No es fácil ser Miqui Puig. De hecho, acaba de publicar un libro –Yo no quería ser Miqui Puig (Magazini Salani)– donde proclama en la misma portada que él no quería ser Miqui Puig. El juego de palabras y conceptos desconcierta a cualquiera. En todo caso, Miqui Puig, quiera serlo o no, puede ser encantador, divertido, locuaz, amable y poco discutidor. Llega vestido de manera sencilla, con una camiseta blanca grabada descolorida -quizás fue rosa- y unos jeans rotos por las rodillas, pero con un punto de elegancia indiscutible… Y ríe. Ríe mucho. En el mismo libro desmenuza el catálogo de cosas que quería ser o tener y de cosas que no quería ser o no tener: “Yo no quería perder la cabeza por amor, y lo hice alguna vez. Yo quería tener una casa en Las Landas y vivo de alquiler. Yo no quería que me llamaran “gordo”.  [Y le llamaban “gordo”]. Yo no quería tener miedo, yo solo quería bailar hasta morir. Yo no quería ser Miqui Puig, pero lo fui. Lo soy todavía”. Miqui Puig es un señor que triunfó rápidamente con Los Sencillos, un grupo de gran éxito, pero fugaz, porque no duró tanto como los Rollings. Y además, se disolvió, no por falta de quórum, sino de público. Miqui Puig aún debe ahora dinero a Sony por discos adelantados que nunca se llegaron a vender. Ahora hace de DJ, canta en solitario -no mucho- y hace radio. Ama la radio. Ama la vida y ya no le desequilibra el amor. Miqui Puig quizás se ha hecho viejo. Y los viejos siempre quieren ser aquello que fueron, aunque digan justo lo contrario, y aunque sean más sabios.

Usted protesta de todo. Dice en su libro: “Yo no quería ser Miqui Puig, yo no quería perder la cabeza por amor, yo quería tener una casa en Las Landas y vivo de alquiler, yo no quería salir en televisión, yo no quería que me llamaran gordo…”. ¡No ha acertado ni una! Nada le ha ido como le habría gustado…

Creo que sí, que sí que todo ha ido como yo quería. Pero no he cumplido los objetivos que buscaba. Creo que sí que ha ido como quería, pero lo que no quería era pagar el peaje que a veces hay que pagar para tener ciertas cosas. Todo ha ido como ha ido porque no quería pagar peajes ni hacerme retratos con poderosos. No quería jugar al juego al que juega la gente normal. La gente normal llega, llama a las puertas y se hace retratos. Yo era de los que llamaba a la puerta del director cuando algo me parecía injusto. Hay una anécdota muy buena con el señor José María Cámara, que me presentó toda una élite de gente de Sony Music de Europa. Me dijo que era uno de los tipos más listos que había fichado nunca y le respondí: “Sí, pero me echaste, porque era incómodo, porque te cuestionaba”. Pero me voy a la cama tranquilo cada día.

¿Quiere decir que los cantantes, si no juegan al juego de las grandes discográficas como ellas quieren, los apartan, no son nada.

Mira a Ovidi. [Ríe]. Miremos a Ovidi, ¿no?

¿Usted piensa que Rosalía hace eso?

¡No! Me gusta mucho eso que dice. Este debate es precioso. Pero si Rosalía no triunfara, tampoco la dejarían triunfar.

Pero puede triunfar sola sin ellos.

Puedes triunfar sin ellos. Totalmente de acuerdo. Pero llega un momento en que cambian las tornas del juego. Y los que son más pequeños, mucho más menores, lo tienen muy difícil… Estamos hablando de un sénior. Yo también soy un sénior. La figura del sénior, en el caso de la literatura, del arte… es muy curioso cómo se premia en estos ámbitos haber tenido una trayectoria. En el pop no se premia. En el pop hay un momento en que nos apartan, en que nos llevan más allá y en que solo quieren que satisfagamos la nostalgia.

¿Cuando te quemas en el mundo del pop te mantienen para la nostalgia?

Sí. Y no se pueden hacer cosas en el mundo del pop que vayan más allá de la nostalgia. Obviamente, a partir de cierta edad. Siempre a partir de cierta edad buscan que seas cantautor, que adaptes poesía, que te tranquilices… Cuando tienes cincuenta y pico años, si cantas una canción que dice “soy gay, soy trans, soy puta, soy todo eso”, y al final haces la ironía de decir: “pero si tú me insultas así, no quiero ser como tú”, la ironía no sirve. Somos un país en el que ya sabemos que la ironía no funciona demasiado bien, que las cosas deben ser claras y el chocolate, espeso.

¿Cuando la gente va a escuchar ahora a Raphael eso funciona únicamente por nostalgia?

No, porque Raphael ha hecho cosas más allá. Es cierto que hay una parte de nostalgia, evidentemente. Y cuando la gente viene a verme a mí, también. Si no toco Bonito es, tenemos que romper las cartas. Pero no todo es por esa razón. Es mi legado, son mis canciones. Rollings Stones deben abrir siempre con el Jumpin’ Jack Flash y con el Satisfaction, ¿no? Pero hay artistas que van más allá. Y debes jugar todas esas cartas. Y hay otra cosa que también hay que decir. Ser de buena casa ayuda en muchas cosas.

¿En qué sentido?

