Si Eva Armisén sale a la calle en Barcelona, es posible pero difícil que alguien la reconozca de inmediato; se limitarán a mirarla con admiración o a pedirle un autógrafo. Barcelona no es Seúl. Si Eva Armisén sale a la calle en alguna ciudad de Corea del Sur, tendrá que llevar gafas negras y un sombrero o hacer como los Beatles y salir corriendo ante los fans. Armisén es un fenómeno allí. Más que PSY. O tanto como él. Aunque su trazo es muy conocido también en otras partes del planeta. Los surcoreanos celebran y festejan las caras redondas y los ojos pequeños de la pintora de Zaragoza. La sonrisa eterna de sus personajes o los gestos, elementales pero conmovedores, que perfilan sus manos. Dicen que es la pintora de la felicidad y la han acusado de ingenua, pero Armisén es capaz de llegar al corazón con las cosas más pequeñas, de mostrar la realidad y de cambiar a la gente. Tal vez no sea la pintora de la felicidad, pero es feliz pintando y hace felices a los demás. Afirma que, si un día no puede pintar con las manos, lo hará con la cabeza.

Usted es contundente cuando habla de lo que hace: “Mi trabajo es solitario y obsesivo”. La soledad del portero de fútbol y las obsesiones de las agujas de un reloj…

Yo pinto porque eso encaja con mi forma de ser. Me gusta mucho trabajar sola. He tenido que ir aprendiendo a trabajar en grupo, pero cuando más disfruto es cuando estoy sola. La pintura… Es como si te escondieras detrás… Y eso también me va muy bien. Me gusta que se vea lo que hago, pero no aparecer yo en primer plano.

¿Y “obsesivo”?

Porque pinto desde siempre y no sé hacer muchas cosas si no las pinto. Lo necesito. De alguna manera, es como tener la fantasía de que detengo el tiempo en el momento que quiero. Siempre he tenido esa sensación y eso da tanto poder… Poder como encapsular lo que sientes y lo que sienten… Y, claro, eso es como una obsesión. Yo veo cosas continuamente, soy muy observadora, y tengo con la pintura esa capacidad de detenerlas y guardarlas.

Ha dicho que empezó a pintar porque era muy tímida. Que pintar era su forma de expresarse, de comunicarse… ¿Era tímida y aún es tímida?

Ahora mismo tengo recursos para relacionarme sin problemas con la gente, pero al final, sí. Soy tímida y me suelto con muy poca gente. Puedo relacionarme, ¡eh! Al final, he aprendido.

Ha aprendido a hacer comedia.

A veces, mejor que los demás, sí… [Sonríe]. Creo que eso no se cura nunca, cuando eres tímido… Y digo “cura”, porque, a ver, para muchas cosas es un problema. Tienes que vencer continuamente historias para sentirte cómoda en los lugares.

¿Alguna vez ha pensado que hacía el ridículo? Que eso que dibujaba no lo entenderían, no sería comprendido, no gustaría o que incluso podrían burlarse?

Me he sentido muy, muy insegura. Tengo que decir que con los años y con la edad, cada vez menos. Me importa bastante poco, pero sí, cuando te expones y cuando tienes que buscarte la vida con todo esto, como artista, vives una exposición muy brutal de lo que sientes. Y te sientes muy vulnerable. No sé si ridícula, no sé si esa es la palabra, pero muy insegura de lo que hacía, seguro. Después he ido viendo con el tiempo que al final todo el mundo tiene esa inseguridad. Y me he sentido mucho más acompañada. He pensado: “Bueno, yo soy insegura en esto, pero tú, en aquello otro”. Y tampoco me importa tanto.

¿Qué decían las primeras críticas de lo que hacía? ¿Se acuerda? ¿Las miraba?

Uuuuuf! Sí. Las miraba mucho más que ahora. Mucho más. Ahora me importan muy poco. Porque estoy muy segura de lo que soy capaz de hacer. Estoy muy contenta. Antes… Es muy curioso. A mí me han criticado siempre por ser demasiado popular, por gustarle a demasiada gente. Me ha costado entender eso, pero ahora para mí es un supervalor. Me he dado cuenta de que eso a mí me ha gustado siempre, pero me hicieron sentir muy insegura porque el mundo del arte tiene ese punto [chasquea la lengua] elitista, donde ser incomprendido es un punto a favor. Y yo me he sentido siempre comprendida por mucha gente. He encontrado mucho apoyo porque he conseguido mantener una conversación a nivel de sentimientos, a nivel emocional. De más joven no lo valoraba, porque me parecía que era como una cosa muy fácil de conseguir. O me lo hacían ver así. Me hacían ver que era como algo poco valioso.

Usted se prodiga en exposiciones como pocos. Si alguien revisa su página web, vaya, hay como… ¿doscientas? Muchos ya firmarían… Pero ¿y los museos? ¿Le molesta no estar en ellos? ¿Le gustaría entrar, por ejemplo, al MoMA, al MACBA o al Reina Sofía…

Yo ya he expuesto…

Pero no como obra permanente. A la vista de los visitantes de manera permanente.

