Fue una operación de estado, posiblemente más que la finta que hizo el equipo de escoltas del presidente Carles Puigdemont a la Guardia Civil lo Primero de Octubre para que pudiera ir a votar en el referéndum de independencia. Fue el que investigadores de los Mossos d’Esquadra han bautizado como «operación Mazda», es decir, el dispositivo para llevar el presidente hacia el exilio el 29 de octubre de 2017. Una maniobra que va dejar en evidencia el cuerpo policial y los servicios de información de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y los analistas y agentes de campo del Centro Nacional de Inteligencia español, el CNI.

Lejos de ser una actuación premeditada y calculada, la operación Mazda fue idea de un sargento de los Mossos que actuó con la colaboración de dos miembros más del cuerpo. Curiosamente, otro escolta y un agente que entonces era caporal de la Brigada Móvil, la unidad de élite de orden público de los Mossos d’Esquadra. Tres personas y dos vehículos fueron toda la estructura necesaria para hacer el primer paso de la internacionalización de la causa catalana. El sargento, Lluís Escolà, fue, para los investigadores de los Mossos, el seso del operativo y ahora le hacen desear con el juicio que contra él y el ex consejero Miquel Buch celebra la sección segunda de la Audiencia de Barcelona. El sumario del caso ha incorporado la investigación policial sobre la marcha de Puigdemont en Bruselas. Una historia que parece un episodio de final de temporada de Jack Ryan y que, además, desmonta uno de los mitos del españolismo: Puigdemont no fue nunca en ningún maletero.

Parto del atestado de los Mossos d'Esquadra sobre la operación Mazda de la fuga de Puigdemont/QS
Parte del atestado de los Mossos d’Esquadra sobre la operación Mazda de la fuga de Puigdemont/QS

Una telefoneada a mediodía desde el domicilio del presidente y un móvil misterioso

Son casi las dos del mediodía del 29 de octubre. El sargento Monaguillo no está de servicio. Aun así, recibe una llamada del jefe de la oficina del presidente Carles Puigdemont. Es Josep Rius, actual portavoz de Juntos por Cataluña, diputado en el Parlamento y regidor en el Ayuntamiento de Barcelona. Le pide si podría acercarse al domicilio del presidente, en Sant Julià de Ramis. Monaguillo capta la orden y marcha hacia el Complejo Egara, el cuartel general de los Mossos. Monaguillo, gato viejo, por el tono de Ríos se estima más no decir nada ni al grupo de escoltas que en aquel momento protegía el presidente, ni a jefe otro mando del Área de Escoltas. El sargento va al aparcamiento y coger un coche de la unidad no logotipado y va se dirige hacia la vivienda del presidente.

Una vez allá, el equipo del presidente le da un teléfono móvil. Según el atestado de la Unidad de Asuntos Internos de los Mossos d’Esquadra, el móvil era propiedad de una persona que acababa de reunirse con Puigdemont. El temor es que el aparato estuviera intervenido y hubieran grabado algo. La petición es concreta: comprobar si el teléfono contiene algún tipo de software espía. El sargento coge el aparato y sigue el protocolo. Truca al sargento TIP 6366, entonces subjefe de la Unidad de Presidencia y encargado de los servicios de contra información y contra vigilancia de los equipos de protección presidencial. Monaguillo lo informa de la situación, de la requisa del aparato y le pregunta a quién se tiene que dirigir de Egara para analizarlo.

Joan Carles Molinero, entra a la Audiencia Nacional
Joan Carles Molinero, entra a la Audiencia Nacional

Se dispara la alarma a Egara y Monaguillo husmea la situación

El subjefe de la Unidad de Presidencia tarda mucho a responder. De hecho, hace llamadas y se envía mensajes con otros mandos sobre la petición urgente de Monaguillo. Finalmente, la petición llega en lo alto de la Jefatura, al entonces comisario en jefe de la Comisaría Superior de Coordinación Central, el comisario Joan Carles Molinero, -ahora en segunda actividad- y entonces relacionado con el sector independentista del cuerpo. Molinero se salta el conducto reglamentario y telefonea directamente a Monaguillo. «Cuando llegues a Egara, ante todo ni de habla con nadie, pasa por mi despacho y me explicas esto del teléfono. Sargento, recuerde que es una orden, no una invitación», le espeta el comisario. Precisamente, el comisario, como miembro de la Jefatura, tenía, junto con el comisario Ferran López y el mayor del cuerpo, Josep Lluís Trapero, el plan por detener el presidente y el Gobierno con efectivos del Grupo Especial de Intervención (GEI) si lo ordenaba un tribunal.