En el del colchón. El colchón es muy importante. Cuando tú te levantas por la mañana, como me levanto yo, de alquiler, debes pagar casa y estudio de grabación, juegas siempre con menos 1.500 euros. Estos menos 1.500 son horas que debes hacer kilómetros, de viajar, de facturar como buen autónomo, que no me permiten tener esos momentos sabáticos, de creación. En el libro explico mucho cuando quería hacer cosas. Quería montar una fábrica de hielo o importar cosas para poder escribir por las tardes. Veías a Miquel Àngel Riera, que trabajaba de escribiente y escribía literatura por las tardes…

Miqui Puig, músic. Barcelona 14.04.2025 / Mireia Comas
«Hay gente con canciones muy buenas que nunca han hecho nada» / Mireia Comas

O Espriu o Estellés… Todos. En realidad, la gente que hacía o hace literatura catalana, salvo tres o cuatro, todos tenían que hacer otros oficios para poder dedicarse en las horas libres a la literatura. Y tampoco en castellano la cosa debe ser para levantar templos…

Tengo unos cuantos amigos que lo hacen y sé cómo les va. Imagínate el pop, que parece como más luminoso, más encendedor, y tienes que explicar que no, que tienes que picar mucha piedra. Tienes que explicar que debes ir a una sesión de disc-jockey, como hago yo, para una marca o un evento, poner tu mejor sonrisa, hacer tu trabajo y calcular: “Bien, este dinero, lo pondremos aquí y servirán para pagar discos”.

No lo entiendo. Los Sencillos tuvieron éxito.

Mucho éxito.

Vendieron muchos discos en un momento en que se ganaba dinero.

Sí.

Y usted es pobre como una rata…

Sí.

¿Qué ha hecho con el dinero?

No, qué hicimos, no. Qué firmamos. Esta es de las cosas más bonitas que me han pasado… [Miqui Puig utiliza el adjetivo bonito a menudo con un punto de ironía]. Yo creo que, si nosotros ahora analizáramos cómo se firmaban los contratos, veríamos cómo había un desfase en todo lo que pasaba. También es verdad que en aquel momento las grandes discográficas apostaban. Eran los mecenas. Se ha hablado muy mal de ellas. Que si las discográficas esto o aquello… Sí. Pero ellos aportaban unos céntimos que eran espectaculares. Yo he podido grabar en Londres gracias a las multinacionales. Había un loco que un día apostaba por ti y te llevaba a grabar a Londres. Pero a veces los porcentajes no eran así. Los Sencillos vivimos un momento, además… Yo lo llamo la explosión Felipe González. El fenómeno del “Todo gratis”. Las fiestas mayores debían ser populares. Los ayuntamientos debían gastarse dinero de una manera loca. Yo siempre pensaba lo mismo: “Estoy en un lugar con 60.000 personas que no han pagado, pero cuando voy a tiquets, solo hay mil. ¿Cuál es mi realidad?”. Mi realidad son los mil que han pagado. Los otros son los transeúntes que han venido a verme durante las Hogueras de Alicante y que mañana repetirán con Los Inhumanos o, al otro, con una orquesta…

En todo caso, el ayuntamiento de Alicante les pagaba bien…

Claro. Nos pagaban bien, pero entonces entrábamos en todo…

¿Eso qué quiere decir? ¿Que usted después tenía que pagar muchas cosas?

El grupo, el equipo, el mánager y toda la gente que trabaja contigo. Además, nosotros fuimos muy románticos. Veníamos mucho del rollo izquierdista este. Teníamos una cooperativa, queríamos cobrar solo esto, porque así trabajaremos mucho más, y todo esto y aquello. Y llega un momento –en el libro también lo explico– que el dinero también juega, y una facción del grupo se fue hacia un lado u otro, porque teníamos unos contratos muy atractivos en los que cada canción editada nos daba 100.000 pesetas. Y ahí se rompe eso que yo llamo el arte. Cuando una canción es buena, es buena, sea de quien sea.

Dice usted que los miembros de un grupo de música no son amigos, no deben serlo, no toca…

No toca. Debe haber un líder en todo. En un diario hay un líder, en una televisión hay un líder. Si el líder se equivoca, lo echan. Pero debe haber uno. Alguien que marque el camino. En este caso la democracia no sirve, porque debe haber las mejores canciones. Yo creo que lo que triunfa es un negocio en el que las canciones son sota, caballo y rey. Hablábamos antes de Rosalía. Rosalía tiene las mejores canciones del mundo. Es innegable. La gente piensa que es un hongo que ha salido. Y no. Rosalía ha estado trabajando en la ESMUC, se ha licenciado…

También hay talento.

A raudales.

Eso no suele pasar. Uno de cada mil.

Eso no es habitual. Uno de cada mil, y tanto. O quizás de cada más. Podríamos ampliar el margen. Al final lo que me gusta a mí son las canciones. Y las canciones forman parte de este negocio. Pero hay gente con canciones muy buenas que nunca han hecho nada. Está el caso de Julio Bustamante, un personaje que ha hecho canciones maravillosas y que continúa siendo un flâneur, comiendo arroz y sardinas, y vendiendo sus cuadros por Valencia. Cuando coges su repertorio es excelente. ¿Es un outsider? Sí. ¿Es un fuera de norma? Sí. Como lo son pintores, cineastas…

Con Bustamante estaban Pep Laguarda y Remigi Palmero. Unos fenómenos. Pero la gente que cantaba en catalán pop o rock en los años ochenta en el País Valenciano se morían todos de hambre…

Todos.

También era una cuestión de mercado, de elección de lengua.

También. La lengua es importantísima. Y te lo dice uno que canta en castellano, que ha hecho toda su carrera cantando en castellano. Por una cuestión –siempre lo digo– de causalidad. Porque yo crecí escuchando esa música.

Entonces, también podría haber cantado en inglés.

No. Porque no sabía. Y el castellano era la lengua que yo tenía. Soy un niño que aún estudió el catalán como adoptivo, en una parte que ocupaba dos o tres horas a la semana. Y todo el catalán que llegaba a casa era por los padres o por la radio –Ràdio Quatre– en catalán, los libros… Tenía un tío que había trabajado en la Abadía de Montserrat que era editor y poeta… Todo eso me llegaba, sí, pero yo era un niño que creció escuchando, sobre todo, Ràdio Tres, los grupos de la Movida Madrileña y ese tipo de música. ¿Por qué no en inglés? Porque no estoy dotado para cantar en inglés. Que eso es otra gran cosa. “No, es que mi niña fue dos años a Irlanda y ya puede cantar en inglés”. No. Tu hija ha ido dos años a Irlanda, pero no puede cantar en inglés.

