Juan Carlos de Borbón no escogió muy bien su amante. Pocas veces una relación extramatrimonial había comportado tantos problemas como la del rey emérito español y Corinna Larsen… al menos, a escala económica. La princesa alemana ha presentado otra demanda contra él, ahora por culpa de la campaña de acoso que habría sufrido porque considera que es él quien lo ha orquestado. Por este motivo, le reclama 146 millones de euros en concepto de daños morales.
Fuentes judiciales dejan caer a la revista
Los fotógrafos han captado a Corinna llegando al Tribunal muy sonriente y saludando a la prensa, mientras que una vez dentro ha empezado a tomar notas sin cesar. Será pronto cuando se decida si se celebrará el juicio contra Juan Carlos por acoso o no, pero desde el equipo legal del monarca tienen claro que no llegará a celebrarse: «El caso no tiene perspectivas reales de prosperar porque la justicia británica no tiene jurisdicción en este proceso. Los hechos a los que hace referencia tuvieron lugar fuera del Reino Unido», los ha explicado uno de los letrados.

Corinna acusa a Juan Carlos de Borbón de orquestar una campaña de desprestigio contra ella
Corinna continúa insistiendo en qué Juan Carlos pidió que se inicie esta campaña de «desprestigio, intimidación y vigilancia» contra ella. Cree que tomó esta decisión cuando ella se negó a devolver la donación de 65 millones de euros que le había transferido, un regalo envenenado que quiso quedarse. ¿Qué quiere? Retomar la demanda que interpuso contra él. El problema es que la justicia británica concedió la inmunidad parcial al emérito a finales del año pasado, así que no hace pinta que ahora cambien de decisión. La alemana habría incurrido en doce contradicciones en la demanda inicial, las que dieron alas al tribunal para desestimar lo que pedía.
La única opción que tienen los abogados de Corinna es intentar encontrar argumentos bastante sólidos que convenzan el tribunal de Londres que realmente sí que tienen competencia en este caso. Juzgar a Juan Carlos en España es imposible, así que la única baza que le queda es demostrar que las intimidaciones que habría sufrido se habrían cometido en Londres cuando ella vivía allá.