Monaguillo habría dudado del tono y las intenciones del comisario. Pero, siempre siguiendo el relato oficial de los Mossos, Monaguillo justo desprendido de hablar con Molinero recibe una nueva llamada del gabinete del presidente. «Ven hacia aquí, rápido!», le piden desde Sant Julià de Ramis. Algo pasa, alguna sospecha hay, algo se trama a Egara. Monaguillo, con muchas horas de vuelo en el cuerpo, podía deducir una situación extraña e insólitamente tensa. El ambiente se podía cortar con un cuchillo. La conversación de Molinero y como tardó la escala de mando a responder a su petición de análisis del móvil le han hecho levantar las orejas. Monaguillo se para a la AP-7 unos minutos. Lo tiene claro y girar cola. Nunca llega a Egara todo y la orden de Molinero.

Monaguillo y Buch, en un momento del juicio/A
Monaguillo y Buch, en un momento del juicio/ACN

Dos amigos mossos y el vehículo de la mujer de uno de los agentes

Son casi las cuatro de la tarde. Mientras conduce, Monaguillo no pierde el tiempo. Hace un par de llamadas. Necesita un amigo y, casualidades de la vida, encuentra dos. Uno es un caporal de la Brimo, viejo compañero de batallas, y el otro un escolta del estilo de Monaguillo, «convencidos que no cobran más que otros mozos para ir con corbata y llevar ojeras de sol, sino para proteger la institución». Monaguillo queda con el caporal de los antidisturbios antes de ir hacia San Julià. Se encuentran, le explica la situación y le pide su vehículo privado. «Es una petición delicada, una gestión profesional, pero lo necesito, créeme!», le ruega Monaguillo. El caporal no se lo piensa ni un segundo y le ofrece el coche de su pareja, un Mazda 4×4, de aquí el nombre de la operación. «Solo te pido un favor, Lluís», le dice el caporal. Monaguillo espera y escucha. «Es el coche de mi mujer, vigila a no hacerle ningún chichón que después no la quiero sentir!», le pide el caporal.

Lo escolta que está con el caporal de la Brimo, el otro amigo movilizado por Monaguillo, se añade a la conversación. «A tú, no te dejo sol, vengo contigo!», le dice sin dejar margen para la discusión. Así, en los dos coches, el Mazda y el no logotipado de Mossos, marchan los tres hacia el domicilio del presidente. Apenas un kilómetro antes, la caravana se para. Monaguillo los pide que lo esperen dentro del Mazda, que tiene que ir a casa el presidente y que enseguida vendrá. Los dos acuerdan esperarlos. Monaguillo se dirige a casa el presidente, se presenta ante el jefe de la DUMA –nombre en clave del equipo de escoltas que vigila la vivienda presidencial–, el caporal TIP 5431, al cual pide permiso para entrar al aparcamiento de la casa porque tiene que «recoger unos paquetes» que le ha pedido que traslade el gabinete del presidente. El caporal se lo otorga, con toda la confianza.

El Complejo Egara, cuartel general de los Mossos d'Esquadra
El Complejo Egara, cuartel general de los Mossos d’Esquadra

Vidrios tintados detrás: no hizo falta el maletero para Puigdemont

Los paquetes, pero no eran muchos. Monaguillo aparca y avisa el hueso del presidente. Ya es a lugar. El presidente baja y se ensarta a los asientos posteriores del coche, que lleva los vidrios traseros tintados. El equipo DUMA no lo podrá ver. Lleva una pequeña bolsa de viaje, nada más. El tiempo corre. Los paquetes eran el 130.º presidente de la Generalitat y una bolsa de mano. Salen de la vivienda. Primer trance, superado. Resta la parte más larga. El vehículo llega en su punto donde Monaguillo ha quedado con el caporal y el otro escolta amigo. La sorpresa es mayúscula. La «gestión» es el presidente. «No tenemos tiempo de explicaciones!», los dice Monaguillo, tajante.

Rápidamente cambian de vehículo. Monaguillo y el presidente se ensartan al Mazda. Antes de arrancar, Monaguillo pide al otro escolta un último favor. «Mañana trucas al jefe de escoltas y le dices que he marchado con el presidente en Francia, y tiene este móvil porque me truque. Lo harás, por favor?«, le ruega Monaguillo. «Lo haré, no sufras», le contesta el escolta. Ahora se sabe que lo hizo. Antes de subir la ventanilla, el caporal de la Brimo le vuelve a suplicar que «vigile con el presidente y sobre todo con el coche». Los dos marchan y poco después atraviesan la frontera hacia la Cataluña Norte antes de que el Estado ponga controles. El resto de la historia ya es más que conocida. Solo un detalle, el Mazda volvió intacto a la pareja del caporal.

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