¿En algún momento después le ha sabido mal no haber cantado en catalán?

Para nada. No. Yo soy catalán, ocho apellidos catalanes, me expreso en catalán, pienso en catalán, pero no. Y no. Todo el mundo dice que cuando he hecho canciones en catalán tengo como una voz muy diferente. Y es verdad. Quizás en castellano soy el impostor. Pero también es verdad que cuando ves que alguna gente ha hecho el traspaso de una manera poco natural, cuando piensan que eso les servirá para trabajar… Yo he querido ser el rebelde. Y me he mantenido donde estaba.

Ha habido de todo. Y a menudo, todo muy natural. Los de Mishima empezaron a cantar en inglés y después de dos discos se pasaron al catalán.

Pero en el primer disco había una canción que se llamaba Covards que para mí es de las mejores de su repertorio. Y yo me recuerdo de haber puesto Mishima en RAC1, cuando empezaba a hacer aquellas sesiones de recomendar cosas, y un Creu de Sant Jordi de ahora me dijo: “¿Por qué das voces a toda esta gente joven si nos quitarán el pan”. Hosti, yo no me planteo nunca quién me quitará el pan. Si hay belleza, quiero repartirla. Me dicen que eso es por humildad. No. No es humildad. No sé hacerlo de otra manera. Cuando me entusiasma algo envío whatsapps a mis amigos. “¡He descubierto esto!” o «¡He descubierto esto otro!”. Y por eso supongo que no he tenido nunca una casa, ni dinero. No hay una ambición desmesurada por todo eso. A mí me gusta más esto otro: la música…

¡Pero entonces no debería quejarse!

¡Yo no me quejo!

¡No para! ¡Durante todo el libro no para de quejarse! [Ríe mucho]. No tengo aquello, no llego a fin de mes… El mismo título: ¡Yo no quería ser Miqui Puig!

Pues, he quitado un capítulo que encontraba más quejoso. Quiere decir que no he hecho bien la edición. Hablaré con el editor y con Quico, mi amigo, y les diré que Sanchis me ha dicho que no he hecho bien la edición. [Ríe].

¡Venga a quejarse de todo!

Porque al final quejarse es bonito. Es un vicio adictivo. Yo prefiero a la gente que se queja a aquellos que todo les va bien y que abrazan mucho a la gente. Aún me das más razones para quejarme…

Usted es el pitufo gruñón.

Ya lo creo que sí. Lo reconozco. Un pesado. Es una de las carencias que explico en el libro. Siempre soy el pitufo gruñón. En mi entorno me ven como el pesado, como el tipo que lo cuestiona todo. Si me das a elegir, que decían los Chunguitos, me quedo en esta parte.

Ahora que habla de los Chunguitos, el momento estelar del libro es cuando proclama, ufano, “¡Yo canté con Jeanette!”.  Era su sex symbol ?

No.  Jeanette es como muchos artistas –y eso pasa mucho en Cataluña– que tenemos asociados al franquismo, pero porque salían en la televisión franquista, que era la única que había. Pero Jeanette es una señora que ha hecho carrera en Sudamérica, en Francia… En el momento en que le hice la canción a mi grupo había gente que la conocía por su parte francesa, cuando cantaba canciones de Andre Popp. Aquí las hacía Manuel Alejandro y allí, Andre Popp, y es una cuestión antropológica. De amantes del pop. Las grandes canciones y los grandes discos de Jeanette, cuando vas a tiendas de Estados Unidos o de Inglaterra, están en el mismo cajón que Astrud Gilberto o que Jane Birkin. Allí está Jeanette, porque es un pop de lujo, muy bien hecho. Con violines y arreglos. Y era un poco eso. Podía sonar friki, pero a partir de ese momento fue el desencadenante de que ella volviera a tener como una segunda carrera, más allá de las giras de fiesta mayor que hacía con Llorenç Santamaria, Juan Bau o todos esos artistas, que son otro caso de esos señores que no tienen un encaje.

Juan Bau, pobre, de Aldaia…

Bueno, sí, Juan Bau podríamos decir que es menor de todos estos. [Sonríe]. Pero en el resto de Europa, en cuanto a los artistas sénior, siempre hay una erre que los hace colisionar. Henri Salvador, el mítico cantautor francés, hay un momento concreto que podrías considerarlo acabado, hasta que llega una erre y le dice: “Mira aquí hay un joven cantautor, Benjamin Biolay, haz canciones con él y dale otra pátina. Raphael lo hizo con Bunbury, que le empezó a escribir canciones. Para mí la mejor canción del postRaphael es una que se llama “Desmejorado” y que le hizo Bunbury.

¿José Luis Perales escribe buenas canciones?

Es un gran compositor. Pero es otro caso de esos que pensamos que es freak, y entonces no puede ser… Aquí en Cataluña hicimos mucho daño a Núria Feliu, pensando que era una señora freak, cuando era una señora que, tal como se pudo constatar en la exposición que le dedicaron en el Palau Robert, era otra cosa…

No sé quién pensó que lo era. Tenía una trayectoria detrás más que sólida. Lo que pasó es que al final –por su simpatía, supongo– alguna gente la empezó a ver como una tía, pero ella venía de donde venía, de los boleros, del jazz, del country, de Tete Montoliu, por ejemplo…

Y era una tía empoderada que se producía sus propios espectáculos.

