Joan Gràcia (Barcelona, 1957) se ha ganado la vida como humorista, actor, director, productor y también guionista. Conocido por haber formado parte de Tricicle junto a Paco Mir y Carles Sans, ahora cambia de registro, recupera la voz y lo vemos reconvertido en cantante en el grupo The Rock Killers. El artista, con un toque teatral único, se dirige a los amantes de los clásicos del pop-rock en un proyecto que deja atrás su experiencia como mimo. Días antes de que actúe en la sala Wolf con su banda, El Món habla con él para descubrir esta nueva faceta y también para rememorar la labor en la icónica compañía teatral.
Vaya cambio de faceta y de vida, de mimo a cantante. ¿Cómo ha pasado eso?
No creo que haya sido un cambio de vida como tal porque continúo actuando, pero sí que fue curioso. De repente, un día, un amigo me oyó cantar. Él tocaba la batería en este grupo y me dijo que le parecía que cantaba bien. Yo le dije que no, que yo sí sabía qué era cantar bien porque soy director artístico de un cabaret en Ibiza donde hago castings de cantantes. Me gusta la música y tengo muchos amigos que son cantantes, así que era consciente de que canto lo que puedo cantar. Él, sin embargo, insistió y me dijo que fuera a hacer una prueba con ellos un día. Fui a su local de ensayo, probé, y la verdad es que no me dijeron que me fuera. Me lo pasé bien y aquí seguimos.
Y, en ese momento, crearon The Rock Killers con el que actuará ahora en la sala Wolf de Barcelona?
Su grupo no tenía nombre, así que decidimos que le pondríamos uno divertido y escogimos The Rock Killers. Nos llamamos los asesinos del rock porque cantamos rock e intentamos hacerlo lo mejor posible, pero si hacemos una versión de los Rolling Stones, no somos los Rolling o si hacemos Beatles, pues no somos Beatles. No asesinamos la música, nosotros optamos por hacer versiones bastante alejadas de las canciones de ellos. De hecho, algunas canciones las aceleramos, otras las ralentizamos… y de alguna manera hacemos eso, versiones, entre comillas, más divertidas. No trasladamos Tricicle al mundo de la canción, pero sí que ofrecemos conciertos que no es simplemente venir a cantar 18 canciones y ya está. Nosotros cortamos, nos equivocamos a propósito, hacemos juegos así y hacemos más espectáculo que un concierto.

¿Cantan solo pop-rock internacional? ¿O también tienen algo catalán?
Cantamos Beatles, Rolling, Elton John, Loquillo… sobre todo pop-rock español, pero también hacemos mezcla. Tomamos canciones de estilos muy diferentes y las mezclamos, por ejemplo, acaba siendo divertido escuchar la mezcla de una canción de Ronaldos, Beatles y Jaume Sisa. Imagínate, la verdad es que queda muy bien.
¿Es bueno y lo suficientemente potente el pop-rock catalán?
Yo creo que sí, yo creo que sí que tiene fuerza. A los 68 años, sin embargo, estoy bastante alejado de los grupos actuales y siempre digo que mis grupos son Sau, Sopa de Cabra… Si tocamos algo en los conciertos siempre es de Sisa o de Serrat. Sí que hacemos canciones de Loquillo, que es de aquí, o de más gente que es de aquí. Ahora bien, en aquella época predominaba mucho el castellano. Lo que hacemos es mezclar inglés, castellano y algo de catalán.
¿Qué tipo de público los ve? ¿Gente boomer sobre todo o también jóvenes?
La verdad es que vienen a vernos, en principio, amigos que son fieles, familiares que vienen por solidaridad… Pero los más jóvenes, que vienen con otros jóvenes, acaban dándose cuenta de que están ante un espectáculo de hora y veinte que les hace pasar un buen rato. Nosotros hacemos música para divertirnos y para divertir al público; que baile unas cuantas canciones y que tararee muchas. De igual manera que hacíamos con Tricicle, cuando hacíamos teatro para divertirnos y divertir a la gente que es muy importante.
¿Qué tiene la música que no tiene la comedia?
Mira, me di cuenta hace unos años con una cosa que me pasó. Después de haber hecho muchísimas actuaciones y ver la respuesta del público, que era espectacular, un día fui a un concierto de Rebeldes y me coloqué en el escenario como si fuera un artista de ellos solo para ver el impacto que sentí desde allí, de la misma manera que me pasaría después con los de El Canto del Loco, fue bestial. El impacto que vi de la música y de la energía que se crea entre el cantante y los espectadores… La música genera mucha más energía que la risa. Y mira que la risa tiene impacto, sobre todo en casos como el nuestro en que la gente reía 300 veces y aplaudía no sé cuántas. La intensidad de la música es muy fuerte y engancha mucho.
