La muerte del papa Francisco ha abierto la puerta a la incertidumbre sobre su sucesión. Fuerzas liberales y conservadoras se enfrentarán en un cónclave que decidirá el nuevo rumbo de la Iglesia católica, tras un pontificado totalmente revolucionario según los cánones habituales de la institución. Jorge Bergoglio rompió con el conservadurismo de la época de Juan Pablo II y Benedicto XVI, priorizando cuestiones como la pobreza, el cambio climático o la inmigración. Además, aumentó la presencia de mujeres en la Curia y se abrió a una mayor tolerancia con las personas LGBT, mientras que en el ámbito internacional fortaleció los lazos con la Iglesia ortodoxa rusa y extendió el catolicismo por el Sur Global.

El resultado del próximo cónclave determinará el nuevo posicionamiento de la Santa Sede respecto a todas estas cuestiones. Pero, sobre todo, será clave para saber si la creciente ultraderecha global, que durante los últimos 12 años ha tenido en Francisco un enemigo declarado debido a sus estándares progresistas, contará ahora con la bendición de una institución que aglutina 1.200 millones de seguidores en todo el mundo.

Un viraje conservador que entusiasma a la extrema derecha

El posible giro conservador de la Iglesia católica supondría, según muchos críticos, un motivo de exultación para el movimiento ultraderechista, especialmente en países donde este ya ocupa el poder ejecutivo —como Italia, Argentina y los EE.UU.—, pero también en otros como Francia y Alemania, donde se detectan posicionamientos radicales en políticas concretas como la inmigración. “Es posible que un papa más conservador busque acercarse a gobiernos de extrema derecha si comparten valores sociales o religiosos”, reflexiona Eduard López, jesuita y profesor de la Universidad Pontificia de Comillas, en conversación con El Món. “Sin embargo, el Vaticano tiene una tradición de mantener cierta distancia política para preservar su autoridad moral. Un acercamiento extremo a estos líderes políticos podría erosionar la credibilidad de la Iglesia”, advierte.

Giorgia Meloni, líder de la ultraderecha italiana y una de las principales voces críticas contra el progresismo del papa Francisco / Europa Press / Christopher Furlong / PA Wire / dpa
Giorgia Meloni, líder de la ultraderecha italiana y una de las principales voces críticas contra el progresismo del papa Francisco / Europa Press / Christopher Furlong

Las políticas de Francisco a favor de la justicia social han sido una piedra en el zapato de muchos de estos dirigentes, comenzando por su compatriota Javier Milei. El actual presidente de Argentina calificó al pontífice de “representante maligno en la Tierra” por apoyar políticas redistributivas de la riqueza. Pero las reacciones más contrarias surgieron, sin duda, a consecuencia del aperturismo del santo padre en materia sexual y de género. En Italia, Giorgia Meloni prohibió la regularización de hijos de parejas del mismo sexo, mientras que en Estados Unidos Donald Trump declaró la guerra al colectivo trans pocas horas después de aterrizar en la Casa Blanca. “No hay duda de que el papa Francisco representaba una idea de reforma de la Iglesia que chocaba con los intereses de grupos católicos ultraortodoxos y con la international far right”, explica Inés Bolaños, profesora del IBEI y experta en extremismos políticos.

Otros referentes de la derecha como Marine Le Pen, Santiago Abascal o Viktor Orbán también se han erigido en bastiones contra las políticas de quien llaman “ciudadano Bergoglio” —sobrenombre que replica, de manera burlona, el trato de “camarada” entre socialistas y comunistas. “Tanto sectores intraeclesiales como grupos de la extrema derecha en Europa y los EE.UU. han coincidido en llamarlo despectivamente de esta manera”, apunta Bolaños. “Las críticas por parte de los supremacistas blancos son muy similares a las de los grupos católicos; si bien no colaboran abiertamente, sus acciones se retroalimentan gracias a la lógica del enemigo común”, matiza.

Un grupo de cardenales en el funeral de Francisco / Europa Press / Michael Kappeler
Un grupo de cardenales en el funeral de Francisco / Europa Press / Michael Kappeler

La orientación progresista de Francisco también ha generado un profundo recelo entre los mismos cardenales de la Santa Sede. A ojos de López, estas tensiones no son nuevas, pero en el próximo cónclave se harán más visibles. “Los tradicionalistas quieren restaurar una Iglesia más jerárquica y doctrinal”, advierte. “No obstante, Francisco ha nombrado muchos cardenales abiertos al diálogo y a la reforma, que entienden la Iglesia en categorías evangélicas y no políticas, es decir, en clave de servicio y no de poder”, observa el experto.

Estados Unidos, cuna de la oposición conservadora

El epicentro de la resistencia al modelo de Francisco, y donde florecen los deseos de un nuevo papa que vuelva a la estela conservadora, se encuentra en los EE.UU. de Trump, donde la ultraderecha de raíces católicas tiene un peso creciente en política. A través de informes destinados a “garantizar una mejor gobernanza en la Iglesia”, la institución Red Hat Report, vinculada a la actual administración republicana, difunde informaciones que deslegitiman únicamente a los cardenales más liberales, intentando así influir en la opinión pública respecto a quién debe ser el sucesor de Francisco. Otro ejemplo de esta influencia lo encontramos en los viajes a Europa de Steve Bannon —uno de los referentes del conservadurismo norteamericano y exconsejero personal de Trump—, donde ha intentado construir redes políticas católicas de derechas para —según The New York Times— conspirar contra Francisco.