Siempre con una sonrisa en la cara, incluso delante de un boniato. Eso en este país no se perdona…

[Ríe]. Uno de mis momentos más bonitos míos como artista fue un dúo que hicimos ella y yo un Fin de Año en TV3. Estar al lado de alguien muy profesional es muy bonito. Aún de vez en cuando me enviaba un whatsapp: “¡Ostras! ¡Te he visto en la tele, me ha hecho mucha ilusión!”. Jeanette lo hace. Cuando me ve en alguna entrevista siempre me lo comenta…

Miqui Puig, músic. Barcelona 14.04.2025 / Mireia Comas
«Hoy estábamos haciendo la lista de gente para la presentación de Madrid y me haría mucha ilusión que Jeanette viniera» / Mireia Comas

Jeanette se ha convertido para usted en una obsesión…

No. No, porque he perdido bastante el contacto con ella. No vivir en Madrid hace que no tenga tanto contacto. Cuando vivía en Madrid sí que podía tener más con esta gente. Pero me gusta mucho. De hecho, hoy estábamos haciendo la lista para la presentación en Madrid y es alguien que me haría mucha ilusión que viniera…

Y sin atracción de juventud… Le vuelvo a decir: durante años Jeanette fue el sex symbol para varias generaciones.

Sí, sí, pero para mí ya no. Me pilló mayor. Para mí era la parte artística…

Cuando Jeanette salía por la tele allá por los años setenta y cantaba Cállate niña o Yo soy rebelde se fundían los plomos…

¡Y Pic-Nic! ¡Y Pic-Nic! Hombre, la anécdota del libro, cuando ella se pone a cantar “God Only Knows” en el restaurante… “¿Alguien lo está grabando? ¿No lo está grabando nadie?!”…

Ahora, también piense usted que aquí pasamos de Jeanette a Sabrina…

[Ríe]. Sí, también. Los ochenta fueron muy duros…

Dice usted también: “Tener un grupo de pop con cierto éxito no es ninguna ganga. No lo recomiendo a nadie”.

No. Hay que estar muy preparado.

¿Se había preparado usted?

No. Nada.

¿Preparado para qué?

Preparado para las adulaciones y, sobre todo, para el día que se acaba. Eso es la parte más importante y que yo siempre he querido recalcar aquí. Debemos explicar a las nuevas generaciones que, si tú llegas muy alto, puedes caer. Ahora todo el mundo habla de salud mental, ahora todo el mundo habla de las agresiones de los medios… Vi un documental hace muy poco de dos hermanos de origen argentino, criados en Burdeos, que hacen su gran festival en el estadio de Burdeos, haciendo hip-hop en francés. Lo llenan, el documental los va siguiendo y el hermano mayor dice: “Yo ya tengo suficiente”. Y el pequeño le dice: “Hostia, pero si lo hemos conseguido”, y le replica: “Sí, ya, pero yo mentalmente no estoy preparado. Todo esto me ha sobrepasado”.

Eso pasa con muchos grupos…

Pasa con muchos grupos, pasa con el deporte y pasa con niños que hacen televisión…

Desde los niños prodigio del franquismo: Pablito Calvo, Joselito, Marisol, Ana Belén…

Y el documental de Parchís! Por eso hay que estar preparado para el día que ya no estás.

¿Cómo digirió usted aquel día?

Mal. Quedé muy tocado. Muy tocado, porque es una frustración no poder hacer aquello que realmente a ti te gusta.  No no ser famoso, sino no poder hacer canciones de una manera diaria y con una solvencia. Poder pagar a la gente que trabaja contigo. Yo he hecho toda mi carrera en solitario teniendo que pedir favores.

Con una mano delante y otra detrás.

Esa es la expresión exacta. Sí, sí. Y siempre con la coartada, para la gente que trabaja contigo, que lo hacen con un tipo que lleva muchos años y que habrá un trasvase de sabiduría. Mucha gente me lo ha dicho: “Trabajar contigo en dos o tres discos me ha servido para aprender muchas cosas, para ver cómo trabajas y llevarme un bagaje”.

¿Por qué se acaban Los Sencillos?

Los Sencillos se acaban porque se acaban los céntimos. Se acaban porque me voy a Madrid, les llevo un nuevo disco y me dicen: “No, ahora ya no toca”.

Pasaron de moda. Y la gente ya no iba a los conciertos. Usted explica en el libro que en el último eran tres y el gato…

Muy poca gente. Sí, el último fue en Lleida. Un concierto que ya no debería haber hecho, porque yo en julio dije que se acababa el grupo. Pero me animaron: “Se tienen que hacer, tienes que hacer más”. Y cada concierto era peor. Cada concierto era más dramático. También es verdad –y eso es una cosa para la que te deben preparar los mánagers– que cambian las modas. Y cambia tu público, que se hace grande y deja de ir a los conciertos.

Bruce Springsteen tiene noventa mil años y su público todavía llena los grandes estadios…

Porque engancha a los hijos. Y eso también es uno de mil. Solo uno de mil, que puede crear esta conexión. Puede crear esta conexión de atraer gente de setenta años, los hijos de cuarenta y los nietos, que han sentido toda la vida a Bruce. Pero lo que es más habitual es que cada generación entierre la anterior. Y eso pasa con todo. La generación que viene detrás debe matar al padre.

Con algunas excepciones. Como Bruce…

Porque hablamos de un fuera de serie. Vive una gran suerte. Lo tiene todo. El otro día salía en Forbes con no sé cuántos millones…

Vendió los derechos de todas las canciones por 300 millones de dólares…

Y él va como va. ¿Cuántas camisas de cuadros puede comprarse? [Ríe]. Un tipo que vive allí, que continúa haciendo su vida, que continúa quedando con sus colegas… Cuando lo conocí, cuando hice de DJ en su fiesta, en Barcelona, era una persona absolutamente normal. Lo que ya no es tan normal es el entorno. El entorno discográfico, el imitador español… todos estos no son normales.

El imitador español de Bruce –Manuel Fuentes– no le gusta..

No es que no me guste. Es el imitador español de Bruce Springsteen. Es un señor que hace televisión y se gana bien la vida. He trabajado con él y bien… Pero es un imitador. Es como la gente que va a ver los grupos de tributos. ¿Qué vas a ver con un grupo de tributo? Ahora hay uno que hace tres grupos diferentes. Y el cantante se disfraza en cada canción. Aquí está la elección. Tú eliges sentir tu grupo en estéreo o ir a vivir una experiencia extraña, porque no vas a ver tu grupo. Y entonces aquí volvemos a la nostalgia.

