Cuando la semana pasada los Estados Unidos (EE.UU.) y Rusia acordaron trabajar juntos para poner fin a la guerra de Ucrania en unas conversaciones de alto nivel celebradas en Arabia Saudita —donde la voz de Kiev fue completamente ignorada—, las alarmas no tardaron en sonar en Europa. Tras el espectáculo del viernes en la Casa Blanca, donde un Donald Trump con ínfulas de gánster reprendió públicamente a Volodímir Zelenski y lo forzó a regresar antes de tiempo a Ucrania sin alcanzar ningún acuerdo, los peores presagios se han vuelto a confirmar: los EE.UU. no son un socio fiable para Europa. En un giro que desmantela los principios tradicionales de la política exterior estadounidense —algo solo esperable de alguien como Trump—, Washington parece haberse desentendido de su compromiso con la seguridad europea, un deber que habían asumido desde la creación de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) en 1949.

Esta repentina desvinculación del gigante estadounidense de los intereses europeos en Ucrania ha coincidido con la irrupción de un factor que, aunque pasó desapercibido durante tres años de conflicto, resulta clave para entender los últimos movimientos de Trump: la competencia global por los minerales críticos. El inquilino de la Casa Blanca ve en el país del este de Europa una gran oportunidad para la extracción de recursos minerales esenciales. Por este motivo, ha impulsado una ofensiva neocolonial sobre Kiev que ha culminado en la oferta de un acuerdo bilateral, mediante el cual los EE.UU. obtendrían una parte significativa de estos recursos como compensación por la ayuda militar y económica proporcionada hasta ahora. De momento, sin embargo, la firma del acuerdo se ha paralizado tras el dramático episodio del viernes en el despacho Oval.

A la espera de lo que pueda suceder en los próximos días, Trump parece desconocer que este acuerdo difícilmente permitirá recuperar los 500.000 millones de dólares que, según él, le corresponden a su país —según el medio The Telegraph, estas cifras representan una proporción mayor del PIB ucraniano que las reparaciones impuestas a Alemania en el Tratado de Versalles. Consciente o no de lo que dice, la realidad es que los preciados recursos de Ucrania presentan unas condiciones que dificultan enormemente su aprovechamiento y ponen en duda la viabilidad de la estrategia estadounidense en suelo europeo.

La riqueza del suelo ucraniano: tierras raras, minerales críticos y convencionales

“Tierras raras” es un concepto que se utiliza para definir 17 elementos químicamente similares que tienen una importancia clave en la tecnología e industria modernas. Su uso está presente tanto en la fabricación de teléfonos móviles como en la producción de misiles guiados por láser y aviones de combate. Algunos de estos minerales también son esenciales en el desarrollo de centros de datos de inteligencia artificial (IA), sector que Trump considera clave y planea expandir.

Les terres rares són essencials tant per a la fabricació de telèfons mòbils com per a la indústria militar / Europa Press (Jonathan Brady)
Las tierras raras son esenciales tanto para la fabricación de teléfonos móviles como para la industria militar / Europa Press / Jonathan Brady

A pesar de su nombre, las tierras raras son relativamente abundantes en el mundo. El problema es que, fuera de la cadena de suministro china, casi no se encuentran en concentraciones suficientemente grandes para que su aprovechamiento resulte rentable, ya que muchos de estos elementos requieren un proceso de extracción y refinación difícil y caro. “El simple hecho de controlar estos minerales no lo es todo: hay que considerar la calidad del recurso, el costo de extracción y otros factores económicos”, explica a El Món Martijn Vlaskamp, profesor del Instituto Barcelona de Estudios Internacionales (IBEI) y experto en recursos naturales. La pregunta a hacerse, pues, es hasta qué punto la explotación de los yacimientos ucranianos representa una inversión inteligente. Vlaskamp observa que, sin datos recientes —la mayoría de información relativa a la existencia de estos minerales proviene de la era soviética—, “cualquier afirmación sobre el potencial minero de Ucrania en tierras raras es especulativa”.

Ucrania también es rica en minerales críticos, recursos que Vlaskamp define como «claves para la economía y con riesgo en su suministro”. Es importante tener en cuenta que este carácter es algo subjetivo, ya que lo que es crítico para los EE.UU. puede no serlo para la Unión Europea (UE) y viceversa. En los últimos 30 años, Washington se ha vuelto cada vez más dependiente de ciertos minerales que se utilizan para fabricar baterías, motores para vehículos eléctricos, paneles solares, turbinas eólicas y tecnologías de defensa. En consecuencia, el Servicio Geológico de los Estados Unidos ha catalogado como críticos un gran número de minerales, entre los cuales están todos los de la familia de las tierras raras. Por lo tanto, estos son recursos clave para Washington. Pero también lo son muchos otros materiales que se encuentran bajo el suelo ucraniano: litio y cobalto, utilizados en la producción de baterías recargables; tantalio, en equipos electrónicos; titanio, en las industrias aeroespacial, médica, automotriz y marina; o níquel y manganeso, en las industrias de defensa y nuclear. De hecho, si se mira con perspectiva, el mercado de tierras raras es minúsculo en comparación con el de algunos de estos materiales.

