Junts tiene, sobre todo, siete votos imprescindibles en Madrid, pero, por encima de todo, un hiperliderazgo. En definitiva, es un partido donde pase lo que pase, siempre acaba sucediendo lo que dicta su presidente, Carles Puigdemont. Lenin estaría satisfecho a medias, porque si bien hay alguien que corta el bacalao, el resto aún no acaba de encontrar su sitio, no vaya a ser que el líder confunda a un miembro de la ejecutiva con una tajada de bacalao. Este domingo se ha constatado el efecto Puigdemont, con la celebración del quinto aniversario de la formación en Prats de Molló (Vallespir).

De hecho, ha sido una especie de «Alderdi Eguna», la fiesta del partido del PNV, que se ha adaptado a la biosfera de Junts. Como lo fue en su día, la fiesta de CDC que se celebraba en Gurb o en Igualada, y aunque tiene un carácter propio, mantiene los rituales de este tipo de festejos, como la Fiesta de la Rosa de los socialistas, la comida de la República de ERC o lo que la historia llamó la «Fiesta del Trabajo» que organizaba el PSUC, el partido que, según las memorias de diversas generaciones, parece que militaba toda Cataluña.

Ha sido una fiesta de partido con discursos, tampoco muy beligerantes, con fideuá, ensaladas y coca de anís, y sardanas. Asimismo, se ha incorporado al programa un «photo-call» para que la militancia, muy motivada, pueda inmortalizar su encuentro con el presidente exiliado. En resumen, solo faltaba alguien entonando la canción «un día de partido, me enamoré» que tan de moda ha puesto el Barça de Flick. Puigdemont no se ha extendido en el discurso, donde no ha querido tensar demasiado la cuerda y también se le ha notado cierto desentrenamiento en el mitin. Pero, en Junts eso se le perdona.

Miembros del sector punky de Junts reciben a Puigdemont con esteladas/QS
Miembros del sector punky de Junts reciben a Puigdemont con esteladas/QS

Los «punkys», también

En la fiesta, estaba toda la estructura orgánica de la formación así como una nutrida representación de alcaldes y concejales. Pero también, militantes de pura cepa que han hecho de la batalla del exilio, el live motive de su actividad diaria. Pero también se han dejado notar el sector punky de la formación. Es decir, los que técnicamente perdieron el congreso del pasado mes de octubre. Lejos de hacer ruido y montar una corriente alternativa, han admitido la derrota con cierto punto de humor y honor. Hoy era día de paz y después, gloria. Al fin y al cabo, hoy era un día para despedir en paz el curso político.

Por tanto, hoy rodeados de la flor y nata de los que apostaron por el caballo ganador, los irreductibles «punkys» han participado en la fiesta, la comida y las sardanas. Así el diputado Francesc de Dalmases, -que hoy no tiene que preocuparse por el coche porque los Gendarmes son más cuidadosos-, el exsecretario general de la formación, David Torrents, o el activista Biel Cardona, estaban en primera fila, con esteladas y manteniendo el bastión del unilateralismo visceral, que vigilan de cerca que la bandera no se la quede el vicepresidente del partido, Toni Castellà. El hombre que siempre está presente y que, incluso, fue capaz de ahuyentar a Josep Antoni Duran i Lleida. Y eso, no lo puede decir cualquiera.

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