Este miércoles 7 de mayo comienza, bajo las pinturas de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, un proceso que sigue una tradición milenaria y que culminará con la elección del sucesor del papa Francisco. Participarán cardenales de todo el mundo que, privados de cualquier contacto con el exterior y en estricta confidencialidad, llevarán a cabo las deliberaciones necesarias para decidir quién será el 267º papa de la Iglesia católica. Las apuestas apuntan a diversos candidatos, pero en esta elección a menudo hay sorpresas, como ocurrió precisamente con Jorge Mario Bergoglio. En todo caso, estas son algunas de las cuestiones relacionadas con el cónclave, el procedimiento, que más dudas y expectación generan.
¿Qué es un cónclave?
El proceso de elección de un nuevo papa se remonta a la Edad Media y es todo un hito en la historia de la institución religiosa con más fieles del mundo. La palabra cónclave viene del latín cum clave (“con llave”) y hace referencia al confinamiento impuesto a los cardenales durante el proceso, que votan al nuevo pontífice en estricta confidencialidad. Los que participan en estas votaciones provienen de todos los rincones del mundo, aunque Europa sigue teniendo el mayor número, con 53 cardenales. Hay 27 cardenales electores de Asia y Oceanía, 21 de América del Sur y Central, 16 de América del Norte y 18 de África. Una vez todos ellos se ponen de acuerdo para escoger a su nuevo líder, una chimenea en el techo de la Capilla Sixtina indica, con humo blanco, el inicio del nuevo pontificado. De ahí el origen de la expresión fumata blanca para anunciar que se ha llegado a un acuerdo.
¿Cuándo se celebra?
El cónclave comenzará el miércoles 7 de mayo y tendrá una duración indeterminada, hasta que se elija un nuevo pontífice. El cónclave más largo de la historia llegó a durar tres años, aunque en las últimas reuniones se ha alcanzado un consenso en cuestión de horas: tanto Francisco como su predecesor, Benedicto XVI, fueron escogidos al día siguiente del inicio de las votaciones. Francisco, de hecho, ya había sido el segundo candidato más votado en 2005 y, cuando llegó el momento de suceder a Benedicto, era el favorito antes del inicio de las reuniones. Ahora, sin embargo, no se da esta situación. El alto número de cardenales papables —la mayoría nombrados por Francisco— ha impulsado un clima de desorientación en la Santa Sede, sin que ninguno de los candidatos se imponga como favorito.

¿Quién puede ser escogido papa?
Solo pueden participar en las reuniones aquellos cardenales menores de 80 años. Este será el cónclave más multitudinario de la historia, ya que hasta 133 miembros del Colegio Cardenalicio son elegibles para ocupar el trono de la Santa Sede. Dado que la mayoría exigida es de dos tercios, el nuevo pontífice deberá contar con al menos 89 votos de apoyo. Esta cantidad, sustancialmente superior a las ediciones pasadas, implicará grandes esfuerzos para alcanzar consensos entre los cardenales, y la posibilidad de que las votaciones se estanquen debido a las habituales tensiones internas entre el sector progresista y el conservador.
¿Cómo votan los cardenales en el cónclave?
El día del inicio del cónclave se lleva a cabo un primer escrutinio que sirve para hacer una radiografía general de la distribución de apoyos. Por lo tanto, hacia las seis de esa misma tarde, la fumata será, si no hay ninguna sorpresa, de color negro. A partir de la segunda jornada se llevan a cabo cuatro votaciones a lo largo del día —dos por la mañana y dos por la tarde—, hasta que uno de los candidatos alcance la mayoría. En caso de que no hubiera consenso después de tres días, se produciría una pausa en la jornada siguiente, momento en el que los cardenales aprovecharían para rezar, reflexionar y tratar de reconducir el proceso. Si después de siete votaciones más tampoco hay ganador, se repite la jornada de pausa. En la Capilla Sixtina no hay espacio para intervenciones ni deliberaciones; solo se accede para colocar el voto en la urna y hacer el recuento de votos. Por lo tanto, cualquier estrategia para desbloquear las votaciones tendrá que darse en los momentos informales de convivencia, como las comidas en la residencia de Santa Marta, donde permanecerán los cardenales hasta que termine el cónclave.
¿Reformismo o continuidad?
Cada cónclave representa, en cierta manera, una evaluación sobre el papado que termina. Los cardenales votan si quieren mantenerlo y, por lo tanto, encontrar a alguien que siga la línea del pontífice anterior, o si, por el contrario, quieren romper con su legado. En 2005, la votación fue abrumadoramente a favor de la continuidad, y el papa Benedicto XVI, quien había sido la mano derecha de Juan Pablo II, se impuso en solo cuatro votaciones. En cambio, en 2013, la votación fue a favor del cambio, impulsando el triunfo de Francisco en las urnas. Esta vez, es mucho menos claro prever cuál de estas dos opciones prevalecerá.

«Habemus papam»
Una vez haya fumata blanca, el cardenal escogido decide si acepta el cargo y, en caso afirmativo, elige su nombre como pontífice. Después de un momento en soledad en la Sala de las Lágrimas, donde reflexiona sobre la responsabilidad que se le ha otorgado, el nuevo líder de los 1.400 millones de católicos del mundo sale al balcón de la basílica de San Pedro y saluda a los fieles. El protodiácono lleva a cabo entonces el famoso anuncio en latín Habemus Papam. Un nuevo pontificado ha comenzado.