No lo sueño. No sé si eso llegará. A mí las cosas me han llegado cuando menos me las esperaba. Si eso me hubiera pasado cuando terminé la carrera, cuando llevaba diez años pintando, me habría hecho sentir la persona más importante del mundo. Ahora me hace mucha más ilusión que mis obras estén como ilustración en todos los textos de enseñanza de Corea del Sur, por ejemplo. Eso me motiva mucho más. Pienso que eso es genial. No es que sea más importante, todo es importante, pero estoy llegando a mucha gente que no busca el arte. Y mis dibujos pueden servir como un referente para que sucedan cosas después. No pienso mucho en trascender. No es algo que me obsesione.

Eva Armisén, pintora e il·lustradora. 17-03-2025 / Mireia Comas
«Ak MoMA, ¿por qué no? / Mireia Comas

¿La sorprendería que le llamaran de un gran museo para decirle que han colgado dos obras suyas de manera permanente?

No. No me sorprendería. Sinceramente. Creo que me lo puedo merecer con todo lo que he hecho, sí.

¿Del MoMA?

Sí, el MoMA, ¿por qué no? [Sonríe coqueta y tramposa]. Me encantaría. Pero ya te digo, no es algo que haya pensado nunca. Tampoco habría pensado nunca que expondría en museos donde me han hecho exposiciones individuales que han venido a ver miles y miles de personas. Yo nunca en la vida habría pensado algo así. Y ha pasado. No proyecto mucho. Cada vez más me dejo llevar por las cosas que van apareciendo y por la gente que hay detrás, sobre todo.

¿Cuándo le empezó a sonreír el éxito? ¿Hubo un momento en que sintió un clic?

Totalmente. Lo tengo clarísimo. Yo soy de Zaragoza, vine a Barcelona a estudiar Bellas Artes -porque en Zaragoza todavía no hay una facultad, lo cual es bastante significativo de la importancia que damos al arte-, terminé la carrera y pensé: “¿Ahora qué hago?”. Empecé el doctorado y mientras lo hacía me dieron una beca de Enate, la bodega de Somontano, de un millón de pesetas. Para mí aquello era increíble. Una fortuna. La beca me debía permitir trabajar un año y terminar haciendo una exposición en la sala de la diputación de Huesca como resumen de mi trabajo.

La bodega pagaba la aventura. Un mecenazgo…

Exactamente. Me daban ese dinero, que me debía permitir trabajar un año. Eso coincidió con una visita a Arco. Era la primera vez que iba con un dossier que me ayudó a hacer mi padre, con fotos de los cuadros que tenía, para buscarme la vida. Allí no me hizo caso ni Dios. Ni Dios. Y allí sí que pasé una vergüenza horrorosa. Pero al final conocí a un matrimonio muy joven -un poco mayores que yo en ese momento-, que tenían una galería, que era la primera vez que iban a Arco y que estaban tan nerviosos como yo, porque supongo que no sabían qué hacer. Me sentaron en una mesita, miraron los cuadros y me dijeron que les gustaban. La semana siguiente me fui a Massamá, que es como un barrio de Lisboa, con los dibujos que tenía, a verlos a la galería. Fliparon. Tuve la suerte de que esos dibujos se vendieron de inmediato. Pasó alguien por allí y los compró.

Aquello fue el clic…

La beca y esta visita a Lisboa, sí, fueron el clic. Total. Aún trabajo con la misma galería en Portugal. Acabo de hacer una exposición en Lisboa en enero. Y no hemos parado. Ellos crecieron como galeristas y yo crecí con ellos. Durante diez o quince años viví exclusivamente -o casi- de Portugal. Cosas muy curiosas, sí. Se vendía mucho e hice muchas exposiciones, muchas ferias. Aquello fue un súper éxito.

¿Por qué en unos lugares tanto y en otros tan poco? ¿Por qué Portugal o Corea del Sur? ¿Son sensibilidades diferentes?

No, no, no. Creo que es solo la compañía que tienes en esos viajes. Creo que es la persona que va con la obra, cómo la presenta, cómo la proyecta. Mi experiencia dice que cuando las obras están bien colocadas y hay una persona que cree en lo que hace, eso funciona.

¿Eso explica el gran éxito en Corea del Sur?

Lo explica mucho, porque ha sido como un camino muy… Todo casual, ¿eh? Yo no había estado nunca en Corea del Sur. Ha sido algo muy divertido. Caí en muy buenas manos desde el principio sin saberlo. En manos de gente que se lo creía a muerte, que puso mucho dinero para que eso funcionara. Buscaron los mejores lugares para exponer, supieron explicarlo, comunicarlo, y, obviamente, después la gente respondió. Pero hubo unas personas que antes de que la gente respondiera se arriesgaron, creyeron que mi trabajo podía funcionar. Esa para mí es la gran diferencia.

¿Eso no le ha pasado en Barcelona, en Cataluña?