¿Por qué cree que pasa esto?
No lo sé. Reír te hace vivir, pero la música tiene un lenguaje absolutamente directo que va con el ser humano. El humor también lo hace, pero la música es una de las cosas más energéticas que hay en la vida. La música te pone triste y también superalegre, solo por sentirla, sin que te haya pasado nada. Genera muchas emociones y te trae recuerdos buenos, malos o también tiernos.

Ahora mismo, ¿se considera más cantante o humorista?
Uy, no, no. He dejado de actuar, pero continúo ligado con el mundo del teatro porque estoy dirigiendo una obra con unas chicas, estoy preparando otras cosas, estoy con un cabaret… En este momento soy una persona que hace muchas cosas. Por ejemplo, acabo de cerrar una exposición de pintura aquí, en una galería de Gràcia. No me gusta la frase aquella que dijo Rajoy de los catalanes hacen cosas y no me la quiero atribuir en absoluto, pero es verdad que en estos momentos soy director, pero también soy creador, cantante y también pinto.
También se encuentra en la edad buena para hacer todo aquello que le haga disfrutar.
Un poco es eso también. Si estuviera jubilado no sabría no hacer nada, siempre intentaría hacer aquellas cosas que me divirtieran. Estoy en un momento en que noto que quiero hacer lo que me divierte.
Usted pintaba desde siempre, pero ¿cómo ha acabado exponiendo en una galería de arte?
He dibujado para mí desde siempre, pero una amiga mía me vio hacer un dibujo y dijo que estaba muy bien. Ella es productora y representa las obras de Andreu Buenafuente, que también pinta, y me pidió que le enseñara todo lo que había pintado. Se lo enseñé todo, le gustó, y me dijo que podía exponerlas. Y, la verdad es que he vendido bastantes cosas! No era mi objetivo, pero estoy contento. Me daba vergüenza, la verdad, y recuerdo el día de la inauguración que venía gente y se mostraba muy sorprendida de que hubiera pasado de Tricicle a pintar cuadros. Yo no soy pintor, sino dibujante, y tengo un estilo absolutamente ecléctico.
¿Qué tipo de dibujos hace?
Sobre todo, me dedico a dibujar skylines. De algunos inventados, otros copiados… Y me gusta mucho pintar sobre cartón que aprovecho de cajas de algún electrodoméstico, por ejemplo. Considero que queda bien cuando pinto sobre cosas que están pintadas, las que encuentro en los Encants Vells. Allí lo compro por tres pesetas y, después, pinto encima. O en bolsas comerciales de cierta marca, también, interpreto qué representa esa marca y las pinto.
¿Cuántas horas tiene su día para poder dibujar, cantar, dirigir, actuar, quedar con los amigos…?
Pues muchas, la verdad, porque duermo muy poco. Además, también soy muy cinéfilo y me encanta ver cine.

Tricicle ha marcado su carrera después de 43 años en esta compañía. ¿Qué recuerda de aquellos primeros años? Justo cuando apareció, la primera reacción de la gente… ¿Gustaron desde el principio? ¿Recuerda alguna crítica de aquellas que hacen daño?
Sí, recuerdo una crítica mala que tuvimos en La Vanguardia… No era buena, decía que no teníamos imaginación y que teníamos que volver a las aulas que es donde deberíamos habernos quedado. Y se equivocó, pero sí que es cierto que para nosotros fue un revulsivo. No estábamos de acuerdo, ya que creíamos que era todo lo contrario, que lo que nos sobraba era imaginación. De los principios prefiero recordar la alegría de ver cómo lo que hacíamos gustaba tanto a la gente. Ver cómo la gente disfrutaba y ver cómo la gente nos iba descubriendo fue muy bonito. Tuvieron un primer éxito, que era el espectáculo de Manicomic, y mucha gente de la profesión dijo que aquello sería un gran éxito pero que el segundo no funcionaría tanto. Pues sí que funcionó también… Y el tercero y el cuarto, hasta estar actuando juntos durante 43 años.
Su éxito sorprendió a mucha gente, pero ¿también a ustedes mismos? Al final, eran un grupo de chicos que justo acababan de estudiar.
No nos lo esperábamos en absoluto, sobre todo por eso que hacía nada que habíamos acabado de estudiar y que, además, habíamos elegido hacer teatro gestual, que no llenaba teatros. Nadie contrataba teatro gestual, en aquel momento, y tuvimos que picar piedra. Alguien nos preguntó si nos esperábamos que acabaríamos actuando en el extranjero con nuestro espectáculo. ¿Cómo íbamos a pensar en algo tan grande? En aquel momento, lo único que habíamos hecho era actuar en la calle con el sombrerito delante.
