La infiltración policial en el movimiento independentista no es un hecho nuevo. De hecho, una de las grandes operaciones contra el independentismo fue gracias a la participación de un infiltrado. Fue en el marco de la operación Garzón, una redada del magistrado de la Audiencia Nacional –condenado posteriormente por prevaricación– contra supuestos miembros de los últimos grupos de acción de Terra Lliure. La operación conllevó, de rebote, la detención (y torturas) de muchos miembros del entorno independentista de manera general y generosa. Todo ello para enviar un aviso a navegantes a cualquier activista que quisiera reivindicar la independencia durante los Juegos Olímpicos de 1992, en Barcelona.

La historia de aquella operación, también es la historia de Txema, el apodo de Josep Maria Aloy, un extraño integrante de los grupos desarticulados que desapareció después de las detenciones. Investigaciones periodísticas posteriores, testimonios de los detenidos y los indicios del sumario delatan la importancia de Txema en una operación que llegó al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que condenó a España por no investigar las torturas denunciadas. Txema se añade a la lista de grandes confidentes, infiltrados y colaboradores de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, como Gambín, Espinosa, Luis o los infiltrados descubiertos por La Directa y el programa 30 Minuts.

«¡Llevaba un busca!»

La historia de Txema se destapó a raíz del documental El talp de Terra Lliure, de la serie Doble joc, de Felip Soler y Sabater, emitido dentro del programa de documentales Tarasca, de TV3, que ha desaparecido de la plataforma. Todo basado en los testimonios y los indicios que se encontraban en el sumario y que el abogado Benet Salellas relató al detalle en su ensayo En encesa espera (Tigre de Paper, 2024). Además, hay que tener presentes las referencias a este topo por parte de uno de los iconos de la infiltración española, Mikel Lejarza, el Lobo, y el mismo Garzón, en sus libros autobiográficos, así como la conversación que El Món ha mantenido con uno de los detenidos que más tiempo pasó en la cárcel, que fue quien lo fichó para la organización, David Martínez Sala. En ningún momento del juicio, a pesar de las decenas de detenidos, nunca apareció su nombre. Un detalle clave.

Presentación del libro
Presentación del libro «En encesa espera» de Benet Salellas. Barcelona 28-02-2024 / Mireia Comas

Según Martínez, el primer contacto «debía ser a finales de 1990», cuando se encontró con Aloy «después de que hubiera pasado un primer filtro a través de otro compañero». «¡Imagínate qué buenos éramos!», ironiza. Sin embargo, Martínez narra que en el primer encuentro que mantuvo con él ya le pareció un poco extraño. «Me dijo que tenía 37 años, que trabajaba en el mundo de la seguridad privada, que a veces hacía de detective privado y que también era piloto de helicópteros», detalla. «También recuerdo que me explicó que había trabajado en la banca, además, era de Manresa, era de casa», añade. «Me llamó la atención que llevaba un busca-personas, un aparato que entonces solo llevaban los jueces», apunta. Concretaron un segundo encuentro, al cual David Martínez no se presentó. Al cabo de los días, Txema lo fue a buscar al trabajo, y decidió integrarlo en el grupo.

Participación en acciones

Txema comenzó a participar en acciones de propaganda. Operaciones destinadas a atacar la simbología del Estado español en Cataluña y sin ninguna intención homicida. «No me gusta hacerme el inocente», subraya Martínez, que reivindica su «voluntad de entonces de hacer sabotajes y acciones contra bienes materiales», a pesar de las «movidas que había entre ERC, o la disolución del PSAN». Txema colocó algún explosivo. Pero el 28 de junio de 1992 las cosas cambiaron. La Guardia Civil practicó las primeras detenciones. Un operativo que permitió abrir las primeras sospechas sobre Txema.

En concreto, sospecharon dos de los detenidos, el osonense Pep Musté y Joan Rocamora, mientras llevaban a cabo acciones en dos oficinas de Banesto en dos municipios diferentes. Un dato clave para las defensas, porque un arresto de este tipo solo se puede producir si hay un informante desde dentro. La Guardia Civil alegó que hacía tiempo que los tenían en el radar y los seguían, pero la misma prueba documental de la instrucción los desmiente.

La tarde del 28 de junio de 1992, antes de las detenciones, la policía ya pidió a la Audiencia Nacional, las órdenes de entrada y registro en los domicilios de Musté, Rocamora y los miembros de la organización de Manresa, entre los cuales estaban David Martínez Sala y Txema, cuando volvían de una acción en Sant Sadurní d’Anoia, donde habían hecho estallar un artefacto en la estación de Renfe. La orden de entrada y registro es anterior a las detenciones. Según Salellas, «la policía ya sabe que los detendrá por estas acciones porque sabe que estas acciones se tienen que producir». Además, en los registros intervinieron armas y explosivos, hecho que Txema sabía.

Cartel del documento de la Operación Garzón que se presentó 20 años después
Cartel del documento de la Operación Garzón que se presentó 20 años después

¿Txema desaparece… con cinco millones de pesetas?

Después de las detenciones, Txema desaparece, pero la investigación de las defensas no se detiene. Uno de los investigadores, el periodista de referencia Xavier Vinader, encuentra la clave de todo. Josep Maria Aloy fue captado por el exespía Fernando San Agustín, que gestionaba el complejo Can Padró Security & Safety Training de Castellbell i el Vilar (el Bages), un centro de entrenamiento para policías y servicios de emergencias. Allí fue donde fue captado por los servicios de información españoles. Se le asigna la misión para intentar garantizar lo que llamaban una «paz olímpica» y su perfil era ideal porque era de Manresa. «La misión encomendada le reportó cinco millones de pesetas», resalta David Martínez Sala. Garzón tenía un hombre dentro que le servía para articular una operación que fuera un escarmiento al movimiento político independentista.

«Se centraron mucho los esfuerzos en una organización que no tenía ningún futuro, prácticamente disuelta, pero ya se sabe que el gobierno español del PSOE había pactado con ETA la paz olímpica en Barcelona, se aprobaron muchos acercamientos de presos», indica Martínez. Txema desaparece y no se hace ninguna referencia en el juicio, pero en 2002 lo localizan en Brasil, donde trabaja en los servicios de seguridad de la delegación de la sociedad de juego egarense CIRSA. Sin embargo, después volvió a Manresa. «Lo reencontré en Manresa en 2005 o así«, relata David Martínez. «Le dije todo lo que sabíamos, él lo negaba…, no tenía más remedio… de hecho, me dijo que estaba siguiendo a una mujer, que su marido lo había contratado como detective para saber si le era infiel…», aduce con una sonrisa pícara Martínez. «Me lo he encontrado después muchas veces por Manresa, ¡incluso familiares suyos me han pedido perdón por lo que hizo!», destaca.

La no aparición de Txema en el juicio ni en el sumario, responde, según Salellas, a tres posibles cuestiones. Una primera, no descubrir el sistema de infiltración policial. Por otro lado, mostraría que el juez inició la investigación mucho antes del inicio formal del sumario, haciendo suya una causa que quizás no le habría tocado por el turno de reparto de guardia. Y, en tercer lugar, una razón que califica de «triste» y es que se prefirió utilizar las declaraciones de los detenidos, obtenidas con torturas, para desacreditar el movimiento político y dar más importancia a Terra Lliure de la que efectivamente tenía.

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