No. [Suspira resignada]. Todavía no. [Ríe fuerte]. A ver, no me ha pasado de la misma manera. Yo ahora, no puedo hablar de ello, pero tengo un proyecto precioso en Barcelona… También es verdad que cuando empiezas a trabajar y eso funciona…. Cuando empecé a trabajar en Portugal y eso funcionaba tanto tampoco tenía tiempo de cultivar otros espacios. Siempre he acompañado mis obras donde las han querido. Eso lo he hecho siempre y creo que eso ha sido también parte del éxito. Porque he estado muy pendiente de cómo se colgaban, cómo las iluminaban, del espacio… Me cuido mucho de eso. Eso es muy importante para mí. Desde la primera vez que fui a Lisboa con mis dibujos hasta ahora es muy raro que no los acompañe. No sé sinceramente si en Alemania funcionarían, pero, en todo caso, en los lugares a los que he ido, sí. Ahora he vuelto de Moscú y ha pasado igual…

Es decir, allá donde va lo hace bien acompañada, con un buen sherpa, y con un cuidado absoluto por todo lo que rodea la exposición.

Siempre ha funcionado, sí. A ver, también he tenido grandes fracasos. No quiero decir que todo sea así de fácil, ni mucho menos. Hay también mucho sacrificio…

¿Dónde ha fracasado?

El primer fracaso muy fuerte fue en Santander. Allí hice una exposición en una sala del Banco de Santander. Yo era muy joven, ¿eh? Fui allí y nadie entendió nada. Como acompaño las obras, iba cada tarde. Solo recibía críticas. No hubo nadie que me ayudara. Me dejaron la sala -que ya era mucho, ¿eh?-, y nada más. Pero es que, además, la gente acostumbrada a visitar esa sala iba a ver paisajismo clásico cántabro. Entonces, se encontraban mis cuadros y pensaban: “¿Quién es esta impostora?”. Me decían eso de: “Mi hijo lo hace mejor que tú” y todas esas cosas que se suelen decir. Fue un fracaso muy doloroso. Porque, encima, estaba allí sola en un piso vacío que me habían dejado. Yo estaba en ese piso, luego iba a la sala, donde solo escuchaba mierda todo el día, y luego volvía a esa casa donde solo había un sofá. Fue muy triste y muy duro. Después he sentido de todo. He sentido de todo. Unas críticas horribles. Pero bueno, también he sentido cosas maravillosas. [Ríe].

Eva Armisén, pintora e il·lustradora. 17-03-2025 / Mireia Comas
«Si tu hijo pinta mejor que yo, fantástico». 17-03-2025 / Mireia Comas

Eso quiere decir que usted en ningún momento ha vivido la bohemia -en el sentido estricto- de los creadores… Siempre le han ido bien las cosas.

Nooooo… La pobreza, no. He combinado trabajos cuando no llegaba, pero hace muchísimo que no, que vivo bien. También es verdad que yo pongo muy pocas barreras. Yo pinto, como actividad principal, pero luego hago de todo. Y eso siempre me ha encantado y me ha abierto muchas puertas.

Ya no le dice nadie: “¡Mi hijo lo hace mejor!”?

Sí. ¡Y tanto! Y tal vez lo hace mejor. Yo ya no digo nada. Me parece muy bien. Si tu hijo lo hace mejor, es fantástico.

Hablaba antes de un gran poder. No sé si la frase es de Platón, de Voltaire o de Churchill. En todo caso, yo la he escuchado en las películas de Spider-Man [Ríe]: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. ¿Cuál es su gran responsabilidad?

¡Uf! Yo siempre estoy detrás de todo. Quiero decir, siempre estoy detrás de mi obra y trabajando como la que más. Tengo la responsabilidad de saber dónde estoy. De saber cada proyecto a dónde me lleva y a quién involucra, porque son proyectos que puedo hacer sola, pero que cada vez involucran a más gente. Mi responsabilidad es hacer que esos equipos también funcionen y lleguemos a donde yo quiero llegar pero con muy buena compañía. Que esa gente también se sienta bien trabajando conmigo. Eso hace que durante todos estos años que llevo, que son muchos, mucha gente haya desaparecido de mi lado. Supongo que le pasa a todo el mundo, pero a mí, muy claramente. Tengo una responsabilidad, claro, pero que llevo muy bien. [Ríe].

¿Por qué dicen de usted que es la pintora de la felicidad?

No lo sé. Porque debo hacer feliz a mucha gente. A mí me pusieron este nombre en Corea y me horrorizó. “¡Hombre, no me puedes decir algo más…”. No lo sé. Me parece como una exageración. Pero al final también le he dado la vuelta y he pensado: “¡Joder, pero esto es increíble, que seas la pintora de la felicidad!”. Estamos muy acostumbrados a que el pintor o el artista tenga este punto de drama en su vida. Obviamente mi vida tiene dramas como la de cualquier persona, pero poder transmitir felicidad… ¡qué bien! ¡Qué bien!

Mirando los cuadros que hacía cuando empezó… Eso no era precisamente felicidad. En aquellas pinturas había sordidez…

Nada de felicidad.