Las nuevas tecnologías recuperan los viejos mitos en el escenario. Eso de los tributos pasará de moda pronto con la inteligencia artificial.

Sí, pero no se preocupe, nadie querrá ver de nuevo en el escenario a Miqui Puig gracias a la inteligencia artificial.

Ya que hablamos de Springsteen… ¿Le habría gustado haber tenido un gran éxito?

Ya lo he tenido, el gran éxito.

Un éxito prolongado en el tiempo.

No me ha pasado. Como no me ha pasado, no se lo puedo decir. Esto es como preguntar a alguien qué época le habría gustado vivir. No. Me tocó nacer el 68 en L’Ametlla del Vallès, un pueblo de veraneo, medio facha medio catalanismo de Maragalls, Xammars, Millets y toda esta gente, y allí nací. Los 70 llegaron los pijos con la heroína y la música new age, y viví de eso. Allí creé mi mundo. El mundo de escuchar discos, de escuchar la radio y de comprar revistas.

Dice alguien que lo conoce que usted se lo ha leído todo y que se lo ha leído más que nadie. Por el contrario, usted en el libro dice que envidia profundamente a los que tienen memoria y son capaces de poner nombres y fechas a todo…

He escuchado mucha música. Me gusta mucho la música. Y la analizo toda desde un prisma a veces profesional y a veces como fan. Ahora venía escuchando boleros de Cuba. Una chica mexicana que los hace. Me lo he escuchado, he seleccionado tres canciones suyas para el programa de radio y me he quedado con todo ese espíritu. Tengo amigos que saben mucho más. Cuando la gente me dice que yo sé mucho me da miedo que los que realmente saben… Hoy me ha hecho mucha gracia que una de las chicas con las que desayuno me ha contado que ayer en una cena alguien dijo: “Mira, ya llegan los mediáticos como Miqui Puig a vender libros por Sant Jordi”…

Es que tiene toda la razón, ¿no?

Mediático, no. He salido mucho por la tele, pero no estoy cada día.

La gente lo reconoce por la calle…

Sí.

Pues, eso es un mediático. Y desde hace algunos años las editoriales se los rifan para que cada Sant Jordi sean los más vendidos. Hay mucha gente que critica que presentadores de televisión, cantantes, famosetes de cualquier tipo, atraigan toda la atención el día del año que más libros se venden y eclipsen “a los profesionales”.

Por eso yo he tardado tanto en hacer un libro. Tengo tanto respeto por escribir, por todo lo que he leído, por todo lo que me gusta, que sabía que habría esas voces. Y que me pondrán al lado de los cantantes que escriben, al lado de algunos que no escriben pero que tienen negros detrás… De aquel presentador que hace un libro sobre la Edad Media…

Si quieren vender libros, suelen dedicarse a la novela, que es el género que más vende.

Sí. Histórica… Como que no nadie vivió en aquel momento… [Ríe]. Debemos convivir con eso, pero son estas cosas que yo no llevo bien. Nada bien. Ya ve el carácter que tengo. Todos los enfadados tenemos un pool… Ahora estoy muy enganchado a un stand up comedian americano que se llama Bill Burr, que tiene un arranque muy malo… Y yo digo: “Mira, al menos hay un tipo que lo verbaliza delante de la gente”. ¿Ves? Los stand up comedian son unos tipos que me gustan mucho. Sus mierdas le dan la vuelta al calcetín. No sé si es catártico para ellos o si aún les hace más mal.

¿No ha pensado nunca en hacer uno?

Me gustaría mucho, pero debería irme. Si hiciera como los americanos de verdad, diría algunos nombres y tendría que irme.

En cuanto al libro, lo ha publicado en castellano. Sobre un diario. ¿Ese diario, lo escribió en catalán?

Mitad y mitad. Como escribía canciones en castellano, lo que hacía era alternar las dos lenguas.

¿No ha pensado editarlo también en catalán?

Podríamos hacerlo, pero lo que pasa es que todo el mercado que yo tengo, toda esa gente que escuchó Sencillos… Madrid, España, Sudamérica… Toda esa gente se expresa en castellano. Son lugares, por cierto, donde he vivido mucho también.

¿No tiene amigos tan pesados como usted que le reprochen cantar o escribir en castellano?

No, no. Mis amigos del grupo que todos son del Barça, que todos han sido esto, del proceso, siempre se ríen mucho de mí. Yo soy el rojo, el que tenía un padre socialista… Estas bromitas de gente que cuando llegaba el 11 de Septiembre todos se iban a Cadaqués, porque nadie desfilaba por el Fossar de les Moreres…

¿Pero qué amigos tiene usted?

Los normales, los catalanes, los de toda la vida…

Los catalanes “de toda la vida” estos últimos años el 11 de Septiembre iban todos a la manifestación y no sé si le dirían “rojo”…

Los de verdad, los que realmente eran catalanes, eran como mi padre, que fue a Sant Boi en el 76 o que escuchaba Ràdio Quatre cuando comenzó a emitir en catalán… Aquí parece que, si no tienes, un carnet específico, se te niega la catalanidad. Y es lo que me ha pasado a mí siempre.

