Núria Germà y Eva Bes son dos catalanas que viven en Israel desde hace años. Se encuentran en medio de la guerra que estalló el 7 de octubre de 2023 y, en los últimos días, en el cruce de ataques con misiles entre Irán e Israel, una situación que ha elevado la tensión y ha provocado 24 personas muertas y más de 1.217 heridos desde el pasado viernes en tierras israelíes y cientos de muertos en el país persa. En conversación con El Món, ambas admiten que viven esta situación con nerviosismo y miedo, aunque manifiestan confianza en la actuación del ejército israelí por la «protección» que ofrecen a «todos los ciudadanos». Son días de dormir poco porque los misiles lanzados por Irán obligan a los ciudadanos a estar alerta cuando reciben las alertas en los dispositivos electrónicos. Las sirenas para que la población se resguarde en un búnker pueden sonar a cualquier hora del día. «Los ataques de Irán son una ruleta rusa con misiles muy bestias», resume Eva Bes.
«Es una situación muy fuera de lo normal, a pesar de que llevamos casi dos años de guerra y la gente que vivimos aquí tenemos que gestionar la guerra en nuestro día a día tanto físicamente como emocionalmente y estratégicamente», dice Bes, que vive en Israel como periodista freelance desde el año 2008 y actualmente reside en Shoham, a medio camino entre Tel Aviv y Jerusalén. Destaca que «Irán está disparando cohetes de hasta media tonelada de carga explosiva, y esto implica que cuando fallan las cúpulas defensivas que tiene Israel cae un misil y la destrucción es brutal», y añade que «podemos destruir 60 edificios». «Si no existiera una defensa activa podríamos estar hablando de un millón de personas muertas», advierte, porque las primeras noches dispararon una cincuentena de cohetes por noche, una cifra que, según Bes, «ha bajado» después de que Israel haya centrado sus ataques contra la cúpula militar iraní.
Núria Germà, que hace doce años que vive en Israel y reside en Ashdod, una ciudad costera a 40 kilómetros de Tel Aviv y de la Franja de Gaza, explica que viven los ataques de Irán con misiles balísticos con «ansiedad», y detalla que en casa no tienen habitación de seguridad y, por lo tanto, tienen que desplazarse de la séptima planta al sótano del edificio, que es donde está la zona de seguridad comunitaria. «No son las bombas de Hamás», subraya, y deja claro que «un impacto de un misil de Irán te deja sin edificio». Sobre el funcionamiento de las alertas, Germà, que trabaja como supervisora en una farmacia, expone que «hasta ahora nos avisaban veinte minutos antes con una alarma en los teléfonos para empezar a buscar un lugar seguro y tenías este tiempo para resguardarte, pero unos diez minutos antes, que ahora se han convertido en tres, nos avisan que tenemos que entrar al refugio porque ellos ya saben dónde impactará el proyectil».
Explosiones «muy bestias»
Bes también detalla este procedimiento y, en un momento de la conversación con este diario, le suena la alarma en el teléfono. Entonces se corta momentáneamente la conversación. «Cuando entra una alarma, detiene todo lo que estás haciendo con el teléfono», puntualiza cuando se recupera la llamada. «Las explosiones son muy bestias», afirma Eva, y pone el ejemplo del misil que cayó en Bat Yam, a 20 kilómetros de su casa. «Se sentía como si lo hubieran lanzado directamente a mi edificio», dice, y añade que «los edificios tiemblan a veinte kilómetros de distancia». Además, señala que «si recibes un impacto directo, aunque estés en un refugio, no te puedes salvar». Por eso define la situación actual como «una ruleta rusa con misiles muy bestias» y puntualiza que la gente vive la situación con un «grado de estrés superior» desde que estalló la guerra en el año 2023.