¿Qué le ha pasado? ¿Cómo ha pasado de aquella oscuridad a tanto color y sonrisa?

A ver… Yo creo que eso va así por una historia de compensaciones. Cuando era adolescente vivía todas estas cosas, todas estas luchas, que necesitaba mostrar. A medida que el tiempo avanzaba, cada vez me fue obsesionando más simplificar, quitar elementos… Ver hasta dónde soy capaz de transmitir algún sentimiento con un mínimo de líneas, color… Mi pintura es muy autobiográfica.

Muchas de sus mujeres son usted.

[Con convicción]. Sí, sí. Porque soy como la narradora. Al final, soy la que cuenta la historia. Es mi versión de la historia. Una narradora que acaba siendo también el personaje central. Y ahí sigo. También es cierto que elijo mucho las técnicas. Las trabajo mucho para ver qué quiero transmitir. Por ejemplo, empecé no hace mucho a hacer cerámica y para mí todo se relaciona con la fragilidad, todo lo que está muy cerca de romperse, me interesa. La cerámica es el medio perfecto para expresarlo. Y eso te lleva a tener un lenguaje diferente. Y aquí salen otras historias. No es que la técnica te condicione, pero es muy importante elegirla bien.

El hecho de -si me lo permite- triunfar, estar bien, ser feliz, ¿no la lleva hacia una pintura naíf y superficial?

[Indignada]. En primer lugar, naíf no es superficial. Lo puntualizo, porque estoy harta de escucharlo. ¿Qué demonios quiere decir superficial? Yo, para empezar, separaría los dos conceptos. Representar lo que ocurre cada día a nuestro alrededor no tiene nada de superficial. Todo lo contrario. Es lo que hacemos cada día la mayoría de la gente. Aquello que nos emociona es lo más importante que nos pasa en la vida. Todo pasa por las emociones. Me parece un poco estúpido pensar que porque hablas de algo que te pueda parecer ligero entre comillas -porque para mí no lo es en absoluto- eso es superficial. Puedes expresar de una manera sencilla, amable -quizás amable tampoco es la palabra-, las cosas más terribles.

Me acuerdo, por ejemplo, que durante la pandemia empecé una serie que comenzó con un dibujo muy sencillo de una mano agarrando otra. Era una noticia que había salido por la tele. Una abuela se estaba muriendo y la enfermera le agarraba la mano. Es uno de mis dibujos favoritos. Es una línea que salió toda de un tirón. Pocas veces me pasa eso. Lo hice mientras veía la tele. Y expresó precisamente todo para mí en ese momento. Y lo logré, cuando normalmente no me pasa. Normalmente hago un dibujo y otro y lo miro y no… Pero esa vez eso fue muy mágico. Y sí, ves dos manos que sí, que tienen un trazo muy sencillo, pero para mí tienen una fuerza y una potencia que te explican cómo en ese momento en que todos estaban con miedo y nadie se atrevía a tocar a otro, cuando ni podías acompañar a tus familiares, había alguien que te daba la mano. Y eso no es ingenuo ni es superficial.

Otra cosa es que digas: “Esta pintora no tiene ni idea” o “Este dedo debería ser más largo o más corto”. Puedes mirarlo, obviamente, desde muchos puntos de vista, pero yo hice ese dibujo y sentí que era exactamente lo que buscaba. Eso es muy difícil de conseguir cuando pintas. Siempre estás intentando llegar a un lugar y casi nunca llegas. Por el camino pasan muchas cosas que pueden ser estupendas pero que te alejan. Es muy difícil dar un cuadro por terminado o pensar que has conseguido exactamente lo que te habías propuesto. Es casi imposible. Es como una lucha que, aunque parezca muy feliz, es muy dura. Ahí está. Porque yo quiero conseguir que lo que hago me emocione a mí. Y no siempre lo consigo.

Eva Armisén, pintora e il·lustradora. 17-03-2025 / Mireia Comas
«No rompo ningún cuadro, pero, si no me gustan, los tapo». 17-03-2025 / Mireia Comas

¿Rompe muchas ilustraciones, muchos cuadros?

[Ríe]. Romper, no rompo nada. Los cubro.

¿La reiteración no la fatiga? Buscar cosas similares y acabar haciendo cuadros o ilustraciones parecidas unos con otros?

¡Sí! ¡Claro! Hay momentos en los que, no sé si me fatiga, pero de repente echo de menos cosas que antes tenía y que ahora no tengo. Entonces vuelvo a buscarlas o a probar otros formatos. Hay algo que me encanta, que es poder trabajar en proyectos públicos. Poner el arte donde la gente no lo espera. Eso me hace muy feliz. Siempre que lo he hecho he tenido una reacción muy buena. Pensar que si todos fueran más abiertos y este mundo no fuera tan elitista, mucha más gente disfrutaría del arte. Me pueden decir que eso es muy comercial… Me da igual. Es otra vía para llegar y es otra manera de experimentar.