Supieron encontrar un nicho de mercado en un momento en que había competencia, con muchas compañías de teatro. Ahora bien, ninguna de ellas hacía nada similar.
Es cierto, en Cataluña había muchas compañías teatrales, pero todas ellas hacían cosas absolutamente diferentes a nosotros. Por ejemplo, recuerdo que yo mismo era muy fan de Joglars, que hacían un teatro político. También había comediantes que hacían un teatro más festivo, había musicales, después salió La Cubana, la Fura dels Baus… Y cada compañía tenía su campo. Nosotros, en aquel momento, nos convertimos en el teatro nacional de Cataluña. Es que es fuerte decirlo, pero es así. Sí que había algún productor, algunos directores, algunos autores, estaba el Teatre Lliure, también… pero no dejaban de ser cooperativas de gente.
Todo el mundo los conocía y aplaudía. Era fácil que la fama se les subiera a la cabeza.
Pues no, la verdad es que agradecimos tener la fama justa. Era de esa fama que vas por la calle y la gente te saluda como si fueras un familiar, no como una estrella de cine. La gente nos admiraba y mucha gente aún nos pide que volvamos, cuando nos ven por la calle, porque dicen que nos echan de menos. Hemos tenido una fama bonita y nos ha ido bien, entre otras cosas, porque gracias a eso llamábamos a un restaurante y automáticamente teníamos mesa y eso es muy importante si te gusta comer como a mí.

Después de tantos años y tanta fama en Tricicle, ¿la gente les pedía siempre los mismos gags? ¿Acabó harto de repetir alguno hasta el aburrimiento?
No, porque nosotros cada tres o cuatro años hacíamos un espectáculo nuevo y este siempre mejoraba el anterior. La gente no es que se olvidara, de los anteriores, pero sí que se iba adaptando a las cosas nuevas. Teníamos el gag de los bebés, el de Julio Iglesias o el de la Olimpiada. La gente se los conocía, pero tampoco te lo podían pedir porque ya estábamos haciendo otro espectáculo.
¿Y de todo lo que llegaron a crear, con cuál de las escenas se quedaría si solo pudiera escoger una?
Mira, te seré sincero. En el mundo del teatro y del humor en general, lo mejor es hacer lo más sencillo, lo que cuesta menos hacer y que a la vez tiene máxima efectividad. En cada espectáculo hacíamos el número de Julio Iglesias, que era superfácil de hacer y tenía una efectividad brutal. También teníamos los bebés, que también eran muy fáciles de hacer porque nos salía de forma natural aunque a la gente le cueste creerlo. También recuerdo otro en el que arañaba una pizarra, me daba escalofríos y me encantaba. Las mejores eran las cosas muy sencillas y muy efectivas.
¿Qué se llevó después de tantos años en Tricicle?
Haberme divertido mucho y haber visto cómo la gente se lo pasaba bien. Además de este tipo de amor familiar que nos tenía la gente. Hubo veces que la gente me saludaba con tanta familiaridad que llego a plantearme si realmente no los conocía de algo y me había olvidado.
Con la corrección política que hay ahora, ¿Tricicle podría hacer el mismo tipo de humor ahora que hacía antes?
Nosotros sí, porque nosotros siempre hemos hecho humor con lo que veíamos en la calle. Nos centramos en la manera de caminar de un señor, en cómo llevaba la cartera, qué hacía un conductor… Hemos sido observadores de la vida y hemos hecho humor de ella, pero ha sido un humor muy cotidiano.
Era un humor muy blanco, ¿no?
Humor cotidiano más que blanco. A veces se le llama humor blanco de manera peyorativa o, más bien, como a un tipo de humor menos importante que el humor negro u otro tipo de humor. Cuando es un tipo de humor muy artístico, también.

¿Sintió, en algún momento de estas cuatro décadas, que se había cansado y quería dejarlo?
Tuve muchos momentos de cansancio, sí, sobre todo cuando estabas de gira y te tocaba ir a la misma ciudad por tercera vez… al final, cuando has ido tanto te deja de interesar un poco. Pero, vaya, eran momentos puntuales e inevitables con este trabajo. Después, cuando salías al escenario y veías que la gente reía, te olvidabas de los pequeños problemas y te dabas cuenta de que tú estabas allí para hacer reír.
¿Es fácil trabajar con amigos o la confianza lo hace más difícil?
Nosotros hemos sido superprácticos, siempre, y hemos hecho las cosas con las que hemos estado de acuerdo los tres. Era inviable gestionar las actuaciones o las decisiones si no estábamos todos a favor. Es fuerte, pero no hemos hecho ningún espectáculo que no nos gustara a los tres y tampoco hemos tomado ninguna decisión por unanimidad. ¿Qué significa esto? Discusión constructiva todo el tiempo.
