El alcalde de Girona, Lluc Salellas, ha sido una de las cuatro voces que ha cerrado la asamblea nacional que la CUP ha celebrado este sábado en el Palacio de Ferias de la ciudad. Un cónclave que ha reunido 700 personas para comenzar el Proceso de Garbí, una autoenmienda de los cupaires para reformular la estrategia y su propuesta política después de las sacudidas que ha sufrido la formación en los dos últimos comicios. De hecho, Salellas es uno de los nombres que ocupa uno de los cargos institucionales más importantes que ostenta la formación de la izquierda independentista. Una posición que ha ocupado para reivindicar su estrategia con un mensaje muy claro al plenario de la asamblea de hoy: «No podemos renunciar ni en la calle ni a las instituciones”. Toda una declaración de intenciones en el debate que, ahora sí, empezará a “aterrizar” a las asambleas territoriales.
El alcalde de Girona ha acontecido figura que podría concentrar los debates que la CUP ha puesto sobre la mesa en este cónclave. En primer término, opera como “unidad popular” en la ciudad más importante donde gobierna la izquierda independentista. En segundo lugar, ha insistido en su acometida política para articular un liderazgo y, en último lugar, en el recordatorio que la CUP es “independentista”. De aquí que su fórmula haya inspirado, incluso, un manifiesto que se ha colado en el debate previo del cónclave. Un testigo importante, en una jornada donde se ha debatido abiertamente, -con quejas por falta de tiempo- y dónde no se votaba nada. Salellas, sin duda, indica uno de los caminos estratégicos y tácticos de la formación. Salellas ha sido aplaudido de forma entusiasta por los congregados.

“No renunciar nada”
En su discurso, Salellas ha hecho una repasada a su gestión desde el pasado mes de junio como alcalde. Desde la retirada de simbología españolista de las calles, el recorte en pisos turísticos o bien no instalar la pista de hielo en plena crisis por sequía han servido para presentar una hoja de servicios de como la izquierda independentista puede hacer gimnasia revolucionaria y a la vez gobernar la ciudad. “Hace veinte años la CUP a Girona sacó 390 votos, un 1% y ahora ha sacado 8.000, un 23%”, ha recordado con fuerza. Una hoja de servicios explicada con toda la intención porque si, por un lado, alguien a la CUP frunció la nariz ante la coalición electoral que encabezó, todavía lo fruncieron más con el acuerdo con Juntos y ERC para lograr la alcaldía. “Prefiero que la unidad popular gobierne esta ciudad, no podemos renunciar a nada ni en la calle ni a las instituciones”, ha exclamado en defensa de su estrategia.
En el mismo marco, Salellas ha remarcado que el contexto social y político actual es mucho diferente al de hace diez años y que sin duda como formación “preferían” un contexto social con movilizaciones millonarias en la calle. Ahora bien, ha recordado que los tiempos han cambiado. “Los contextos son variables, cambian, las organizaciones tienen que adaptarse a la nueva realidad”, ha insistido. “La CUP tiene que tener un proyecto nacional claro”, ha defendido. “Nuestro proyecto es un proyecto independentista de lucha de clase, feminista y ecologista y no solo dirigido a una minoría politizada o no politizada, sino que interpele en todas las clases populares”, ha subrayado. “Sin la calle no hay revolución, pero no tenemos que renunciar nunca a poder incidir desde todos los ámbitos”, ha exigido.
Todo un mensaje estratégico que condensa la voluntad de aprovechar las oportunidades de entrar en las instituciones, una de las grandes cuestiones que debatirá la CUP en los meses próximos. Por otro lado, como articular una propuesta dirigida a un mercado electoral amplio y que busque el voto de las clases popular, ahora distanciadas sobre todo en grandes áreas metropolitanas industriales del discurso cupaire. Y en último término, uno de los grandes problemas internos reconocidos en el documento de debate y es la dificultad de crear y mantener liderazgos cuando hay demasiadas limitaciones de concurrir electoralmente u ocupar cargos. La trayectoria política de Salellas ha permitido entender la idea que los liderazgos o los referentes cuestan tiempos a consolidarse. Salellas, pues, un ejemplo práctico.