Por último, Ucrania también goza de grandes concentraciones de minerales convencionales —aquellos que históricamente han sido esenciales para la industria tradicional— como el acero o los combustibles fósiles. Varios informes sugieren que el país cuenta con depósitos de carbón por un valor estimado de diez mil millones de dólares, riqueza que desde Kiev se ha utilizado como moneda de cambio para lograr un mayor apoyo militar y económico desde que comenzó el conflicto.

Els constants atacs de Rússia contra la infraestructura energètica ucraïnesa dificulten les inversions estrangeres. A la imatge, una central elèctrica destruïda a Khàrkiv després d’un bombardeig rus / Europa Press / Ukrinform / dpa
Los constantes ataques de Rusia contra la infraestructura energética ucraniana dificultan las inversiones extranjeras. En la imagen, una central eléctrica destruida en Járkov tras un bombardeo ruso / Europa Press / Ukrinform / dpa

No obstante, el aprovechamiento de los minerales críticos y convencionales implica retos importantes que Washington parece obviar. En general, invertir en explotación minera es extremadamente caro y arriesgado, y las empresas evitan comprometer su patrimonio en países con inestabilidad política o económica. “Aunque los EE.UU. obtengan el derecho de acceso prioritario a ciertos recursos, es poco probable que las empresas se arriesguen mientras el conflicto continúe o haya la posibilidad de una nueva invasión rusa”, explica Vlaskamp. “Además, la minería requiere una gran cantidad de energía y Rusia ha atacado repetidamente la infraestructura energética ucraniana, lo que ha mermado la viabilidad de posibles inversiones”, añade. Así, solo una estabilización del conflicto podría garantizar que las compañías mineras estadounidenses desembarquen en Ucrania. Este escenario beneficiaría a Kiev, ya que proporcionaría a los EE.UU. un motivo claro para garantizar la seguridad del país a largo plazo. “Teniendo en cuenta la lógica mercantilista de Trump, dar ayuda esperando una recompensa a cambio, el hecho de tener un activo valioso en Ucrania puede ser el único incentivo capaz de convencer a su administración para impulsar medidas de protección al país”, reflexiona el experto.

De hecho, la idea de conceder acceso a los EE.UU. a estos minerales surgió del mismo Zelenski, quien la presentó a Trump en septiembre de 2024 como parte de un «plan de victoria» que buscaba, entre otras cosas, la implicación de Washington en el conflicto. Tras varios tira y afloja, las reticencias del presidente ucraniano respecto a las garantías de seguridad han impedido llegar a un acuerdo. En caso de que termine prosperando, es evidente que, ante la política exterior de la actual administración estadounidense, fundamentada en intereses económicos antes que en consideraciones estratégicas, Kiev tendrá que hacer concesiones importantes para sentir el apoyo de su “socio” transatlántico.

La competencia con China por la hegemonía mineral

Trump ha hecho de la lucha contra China por el control de recursos clave una de sus grandes cartas en política exterior. En un mes de mandato, ha acusado a Panamá de someterse a intereses chinos en su canal, ha tanteado una anexión de Groenlandia y ha vinculado la obtención de recursos clave en Ucrania con su estrategia en el continente europeo. La actitud del republicano es lógica si se tiene en cuenta que, en las últimas décadas, el gigante asiático le ha estado ganando la partida —y por goleada— en el terreno mineral. China se ha alzado como líder indiscutible en el aprovechamiento de tierras raras, con un 60% de la producción mundial y prácticamente la totalidad de su procesamiento. Además, según la Agencia Internacional de Energías Renovables, es clave en el acceso a 26 de los minerales clasificados como críticos por los EE.UU. —100% de control sobre el suministro refinado de grafito, 70% en el caso del cobalto y un 60% en cuanto al litio y el manganeso, por citar solo algunos ejemplos— y mantiene un firme control sobre la mayoría de los metales mediante la titularidad de importantes minas en África, Asia y América del Sur.