También la decisión de separar Tricicle fue consensuada, entonces?
Sí y, de hecho, ya hacía años que habíamos decidido que nos iríamos separando de una forma progresiva. Los tres teníamos ganas de hacer otras cosas y no fue una separación como tal, sino que poco a poco fuimos dejando de actuar juntos. Carles continúa actuando solo, Paco continúa dirigiendo, yo continuo dirigiendo y haciendo cosas… Continuamos los tres en activo, y de vez en cuando nos vemos. No mantenemos la familiaridad que llegamos a tener al principio, cuando a veces teníamos que dormir los tres en la misma habitación por temas económicos… Cuando la cosa fue a mejor, ya no teníamos ganas de continuar compartiendo habitación.
Siempre se dice que en el teatro y en el mundo del espectáculo cuesta mucho hacer dinero. ¿Las razones económicas o dejar de llenar teatros no fueron un motivo de la separación?
Nosotros hacíamos algo que nos gustaba y, enseguida, vimos que la cosa empezó a funcionar. ¿Los principios son duros? Bueno, creo que las anécdotas más divertidas se dan siempre al principio. Después, todo va bien y pasas a vivir una rutina que puede llegar a ser tediosa. Detrás de nuestra separación hay otros motivos, claro. Por ejemplo, que hacíamos espectáculos muy físicos. No es lo mismo hacer un espectáculo con 30 años, que con 40 o con 65. El ritmo que llevábamos lo podíamos aguantar aún, pero ya no era lo mismo y ya no podíamos hacerlo de niños o de adolescentes con un skate. Después, quieras o no, habíamos hecho tantas cosas sin hablar que nos empezó a costar encontrar ideas nuevas y eso te va agotando. Y, el último motivo, que los tres teníamos claro que lo queríamos dejar cuando aún estuviéramos en lo más alto. Creo que no hay nada más triste que ver que actúas en teatros vacíos, que la gente que te viene a ver tiene la misma edad que tú y que no se renuevan generaciones. Lo mejor que pudimos hacer es terminar en lo alto y no en la tristeza.
¿No se arrepintieron nunca de encasillarse en la mímica?
No, porque nosotros hacíamos teatro de acción donde no se necesita la palabra. Cuando tú ves una película de Hitchcock, solo ves un 20% de diálogo y un 80% más que son cosas que no se hablan. Persecuciones, puertas que se abren, miradas, suspenso… O Indiana Jones igual, con un 10% de palabras y todo lo demás es acción.

¿Ahora mismo funcionaría un grupo como Tricicle?
Sé que hay una compañía, que había sido nuestra, que aún hace espectáculos similares a los que hacíamos nosotros. Lo que pasa es que es difícil tener a Tricicle ahí arriba, la comparación es una putada. O sea, en algún momento saldrá otro grupo así u otro cantante como Serrat. Pero, hasta que se hagan tan buenos como ellos, serán imitaciones.
¿En Cataluña se cuida lo suficiente el mundo del teatro? ¿Habría que apostar más o hacer un cambio de modelo de negocio?
En todos los aspectos, hay un muy público de teatro en Cataluña. Siempre se ha cuidado el teatro y aquí siempre ha gustado mucho. En cada pueblo se representan Els Pastorets, o la Navidad, o la Semana Santa… Ha habido una muy buena cantera y un muy buen público, y también muchas ganas de organizar teatro. Quiero decir que hemos tenido una red importante en todas partes y todos los niveles. Yo, en estos momentos, continúo viendo cosas buenas, en el mundo del teatro, con autores y actores buenos e innovadores. Ahora bien, sí que es cierto que faltan empresarios privados en el mundo del teatro. Debería haber más salas y otra política teatral. No puede ser que haya un buen espectáculo en el Teatre Nacional de Catalunya y que, después de quince días, esta gran producción muera porque no puede pasar al teatro privado. Deberíamos permitir que un buen productor comprara los derechos, o cederle lo que sea, para que la viera todo el mundo y no solo el Teatre Nacional.
¿Recomendaría a un hijo que se dedicara al mundo del teatro o del humor? ¿O mejor hacer empresariales?
Muchos amigos míos me lo preguntan, esto, que si realmente deben cortar las alas a los hijos que les dicen que quieren estudiar teatro porque ellos preferirían que estudiara empresariales o Derecho. En estos momentos es difícil ganarse la vida, ya seas abogado o actriz o empresario. Si tiene vocación y talento, que no lo duden y hagan teatro. Al menos, se lo pasarán mejor que estudiando Derecho.
¿A sus fans les gustará más mudo o cantante?
No lo sé, no lo sé… Que vengan a verme y lo descubrirán. El próximo 29 de noviembre, a las ocho y media de la noche, actuaremos en la sala Wolf.