Los pintores pop identificaban comercial con gran difusión. Precisamente, si era comercial, eso permitía llegar a mucha más gente.

Totalmente. Yo soy muy pop en ese sentido, ¡eh! Creo que una gran difusión y encontrarte las cosas donde no lo esperas es maravilloso. Es maravilloso y a la gente le gusta mucho.

Y por eso usted hace cuadros, retratos, ilustraciones, libros, interiorismo, cuadernos de escritura, calendarios, cerámica, muñecos…

[Ríe mucho]. ¡Sí! ¿Sabes qué estoy haciendo ahora? Es muy alucinante. Es el último proyecto en el que me he metido y no tengo ni idea de cómo me irá, pero pensé que no podía decir que no. Estoy haciendo un musical sobre mi trabajo. Lo hacen en Corea del Sur. Acabamos de comenzar la producción y se estrenará el verano del año que viene.

¿Eso no es peligroso? Se mete en ámbitos que no conoce…

¡Claro! Pero precisamente lo que más me gusta de mi trabajo -y creo que si creas, es necesario- es atreverte a abordar lo que es peligroso. ¿No me preguntabas hace un rato si no me fatigaba con la reiteración? Claro. A mí me estimula, no pintar de otra manera, que sí, que también, pero sobre todo me estimulan estas historias. Que de repente alguien haya pensado que basándose en mis cuadros podemos generar un mundo, un musical… Tampoco es que yo sea aficionada a los musicales. No tengo ni idea. Pero eso me da la oportunidad de trabajar con otros creadores. Cuando lo he hecho desde otros ámbitos he aprendido mucho y me lo he pasado muy bien.

Pero se arriesga. Son ámbitos que la superan del todo

A mí me gusta arriesgarme. Si no, no me dedicaría a esto tampoco. Cada exposición que haces, de alguna manera, conlleva un riesgo. Tal vez no guste nada, tal vez te linchen… ¡Yo qué sé! Cuando me hablan de proyectos como este musical o trabajar para una marca, como cuando hice la publicidad para Coca-Cola… todo eso…

Coca-Cola y Nike. No le extrañe, después, que le digan que es una pintura comercial…

No me extraña. Pero ¿qué tiene de malo todo eso?

Para mucha gente estas marcas implican consumismo, capitalismo, yankismo, imperialismo, sucrismo…

Ya… [Resignada]. Nunca lo miro desde ese punto de vista. Yo lo que pienso es que esto lo puedo hacer. Y que esto me puede dar una proyección enorme en un ámbito total. ¿Quién no bebe una Coca-Cola, por muy imperialista que sea? Todo el mundo ha bebido una al menos a lo largo de la vida. ¿O no? Una, no; más de una. Tener la oportunidad de poner lo que hago en una proyección como esta -¡buaaa!- es un experimento que me interesa muchísimo. Saber, en primer lugar, si soy capaz de resolverlo. Es muy diferente trabajar en publicidad. Tienes que seguir unas pautas determinadas y eso me costó mucho, porque yo no me dedico a eso. Tuve que entender eso, que me costó mucho, la verdad [ríe], porque pasé nervios y me sentí muy insegura. Mucha gente me dijo que me cargaría mi carrera. Al final esto es una carrera de fondo, que vas intuyendo y que vas haciendo. Yo me dejo guiar por mi intuición. Y aquí estoy.

Muchos artistas justifican su trabajo en la crítica social, en el hecho de querer mejorar el mundo. La gente que se decanta por esta opción y los que la consumen no la entenderán a usted…

No sé cómo lo ves tú, pero yo pienso que mejorar el mundo no se hace necesariamente desde la crítica. También puedes mejorarlo si muestras algo que todos tenemos y que no miramos. Desde este punto de vista, si muestras una emoción o conectas con tu infancia o hablas del amor que sientes por otro, por ti misma, también mejoras el mundo a la persona que recibe todo eso. Creo que la crítica es importante, pero darte cuenta de la parte buena que tienes o de lo que eres capaz de sentir y de la belleza, ¡hombre!, es también una manera de mejorar el mundo. Yo lo veo así. A mí me hace mucho bien tener cosas bonitas a mi alrededor. Me hace mucho mejor.

¿Eso podría ser una visión de mujer?

No. No lo creo. No, no. No creo que sea de mujer. Es una visión de persona, da igual que sea hombre o mujer.

Hiperactiva, soñadora, viajera, proclive a la evasión, juvenil, feminista contenida… todo eso dice usted de usted misma…

¿Que yo digo eso?

¡Sí!

¡Hombre! Es que hablo mucho. No sé. Psssí. ¡Sí! Vamos, ¡venga! [Ríe fuerte].

Los orígenes marcan. Usted es de Zaragoza y allí la reivindican mucho. ¿Le gustaría volver y trabajar desde allí?

