Sesión de control al presidente, esta vez extraordinaria pero solo por cuestión horaria. Se ha celebrado la tarde de este viernes, una fecha inédita porque ordinariamente son la mañana del miércoles de la semana de pleno. El viaje del presidente, Salvador Illa, a México, para asistir a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, ha obligado a variar la agenda. De hecho, pocas horas después de bajar del avión se ha dirigido al Parlamento para someterse a la sesión de control, que ha superado con la misma serenidad que aquel que pasa la ITV de un vehículo nuevo y después de haber pasado por el mecánico.
Illa llevaba los deberes hechos, quizás porque su ecosistema de información y su experiencia como ministro de Sanidad durante la pandemia le ha otorgado unas horas de vuelo que le dan mucha ventaja. Al fin y al cabo, sabía por dónde dispararía Junts, por dónde irían ERC y los Comunes, que por algo son socios parlamentarios de facto, cómo bailaría el PP, las astracanadas que harían Vox y Alianza Catalana y las flechas que lanzaría la CUP. Además, no hacía falta ser el lápiz más afilado del estuche para saber que la peste porcina volaría por la cámara envuelta con el viaje a México. Por lo tanto, Illa, que ya empieza a parecer un gato viejo, sabía que la sesión sería coser y cantar. La nariz no le ha fallado.

Cerdos y México
El presidente sabía que estaba cubierto gracias a una gestión ordenada del consejero Òscar Ordeig, el hombre que neutralizó a Àngel Ros cuando el exalcalde de Lleida jugaba a dos bandas con el Proceso y un responsable del departamento que no se puede olvidar que ha sido muchos años concejal en la Seu d’Urgell y, por lo tanto, se aleja del hacer habitual de los socialistas metropolitanos. Además de Ordeig, el presidente ha mencionado expresamente a la consejera Núria Parlon, que aún actúa como una alcaldesa a quien comunican que hay un edificio con aluminosis en su pueblo y, por tanto, cuando hay una crisis, es quien sabe interpretar mejor el papel.
En este contexto, tanto Junts, como ERC y la CUP han criticado su ausencia física durante la crisis porcina. La nueva presidenta del grupo parlamentario de Junts, Mònica Sales, que aún no ha aprendido a dominar el cronómetro de las intervenciones, no ha decepcionado la expectativa de Illa. «¡El país en emergencia y el presidente, ausente!», ha criticado la ebrenca. «Se ha equivocado», le ha espetado por no haber regresado de su viaje y no haber suspendido la agenda. Illa ha replicado que ha gestionado la crisis con los dos consejeros en base a cuatro criterios: «Ciencia, transparencia, colaboración y ayudas al sector». Asimismo, ha defendido la acción de la Unidad Militar de Emergencias (UME) española y de los mil efectivos desplegados de los servicios públicos. También ha agradecido al sector su trabajo.
A Junts, Illa les ha reprochado que estén «más pendientes de criticarlo que de solucionar problemas». Sales no ha podido replicar del todo porque se le ha agotado el tiempo. Al portavoz de ERC, Josep Maria Jové, que le ha explicado la diferencia entre «liderar y gestionar», le ha contestado que también es importante para Cataluña la Feria de Guadalajara y abrir una vía aérea Barcelona-Ciudad de México, cuando desde México y con los dos consejeros presentes se ha gestionado de manera «correcta» la crisis. «Yo tengo mi manera de gobernar y liderar; no he cometido ningún error», ha exclamado. «No saco pecho», ha señalado, pero ha advertido que no lo hace «porque aún queda mucho trabajo por hacer». El diputado Dani Cornellà, de la CUP, se ha llevado el premio a la cuestión mejor formulada, porque, en resumen, le ha preguntado si con el ejército desplegado y todo para «la foto» -con cierta ironía- «no debería haber regresado». «No quiero ninguna foto, ya tengo muchas de fotos», ha replicado Illa.

El PP españoliza el debate
Alejandro Fernández, el jefe de filas del PP, ha cumplido con el ritual de la españolización, -con destreza dialéctica pero poco acierto de fondo- del debate parlamentario en Cataluña. En esta ocasión, le ha preguntado por las supuestas contrataciones del PSC a Paco Salazar, un dirigente del PSOE acusado de acoso. Illa lo ha negado. Fernández, con su toque de humor, le ha respondido en repregunta que le sabía mal romper su «paz espiritual» pero que se veía en la obligación de presionarlo porque Illa «no es la última galleta del paquete, la que todos desean» y ha enfatizado que se pregunta de «qué infecto tugurio» los socialistas sacan a sus dirigentes.
Illa ha afrontado la ofensiva con mirada de Geppetto, indicándole que ni Fernández ni el PP «no le altera la paz espiritual». Para terminar su intervención, Illa lo ha retado a diferenciarse de Isabel Díaz Ayuso y de Alberto Núñez Feijóo con Cataluña, que criticaba la llegada de la UME a Cataluña de manera inmediata y no como en la Comunidad Valenciana. Por eso le ha ordenado que «llame a Feijóo para que descuelgue el teléfono y haga que el catalán sea oficial en Europa».
Por su parte, el portavoz de Vox, Ignacio Garriga, ha incidido en el discurso de siempre, mostrando un informe sobre la pobreza en Cataluña. Illa le ha replicado que no cuela el supuesto «giro a la izquierda de la formación» y sus «visitas a los barrios». «En los barrios se tiene que estar», le ha dicho con tono condescendiente el presidente, con ese tono que solo saben pronunciar los socialistas de la vieja escuela. La sorpresa de la tarde ha sido la portavoz de Alianza, Rosa Maria Soberana, que hoy en lugar de aplaudir a su líder, Sílvia Orriols, ha tenido que hablar. Una tarea que ha ejecutado leyendo como si fuera la secretaria de una comunidad de vecinos que otorga un premio al mejor árbol de Navidad de la escalera. Incluso, no ha podido replicar porque solo le quedaban tres segundos. Illa ha aprovechado para defender su intención de controlar el discurso de odio en las redes y para presentar a Cataluña como un país «de convivencia y orden y donde quien la hace la paga». Tan bien le ha ido la sesión que el PSC ha renunciado a preguntar.


