La unanimidad para el nombramiento de los principales cargos europeos -los conocidos como Top Jobs: la presidencia de la Comisión, la del consejo y el Alto Representante para los Asuntos Internacionales- tiembla por la derecha. Las críticas de la primera ministra italiana Georgia Meloni -cabe visible del primer grupo ultra en el Eurocámara, los Conservadores y Reformistas Europeos- al tradicional pacto entre socialdemócratas, populares y liberales para la estructura del ejecutivo mantienen las tensiones en el seno del Consejo Europeo. A fin de revertir la situación, los mandatarios de los países miembros buscan atraer Meloni en sus posiciones. El primer ministro polaco, el popular Donald Tusk -una de las voces más potentes de la derecha tradicional continental contra los acuerdos con ECR y Le Pen- ha subrayado su respeto hacia las posturas de Roma. «No existe Europa sin Italia, ni ninguna decisión sin Meloni», asegura.
El pacto entre los grandes grupos centristas en Estrasburgo no pretende, como acusa Meloni, dejar fuera los intereses de ECR -tercera fuerza en la cámara, hay que recordar; cómodamente por encima de Renew-. «Hemos finalizado las negociaciones para facilitar el proceso, pero la decisión final depende de Meloni y el resto de líderes», reitera un diplomático Tusk. Similar ha sido la posición del canciller alemán Olaf Scholz, uno de los pocos socialistas a la reunión -que, hay que recordar, votará en las discusiones previstas por este jueves y viernes en nombre del presidente español Pedro Sánchez, ausente por la muerte de su suegro-. El mandatario ha sacado hierro a las críticas de Meloni, descartando que se ignore la posición de los conservadores y reformistas. «Todos los 27 son igualmente importantes, y esto es significativo», argumenta.

«Cierto debate»
Todo y la busca de posiciones comunes, los mandatarios no esperan una unanimidad inmediata. Los tres candidatos -la conservadora alemana Ursula Von der Leyen para la Comisión, el socialista portugués Antonio Costa al Consejo y la liberal estonia Kaja Kallas como Alta Representante- suscitarán «cierto debate» en palabras de Mark Rutte, el todavía primero ministro neerlandés, que acude a su último Consejo Europeo desprendido de ser nombrado secretario general del OTAN. Ahora bien, a parecer de Rutte, «las tres familias políticas centristas han llegado a un acuerdo», hecho que, a pesar de que «se tenga que acabar de ver», garantiza cierto cimiento. «Creo que el acuerdo final será este», apostilla. Más contundente se ha mostrado el primer ministro belga, Alexander De Croo, que ha defendido una «estabilidad política y capacidad para actuar deprisa» que Meloni y sus aliados, como por ejemplo el ultra húngaro Viktor Orbán, ponen en entredicho. «Hay tres grupos dispuestos a trabajar plegados, así es como funciona la democracia», espeta De Croo.
Orban se subleva
Resistente contra las críticas lanzadas por sus homólogos europeos, Orbán se ha mostrado indignado contra un acuerdo entre fuerzas políticas que considera «vergonzoso». El húngaro ha criticado que los mandatarios no hayan recogido a su configuración del ejecutivo «el peso de las diferentes familias políticas» en la propuesta. Por orden de escaños, efectivamente, los ultras tendrían que contar con la tercera silla de la UE; la que el pacto ha entregado a Kallas y el grupo liberal. «La decisión no está basada en el mérito de las elecciones», argumenta el primer ministro húngaro, en defensa de un acuerdo EPP-socialistas-ECR. En este sentido, critica «el interés partidista» que, a parecer suyo, ha guiado las conversaciones en el seno de la Eurocámara. El equilibrio por escaños, asegura Orbán, es «lo más importante».