Ellos mismos lo reconocen a menudo: la convocatoria electoral del 12-M, después un estallido presupuestario que incluso la consejera de Economía Natàlia Mas ha reconocido como una «sorpresa», cogió la Candidatura de Unidad Popular a contrapeu. El fracaso electoral de las últimas elecciones en el Congreso de los Diputados, añadido a unas municipales en retroceso –con la pérdida de unos veinte regidores y unos 40.000 votos, marcada por la pandemia, pero también por el contexto de desmovilización de la izquierda independentista– emprende un proceso de «refundación» que tenía que servir para llegar a las próximas contiendas electorales con una nueva cara del espacio tradicional del anticapitalismo catalán. Las primeras conversaciones del Garbí, desde finales del 2023, sirvieron para elaborar un esbozo de la formación del futuro. La refundación se tenía que concretar este mismo mes de mayo con una Asamblea Nacional que ha chocado de cara con las urnas. La campaña del 12-M ha vivido, pues, en la tensión entre la CUP que era y la CUP que será, con fuertes perfiles jóvenes –que delatan el camino que se divisa– probando de complementar los cimientos históricos de un proyecto que, como tal, ya hace tres décadas.
Las dos jefas de cartel son claro ejemplo. Desde la formación usan, de hecho, este mismo concepto: Laia Estrada y Laure Vega «se complementan». Una más programática; la otra, emotiva. De la teoría a la praxis y de la praxis a la teoría, y vuelve a empezar. Recorriendo el mismo camino ideológico, lo hacen de maneras diferentes: hasta el último momento, la tarraconense ha sido la encargada de los discursos más, por así decirlo, electorales. Los golpazos a Juntos y ERC, las fórmulas de campaña –»Lo Hard Rock es turismo familiar? Donde llevan sus familias esta gente?»–; la ejecución diaria del que es, al fin y al cabo, una contienda de organizaciones recae en Estrada, contundente en el cuerpo a cuerpo. La de Vega, por otro lado, es una revolución -también- del espíritu. La santboiana, con mirada larga, ha centrado sus esfuerzos a romper los vínculos ideológicos del «neoliberalismo pijo» –así lo denomina David Fernández–; con intervenciones que parecen corresponderse con tiempos más interesantes, pero que el partido lee como prospectivas: cuando la coyuntura se haga insostenible, ellos ya estarán. Primera y segunda por Barcelona han funcionado, pues, como la clave de vuelta al callejón sin salida del Garbí: cómo ser a la vez la CUP de siempre y la CUP de mañana; o, mejor, si la CUP de mañana puede ser también la de siempre.
El cálculo cupaire todavía se tiene que formular, pero buscan una ecuación compleja: cómo se abren las grandes alamedas desde el «trabajo de hormiguita»? El diagnóstico de la formación a medio plazo abre posibilidades para atacar las bases mismas de la estructura de poder en el Principado –hablan de uno hipotético «momento populista», una sublimación de las múltiples crisis similar a la que llegó el 2011; y que los asamblearios ya leyeron correctamente para irrumpir en el parlamento con tres diputados–. Uno de los perfiles que más se ha reivindicado en la carrera hacia el 12-M, Bernat Lavaquiol, ya avisaba en el acto nacional en Lleida que la CUP se posiciona para ser cuando todo estalle; cuando las agonías reaccionarias del mundo que muere desaparezcan y las nuevas generaciones busquen una alternativa política. Una fuerza que, como han analizado varios expertos desde su entrada a las instituciones nacionales, «tenía más vocación de oposición que de Gobierno», parece apuntar más alto a raíz de su próxima refundación.

Pocas caras conocidas
El mismo despliegue electoral, justo es decir, ha mirado más al largo plazo que al pasado. Una década y pico después de hacer el salto a la política electoral nacional, la CUP acumula caras conocidas, perfiles mediáticos jugosos para cualquier campaña –los Comunes y el PSC han paseado sus glorias madrileñas, el PP ha estado más de Ayuso que de Fernández e incluso Juntos ha recibido el empujón del presidente Pujol en más de una ocasión–. Los anticapitalistas, pero, han doblado la apuesta por sus referencias comarca a comarca. La que fuera regidora en Sant Cugat del Vallès, Nuria Gibert, sacaba pecho al cierre de campaña del Borne de esta capacidad del modelo asambleario de generar cuadros de calidad. «Los candidatos son buenos, pero tenemos miles», prometía a la militancia: el municipalismo ya lo hace, esto. Los regidores locales, especialmente allá donde la CUP ha mantenido cuotas de influencia relevantes, han cogido fuerte el micrófono: Pat Sillah –decimocuarta a la lista cupaire– lo hizo a la marisma, y Jordy Gasulla en Olot. «Quién conocerá mejor el territorio?», razonan desde la formación.
Son escasas, pero, las apariciones de «históricos»; y, incluso en estas ocasiones, no han sido el centro de atención. En Tarragona la formación lo fió todo a Estrada en casa suya, y a unos potentes Eloi Redón y Ortesia Cabrera, solventes con estilos muy diferentes. A Girona, lo 

Va de votos
Los objetivos estratégicos de la izquierda independentista, pero, se tienen que conjugar con unos resultados electorales que son más inmediatos que cualquier hoja de ruta. Pocas horas antes de abrir colegios, no hay nada seguro a la parte baja del Parlamento. Las encuestas prohibidas van en sentidos casi opuestos: el Diario de Andorra sitúa la CUP a los voltios de los cuatro escaños, mientras que el GESOP, intermediando 
El Gabinete de Estudios Sociales ha infrarrepresentado históricamente el EI, y con una ERC a la baja, los votos tienen que ir a alguien. La irrupción de la extrema derecha de Alianza Catalana, pero, distorsiona la realidad. Con todo, los cupaires llegan al 12-M sin seguridades. Pero también con relativa euforia, después de reunir más de 700 personas a finales de fiesta en Barcelona –un acto que recuerda, internamente, al 2015–. Desde fuera, hay un elemento diferencial que justifica el moderado optimismo que muestra la formación: especialmente en la región metropolitana, el público de los mítines del partido ha ido más allá de la estética militante. El núcleo movilizado de las asambleas locales ha ido acompañado de una juventud más a los márgenes de la organización. Si esto se traduce en unas urnas más llenas de boletines anticapitalistas, como pedía Estrada el pasado viernes, no se sabrá hasta domingo noche.