Podría hacerlo, pero ahora mismo no lo haría. Yo en Zaragoza me siento muy, muy querida. A veces también pienso que quizá me quieren tanto porque no estoy allí. [Ríe]. Si me vieran todos los días, quizá se cansarían. Creo que me siento muy querida gracias también a mi familia. Siempre he tenido el apoyo de mis padres. Lo digo porque me dieron la seguridad que necesitaba para decir que lo que yo quería lo podía hacer. Nunca he dudado de que podría vivir de la pintura. Cuando no podía hacía otras cosas, pero estaba en el camino para lograrlo. Ellos me ayudaron mucho en Zaragoza. Me hicieron relacionarme con la gente. Me empujaban todo el tiempo: “Ve y habla con este, ve y haz esto, acompaña a no sé quién, envíalo todo a la prensa…”. Con 86 y 85 años todavía lo siguen haciendo. Siempre me han querido mucho. La exposición más emocionante que he hecho en mi vida fue en la Lonja, en Zaragoza, hace dos años. Fueron más de 70.000 personas. Es el 10 por ciento de la gente. ¡Muy fuerte! Hacían colas porque todavía había restricciones de aforo postpandemia. La gente esperaba y esperaba. ¡Buaaa! Ahora preparo otra para Huesca para el año que viene, que también me hace mucha ilusión. También he tenido mucha relación desde siempre. ¿Vivir en Zaragoza? Seguramente echaría de menos cosas… No lo pienso. Pero la relación es muy especial. Tengo a mis padres allí, mis amigas de la escuela. Es casa, Zaragoza.

¿Y Barcelona?

¡Uf! Barcelona, de hecho… Viví allí solo mientras estudiaba. Después viví muchos años en la montaña y ahora he hecho lo contrario de todo el mundo y he vuelto. Al centro. Barcelona me gusta. Es algo muy raro. Por un lado, me siento muy bien en el anonimato total, pero por otro, también es muy pueblo. De repente, estiras un poco y conoces a aquel, a aquel otro… Me siento a gusto. Me resulta una ciudad muy agradable para vivir. Puedo ir caminando a todas partes. Tengo de todo cerca. Y tengo también muy buenos amigos.

¿Hasta qué punto le interesa la política?

¡Uf! Cada vez menos. Me gustaría mucho que la política fuera gestión. Y que realmente yo viera esa gestión. Como no la veo, me da mucho dolor de cabeza, no me interesa… Me parece que la mayoría de los políticos ahora mismo, desde mi punto de vista, son bastante mediocres. Me interesa mucho más otra gente fuera de la política.

Pero la política, aparte de la gestión, es también ideología. La ideología que marca esa gestión. Si no, los políticos solo serían gestores, tecnócratas.

Debería ser ideología, sí, pero yo estoy bastante desencantada. Cuando hay ideologías, pero nadie es capaz de ponerse de acuerdo y poner lo que es más importante por encima de los pequeños detalles, que es lo que yo veo ahora mismo… Al final, es como una reunión de vecinos. ¡Hombre, siempre hay uno que tiene que sacar el tema de la tubería aquella! Nunca llegas a nada. Y me parece que eso es también un espejo de problema social. Yo creo que sí que hay que gestionar. Obviamente, tú votas una ideología, pero esa ideología tiene que gestionar. Si no gestiona, me importa un comino. No sirve para nada. Solo sirve para hablar mucho. Para decir lo buenos que son unos y lo imbéciles que son los otros. Pero al final tú quieres que las cosas funcionen.

¿Sufrió, en un sentido u otro, durante el proceso? ¿O se desentendió?

No, no, no. ¿Cómo puedes desentenderte? No, no. Yo no me desentendí. Sí, me hizo sufrir. Claro. Fue una situación extrema, muy complicada y yo también tengo dos hijos que en ese momento eran adolescentes. Sufrí desde muchos puntos de vista. Pero, bueno, no es una cuestión que me apasione. No puedo aportar mucho. Me hizo sentir, de repente, vulnerable en algunas cosas. Yo sé lo que me gustaría, pero también lo veía a una gran distancia.

¿Y a usted qué le gustaría?

No lo sé. No quiero hablar de ello. No quiero hablar porque yo misma tengo muchas contradicciones. En eso no soy una persona de blanco o negro. Defiendo muchas cosas y no estoy de acuerdo en otras. No estoy de acuerdo -te lo vuelvo a decir- en que no haya habido una gestión conjunta cuando ha habido la oportunidad. No lo entiendo. Cuando tienen que ponerse de acuerdo no son capaces? No lo entiendo. Creo que los políticos van por un lado y la gente, por otro.

Esta crisis de confianza, entre los políticos convencionales y la gente, en Europa y en Estados Unidos, deja paso a soluciones fáciles, a opciones extremas y populistas…

Absolutamente. Eso es un gran peligro. Es muy populista, sí, pero al final la gente quiere tener su entorno ordenado. Cuando pensamos en grandes ideologías y nos olvidamos del entorno pequeño no funciona. A mí me puedes vender una idea en la que estoy de acuerdo y te la compro, pero, si después no puedo salir a la calle, porque tengo miedo o porque está lleno de basura, porque nadie respeta nada, ¿qué sensación me queda a mí?