«En el refugio sentimos cómo caen los misiles, las explosiones en el cielo de los cohetes interceptados. Lo sentimos todo, y cuando no hay peligro recibimos otro aviso para abandonar el refugio», relata Núria, y explica que cuando baja al refugio va con un kit de primeras necesidades con «comida, bebida, un equipo de primeros auxilios y todo lo necesario para pasar allí dos o tres días, por si el edificio cae por el impacto de un misil» y tardan en poder salir.
Aun así, Núria asegura que se sienten «seguros» a pesar de que las estructuras para detener los proyectiles «no son 100% efectivas, porque están hechas para detener un número limitado de cohetes». Pero está convencida de que el ejército de Israel clasifica cuáles paran y cuáles no, y prioriza detener aquellos cohetes más peligrosos. «Tenemos un ejército que nos protege», sentencia, y afirma que «cuida mucho de la población civil» y desde el 7 de octubre de 2023, a raíz del ataque de Hamás, ha puesto refugios portátiles en las calles para que «todo el mundo esté protegido». En este sentido, la Eva Bes destaca la importancia de estar muy informado porque «cuando sabes lo que tienes que hacer actúas y después gestionas el estrés como puedes», y manifiesta que «la gente confía en el ejército israelí porque no tiene plan B». Para ella, esta guerra «no es una locura que le ha dado a Benjamin Netanyahu», porque Irán es el «cabeza del pulpo» y Hezbollah y Hamás son «sus tentáculos». Tiene muy claro que todo lo que está haciendo el ejército israelí es para tener unos años de tranquilidad y recuerda que Irán también ha amenazado a Europa.
Reclaman a Hamás que devuelva los 53 rehenes del 7 de octubre de 2023
Sobre la durísima actuación de Israel en la Franja de Gaza, Núria Germà admite que «es una cuestión complicada», pero manifiesta que «el 7 de octubre Hamás cometió una masacre y todavía hay 53 secuestrados en Gaza». «Son mis vecinos, y los quiero en casa», argumenta. Y, aunque admite el sufrimiento de la población civil palestina, subraya que también «ha habido un sufrimiento muy grande en Israel». «Que liberen a los secuestrados», insiste, y señala que a ella le hizo «mucho daño ver civiles escupiendo cadáveres, ver misiles en las escuelas y ver cómo Hamás intercepta camiones de ayuda humanitaria». «Claro que me duele, pero quiero a los secuestrados en casa», insiste, y subraya que «en Israel todos somos uno y lo que le pasa a mi vecino me pasa a mí».
En este sentido, explica que el sobrino de su vecina está secuestrado por Hamás y «cada día rezamos para que vuelva». «Toda esa gente que pide a Israel que pare la acción en Gaza debería ponerse en la piel de las familias que tienen a alguien secuestrado desde octubre de 2023″, pide, y deja claro que «si Israel quisiera hacer daño no quedaría nadie en Gaza». «Ha habido un sufrimiento muy grande en Israel, tanto por los secuestrados, que nos los sentimos de casa, como por los cohetes lanzados indiscriminadamente contra Israel y que Europa no ve», dice. «Gracias a la defensa no tuvimos mucha destrucción ni bajas, pero eso no quiere decir que no sufriéramos un intento de eliminación», añade.

Eva Bes señala que el tema clave para ella, como también apunta Núria, son los secuestrados. «El uso que hace Hamás de estos secuestrados hace mucho daño entre la población civil», dice. Y denuncia «el uso indiscriminado» que hace Hamás de las áreas civiles de la Franja de Gaza. «Los civiles de Gaza son víctimas, pero primero de todo son víctimas del mismo Hamás», afirma. Con todo, indica que la guerra en Gaza se acabaría si Hamás entregara los 53 rehenes», pero también alerta que «Israel no se puede permitir el lujo de terminar la guerra y que Hamás siga en el gobierno». «Es un conflicto que va por capas y hay que entenderlo, pero para defender y apoyar al pueblo palestino lo primero que hay que hacer es liberarlo de Hamás», concluye.