Se llama Adán. Ha montado un campamento base ante el Congreso de Diputados. De hecho, se ha encadenado a un árbol y no suelta el micrófono de un megáfono con batería. Es un novio joven, tiene 28 años, con ojeras metálicas y pendiente. Y motivado. Muy motivado. Tan motivado que ha decidido de rodearse de banderas españolas y de pancartas hechas con cartones para difundir su cruzada personal contra la amnistía para los independentistas perseguidos por la represión española. Lo hace a través de una de las formas de protesta más duras de la lucha política, la huelga de hambre.
De momento, Adán puerta apenas un día de huelga de hambre. Ayer la policía lo dejó quedar apartado en un parterre rectangular ante la cámara baja española. «Aquí estoy vigilado y protegido», afirma en conversación con El Món, mientras señala las unidades antidisturbios que protegen el Congreso. Incluso, comenta que «ayer al atardecer lo blindaron todo» porque la gente «está muy incordiada». Ahora bien, él se desmarca de las protestas que estas noches han sacudido la noche madrileña. «Yo soy pacífico, solo quiero que dimita Pedro Sánchez por mentiroso», remarca. También defiende que no pertenece a ninguna organización política.

Vaga para que Sánchez convoque elecciones
Según la tesis de Adán, había que hacer la una «protesta» como una huelga de hambre, «dando su vida, hasta que aguante» para desenmascarar el candidato socialista. «¡Prometió que no pactaría con los independentistas y que llevaría Carles Puigdemont ante la justicia, y hace todo el contrario, esto es mentir!», razona. «Una mentira así que hace tanto mal en España no se puede consentir, por eso, protesto», comenta sin querer valorar el supuesto riesgo que supone una protesta de este tipo.
Con la huelga, Adán se propone conseguir que Sánchez vuelva a convocar a elecciones, incluso, si ha conseguido un pacto con los independentistas, para que «el pueblo español valide este acuerdo». «El que no puede hacer es mentirnos durante la campaña», subraya el huelguista, que no aclara si él lo votó y por eso se siente ofendido. De momento, insiste que se mantendrá fiel hasta en su huelga para hacer doblar Sánchez y sus acuerdos con los independentistas. Su actividad rutinaria será, como las últimas 24 horas, atarse a un árbol con una cadena sencilla y gritar por el megáfono un repertorio bastante repetitivo:
Adán espera pasar una noche más tranquila que la de ayer, donde los que querían llegar al Congreso hacían «mucho ruido». «Pensaba que entrarían», explica con ojos de temor. De momento, solo lo acompañan un grupo de manifestantes, que no llega a la decena, contra la guerra de Israel contra Hamás y un hombre que también acampa ante el Congreso en protesta por las injusticias que se viven en España y en el mundo y que, en cambio, no quiere decir nada de la amnistía.