¿Entiende, entonces, que la gente vote por estas opciones?

Puedo entenderlo, sí. Te mentiría si te dijera que no. No soy tan ingenua. Veo muchas cosas que funcionan mal y muchas personas en peligro de… Ahora no te haré aquí un mitin, pero veo muchas personas que tienen muchos problemas para vivir. ¿Qué les tenemos que decir? Votarán a los que les ayuden, a los que quiten de en medio aquello que les molesta… ¿Sabes? Al final la gente vota muy pequeño, cada vez más pequeño. Esa es la sensación que tengo. Voto al que me solucione mi problema. Y una visión más social, de mayor alcance, puede ser muy guay, pero en la realidad lo que vemos es que los mensajes son: “Quítame esto que me molesta y yo te voto”. Lo veo así, pero, obviamente, no soy ninguna analista política.

¿Le da miedo eso?

Claro que me da. Y ya lo estamos viendo, claro. Porque tú das todo el poder y todo el dinero a cuatro que lo controlan todo y eso puede salir mal.

¿El suyo es un arte comprometido o no le preocupa que el arte no lo sea, de comprometido?

Yo veo el compromiso desde un punto mucho más emocional en mi arte. Es eso que comentábamos antes. Hacer sentir a la persona, sentir y conectarse con ella misma o con los demás, es tanto o más importante que dar consignas. Confío mucho en eso. Confío mucho en que una persona que siente y que se emociona con la relación con los demás, con el cuidado, con la educación… Eso es mucho más mi territorio que salir a decir: “Haz esto o haz lo otro”.

Practica la misma filosofía con el feminismo.

La misma, la misma.

Eva Armisén, pintora e il·lustradora. 17-03-2025 / Mireia Comas
«Cuando estudié no tenía ningún referente femenino, salvo Frida Kahlo». 17-03-2025 / Mireia Comas

Eva Armisén, la diosa de las pequeñas cosas…

No son tan pequeñas, joder. Cuando estudié no tenía ningún referente femenino en pintura, salvo Frida Kahlo. Ahora todo ha cambiado y me hace ilusión. Y hablamos de un cambio muy grande. Yo me siento mucha parte y me gusta mucho participar en él. Salir en los libros de texto, trabajar en programas de educación, que trabajo muchísimo… Al final, eso me muestra también la esencia de lo que hago. Muchas escuelas -no solo en Corea, también aquí- trabajan con niños pequeños y mis imágenes. ¿Por qué lo hacen? Porque les es un vehículo muy fácil para explicar a los niños qué pasa, cómo se relacionan, qué sienten… Yo me muevo muy cómodamente en este territorio. Creo mucho en ello. Estos niños ven desde los cinco años que hay una mujer que es feliz haciendo lo que hace. Ven esta posibilidad y la experimentan. No solo las niñas. Las niñas y los niños, todos. Lo ven y lo experimentan. Para mí eso es importantísimo. Si yo tuviera que hacer algo en gestión, sería en educación. Lo tengo clarísimo. El arte es una maría. No le hacen ni caso. Y el arte tiene un poder inmenso para hablar de todo. Las empresas también pueden utilizar el arte para llegar a la gente.

A veces viene gente y me dice: “Eva, mi primo ha terminado Bellas Artes. ¿Qué consejo le darías? ¿Qué galerista le podrías recomendar?”. Y siempre les contesto igual: “¿Tú quieres que tu primo se dedique a pintar? ¡Cómprale un cuadro! No puedes hacer nada más”. Es importante para el pintor pensar que alguien desea lo que hace. Y no solo eso. Que te lo pague. Deja de historias. Yo no tengo que recomendarte a nadie, porque no sé ni qué hace tu primo. Pero ¡cómprale un cuadro, demonios! Así hará dos más. Esto siempre lo dice mi hermana, Cristina, que es también mi agente. Ella solo me representa a mí. Cuando alguien le pide que represente a algún conocido suyo, mi hermana le contesta: “No, no no. Cómprale un cuadro”. Ese consejo es fantástico. Valora lo que hacen y ponle un precio. Tu primo no regala los cuadros, porque quiere dedicarse a ser pintor. Cómprale uno.

Esta historia entre el dinero y el arte, que no se pueden tocar, me parece tan absurda… No puedo con eso. Yo tengo una empresa, la he tenido que montar y no me resulta imposible. Joder, como lo haría cualquier otra persona. No tienes que ser un economista para administrar lo que entra y sale de tu casa. No nos enseñan eso. Igual que no nos enseñan a valorar el arte y todo lo que es bonito, tampoco nos enseñan a gestionar. En la escuela deberíamos tener una asignatura que se llamara arte, no hace falta decirlo, y además, debería ser transversal. Porque el arte tiene mucho que ver con las matemáticas, con la filosofía; con la historia, no hace falta decirlo. ¡Hombre, es que es increíble! Miras las ciudades más grandes de España y muchas no tienen facultad de Bellas Artes. ¿Cómo es posible?

¿Entiende usted el mercado del arte actual?