Miqui Puig, músic. Barcelona 14.04.2025 / Mireia Comas
«Los carnets se reparten desde todos los frentes, pero a mí no me dan en ningún lado» / Mireia Comas

Los carnets se reparten desde todos los frentes, desde doble o triple banda…

Totalmente de acuerdo. [Ríe]. Pero es que la otra banda tampoco me lo da. Un día un político muy respetado de Iniciativa me dijo: “Te quiero fichar, porque sé que tú eres de izquierdas”. Son aquellos que dan por descontado que, si no eres de unos, eres de otros. Le contesté: “Cuando quieras”. Me envió un cuestionario y cuando se lo devolví me comentó: “Hostia, tú vas muy fuerte”. ¿Qué quiere decir ir “fuerte”? ¿Qué es la cultura? Debemos tener una cultura buena en este país. Para tener una cultura buena en este país debemos mimarla como la han mimado los franceses. Yo, que trabajo en iCat, me enfado mucho de ver cómo damos voz a cualquier cosa hecha ayer mismo, sin que tenga un calado. Lo que necesitamos para tener una cultura buena con la música, como hemos hecho muchos años con los libros, es que no vale todo, aunque haya música de todo, porque debe haber de todo. Yo siempre digo que no podemos ser normales hasta que no tengamos de todo. Pero debemos exigir nivel. Como lo exigimos en cualquier cosa. Porque al final la música, entre todas las artes, es la más baja, donde todo vale, la más fácil. ¿Verdad que tú no llegas a jugar en el campo del Barça si no eres excelente? ¿Verdad que tú no llegas a tocar en el Palau de la Música si no eres excelente? Este es mi caballo de batalla.

Lo que dice usted es que, en la música considerada ligera, puede entrar todo. Porque eso no pasa con las orquestas, ni con Jordi Savall. En el pop no hay el mismo nivel de exigencia que en otros tipos de música.

Totalmente de acuerdo. Es eso. También digo que cultura para mí es acceso a las bibliotecas por parte de todos los niños, que los medios públicos mimen toda la cultura de nivel, que la gente sepa, por ejemplo, quién es Tete Montoliu… Lo tenemos totalmente olvidado. Tú vas a tiendas de extranjeros y hay una estantería así de discos de Tete Montoliu, que consideran al lado de los grandes.

Eso ya le pasaba en vida…

Sí, no lo consideraban. Pero yo sí. Como catalán, uno de mis orgullos se satisface cuando un extranjero me dice: “Tete Montoliu, qué bonitos sus discos…”. Y soy muy terco en eso. Creo que la cultura necesita mucho empuje en ese sentido. Y debemos tener muy claro que nosotros somos el entretenimiento. Eso es otra cosa. Los cachés pornográficos que se pagan por algunos grupos en las fiestas mayores de manera gratuita… Todos esos miles de euros se podrían dedicar a salas de concierto, a locales de ensayo para las nuevas generaciones y a cursos para que los niños se inicien, si quieres, a ser disc-jockey o a hacer funcionar maquinaria electrónica.

Es curioso que un país como Cataluña, con la historia cultural sólida que tiene detrás, sea tan frágil en según qué ámbitos…

Nosotros nos ponemos palos en las ruedas todo el día.

¿Por qué?

No lo sé. No sé si es nuestro talante de llorones, que todos lo somos un poco. Y yo, el que más y no puedo hablar…

Usted mismo se retrata…

Sí. Se lo reconozco. Yo soy el number one. Pero es verdad. Vuelves a leer las biografías de Pla y ves cómo las hostias van de un lado a otro. Mi padre, que era campesino, aprendió mucho escuchando a Eugeni Xammar. Lo iba a buscar a la estación, lo llevaba a su casa de veraneo en L’Ametlla, y Xammar ya le explicaba todo aquello. Xammar vendió la casa a los Millet, porque, dentro del mismo estamento, eran más los Millet…

Eso pasa en todas partes. Los trompazos van arriba y abajo por todos lados. No sé si los mismos Pla y Xammar se los ahorraban entre ellos…

No. Hay la gran diatriba para decidir quién entrevistó a Hitler. Y después resulta que no lo entrevistó nadie. El punto bueno que tenían estos dos es que eran tan flâneurs, eran tan vividores… Eso ahora es inviable. Porque todo es datado y porque sabemos dónde está cualquiera. Pero no solo ellos dos. Al final, si lees más atrás, Joan Maragall y la relación con sus contemporáneos… Las envidias y todas estas cosas… He viajado por la península y los vascos me explican exactamente lo mismo. He trabajado con el entorno de Fermin Muguruza y me explicaban, dentro del mismo movimiento abertzale, las peleas que había… Aquí siempre ha pasado lo mismo. Cuando te metes en un movimiento siempre hay alguien que es más sabio que tú, alguien que es más papista que tú y alguien que te dice que la música que debes escuchar es desde el 63, a las tres menos cuarto de martes nueve de mayo, hasta tal día, en aquella hora, que murió aquel artista. Por eso yo soy un tipo raro. Si escucho un día música house y otro, boleros, no me pueden agarrar por ningún lado. No puedo ser estandarte de nada.

La penitencia que debe pagar es que es pobre.

Sí. La única.

Pobre y gordito. Se queja a lo largo del libro de que para insultarlo le llamaban “gordo”…

Es uno de los insultos que me han dedicado más recurrentes. “Gordo” y “maricón”. Hombre, un tipo que se vestía con trajes rosas, la primera cosa que le tenían que decir era “maricón”, porque la norma, obviamente, era toda otra. Últimamente, lo más brillante que se ha hecho en cultura es un clip de aquellos que se llaman Pantomima Full. Tienen un clip maravilloso, que es el de las chaquetas acolchadas. Nadie les dice nada cuando es una secta enorme. Cuando tú te vestías fuera de la norma eso le pasaba a cualquiera. Barcelona, Madrid, Valencia… En los setenta y los ochenta allí había grupúsculos de modernidad. Tú piensas que la normalidad es lo que vives, pero la realidad fuera es otra. Fuera de las grandes ciudades, hasta mediados de 2000, el insulto era seguro.

Qué triste, que a alguien le insulten llamándole “maricón” y que se pase todo un libro, que abarca años y años de diarios, quejándose de que sus amores heterosexuales no le hacían caso…

Ya está. No hay nada más que decir. No hay más preguntas. [Sonríe]. Soy un hetero que tenía que escuchar cómo le llamaban “maricón”. Cuando me decían “gordo” y “maricón”, yo les contestaba que solo habían acertado “gordo”. Y al final, sí, también, yo soy un tipo muy enamoradizo. Enfermedadamente enamoradizo.

