Maria Nicolau se ha hecho un lugar entre las cocineras de moda del país gracias a su papel en el
Este proyecto lo ve como un reto, una cosa «diferente» y una apuesta «con riesgo«. Ha dejado el personaje fuera y explica cómo ha llegado hasta aquí después de haber cocinado desde los 14 años. En este libro ha hecho un ejercicio íntimo, puesto que no se trata de la clásica compilación de recetas: «Debo de ser la única cocinera de Cataluña que hace libros de recetas sin fotos, ya que esta es una historia novelesca que he hecho porque no podía morir sin explicar qué he vivido en los últimos 30 años. Ahora tengo la energía y la oportunidad, así que hemos hecho este hachazo… He sufrido y he disfrutado mucho este libro porque lo he hecho desde las entrañas».
Uno de los episodios más duros de su vida llegó hace casi 10 años, cuando el padre de su hija se fue y se encontró sola con una niña pequeña de 3 años y un montón de trabajo como cocinera respetada. María Nicolau tuvo que hacer un replanteamiento de su vida, está claro: «Quedarse solo tiene el momento de mirarte al espejo y pensar si ir a casa de un familiar a lamerte las heridas o poner pecho y cojones. Me quedé sin casa, sin trabajo, sin cuerpo, con una hija, un perro y 20 cajas de cartón. Si hubiera sido yo sola, habría sido diferente porque el día siguiente estoy en Berlín trabajando en un frankfurt y viviendo en un piso de estudiante. En aquel caso, sin embargo, tenía una hija de 3 años y un perro».
Maria Nicolau denuncia que no exista la conciliación en el mundo de la cocina
Esta experiencia le ha hecho darse cuenta de por qué no hay mujeres en las fotografías de los grandes congresos gastronómicos y en la élite de los restaurantes: «¿Quién coge el teléfono cuando llaman de la guardería a las 10:25 de un martes? ¿Quién buscó el niño a la escuela? ¿Quién lo lleva al pediatra? ¿Quién le dice al jefe que tiene que marchar porque tiene que conciliar? Generalmente, esta llamada la reciben y la responden la mujer. Es imposible entrar en la carrera por la fama, la fortuna y las estrellas cuando vas con dos mochilas que tendrían que ser compartidas«.
Su hija tiene 11 años, pero en aquel momento solo tenía 3: «Nos hemos salido, de este agujero, transformando la rabia en acción y fuerza motriz. Me negué al hecho que no saliera. No quería que me hundiera nadie porque sabía que me encontraba en un lugar privilegiado en que, en el peor de los casos tenía dos años de paro, una seguridad social y un estado del bienestar. No quería sentirme víctima«.
¿Y qué hizo? Dejó atrás una trayectoria meteórica para pasar a trabajar en el bar de un pueblo: «Tuve que enfrentarme a mi orgullo herido desprendido de ascender, de trabajar en París y los lugares más gastronómicos del universo… me vi en un bar de pueblo que hacían bocadillos de lomo con queso. Me enfadé muchísimo con la vida porque no lo veía justo, yo lo había dado todo y he sido siempre dispuesta a hacerme daño y hacer horas. No había contado nunca las horas ni había preguntado cuánto cobraría y, de repente, me encuentro con 33 años, una niña, una perra, sin casa… Fue un momento durísimo. No me daba la gana, estaba dispuesta a quemarlo todo porque no estaba de acuerdo. Me era igual que Dios tuviera otros planes para mí. Confiaron en mí y reformé el bar. Cuando me quedé en paz y cumplí la promesa, así que acabé marchando».
