmando, en el contexto de la invasión rusa, que estos «intereses vitales» no se verían amenazados en caso de un ataque nuclear contra Ucrania. Esta falta de consistencia estratégica se entiende mejor teniendo en cuenta que la doctrina de Francia no define un enemigo concreto. «Los EE.UU. identifican a China, Rusia, Irán o Corea del Norte como posibles agresores con capacidad para poner en riesgo su existencia. Francia, en cambio, no lo hace. En cierto sentido, es una manera de decir implícitamente que incluso Washington puede ser un potencial enemigo», subraya Blasco.

Con la OTAN en “muerte cerebral” y la UE luchando contra su propia irrelevancia en las negociaciones de paz en Ucrania, Macron quiere sacar provecho del naufragio europeo para erigirse en garante de la defensa del continente ante las crecientes amenazas externas. De momento, ya ha anunciado su intención de desplegar aviones de combate armados con bombas nucleares en Alemania. Hasta qué punto su compromiso se mantendrá firme esta vez es, de momento, una incógnita.

La autonomía defensiva de Europa, incompatible con las ambiciones estadounidenses

Arropada en el apoyo de los EE.UU., Europa ha sido incapaz de invertir en su propia seguridad durante décadas. El nuevo plan de defensa anunciado por Von der Leyen la semana pasada como respuesta al cese de la ayuda militar estadounidense a Ucrania intentará revertir esta situación, obligando a los 27 a aumentar de manera considerable un gasto militar que aún se encuentra por debajo del 2% del PIB en la mayoría de estados.

Los avances de Europa en la construcción de su propia defensa son recibidos con preocupación en los EE.UU., especialmente en lo que se refiere al paraguas nuclear. Así lo interpreta la Federación de Científicos Estadounidenses (FAS), influyente think tank que, aunque no representa la visión oficial de la Casa Blanca, mantiene posturas alineadas con el establishment científico y político del país. En un artículo publicado recientemente, la organización, fundada por científicos del Proyecto Manhattan -responsable del desarrollo de las primeras armas nucleares-, afirma que «cualquier estado que adquiera sus propias armas nucleares reduce la capacidad de los Estados Unidos de influir, controlar o dictar los resultados de seguridad en ese estado y su región». La FAS justifica así el papel de Washington como gendarme del mundo en un posicionamiento que ilustra la desconfianza con que la potencia estadounidense observa el desarrollo de una nueva arquitectura de defensa europea.

Encaixada de mans entre Putin i Trump durant el primer mandat del republicà. Els dos líders encara no s'han reunit d'ençà que el republicà va tornar a la Casa Blanca, fet que s'espera que succeeixi aviat / Europa Press / White House
Encuentro entre Putin y Trump durante el primer mandato del republicano. Los dos líderes aún no se han reunido desde que el estadounidense volvió a la Casa Blanca, hecho que se espera que suceda pronto / Europa Press / White House

A ojos de Blasco, el paraguas nuclear francés ofrece en estos momentos más seguridad que cualquier garantía que provenga de Washington. «Aunque Trump cambie de estrategia y restablezca las alianzas con Europa, nada garantiza que, ante un ataque contra el continente, los EE.UU. saldrán en su defensa». De hecho, la FAS hace un llamado a la no proliferación del armamento nuclear fuera de territorio estadounidense «en la medida que la seguridad de los Estados Unidos se ve reforzada por su capacidad de influir en la manera de actuar de los estados de todo el mundo«. La lógica es clara: una mayor autonomía de Europa supone una menor capacidad de control de los EE.UU. sobre esta.

Hacia una nueva arquitectura de defensa europea

La historia de la disuasión nuclear está marcada por un sinfín de malentendidos y accidentes potenciales entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, que en más de una ocasión dejaron al mundo muy cerca de un holocausto nuclear. Ahora, mientras Trump desmantela a golpe de decreto los acuerdos de seguridad posteriores a la Guerra Fría, se está abriendo paso una nueva conciencia. “Algunas de nuestras premisas fundamentales están siendo socavadas hasta los cimientos”, escribía la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a los líderes de la UE antes de la cumbre de la semana pasada. El sentimiento de abandono por parte de los países de la OTAN está impulsando la búsqueda de seguridad y estabilidad en un entorno cada vez más volátil.

Ante la falta de unidad estratégica, Europa puede encontrar en el arsenal nuclear francés un pilar que funda la construcción de una nueva arquitectura de defensa comunitaria. Esta sinergia requerirá confianza entre los estados miembros y una evaluación común de la amenaza, además de humildad por parte de Francia a la hora de compartir el poderoso elemento nuclear. Jean-Noël Barrot, ministro de Asuntos Exteriores francés, explicaba la semana pasada que “nunca ha existido un riesgo tan elevado de una guerra en Europa, el frente está cada vez más cerca”. En manos de los líderes europeos está adaptarse y perdurar en el incierto escenario de seguridad que se perfila sobre el Viejo Continente.

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