Cataluña es un auténtico paraje natural lleno de rincones escondidos, con una riqueza territorial que combina los frondosos bosques del Pirineo con la quietud del agua de la costa. Más allá de los núcleos turísticos conocidos por todo el mundo se esconde todo un mundo de natura y pequeños pueblos con mole historia última. Y esto queda muy presente en la Costa Brava. Según una publicación de la página web de la Costa Brava, estas son las cinco calas que nadie se puede perder a la hora de visitar las tierras ampurdanesas.
En primer lugar, la Cala Berreando, en Llançà (Alt Empordà), que se conoce popularmente como la Cala de los Enamorados. Se trata de una pequeña cala situada a la parte sur del Cap Raso, entre Llançà y Colera, que se retuerze rodeado el mar. Tal como aseguran en esta publicación, es un lugar idóneo «para refugiarse del trasiego del día a día y disfrutar de una panorámica privilegiada de Llançà, Puerto de la Selva y el mar de Arriba, la parte norte del Cap de Creus. En segundo lugar, otro de los imperdibles es lo Roc del Contador, en Albanyà (Alt Empordà). Se trata del punto más alto del Ampurdán y, situado entre el Roc de Frausa y El Moixer ofrece una de las vistas más privilegiadas de la comarca.

Pequeños oasis marinos
Como no podía ser de jefa otra manera, los tres últimos pequeños paraísos escondidos tienen que ver con el mar. En tercer lugar, la Cala Rostella de Roses (Alt Empordà), y la definen como un contraste del «azul marino del mar rocoso con el azul tropical de los claros de arena». La sigue la Cala Jugadora de Cadaqués, que es una de las «rincones costeros» alejada de la población que combina mejor la parte más salvaje de la orografía ampurdanesa con la comodidad humana. Por último, se trata del Salt de la Caula, a las Escalues. Se trata de un impresionante salto de agua digno de admirar, pero no de bañarse, puesto que a raíz de los desprendimientos del 2010 ha quedado prohibido el acceso en el interior del agua.