El debate sobre la prohibición del móvil en las escuelas está más vivo que nunca. Incluso ha sido una de las cuestiones que ha monopolizado la comparecencia parlamentaria de la consejera de Educación, Anna Simó, esta semana. Muchas familias apuestan por colegios que han adoptado esta prohibición, pero la medida también tiene detractores. En su intervención en el Parlamento, Simó descartó que el Departamento prohíba los móviles en todos los institutos, unas declaraciones que aplauden los expertos consultados por El Món. “A riesgo de equivocarme, creo que prohibir los móviles no es la vía”, aseguró la consejera, que apostó por un “debate” dentro de la comunidad educativa que no podría producirse si el departamento toma una decisión unilateral.
La consejera explicó que la decisión la tiene que tomar cada centro y cada familia. Así había sido hasta ahora y parece que continuará siendo así. Uno de los centros pioneros en esta medida, el colegio El Jardí de Granollers, se enorgullece de haber adoptado esta decisión ahora hace cinco años y considera que tiene muchas ventajas. “Instalamos unas cajas donde los alumnos dejan los móviles al entrar en el aula y así nos aseguramos de que el rato que están en el centro no lo utilizan”, explica la directora de la escuela, Carme González.
No es una medida obligatoria, pero si un alumno no deja el móvil en la caja y lo pillan, el dispositivo se envía a secretaría y solo se entrega a los padres. “Adoptamos esta medida porque hubo conflictos por grabaciones en clase y en el vestuario de educación física que se difundían en las redes sociales. También había mucha más distracción”, explica la directora. Añade que para evitar la conflictividad que los móviles suponían y para evitar su mal uso decidieron prohibirlos en el centro.

“Prohibir el móvil es dar la espalda al mundo”
La psicopedagoga Sylvie Pérez, al contrario, considera que prohibir el móvil en los centros educativos es “dar la espalda a la sociedad y al mundo”. “Estamos pidiendo una escuela del siglo XXI y prohibir el móvil es mantener una escuela del siglo XIX. Afrontar el problema desde la prohibición es rehuirlo”, avisa. Considera que hay que regular el uso del móvil y enseñar a los alumnos a utilizarlo bien y en el contexto que toca, pero no prohibirlo.
“Si prohíbes el uso de algo o le impides la entrada en el centro es porque esa cosa en sí misma es nociva para el alumnado, como por ejemplo el tabaco. El móvil no es nocivo por él mismo, sino según el uso que se hace, y por eso no tiene sentido prohibirlo”, explica. Considera que los jóvenes tienen que aprender a utilizar el móvil igual que lo han hecho los adultos y, por lo tanto, apuesta por educarlos para que sepan que en clase no se tienen que usar.
En este sentido, la directora del Jardí replica que su método también consiste en enseñar a los adolescentes a hacer un buen uso del móvil, pero sin ser “ingenuos”. “Tenemos que ser conscientes de que son adolescentes y no siempre hacen caso. Con esta medida se evita la conflictividad, por mucho que también les eduquemos”, afirma.
“Si se prohíbe el móvil en la escuela no se detectará la adicción»
Por su parte, el experto en pedagogía Jordi Perales considera que prohibir los móviles en todos los centros hace perder “capacidad de detección de la adicción al móvil de los alumnos”. “El Departamento de Salud ha avisado que tenemos un problema de adicciones. Si se prohíbe el acceso de los móviles, será difícil detectar que un alumno está enganchado y derivarlo a Salud”, advierte. Actualmente, explica, esta detección sí que se puede hacer si el alumno en cuestión no puede dejar el móvil por más que se lo advierta.
“Los alumnos suelen estar solo en casa por las tardes y si la escuela ya no hace su papel para detectarlo, donde se hará?, se pregunta. Perales considera que las medidas que se han tomado hasta ahora -requisar el móvil a los alumnos que lo utilicen en clase- ya son suficientes. Ahora bien, apresura la consellería para dedicar recursos a la prevención, detección y a la acción una vez detectada el problema. “Tenemos un problema muy grande, y el que se tendría que hacer son programas de prevención de adicciones. Pero programas reales, no una charla de un día a clase, y en coordinación con Salud.
Carme González también rebate este argumento: “La adicción a los móviles es adicción a las pantallas y la detección del problema ya se hace con los portátiles que utilizan los alumnos”. Además, considera que la detección también se puede hacer por el cansancio, la bajada de rendimiento y el cambio en la relación con los compañeros de los alumnos afectados.