¿Es una patología?

Sí.

¿Se ha curado?

Sí. Totalmente.

¿Una nueva pareja o se ha hecho mayor?

Me he hecho mayor y he encontrado una nueva pareja. Creo que yo tenía este punto del romántico absurdo. Un romanticismo absurdo que hemos visto en muchas cosas. En canciones, en poesías, en libros…

Sufrió mucho.

Mucho.

En el libro explica que en muchas actuaciones todo iba bien salvo alguien que esperaba y que al final no venía. Mujeres que no acababan de llegar nunca… Como un adolescente.

Tenía veinticuatro años, ¡eh! Tampoco era tan maduro. En los años noventa tampoco éramos tan maduros. Piensa que teníamos una educación íntima, sexual, muy frágil. Los que nacimos en el 68 yo creo que aún éramos muy pobres en ese sentido. De hecho, mis amigos homosexuales tenían una libertad que no teníamos los heteros. Cuando ves todas estas agresiones hoy día, pocas vi yo a mi alrededor en aquellos años… Éramos unos tipos que aún éramos muy frágiles y entrar a una mujer, ¡hostia!, era una cuestión bastante importante.

Siempre han tenido pico las ocas. ¿Qué piensa ahora cuando las mujeres sacan a la luz todo lo que les ha pasado?

¡Hostia! Me parece vergonzoso. Es vergonzoso lo que han tenido que sufrir las mujeres y lo que aún sufren. Y las absurdidades. El otro día salí de casa a tirar la basura y un niño de veinte años estaba insultando a su pareja por no sé qué razón. De una manera muy vehemente, gritando. Y de un machismo que pensabas: “¿Dónde lo has aprendido?”. Tantas cosas como tienes en el móvil… Entrar en estos debates… Para mí, no hay, de debate. El hombre lo ha hecho muy mal muchos años. Ha habido machismo en todos los estamentos. En la cultura, en el arte… Cuando me preguntan: “¿Vosotros cómo lo hacíais?”, respondo: “Como podíamos”. Yo desde el primer minuto he tenido mujeres trabajando en nuestros grupos. En solitario he trabajado también con muchas mujeres. Y siempre explicaba cómo cambiaba la dinámica de trabajo si en la banda todos eran hombres o si había también elementos femeninos…

Cuando se encabezonaba tanto con una mujer, con el amor de una mujer, ¿eso no era también machismo?  ¿No era una especie de agresión?

Eso lo he pensado también muchas veces. Y en el libro lo explicito y pido también perdón por si en algún momento me convertí en alguien que…

Las obsesiones pueden ser muy peligrosas.

Son muy peligrosas. Pero también es verdad que nunca he llegado a un nivel semejante. Y si lo hice, pues, pido disculpas públicas, porque eso es lo último que me gustaría ser.

Ha sido y es un disk jockey importante, reconocido…

Con eso ahora me gano la vida. Y me lo paso muy bien.

¿Más que cantando?

Si tengo más actuaciones como disk jockey, sí. Ahora preparamos una gira, para celebrar el libro, en la que haremos dos únicas actuaciones. Es lo que decíamos. Los séniores parece que no tenemos slots en los festivales o que no acabas de ser lo suficientemente moderno si no vas a la nostalgia. Muchas veces nos han pedido volver a reunir a Sencillos, de ir a esos barcos donde…

¿Lo harán?

No. Hubo la oportunidad hace unos ocho años atrás y no lo hicimos.

¿Y lo dice con seguridad? Quizás lo acabarán aceptando…

Bueno, sí, quizás. [Ríe]. Soy un tipo contradictorio. Y eso lo reconozco.

¡Qué horror! O sea, que todo eso que me ha dicho ahora mañana podría ser de otra manera…

[Ríe] ¡Tú qué te piensas! Claro. Tú eres periodista y yo… Somos lo que somos, ¿no?

Usted, bailarín. Mire qué dice: “Bailar es una de las cosas más bonitas y saludables del mundo. Disfrutas, aumentas la frecuencia cardíaca y sudas”. Tres en uno…

Es maravilloso. El sábado hice una de las sesiones de las que hago trimestralmente en Tarragona, en una sala que se llama Zero, con un compañero diez años más joven que yo, y me lo pasé enormemente bien. Hoy lo pago con la rodilla, pero… Físicamente, me canso, pero anímicamente, no. Creo que bailar es la mejor cosa del mundo. Escuchar música constantemente, vivirla y disfrutarla para mí es la mejor cosa del mundo.

Pero, mire, usted que es de izquierdas, afirma también: “La leyenda dice que solo somos una parte de la cadena mágica. La del ocio, la del humano esclavizado por un sistema capitalista rutinario que siempre ha buscado en el baile la válvula de escape. Te sientes orgulloso de trabajar en ella”…

Sí. Me siento.

¿De trabajar en la máquina del ocio que esclaviza al trabajador?

No, no, no. La máquina del ocio es la que hace que el obrero el fin de semana pueda escaparse, que es muy diferente.

Miqui Puig, músic. Barcelona 14.04.2025 / Mireia Comas
«Mi opio, la música, es también una danza tribal para ligar» / Mireia Comas

Marx decía que la religión es el opio del pueblo. Usted trabaja en los opiáceos modernos…

Mi opio aumenta el ritmo cardíaco y es también una danza tribal para ligar. Al final, la música también es para eso.

¡Pero usted favorece el capitalismo! [Río].

El capitalismo me comió hace mucho tiempo.

Se ha rendido ya.

Nos hemos rendido todos. [Ríe] Estamos rendidos todos al capitalismo. Quien no lo hace tiene todo mi apoyo. Pero desde el momento en que llevamos zapatos, hablamos por teléfonos móviles y pagamos por un café tres veces lo que vale por el entorno donde lo tomamos, estamos jugando al capitalismo. Quien sea puro que levante el dedo.

Por lo tanto, usted es cómplice.