Donald Trump sostiene una biblia frente a la iglesia episcopal de San Juan, en Washington / Europa Press / Shealah Craighead / White House
Donald Trump sostiene una biblia frente a la iglesia episcopal de San Juan, en Washington / Europa Press / Shealah Craighead / White House

Además, Raymond Burke, cardenal norteamericano y uno de los principales contendientes en la sucesión de Francisco, es presidente honorario del Instituto Dignitatis Humanae, un think tank muy cercano a la ultraderecha italiana. Burke, a ojos de Trump, es el candidato ideal para ocupar el trono de la Santa Sede. Se ha enfrentado repetidamente con Francisco y defiende posturas intransigentes en temas como la tolerancia hacia las personas LGBT, el divorcio o el papel de la mujer en la Iglesia. “Burke representa claramente la línea dura del conservadurismo, con posicionamientos muy alejados del espíritu de renovación que proponía Francisco”, asegura López. “Aun así, su perfil tan radical podría generar divisiones internas dentro del colegio cardenalicio”, añade. Con Francisco como cabeza de la Santa Sede, Burke fue apartado tanto de la Congregación para los Obispos como del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, el máximo tribunal de la Iglesia. “Un papa como Burke reforzaría el ala más dogmática, alejándose del talante pastoral y misionero”, concluye López, advirtiendo que esto podría alejar aún más la Iglesia de la sociedad actual.

Durante la última década, la mayoría de las tradiciones cristianas en EE.UU. han virado hacia la derecha, de acuerdo con las afiliaciones partidistas de los feligreses. Según un análisis de opinión pública de Gallup, cuanto más religiosa es una persona en EE.UU., más probable es que se identifique con el Partido Republicano. Con Trump en la Casa Blanca, la radicalización religiosa ha ido en paralelo a la política, y la movilización de cristianos conservadores en el movimiento MAGA ha contribuido —según The Wall Street Journal y Die Zeit— a una especie de culto mesiánico en torno a la figura del magnate, volcando su esperanza en una nueva grandeza norteamericana”. Además, el constante declive de las iglesias protestantes tradicionales, relativamente liberales, ha catalizado el auge de una nueva generación de iglesias conservadoras que promueven una carismática “guerra espiritual” contra las posturas progresistas.

Un cónclave que puede redefinir el papel global de la Iglesia

Francisco fue elegido papa en un momento en que la izquierda populista ganaba terreno en toda Europa. Doce años después, la extrema derecha global ha puesto la mirada sobre Roma: con la muerte del argentino anticapitalista y proinmigración, se abre la posibilidad de elegir un sucesor que deshaga su legado y abrace una visión del mundo mucho más conservadora. Un papa alineado con estos valores supondría la desaparición de uno de los principales focos de oposición a la extrema derecha dentro del debate público global, y convertiría el pontificado de Francisco en un simple paréntesis dentro de la tradición profundamente conservadora que ha marcado el catolicismo desde el Concilio Vaticano II.

El futuro de la Iglesia se encuentra en la encrucijada, con la posibilidad de que un nuevo papa deshaga el legado reformista de Francisco y abra la puerta al conservadurismo / Europa Press / Evandro Inetti
El futuro de la Iglesia se encuentra en la encrucijada, con la posibilidad de que un nuevo papa deshaga el legado reformista de Francisco y abra la puerta al conservadurismo / Europa Press / Evandro Inetti

Todo apunta a que, sea cual sea el resultado, el cónclave será más favorable a la extrema derecha que no la continuidad de un papado como el de Francisco. “La elección de un papa conservador siempre favorecerá a los grupos de extrema derecha y sus aliados políticos, sea legitimando directamente sus acciones o bien compartiendo enemigos políticos y sociales”, advierte Bolaños. La alternativa sería la elección de un papa que diera continuidad al proyecto reformista, lo cual consolidaría el impulso de cambio dentro de la Santa Sede. Sin embargo, no parece que haya motivos para ser optimistas: “el clima social dominante y la resistencia a Francisco durante la última década hacen improbable la elección de un perfil moderado o progresista”, pronostica la experta. López, por el contrario, mantiene una visión más esperanzadora: “Hay posibilidades de que se imponga un papa reformista que, con su propio estilo, continúe los procesos iniciados por Francisco. Pero no será fácil: la presión de los sectores más tradicionales será muy intensa durante las deliberaciones. Un retorno al conservadurismo, por tanto, no se puede descartar en absoluto”.

En cualquier caso, si algo nos han enseñado las últimas décadas de la historia vaticana es que cada nuevo papa tiende a reposicionar ideológicamente la Iglesia, y que a menudo utiliza su liderazgo para intentar equilibrar las grandes controversias globales. En un mundo marcado por la crisis del multilateralismo y la pérdida de legitimidad de muchas instituciones internacionales, la Iglesia católica tiene la oportunidad de ocupar un lugar central y ganar nueva relevancia. “Este cónclave será clave para el futuro de la Iglesia, y un buen termómetro de nuestro mundo social y político”, sentencia López. Quizás, en un futuro no muy lejano, la religión y la política confluirán en una gran marea conservadora decidida a recuperar una supuesta “grandeza” del pasado.

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