El escritor, articulista y traductor Jordi Puntí (Manlleu, 1967) ha vuelto a primera línea del mundo de la literatura con su nueva novela
¿De dónde nace
Bien, hay varios puntos de origen. Hay un primer origen, si tengo que ir muy atrás, que es en mi niñez. Cuando yo tenía diez años, más o menos, bajaba a Barcelona el fin de semana con mis padres y siempre quería pasar por delante del Ritz para ver el Rolls-Royce del Cugat. Me fascinaba. Desde pequeño he tenido una atracción especial por Nueva York, a pesar de que parece inexplicable porque mi familia nunca había sido especialmente viajera. Supongo que las películas me dejaron cautivado, especialmente la Metrópolis de
¿Y los otros puntos de origen?
Siempre me han atraído mucho las historias de los catalanes que se van fuera. La idea de alguien que se va y pierde su horizonte para buscar otro, y su vida cambia, descubre nuevas actividades y una nueva manera de hacer, pero no siempre pierden sus raíces. Xavier Cugat se fue de Cataluña cuando tan solo tenía 5 años y no volvió hasta que tenía casi 78 años, una vida después. Ahora bien, a pesar de que hacía muchos años que no volvía, nunca perdió el acento ampurdanés, y en las entrevistas se puede ver, porque seguía hablando catalán con sus padres y hermanos. En
Para poder escribir sobre la vida de Cugat ha hecho falta mucho trabajo de documentación. ¿Cómo ha sido el proceso?
Pedí una beca para poder investigar a fondo la figura de Cugat desde Nueva York, y me la concedieron. Una vez allá, en la Biblioteca de Nueva York, uno de los grandes fondos universales, empecé a indagar sobre su vida. Recuerdo descubrir una revista que se hacía en catalán, La Habana a finales del siglo XIX, y allá es donde encontré la primera impronta de Cugat en las Américas: el primer concierto que hizo, cuando todavía era solo un estudiante de unos 10 años, a la Academia del Conservatorio de La Habana. A medida que indagaba e iba descubriendo más la vida de Cugat empecé a ver que era un gran mentiroso y un grande fabulador. Una idea que intento desarrollar a lo largo de la novela. De hecho, llega a un punto de su vida que, por alguna razón que intento averiguar, Cugat empieza a inventarse cosas para hacer más épica su existencia.

Así pues, la vida de Cugat ya era una novela por sí misma.
Exacto, la vida de Xavier Cugat ya es una novela por sí misma, ya lo ha escrito él. Con Confeti he tenido que hacer un salto mortal para inventarme un narrador que desde fuera mire la vida del artista y nos lo explique, puesto que nos permite entender los juegos con la ficción. A diferencia de una biografía pura, crear un personaje inventado que haga de narrador me permite romper con los tópicos establecidos sobre la vida del artista y adentrarme en otros aspectos de su vida.
En el libro se ve reflejado, pero, que no todo es bonito.
Cugat siempre busca mostrarse feliz, y más teniendo en cuenta que era una persona que vivió de su éxito y el reconocimiento público, pero esto también destapa el miedo al fracaso y, incluso, a la soledad. Cuando se encontraba con este problema, pero, siempre reaccionaba inventándose una nueva mentira para recuperar la sensación de seguridad y demostrar que toda su vida era maravillosa. De hecho, el título de
De hecho, este es uno de los motivos por los cuales siempre iba acompañado de chicas más jóvenes, por mucho que él se fuera haciendo más grande, como si fueran un escaparate. Y también lo hacía con sus perros Chihuahua. El ejemplo más claro de la finalidad que tenían sus parejas para Cugat es su último matrimonio, Charo Baeza. Ella tenía 18 años cuando empezó a salir con Xavier Cugat, que ya se acercaba a la septuagésima. Es un contraste mucho bestia que desafía la lógica.
¿Cómo nos podríamos imaginar Xavier Cugat hoy en día?
Bien, yo creo que hoy en día, cuando intento imaginarme Cugat en el presente, creo que pasan dos cosas. Por un lado, su actitud seguramente sería ‘cancelable’, es decir, sus estándares de dominación y su machismo inherente no tendrían cabida en un contexto actual; pero al mismo tiempo, Cugat tenía una visión muy ‘moderna’ en la época en que vivió, puesto que se exhibía constantemente. Una manera de hacer que se asemeja mucho al actual.
¿Se refiere a las redes sociales?
Creo que si hoy en día Xavier Cugat tuviera sus redes sociales sería una persona muy activa, estaría constantemente generando contenido. Seguramente sería instagramer o tiktoker, y esto se ve porque ya en su época fue el primero en usar la publicidad para promocionarse. Y no solo con la publicidad, también fue un pionero en el merchandising. Cuando nadie había empezado a explorar este campo, Cugat ya vendía bombones con su nombre. Recuerdo, también, que uno de los regalos que más triunfó en Nueva York en Navidad fueron unas maracas con su nombre, puesto que la gente las quería porque Cugat era una persona famosa, un referente.
Cugat fue, entre otros, el impulsor de la música latina en los Estados Unidos y se convirtió en un pilar fundamental de la escena artística de la época. ¿Habría tenido el mismo éxito hoy en día?
Él tuvo el impacto que tuvo porque sembró la semilla en un campo virgen, nadie conocía la música latina en los Estados Unidos cuando la introdujo. Hoy en día, teniendo en cuenta que los géneros musicales están mucho más marcados, quizás le costaría mucho más encontrar su estilo propio. Creo que, muy seguro, haría música popular con raíces cubanas, pero teniendo en cuenta que era una persona afanosamente de ser el centro de atención, quizás nos acabaríamos encontrando con un artista prototípico de Eurovisión. Este tipo de artistas que siempre buscan las luces y rodearse de personas que lo adulan y lo admiran.

Cugat, pero, nunca acabó de encajar en ninguna sociedad…
Esto también es cierto. En Cataluña lo veían como el hombre que había emigrado, en Cuba lo veían como un catalán y en los Estados Unidos como un español, pero nunca acababa de encontrar su lugar. Es por eso que creo que acabó volviendo. Cuando llegó a Cataluña después de más de 70 años, la dictadura franquista ya había llegado a su fin y se respiraba una sensación de libertad, de alegría, que le permitían renovarse, puesto que en los Estados Unidos ya no lo contrataban en ninguna parte. Yo siempre digo que cuando un músico acaba en Las Vegas es que ya no lo quieren en ninguna parte más, y ya no tiene nada más a explicar. Ahora bien, cuando vuelve a Cataluña lo reciben como una persona nueva que tiene muchas cosas para enseñar, puesto que aquí no se sabía casi nada de su vida.
Una especie de renovación personal.
Exacto, fue como una resurrección. Aquí iba a entrevistas, volvía a salir por la radio, participaba en inauguraciones y hacía varias actuaciones, independientemente de si fueran botifarrades, calçotades o el que fuera. Él siempre buscaba mantener el contacto con la gente. La ligereza vital con la cual encaró su vida, con todas las cosas buenas y malas, lo acabó convirtiendo en un ciudadano del mundo.