Total. Todos somos cómplices.

La lista de cosas de las que puede arrepentirse es grande: las relaciones que ha mantenido con las mujeres, el hecho de ser el pitufo gruñón, no haber ahorrado, descultivar a la gente para que continúe viviendo esclavizada… ¡Tiene todos los méritos del mundo!

¡Hostia! Me gusta mucho hablar con gente más sabia que yo. Se debe escuchar siempre a los sabios, irte a casa a apuntar todo lo que te han dicho y entonces reflexionar sobre si son tan sabios o si no lo son en absoluto. Esta me ha gustado mucho. [Ríe].

Seriamente, en el libro hay un momento aún más amargo: la muerte de su padre.

Sí. Yo creo que a todos nos afecta la muerte de nuestro padre. Y la de la madre, que aún no me ha llegado, aún más. Es un momento en que cambia todo. Siempre digo que el libro termina con la muerte del padre, porque se me acabaron muchas tonterías. Muchas. Por eso cuando antes me preguntabas si estaba mejor o peor, sí, estoy en paz en muchas cosas. Y esta es una. Un tipo sabio, de campesino, sin estudios, que era sabio de la vida, el padre… me afectó mucho. Tuvimos la suerte de que fuera rápida, con lo cual se ahorró el sufrimiento, que es una de las cosas de las que hablo mucho en el libro. Todas las muertes con sufrimiento que he tenido, de abuelos, de familiares y de amigos… Creo que el sufrimiento necesario es una mierda católica que no nos lleva a ningún lado.

Y el sentimiento de culpa.

Sí. Y tanto. Yo tengo, porque a mí me han educado en el catolicismo. He nacido en un país católico. Sin elección. Nos quejamos de otros lugares, pero en mi época no había elección. Eras católico.

Y a pesar de todo, una persona que usted conoce lo define como alguien que debería haber nacido en Liverpool y que se equivocó de lugar.

¡Que no! Eso también es una mierda. Tú deberías haber nacido en… No. Tú naces donde naces. Si tú estuvieras allí, habrías hecho esto. No. Quizás sería un tonto. Llevaría chaqueta acolchada y solo leería El Mundo Deportivo. Al final, tú eres quien eres y tus circunstancias. No tienes más narices que eso. Y convives con eso, sintiéndote culpable, siendo un tipo quejoso…. Y cuando digo que yo no quería ser Miqui Puig digo que yo no quería ser eso…

¡Usted sí que quería ser Miqui Puig!

Sí, pero la metáfora y la broma es que yo no quería ser aquel Miqui Puig que la gente se piensa. Hay muchas leyendas urbanas. El viernes, sin ir más lejos, cenando apareció una persona que me juró tres veces que había estado cenando conmigo en su apartamento de Nueva York en el año 2003. “¿Te acuerdas, aquella noche en mi apartamento, en Nueva York, con Najwa Nimri?”. Yo yo he estado nunca en Nueva York, ni con Najwa Nimri ni con esta persona.  ¿Qué le tienes que decir? O aquel otro que se pasa toda la noche llamándote Quimi. ¿Qué le tienes que decir? Si en su cabeza te llamas Quimi, ¿qué le tienes que decir? Si eso es algo divertido, que podemos ir, sí. Si traspasas el límite y me dices que tengo sida porque he adelgazado tanto… 

La gente siempre está dispuesta a hacer correr las desgracias que afectan a los demás, sobre todo, si son famosos.

Exacto. Supongo que para ser un poco ellos mejores, ¿no?

O para poder cargar mejor con las propias desgracias.

[Ríe]. Totalmente.

¿Es envidioso usted?

Si sirve eso de la envidia sana… Pero eso también es una mentira. Somos envidiosos de por sí.

¿Envidia ahora el éxito de los grupos de pop o de rock catalán?

Para nada. Y al final, la popularidad… Los Inhumanos en su momento triunfaron, vendieron muchos discos, la mejor canción de la historia es “El Tractor Amarillo”, porque es una canción que cumple su hecho social y es casi tan pegajosa como el “Satisfaction”… No, no. ¿Envidia de los grupos que triunfan? Ninguna. Porque es una cadena que da trabajo. A productores, a runners, a técnicos de sonido… Hace que funcione mi entorno, mi dedicación.

¿Se relaciona con los cantantes o con los grupos que ahora triunfan en el pop o el rock catalán?

Sí. Conozco. Y en el programa de radio he pinchado a algunos. Algunos que saben de mi trayectoria me ven como alguien que lleva muchos años, alguien a quien escuchar… Yo siempre digo que intento que no cometan los errores que cometí yo, pero que cometan nuevos. Debemos equivocarnos.

¿Hay nuevos? ¿O siempre son los mismos?

Sí, evidentemente, pero que cometan los suyos, que no cometan los míos. Algunos de estos grupos llegan por el legado. Los padres de algunos de estos escuchaban a los Sencillos…

¿Cuáles de estos grupos de ahora le gusta más?

¿Catalán?

Sí.

¿De los que hacen fiestas mayores o de los normales?

De los que se escuchan en RAC105.

Nooo. RAC105, no, que es muy comercial. Para mí el tipo más interesante que hay ahora mismo es Baya Baye, que es un campesino de Masnou que hace hip-hop, muy del Barça. El tipo se parece a Luis Enrique. De hecho, su primer perfil se llamaba El hijo de Luis Enrique, cosa que creó una confusión muy bonita en la caverna mediática, porque hizo un vídeo donde gritaba: “¡Puta España, puta España!” y allí se preguntaban: “¿El hijo de Luis Enrique dice puta España?”. Y obviamente, no era el hijo de Luis Enrique. Y es un tipo al que le ha costado mucho entrar en el entorno porque no es amable. Es un tipo que dice que nunca sonará en la Corpo, que nunca lo pondrán en según qué lugares…

Siempre lo dicen y siempre acaban saliendo en todas partes…

¡Exacto, exacto, exacto! Pero es el tipo

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