No. Ni idea. Tampoco creo que se pueda explicar.

Hay gente que compra el arte que le gusta, pero muchos, muchos, lo hacen como una inversión. ¿Eso lo entiende?

Es que no me interesa. No sé si lo entiendo. Bueno, sí, hay quien compra oro y hay quien compra un cuadro.

¿Quién compra un cuadro de Eva Armisén por qué lo hace?

Porque le gusta y porque lo quiere tener y verlo cada mañana cuando se levanta. Normalmente quien compra un cuadro termina comprando dos o tres. Y sigue. Es algo que me hace muy feliz. Me los compran por un sentimiento. También es verdad que una vez que las obras han ido revalorizándose hay una parte del mercado que entra a subastas y que los compra como inversión. Pero ese no es mi coleccionista.

¿Usted no entraría nunca a una subasta para comprar un cuadro suyo y que mantenga la cotización…

No. Yo no puedo.

Hay artistas que lo hacen.

Ya, pero yo no puedo. Yo no he entrado nunca a una subasta. No sé el precio de mis cuadros en el mercado. Es verdad que hay unos suecos que publican un baremo del precio del arte. A veces me llega un aviso: “Se ha vendido un cuadro tuyo y alguien ha pagado tanto”. Me dicen si suben o si bajan, pero yo ni estoy pendiente ni vivo de eso. Yo tengo un coleccionismo muy de verdad. De gente que se enamora de lo que hago y que quiere tenerlo. Eso es un placer. Creo que es como debería ser, pero después, si algo tiene valor y tú quieres especular con ello… Yo no lo hago.

¿Y los precios?

Puedes entrar en mi trabajo haciéndolo desde un pin que vale un euro hasta el cuadro más grande, que puede costar… lo que sea. Puedes entrar, además, desde muchas vías. Puedes entrar tomándote un vino, que tiene una botella que he diseñado yo, o, ahora mismo, mira, he hecho una campaña en La Rioja contra la violencia de género. Para mí, la parte más guay de mi trabajo es que cuando me levanto tengo propuestas muy diferentes. No cada día, pero sobre mi mesa hay muchas cosas diferentes. Desde la iniciativa más social, que me piden una imagen, hasta la exposición más completa. Este verano -y esto me hace mucha ilusión- expongo en el castillo de Santa Catalina, de Cádiz, que está en un lugar maravilloso. Expongo desde el 3 de julio hasta finales de septiembre.

¿Vigilará la exposición cada día?

Ahora te reirás. Voy a montarla. Me quedaré una semana. Con toda la tribu. Con la familia y los amigos. Vendrá mucha gente y haremos una gran fiesta. Y ayer hablaba con mi hermana y le proponía alquilar una casa en Cádiz y pasar el verano allí. Somos muy felices cuando estamos juntas. Nos lo pasamos muy bien. Y además, tenemos este estímulo de ir a la exposición, conocer a la gente que la visita… Antes me daba mucha vergüenza y ahora lo disfruto.

Se ve pintando toda la vida…

Hombre, por favor. Del todo. Mientras pueda y, si no puedo pintar con las manos, pintaré con la cabeza.

Dice que sus referentes han sido Joaquim Torres, Maruja Mayo…

Sí, claro.

¿Se fija más en las mujeres como referentes?

Valoro más lo que consiguen las mujeres, porque sé que les cuesta más. Lo sé. No es que me guste porque sea mujer, porque no es eso, pero sí que cuando veo a una mujer que asciende en cualquier aspecto de la vida sé todo lo que hay detrás. Lo sé muy bien, porque yo lo he vivido, y no es igual. Vamos mejorando, pero queda muchísimo por hacer. Sí, valoro mucho cuando las mujeres logran cosas.

¿Conoce las obras de la pintora Amèlia Riera?

No.

Le interesará, seguro. Se abrió paso en los años duros del franquismo, con una obra inquietante, a veces sórdida, en las antípodas de lo que hace usted. Es oscura.

¿Es oscura? Muy bien.

¿Qué le parece Pilarín Bayés? Le he buscado los dos polos opuestos… Punta y punta.

Para mí Pilarín es como una pieza esencial. Pero esencial. Ahora le están dando mucho valor, pero le ha costado mucho, ¿eh? Porque, de alguna manera, su estética iba unida a lo más rancio.

Y al cómic, que no siempre ha sido bien considerado…

Que ha sido muy mal considerado. Pero ella para mí es la narradora de toda nuestra historia, de una manera tan accesible y tan absolutamente general, que… Pilarín para mí es… Me encanta, me encanta cómo dibuja, la facilidad que tiene para explicar la ternura, la historia… ¿Cuántos libros ha ilustrado esta señora explicándonoslo todo? Me alegro mucho de que ahora todo eso se le reconozca. Me parece tan injusto que podamos arrinconar a gente así… Amàlia Riera creo que también me encantará. No la conozco, pero…

Yo creo que la asustará…

Noooo. A mí me gustan cosas muy negras también. No paso todo el día rodeada de colores…

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