Una fàbrica de microxips a Huai'an, Xina. Per a la seva producció es requereixen grans quantitats de silici, mineral del qual la Xina n'és el principal productor / Europa Press / Zhao Qirui/ SIPA Asia
Una fábrica de microchips en Huai’an, China. Su producción requiere grandes cantidades de silicio, un material clave en la disputa comercial entre China y los Estados Unidos / Europa Press / Zhao Qirui / SIPA Asia

Esta dependencia evidente respecto a su gran rival hegemónico ha encendido las alarmas en una administración Trump obsesionada con la seguridad nacional y económica. Una vez instalado en la Casa Blanca, el nuevo gobierno ha incentivado una guerra comercial con el objetivo de debilitar el comercio chino mediante aranceles a las exportaciones. Pero a un titán como China no se le puede derrumbar tan fácilmente, observa Vlaskamp. “Aprovecha su dominio de mercado para bajar los precios cuando surgen competidores, haciendo inviable la presencia de minas fuera de su territorio”. Una vez estos competidores cierran, añade, el gigante recupera su posición dominante. Ante esto, una de las estrategias planteadas por los EE.UU. para lograr autonomía mineral respecto a su competidor es la creación de una cadena de valor propia, maniobra en la que Washington ya trabaja mediante la explotación de importantes yacimientos fuera del margen de acción de Pekín. Sea como sea, es difícil vaticinar si los Estados Unidos serán capaces de vencer la hegemonía de su rival geopolítico. Como ya se ha visto, incluso si Ucrania está bendecida con grandes reservas minerales, el aprovechamiento de estos recursos puede resultar tanto o más costoso como comprarlos directamente en el mercado chino.

Ucrania, entre Washington y Moscú

Contrariamente a China, Rusia no es un potencial rival hegemónico para la Casa Blanca. De hecho, Vladímir Putin se refiere a los EE.UU. ya como “socios” en los ámbitos político y comercial. Ante esta coyuntura, se hace evidente preguntarse si Trump está dispuesto a aceptar una oferta de recursos naturales de Putin que implique pérdidas de soberanía para los ucranianos.

Dado que Rusia domina actualmente grandes franjas del este de Ucrania ricas en recursos minerales —algunos estudios estiman que, en estos momentos, tiene control sobre el 40% de los minerales totales del país—, Putin puede estar dispuesto a ofrecer a su socio estadounidense un acuerdo exclusivo sobre minerales críticos a cambio de que los Estados Unidos se comprometan formalmente a no restaurar las fronteras de Ucrania anteriores a 2014 y a no permitir que el país ingrese a la OTAN. Para Oriol Costa, investigador del IBEI y experto en relaciones internacionales, Trump ve con buenos ojos esta propuesta. “Los EE.UU. tienen ahora mismo otras prioridades antes que garantizar la continuidad de su alianza con Occidente”, explica.

Zelenski resisteix la pressió de Washington i, de moment, es nega a signar l'acord sobre minerals. / Presidència Ucraïnesa / dpa
Zelenski resiste la presión de Washington y, de momento, se niega a firmar el acuerdo sobre minerales / Presidencia Ucraniana / dpa

Por su parte, Europa, arrinconada, difícilmente podrá forzar su presencia en unas hipotéticas negociaciones. “Lo único que puede hacer Europa para mantener un papel relevante es dar autonomía a Ucrania sobre los EE.UU. para que pueda decidir sobre su futuro”, razona Costa. Pero si Washington y Moscú deciden ir al unísono, poco puede hacer el viejo continente ante la pérdida de garantías de seguridad que eso supone. “A Europa le faltan muchas capacidades de defensa sin la OTAN. La posibilidad de un despliegue de tropas europeas en Ucrania tendría que pasar inevitablemente por el uso de capacidades logísticas solo operables dentro de los márgenes de la alianza transatlántica”. En este sentido, el investigador del IBEI considera que enviar tropas a Ucrania sin ninguna garantía de apoyo de los EE.UU. supondría “invitar” a Rusia a comprobar las capacidades de defensa de una Europa despojada de su gran elemento de superioridad militar. Además, un eventual ataque ruso supondría ampliar los márgenes de la guerra al conjunto de Europa. Un escenario para el cual, según Costa, los europeos no están preparados.

En caso de un reparto del pastel ucraniano entre Rusia y los Estados Unidos, es bastante probable que la decisión no se tome según criterios étnicos, lingüísticos o culturales, sino en función de la cantidad disponible de recursos minerales. Si este fuera el caso, las palabras pronunciadas el año pasado por Lindsey Graham, senador republicano y hombre de confianza de Trump, tomarían una amarga ironía: «Si ayudamos a Ucrania ahora, podrían convertirse en el mejor socio comercial con el que nunca hubiéramos soñado.» Lejos de ser una muestra de solidaridad, estas declaraciones revelan la lógica oportunista de la administración Trump en Ucrania: invertir hoy para sacar provecho mañana.

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