Habla de la política valenciana sin tapujos, pero escribe de otras cosas. Este es el Ferran Torrent que se ha visto esta semana en Barcelona, donde el escritor de Sedaví (Horta Sud) ha presentado El jo que no mor (Columna), su nueva novela. Se trata de una obra «transversal»: rechaza la etiqueta de negra. No es una obra de género, asegura, pero sí admite clasificarla como «histórica». Transcurre en la Valencia de 1966, bastantes años atrás para merecer esta consideración. Sea como sea, es una narración «sobre la identidad» donde «nadie es quien aparenta y todos utilizan una identidad falsa, empezando por Ava Gardner, que va a Valencia con nombre falso», haciéndose pasar por una millonaria anónima.
En este marco, en plena guerra fría, Torrent sitúa al falsificador Regino, el protagonista, que hace tratos con un general del régimen de Franco en una ciudad llena de espías, del Mossad y soviéticos. La otra gran protagonista es la ciudad, sobre todo la arquitectura de la Valencia moderna, la de principios del siglo XX, que el autor considera «importante», porque «refleja un cambio social y político», y «preciosa», con toques de modernismo.
Unos políticos «inútiles totales»
Esta es la Valencia que acoge la ficción de Ferran Torrent, pero el escritor no deja de ser, también, un ciudadano con una visión muy crítica sobre las instituciones y los políticos de su entorno. Como «triple afectado» por la DANA –»casa, coche y la tienda» de una hermana–, no se priva de hablar de ello nada más comenzar el encuentro con la prensa convocado por el Grupo 62 en la librería Ona. «Como me vais a preguntar por eso, ya podemos empezar hablando de ello», suelta poniéndolo fácil. Y enseguida deja caer que tres meses después del desastre está «casi todo por hacer». La causa de la lentitud en la reparación de los destrozos y la llegada de ayudas es que «los políticos valencianos son unos inútiles totales, sin ninguna autoridad en Madrid que es donde se ha de tener». Está convencido de que si la riada hubiera sido en Madrid, el País Vasco o Cataluña todo iría más rápido. «Madrid porque lo fagocita todo y Cataluña y el País Vasco crean problemas políticos, a diferencia de los valencianos», añade.
Solo admite dos excepciones, la delegada del gobierno español, Pilar Bernabé, que ha pisado «todos los pueblos» afectados. «Ahora les tocaba ir por el barro y aguantar si les increpan, y ella lo ha hecho», asegura. También reconoce que el Consorcio de Seguros se está comportando correctamente. Pero en cuanto a todo lo demás, es mucho más crítico: «Las ayudas de la Generalitat Valenciana, como tenemos una autonomía de mierda son ayudas de mierda», resume.

Si compara la Valencia reflejada en El jo que no mor, la de los años 60, con la de ahora, tampoco consigue ser optimista. «El País Valenciano sigue siendo el balneario de España. Desde la democracia ha habido retroceso político. Valencia ha pasado de ser una de las capitales más importantes del estado a ser la capital de la segunda comunidad peor financiada. Esto es porque si no creas un problema político, si no molestas, no te hacen caso», concluye.
Pero de todo esto, de la DANA y de lo que la rodea, no tiene ninguna intención de escribir como autor literario. «No hay espacio, se ha hablado mucho», argumenta. En cambio, recuerda que hay una riada, la de 1949, «la de los gitanitos», de la que se saben muy pocas cosas, por la época en que se produjo y porque los afectados eran los más desfavorecidos de la sociedad, los que vivían alrededor del río, los que no tenían nada. «Ahí sí que hay una novela», advierte. Pero no quiere decir que piense escribirla él. Su siguiente narración transcurrirá en 1973. Habrá unos anarquistas que intentan atentar contra Franco, la CIA dirigiendo la Transición en el País Valenciano y el desengaño de los comunistas.
Un final que justifica el título de la novela
Y mientras sus lectores esperan el momento de adentrarse en la Valencia de 1973, pueden refugiarse de la de 2025 descubriendo la de 1966 con Regino y sus falsificaciones, el general Francisco Moreno –uno de los que aceptó sobornos del Reino Unido de Churchill para convencer a Franco de que España no entrara en la II Guerra Mundial–, el director de hotel Manuel Estornell amigo de Hemingway y una visita misteriosa –e inventada– de la actriz Ava Gardner a la ciudad. Y atención al final, que es «el que justifica el título». «Primero la novela tenía otro título, era El perquè no importa, y la editorial me dijo que no era un buen título, y vi que tenían razón», admite. Así ha sido como el libro ha llegado a las librerías como El jo que no mor.