La derecha está que trina con Pedro Sánchez. No son solo los indultos, que ya tienen una hoja de ruta casi cronometrada –antes de la segunda semana de julio deberían, en principio, estar concedidos–. Los indultos están ya asumidos incluso por miembros del Tribunal Constitucional, que lanzó rayos y centellas contra ellos. Lo que inquieta a la oposición –y, justo es decirlo, no solo a ella– es la hoja de ruta posterior: referéndum de autodeterminación, posibles declaraciones unilaterales de una independencia que, lo saben todos, a corto plazo es imposible… Un marco de actuación en el que el presidente del Gobierno deberá moverse con muchas cautelas: son muchas las escopetas listas para disparar al faisán cuando remonte el vuelo. Y lo mismo cabe decir del president de la Generalitat, que está condenado a entenderse con Sánchez.
No: la derecha –y a veces no solamente la derecha– está que trina no tanto ya, como digo, por los indultos cuanto porque piensa que Sánchez va a ‘entregar las llaves de la independencia’ a los actuales rectores de la Generalitat catalana. Son esos los sectores que se rasgan las vestiduras porque el president Aragonés no se quedó a una cena a la que aisistía el Rey en Barcelona: pero, dicen los del ‘otro sector’, en el que está una parte muy mayoritaria del Gobierno central, si ni siquiera se puede tolerar que alguien no quiera ir a una cena ¿qué margen de negociación nos quedamos?
Entiéndame usted: no es que yo no crea que el señor Aragonés no debiese haberse quedado a esa cena multitudinaria con el jefe del Estado. Es más bien que pienso que se trata de un detalle en el fondo poco significativo: Aragonés mostró una corrección ante Felipe VI que quizá nunca hubiese empleado su antecesor en la Generalitat, y eso, interpretan muchos ‘en Madrid’, es una señal de distensión. Los ‘halcones’ hispanos nunca parecen, empero, satisfechos: o cena, con postre y café incluidos, o nada.
Ese es el terreno en el que tiene que moverse un Pedro Sánchez que, en el fondo, es poco dialogante y que ha hecho de su invisible pero existente alianza con Esquerra la verdadera razón de ser de su permanencia en la gobernación de España. No estoy en los secretos de alcoba de La Moncloa, claro, pero pensaría que el presidente del Gobierno central cree que está a punto de lograr lo que ni Zapatero, ni Rajoy ni, antes, Aznar –y a fe que todos ellos lo intentaron–, iban a lograr: la conllevanza con el secesionismo catalán. Una conllevanza que podría durar treinta años, como la instaurada por Adolfo Suárez-Tarradellas, o mucho menos tiempo, como lo de Zapatero con Artur Mas. El caso ahora es, para las dos partes, ir ganando tiempo hacia quién sabe qué meta.
Confieso que yo, que estoy lejos de defender las posiciones que la mayor parte de las veces adopta Sánchez (Pedro), creo que ahora está a punto de acertar. Pienso, sí, que ha arriesgado demasiado con los indultos: se podría haber intentado una fórmula más consensuada con la sociedad más allá de Catalunya, un pacto transversal para, por ejemplo, reformas el Código Penal en los delitos de sedición y rebelión. No lo hizo, quizá porque pensó que eso no iba a bastar.
Y eso le llevará a un enfrentamiento aún mayor con la Judicatura y con no pocos sectores de la sociedad española, comenzando, claro, por la derecha. Pero también me parece que la tormenta originada por estos indultos pasará, y entonces es donde el inquilino de La Moncloa –y el de la Generalitat—habrán de mostrar su talla de estadistas, que, en el fondo, no es sino una talla como negociadores.
Sí, personalmente, situado en las posiciones en las que siempre me he considerado, lejos del secesionismo y también de la intransigencia, creo que Sánchez ahora puede acertar…si desde el Govern consiguen, con las tensiones internas existentes, ayudarle, renunciando a posiciones maximalistas. Es, al menos, la canción de cierto optimismo que me transmiten algunas personas que se dicen cercanas al ‘sanchismo’. Lo crucial es saber dónde está el punto de encuentro, hasta dónde no pueden retroceder los unos y hasta dónde no pueden avanzar los otros.
Ignoro cuándo será, por fin, el momento en el que Sánchez y Aragonés en encuentren en La Moncloa. Pronto. Pero creo firmemente que de esa ‘cumbre’ saldrán resultados mucho más positivos que los que obtuvo, por ejemplo, Zapatero en su última entrevista con Artur Mas o, desde luego, Rajoy con Puigdemont . Déjeme que, por una vez, y aunque recelo de las precipitaciones del uno –Sánchez, que incluso va a dar explicaciones parlamentarias solo después de autorizar los indultos—y de las tensiones internas que tiene que soportar el otro, sea cautamente optimista: tengo la sensación de que se ha agotado el camino hacia ninguna parte, para ser sustituido por un sendero hacia convivir civilizada y positivamente con los problemas, que, en cualquier caso, como el dinosaurio de Monterroso, van no obstante a seguir ahí.